Este productivo (no) fin de semana lo he pasado en casa de mis abuelos, y aproveché el sábado por la noche apra ir al cine. Por una razón totalmente ajena a a mi acabé yendo a ver una película que no quería, así que aquí va
Ya me había leido le libro hace bastante y, sinceramente, no me gustó. Realmente no es que no me gustara, es que sencillamente me pareció un libro más. No la consideré una historia ni muy necesaria, ni muy original, ni muy bien escrita. Creo que se podría haber aprovechado mucho mejor la idea, y que el ponerse en la piel de un niño no de derecho a narrar de una manera tan floja.
Si quiero leer sobre el holocausto estoy segura de que podría encontrar veinte libros mejores. Si quiero leer sobre el holocausto desde el punto de vista de un niño, cogeré el diario de Ana Frank. Ya hay muchos relatos sobre esta época, todos ellos tristes y, por desgracia, reales. Siempre se pueden inventar cosas sobre ello, pero considero que si se hace al menos deberían estar bien hechos.
Sin embargo, parece ser que "El niño..." es una de las historias mejor contadas y más importantes de la historia de la literatura, un libro imprescindible que ha encandilado y hecho llorar a todos los que han tenido la suerte de sumergirse entre sus perfectas páginas. Y claro, yo, a la que le libro de dejó "indiferente" (dentro de lo que puede dejarte una historia así), me he convertido en una insensible porque no me pasé horas llorando por el terrible destino de Bruno.
Por eso no estaba muy contenta cuando decidimos que entraríamos a ver esta película. A pesar de ello, salí mucho más convencida de lo que pensaba que iba a quedar. Desde luego no es mi película preferida, pero creo que la historia funciona mejor en la pantalla que sobre el papel, quizás porque lo que fallaba no era la historia, sino la manera de contarla.
Al menos en la sala de cine me pasó algo que creo que debería pasar siempre que se ve una película de este tipo. Sentí rabia, muchísima, e indignación, y también mucha pena por las cosas que ha llegado a hacer el ser humano.
Cuando se pregunta por el mal olor que sale de las chimeneas y el padre contesta (oh, David, qué grande eres) que cree que ahí queman basura. Cuando el soldado clon-de-Orlando-Bloom le da una paliza al judío que les estaba sirviendo sin que nadie en la mesa haga nada para impedirlo. Cuando la hermana de 12 años le dice al niño que los judíos son malos.
Siempre será mejor ver mil veces La lista de Schindler o El pianista antes que esta película (y yo seguiré llorando a mares con ellas), pero al menos yo recomendaré antes esta adaptación que el libro original.
Hablando de cosas más alegres, este fin de semana a los de las televisión les ha dado por poner películas interesantes, entre ellas La Princesa Prometida, que es una de mis favoritas de todos los tiempos.
El caso es que yo siempre la había visto en la cinta de vídeo cochambrosa que tengo desde hace más de diez años (aún estoy esperando a que los señores de la productora se den cuenta de lo fantástica que es y saquen una edición decente en DVD), y, claro, después de haberla pues más de un millón de veces está muy desgastada y hay algunas partes borrosas y oscuras.
Así imagináos mi sorpresa cuando estoy el sábado por la tarde sentada tan tranquila en el sofá y, al llegar a la parte en la que Buttercup intenta escapar del barco de Vizzini, descubro que ¡las anguilas chillonas tienen cabeza, y hasta dientes y todo! en mi cinta corroída lo único que se ve en esa parte es un cuerpo escurridizo acercandose a la pincesa, y casi no se distinguía en medio del mar totalmente negro.
Por lo tanto esa tarde fui estúpidamente feliz (hasta que descubrí que en el periódico habían calificado a Moulin Rouge con un punto negro y mi indignación alcanzó límites insospechados, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión).
Buenas noches príncipes de Maine, reyes de Nueva Ingletrra