Una mañana en la que Harry preparaba el desayuno, Draco esperó pacientemente a que terminara. Aguardó a que depositara los platos en el comedor, asechándolo de cerca. Harry, que de seguro podía leer las libidinosas intenciones de Draco en sus ojos, sólo sonreía y meneaba la cabeza.
-¿No tienes hambre? -le preguntó alegremente Harry cuando, después de dejar el desayuno sobre la mesa, Draco lo acorraló contra la pequeña pared que separaba el comedor y la sala.
-Sí -jadeó Draco mientras le besaba el cuello con intensidad y Harry se arqueaba en reacción-. Pero de ti.
-Se enfriarán los hu-huevoooohh… -gimió Harry cuando Draco lo mordió.
Éste pudo sentir cómo Harry se volvía de goma ante el ataque de su boca. Pudo sentir la manera en que su piel se erizaba y sus rodillas le flaqueaban. La manera en que se abandonaba a su abrazo y correspondía al asalto de Draco, aferrándolo de su camisa e inclinando la cabeza a un lado para otorgarle más acceso a su cuello. Como respuesta a tan grata bienvenida, Draco chupó el punto donde lo había mordido, dispuesto a dejar una enorme y bien visible marca.
Harry se estremeció y echó la cabeza hacia atrás. Se golpeó la nuca contra el marco del retrato que dominaba ese muro, el cual se balanceó peligrosamente en su sitio, pero de momento, a Harry pareció no importarle demasiado. En cambio, Draco si tomó nota de la situación.
Si era lo suficiente honesto con él mismo, tenía que reconocer que el hecho de que hubiera atrapado a Harry ahí, justamente en el muro de ese retrato, no era una casualidad ni mucho menos. Desde hacía varios días, cuando Draco miraba esa fotografía y pensaba en lo que significaba para Harry (y que seguramente lo hacía evocar a Creevey o a sus dos amigos), se le había ocurrido la idea de unirse al enemigo en vez de pelear contra él. ¿No era lo más sabio, después de todo, según decían?
Y como ciertamente no podía competir contra los recuerdos que inspiraba un objeto, lo que le restaba por hacer era crear una memoria nueva donde él sería el protagonista principal.
Sin dejar de machacarle el cuello con los dientes, Draco comenzó la deliciosa tarea de desabrochar uno a uno los botones de la camisa que Harry traía puesta. Logrando su cometido, metió las manos por debajo de la ligera tela, empujándola con ellas y haciendo que se deslizara por los hombros del moreno.
Harry era jalea pura cuando Draco al fin logró quitarle la camisa, y eso que todavía no lo había besado en la boca. Sintiendo que era un desperdicio tener a su disposición esos labios rojos como la grana y no estarlos saboreando, Draco dejó su cuello en paz y dejó caer su propia boca sobre la de Harry, tragándose sus jadeos y devorando su aliento cuando deslizó las manos por su pecho y Harry reaccionó con agitación.
Rindiéndose ante él, Harry también empezó a desnudarlo. Como pudo -porque Draco no paraba de besarlo-, le quitó la camisa y siguió con los vaqueros. Draco se lo permitió, dándole tiempo para que completara la difícil tarea de desabrocharle el pantalón y de bajarle la bragueta, mientras continuaba besándolo y acariciando su torso, su cuello, sus mejillas. Su pelo. Enterrando los dedos en aquellas hebras negras como la noche, con las que tantas veces había soñado preguntándose cómo sería su tacto.
Como pudo, Harry le bajó los pantalones y los calzoncillos de un solo empujón, haciendo que las dos prendas cayeran alrededor de sus tobillos. Impaciente, Draco no se preocupó por quitárselos. Llevó sus manos por los costados de Harry, marcando con los dedos cada músculo de su estómago y saboreando esas caricias como si fueran de miel. Dios, Harry estaban tan endiabladamente bueno que podría alimentarse sólo de eso: de acariciarlo, de besarlo, de tirárselo…
Sus manos llegaron a los vaqueros de Harry y también comenzó a desabrochárselos. Misión casi imposible porque en ese momento Harry estaba acariciando sus caderas y pasando descaradamente las puntas de sus dedos alrededor del miembro de Draco, el cual, imposiblemente duro y erecto, se sentía fresco al contacto con el aire debido a las gotas de preseminal presentes en él.
A ciegas, completamente besado por Draco, Harry enredó las puntas de sus dedos entre la ligera mata de vello rubio que Draco poseía en la entrepierna, rozando con los pulgares la tensa piel de sus testículos. Draco jadeó y sin querer mordió la lengua de Harry, dándose prisa en bajarle también a él sus estorbosos vaqueros.
Lo logró. Tiró de ellos hacia abajo y sintió, más que vio, como Harry levantaba un pie para sacárselos de esa pierna. No se preocupó por quitárselos de la otra. Se pegó por completo a su cuerpo, provocando que sus dos erecciones ya desnudas se tocaran, que sus aterciopeladas y ardientes pieles se rozaran, que los dedos de Harry dejaran su entrepierna y envolvieran ambos miembros en un desesperado y fuerte apretón.
Los dos gimieron largamente, Draco preguntándose distraídamente por el motivo de que, a pesar de haberlo hecho ya varias veces, cada sesión de sexo con Harry se sentía como si fuera la primera vez. Nunca le había sucedido algo así; con sus otros amantes bastaba una ocasión para decidir que no los soportaba más.
Harry comenzó a mover su mano arriba y abajo, apretando sus dos erecciones juntas, frotando sus suaves pieles. Draco sintió un agobiante calor apoderándose de su cabeza, de su cara, bajando por su cuello y esparciéndose por todo su cuerpo. Los dedos de los pies y de las manos comenzaron a hormiguearle, y temiendo un pronto orgasmo, tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para dejar de besar a Harry y separarse un poco de él.
Su plan era hacer esa ocasión memorable. Una simple paja no bastaba, tenía que ser algo especial.
Al alejar su rostro del de Harry, ambos abrieron los ojos y se miraron durante un momento. Harry, con las gafas torcidas y los ojos verdes nublados y dilatados, era una oda a la pasión desenfrenada. Más despeinado que de costumbre, los labios hinchados y la boca jadeante. Era delicioso. Supremamente delicioso.
Draco sonrió al pensar así, dándose cuenta de que ésa era la palabra adecuada para describir a Harry.
-Delicioso -dijo en un ronco susurro mientras tomaba a Harry de los brazos y lo giraba hasta dejarlo de frente contra la pared. Como si presintiera lo que se avecinaba, Harry gimió y se apoyó contra el muro, levantando las caderas hacia Draco y ofreciéndole su hermoso y compacto trasero. Su delicioso trasero.
Haciéndosele la boca agua, Draco se agachó hasta quedar hincado frente a Harry, arreglándoselas como pudo para no tropezarse con los vaqueros enredados en sus tobillos. Paseó las manos por los suaves muslos de Harry, de piel blanca como la leche, por sus huesudas caderas, por sus nalgas respingonas y bonitas. Sumergiendo los pulgares entre ellas, finalmente las separó para dejar a la vista su apretada entrada.
Harry volvió a gemir de pura expectación, y Draco juraba haber escuchado que murmuraba un sí, por favor. Con la boca llena de saliva, Draco acercó su rostro hasta Harry y sacó la lengua. La rozó en un lánguido movimiento por encima de su entrada, arrancando gimoteos y largos suspiros de parte del moreno.
Le dio varios y largos lengüetazos, empapados y calientes, haciendo que Harry se arqueara más hacia él, se abriera a él, relajando los músculos de su entrada y preparándolo para lo que vendría después. Usando las manos para separarle completamente las nalgas, Draco introdujo por completo la lengua en él, pinchando su ardiente culo, depositando lo más que podía dentro de Harry, logrando que éste se retorciera de angustioso placer.
Draco metió y sacó la lengua de la entrada de Harry varias veces, relamiéndose con su singular sabor y haciendo breves pausas apenas para poder respirar. Besó la piel que circulaba la entrada del moreno casi como si se tratara de su misma boca, y, finalmente, cuando consideró que más listo no podía estar, lo liberó. Antes de incorporarse, sacó del bolsillo de su pantalón un tubo de lubricante.
Harry comenzó a jadear, intentando recuperar el aliento y enderezándose también. Draco lo volvió a girar, y en cuanto lo tuvo frente a él, volvió a oprimirlo contra la pared.
Harry era una masa aguada de deseo y ansiedad. Draco lo besó en la boca, devorándolo mientras que con sus manos se untaba una copiosa cantidad de lubricante por todo lo largo de su punzante y necesitada erección. Se colocó otro poco en los dedos de la mano derecha y, levantando una de las piernas de Harry, llevó esos dedos directamente hasta su entrada.
Harry jadeó al sentir el frío lubricante siendo introducido por aquellos dedos demandantes y agresivos. Después del calor y gentileza proporcionada por la lengua de Draco, no extrañaba que se sorprendiera al contacto helado del lubricante. Casi de inmediato, Draco logró sumergir dos dedos dentro de Harry y, dándose cuenta de que ya estaba más que preparado, los retiró.
-Mi buen Merlín, Harry -masculló sobre sus labios, mientras se enredaba alrededor de la cintura la pierna de Harry que ya tenía levantada-. Eres delicioso.
Harry soltó una risita anhelante mientras Draco le ayudaba a levantar la otra pierna a su alrededor. Y así, con las piernas de Harry bien sostenidas de él y con su espalda apoyada y haciendo palanca contra la pared, Draco lo empujó hacia arriba, logrando que su ávida entrada quedara justo encima de su ya casi dolorosa erección.
Sintió el calor del culo de Harry sobre la punta de su miembro. Gimió y lo abrazó más firmemente, ayudándolo a bajar lentamente. Harry echó la cabeza para atrás, golpeándose de nuevo contra el ostentoso marco de madera pintado con los colores de Gryffindor, empalándose sobre el miembro de Draco, dejándose invadir íntimamente, deliciosamente, envolviendo apretado y caluroso, cobijando a Draco y haciéndolo gemir de ronco placer.
Con lentitud. Draco, que no deseaba lastimarlo, tembló por el esfuerzo de lograr que la penetración fuera lenta y bien aceptada por el moreno. Poco a poco éste fue cayendo sobre él, devorando su erección centímetro a centímetro y apretándolo tan duro que Draco creyó que se correría de una vez.
Llegado al final, los dos jadearon intentando acostumbrarse a la suprema sensación de estar así, uno dentro del cuerpo del otro. Harry bajó su cabeza hacia la de Draco y apoyó su frente contra la suya, respirando agitado.
-Dios, Draco… dios.
-Sí, lo sé -respondió Draco en un gimoteo estrangulado-. ¿Te duele? ¿O puedo…?
Harry negó con la cabeza primero, y luego asintió firmemente.
-Sí, sí, muévete ya… ya. ¡Ohhh!! ¡DulcenombredeMerlín!... Sí.
Draco no pudo evitar sonreír ante las expresiones que Harry hizo cuando lo tomó firmemente de las caderas y comenzó a empujarlo hacia arriba, logrando que su erección se deslizara suave por su entrada, casi saliendo de ésta, y luego dejándolo caer de nuevo sobre ella, penetrándolo más duro y más hondo cada vez. Jadeando por el esfuerzo y la sensación desbordante, asegurándose de buscar ese punto dentro de él y encontrándolo casi desde el primer instante.
Recordando su principal objetivo, Draco se afanó en su trabajo, jodiéndose tan duramente a Harry que tendría que recordar ese polvo los días que le restaran de vida. Empujándolo cada vez más alto, Draco pronto consiguió que la cabeza de Harry golpeara una y otra vez contra el marco del retrato, un golpe por cada estocada que el rubio le daba.
Harry, aferrado a los hombros de Draco, jadeaba y gemía cada vez que se golpeaba, tanto, que Draco estuvo seguro de que al final tendría más de un chichón en la parte de atrás de su cabeza.
Draco levantó los ojos hacia la fotografía, sonriendo con lasciva al inmóvil trío dorado.
-“Trío fenomenal” -murmuró, sin poder contener la sonrisa maliciosa que se dibujó en su boca.
Harry abrió los ojos, parecía algo espantado. Tal vez la idea de ser mirados en pleno acto por su foto y las de sus amigos, le resultaba un poco extraña. Echó un vistazo por encima de su hombro, gimiendo más cuando se dio cuenta que los habitantes de la fotografía los miraban sonrientes y saludaban con la mano.
-¡Dra-Draco! -exclamó Harry con un gemido ahogado-. ¡¿Por qué… haces… ESO?!
Draco se rió entre dientes, sin molestarse en responder. Era una verdadera pena que, en vez de ser una pintura mágica, el retrato se tratase solamente de una fotografía. Las pinturas tenían capacidad de hablar e interactuar con las personas vivas, algo que las fotos no. Éstas simplemente vivían una y otra vez el momento en que había sido captada la imagen.
Pero aún así, aunque los miembros de la foto no pudieran verlos en realidad y no apreciaran con toda su magnitud el grandioso acto que Draco y Harry estaban realizando, lo que Draco en realidad buscaba era que el momento se quedara grabado en la mente de Harry, de tal suerte que, de ese día en adelante, no sólo pensara en Creevey cuando mirara la fotografía, sino también en Draco.
-¿No te encanta… -jadeó sobre la boca anhelante de Harry-, tener público?
-¡Noooo…! -pudo responder aquel, y Draco supo que si aún tenía la capacidad de pensar y responder, era porque no estaba trabajando lo suficientemente duro en follárselo.
Aumentó la velocidad de sus estocadas, moviendo con furia las caderas, empujando a Harry hacia arriba cada vez más fuerte y más alto, dejándolo caer sobre su erección con ayuda de la gravedad y del propio peso de su cuerpo. Gruñendo ante la sensación.
Harry, que parecía a punto de correrse, soltó una de sus manos de los hombros de Draco y la llevó hasta su propia erección, envolviéndola con dedos temblorosos y, aprovechando la enorme cantidad de preseminal que ya tenía ahí, comenzando a frotarse rudamente en busca de su culminación. Tenía los ojos cerrados, y Draco, mirándolo a la cara, saboreando su delicioso rictus de placer, le suplicó:
-Harry… abre los ojos. Mírame.
Harry obedeció. Entreabrió los ojos, clavándolos en Draco, su mirada nublada de oscuro placer. Draco continuó levantándolo lo suficientemente alto como para que no dejara de tocar con su cabeza a la fotografía, dejándolo caer duramente sobre él, golpeando el punto preciso dentro de su cuerpo, una, y otra… y de nuevo.
Harry gimió y cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás.
-¡Abre los ojos, Harry! -ordenó Draco con un ronco grito.
Así lo hizo, y con la mirada puesta en el retrato, acariciándose él mismo, con Draco penetrándolo, Harry se corrió.
Los tibios latigazos de su culminación cayeron sobre el estómago y pecho de los dos, mezclándose con su sudor, provocando que las contracciones involuntarias de la entrada de Harry atraparan la erección de Draco, tan fieramente que éste no pudo menos que dejarse ir también. Dejó de levantar a Harry y en cambio lo aplastó contra la pared, con su propio peso, dejándose ir lo más adentro, poseyéndolo por entero.
Gimió mientras se corría, tan duro y tan largo que por un momento se olvidó de hasta su nombre. Temblando de pies a cabeza, tanto de cansancio como por su reciente orgasmo, besó a Harry en la boca por última vez antes de soltar sus piernas y ayudarle a bajar de él.
Harry se rió entre suspiros cuando el miembro de Draco, todavía erecto y pulsante, se salió de su entrada causando un curioso ruido de humedad. Draco, mirando el desastre hecho por ambos, también se rió y se abrazó más apretadamente de Harry, ayudándolo a sostenerse, ya que parecía, por la manera en que las piernas le temblaban, que éstas no podrían aguantarlo y que caería hasta el suelo.
Durante un largo rato los dos se quedaron así, abrazados, dándose ocasionales besos, riéndose bajito, recuperando el aliento. Apoyados contra el muro donde estaba colgado el hermoso retrato del trío, que sonreía y saludaba sin parar. Testigo mudo de aquel excepcional encuentro y, Draco esperaba, futuro y perpetuo recuerdo.
*
Una semana después, mientras Harry andaba como loco por todo el apartamento, preparando su maleta para irse a Grecia donde sería su primer trabajo, Draco estaba sentado en el comedor esperando a que terminara para salir a cenar.
Sentado al revés y con la barbilla apoyada en el respaldo de la silla, miraba fijamente al “retrato dorado”. En ese momento éste estaba quieto, mostrándose como una fotografía muggle normal. Draco la admiraba y se preguntaba si su treta de la semana anterior habría funcionado. Y sobre todo, se preguntaba cómo haría para averiguarlo.
Harry eligió ese momento para pasar a toda prisa por ahí, estorbándole el campo visual. Echó una rápida mirada hacia Draco, sonriéndole con gran calidez y alegría. Draco sabía que estaba completamente entusiasmado por su viaje al extranjero -era la primera vez en su vida que salía de Gran Bretaña- y porque, al fin, podría hacer algo más útil y remunerativo que sólo trabajar como oficinista en el Ministerio.
Draco esperó unos minutos más, pacientemente. Cuando Harry volvió a pasar por ahí y se le veía más tranquilo, Draco lo abordó:
-¿Qué habrá pasado con Peter Parker? ¿Has sabido algo de él?
Harry se detuvo tan en seco, que pareció como si fuera un coche ante una repentina señal de alto. Miró a Draco con ojos asombrados, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
-¿Colin? -rectificó, inexplicablemente nervioso-. Bueno, lo último que supe de él fue por boca de Ron. Me dijo que Ginny lo había visto en Nueva York y que le iba muy bien. Que lo estaban enviando a diferentes países del mundo. ¿Por qué?
Draco, que había escuchado lo que la Comadreja le había contado a Harry pero sin que éste se hubiera dado cuenta, añadió sin responder a su pregunta:
-Y sigue enamorado de ti, ¿cierto? Apuesto a que se lo dijo a la hermana de Weasley.
Harry empalideció notablemente. Draco se congratuló por causar semejantes reacciones en Harry tan sólo con unas cuantas palabras.
-Bu-bueno, sí, pero… -tartamudeó, rascándose la nuca-. ¿Por qué lo preguntas? A mí eso no me interesa, no tengo ningún plan de regresar con él.
Draco sonrió indulgente.
-Lo sé, idiota. Si lo hicieras, yo mismo te mataría por estúpido.
El gesto de Harry se ensombreció un poco ante eso.
-¿Sólo por estúpido, cierto?
Draco lo miró fijamente, dándose perfecta cuenta de que a Harry le dolía creer que Draco no sentía celos de Creevey. Bufó interiormente, sabiendo que no había cosa menos lejana de la verdad que esa. Sin embargo, se sentía incapaz de confesarle a Harry que realmente se moriría de la rabia y los celos si él volvía alguna vez a plantearse siquiera la posibilidad de volver con Parker. No, no había modo de que la boca de Draco pudiese decir aquello. Prestamente, cambió de tema.
-Estaba pensando que, Parker, a pesar de ser un idiota de clase mundial, no trabaja mal la fotografía. Por ejemplo, ese retrato que hizo de ustedes… no deja de admirarme lo bello que es.
A Harry le cambió un poco el semblante. De nuevo tenía en ese gesto de incredulidad ante la genuina admiración de Draco por la fotografía de Creevey. Se giró hacia atrás para admirar el retrato.
-Sí, es cierto. Y pensar que tomó esa fotografía cuando tenía sólo once años.
-Pero llevaba la grandísima ventaja de que el amor que ya sentía por ti lo volvía un obsesionado capaz de las más grandes hazañas -se burló Draco.
Harry soltó una risita.
-Era una verdadera plasta en el colegio, ¿verdad?
-¿Era? -preguntó Draco en tono irónico y Harry lo miró con fingido enojo. Meneando la cabeza, Harry regresó sus ojos hacia el retrato, seguramente perdiéndose en los recuerdos que éste representaba para él. Draco supo que el momento perfecto para preguntar había llegado-. Me imagino la de recuerdos que deberá traerte esa fotografía, ¿no?
-Pues sí, pero… -comenzó a decir Harry sin despegar los ojos del cuadro-. Es curioso, pero cuando miro esta fotografía no pienso en Colin. Es más, ni siquiera pienso en Ron y Hermione. -Draco sintió un escalofrío recorrerle la piel. No se había dado cuenta cuánto había anhelado saber precisamente eso, casi podía escuchar su corazón latirle furiosamente. Harry continuó-: O sea, lo que quiero decir es que, si la miro fijamente y me hago la pregunta expresa “¿A qué me recuerda esta foto?”, entonces sí te respondería que me trae memorias de Colin y del cariño que me tuvo durante tanto tiempo, y de mis amigos, y de Hogwarts, de nuestro segundo año… Incluso me recuerda a Cliff, por el día que por su causa tuvimos que contarle que somos magos.
Hizo una pausa mientras se pasaba la mano por el cabello, removiéndose inquietamente en su lugar.
-Pero esos recuerdos vienen a mí sólo si lo pienso. -Se giró hacia Draco-. No sé si entiendas lo que quiero decir, Draco. -Draco asintió, temeroso y expectante a la vez.
-Sí, claro que te entiendo. Quieres decir que esos recuerdos vienen a ti sólo de manera consciente. Sólo cuando los convocas, como si dijeras “accio recuerdos” -finalizó con una sonrisa.
Harry asintió, otorgándole la razón.
-Exacto. Pero hay otro caso, otro tipo de recuerdos. Como cuando paso caminando junto al muro y veo el cuadro de reojo, o cuando estoy sentado en el comedor o en la sala, y lo observó sin reparar mucho en ello… en esos momentos, este cuadro me recuerda otras cosas. Muy diferentes.
Miró a Draco a los ojos, intensamente.
-Me recuerda a ti, Draco. Y no me refiero al grandioso polvo que tuvimos frente a él la semana pasada, sino que, desde siempre, desde que lo tengo, este retrato me ha hecho pensar en ti cuando lo miro. En algún lugar de mi mente, lo asocio fuertemente a ti. Y creo saber porqué. -Draco sólo atinó a abrir mucho los ojos, y Harry desvió la mirada, aparentemente avergonzado de lo que iba a revelar-. Me recuerda a ti porque si está colgado aquí, es porque tú me dejaste. Porque me permitiste hacerlo a pesar de odiar a la persona que me lo obsequió, a pesar de ostentar los colores de Gryffindor, a pesar de que Ron y Hermione son mis amigos y nunca se han llevado bien contigo. Jamás me pediste nada a cambio, jamás me lo condicionaste… simplemente fuiste y dijiste “adelante, ponlo donde te plazca” y desde ese momento, este retrato te representó a ti. Al menos, en mi mente.
Draco estaba boquiabierto. Jamás, jamás se hubiera podido imaginar eso.
-Harry, yo no podía… digo, hubiera sido un patán si no te hubiese permitido colgarlo…
Harry negó con la cabeza, riéndose bajito.
-Pero es que, en realidad eres un patán, Draco. Lo eres y jamás te ha importado. Por eso mismo me asombró que me dejaras hacerlo. Así como así.
Un largo silencio se extendió sobre ellos, ninguno de los dos se atrevía a buscar los ojos del otro. Harry se retorcía los dedos nerviosamente, como si quisiera decir algo más.
-Además -comenzó, tal como Draco lo había sospechado-, también me recuerda el momento en que te pedí que vivieras conmigo y… bueno, siento que es una marca del instante en que mi vida cambió. Cuando tú pasaste a formar parte de ella. -Se rió nerviosamente-. Nada jamás volvió a ser igual.
Draco estaba atónito. Todo eso que Harry le revelaba era mucho mejor de lo que había esperado poder escuchar. Resultaba que cada vez que Potter pasaba junto al retrato, cuando lo miraba de reojo, cuando lo observaba… pensaba en él. En Draco.
-Vaya -murmuró, sin saber qué más decir.
Harry, perdiendo de repente todo atisbo de timidez, caminó hasta él. Lo levantó de la silla y, sin decir palabra, lo besó profundamente, durante un largo rato. Tanto, que la cena tuvo que posponerse para el día siguiente.
*
Aproximadamente tres semanas después de que Harry le confesara lo que “el retrato dorado” significaba realmente para él, después de que hubiese vuelto de Grecia y rescatara nuevamente a Draco de las garras de Lucius, Draco y él pasaron un par de días en la Mansión acompañando a Narcisa y esperando que Draco se sintiera mejor. Finalmente, regresaron los dos a su apartamento. A ese pequeñito lugar que ambos llamaban “hogar”.
Harry, que por fin parecía haber vencido su fobia a la aparición, se había encargado de trasladarlos a los dos desde Wiltshire hasta Soho. Al llegar, había obligado a Draco a sentarse en el sofá, lo había arropado y le había encendido la televisión, dándole estrictas indicaciones de que no se moviera de ahí mientras él iba a hacer unas cuantas compras al mercado.
Pero Draco no pudo concentrarse en la televisión, y en cambio, paseó los ojos por el apartamento, preguntándose si ahora que los dos habían decidido que serían novios, las cosas cambiarían de manera radical o seguirían tal como antes. Su mirada se topó con “el retrato dorado” y la primera idea que se le vino a la mente fue Harry piensa en mí cuando te ve.
Pestañeando y dándose cuenta de qué era lo que acababa de pensar, Draco fijó su vista en la fotografía de los adolescentes. Descubriendo de repente qué era a lo que Harry se había estado refiriendo cuando le había contado que el retrato le recordaba a Draco.
Subiendo los pies al sillón y doblando las rodillas, Draco abrazó sus piernas, suspirando de contento y sonriendo. Eso que Harry y él pensaban cuando veían el retrato era algo más que un recuerdo. Eran reminiscencias de un evento asociado al cuadro en sí, algo más que su pura representación física. Eran evocaciones de emociones y de las personas que habían provocado esas emociones, como cuando el aroma de un perfume te recuerda a la persona que lo solía usar, más que al nombre del perfume en sí.
Y eso, era mucho más de lo que Draco podía aspirar. Se daba cuenta de que él era lo más importante en la vida de Harry, y eso lo hacía increíblemente feliz.
Se giró de nuevo hacia el retrato, y sin dudarlo y sonriendo ampliamente, dijo en voz alta:
-“Trío fenomenal”. -La fotografía volvió a la vida y Draco continuó hablando, como si ésta estuviera viva y pudiera escucharlo-: Quiero que sepas que he dejado de odiarte, retrato del demonio. ¿Y sabes por qué? Porque cuando te veo, pienso en Harry… y porque cuando él te ve, piensa solamente en mí.
Los niños del retrato le sonrieron y, por primera vez en casi cuatro años, Draco también les sonrió. Sinceramente.
Fin