Ya sabéis, el feedback es la fuente de la vida eterna and all that jazzDía de elecciones en Estados Unidos aunque para nosotros el plato fuerte vendrá mañana, cuando podamos celebrar a gusto o tirarnos por un puente colectivo y más vale que gane Obama, de verdad, más que nada porque no sé si mi vida real puede soportar más decepciones de ese calibre, por eso y porque la operación de cambio de sexo sale cara ahora que Esperancia está recortando la sanidad como si fuese una cartulina y si gana Palin tendré que hacérmela, de verdad, ¿sabéis que dos mujeres de distinta raza tienen entre un 25 y un 40 por ciento más de genes en común que un hombre y una mujer de la misma raza que no estén emparentados? bueno, no puedo cambiarme los genes (todavía) pero habrá que empezar a mirarlo si la Palin se encarga de temas... de cualquier tipo de tema político. ¿No podríamos secuestrarla y dar el cambiazo pro Tina Fey? seguro que ni se nota.
Bueno, que yo no he venido aquí para eso (mañana, probablemente, sí) hoy he venido para publicar ironfic en honor a
btwin , que tiene paciencia de santa y ya la he hecho esperar suficiente.
Primera parte del fic por aquí Segunda parte por aquí Y esta es la tercera parte
La decimocuarta noche Tony Stark sale de su despacho en estampida, abriendo las puertas de par en par a su paso, encendiendo las luces con su presencia según avanza por el pasillo.
Deja atrás su estudio y una reunión no solo inesperada sino del todo innecesaria y bastante exasperante con cierta doctora Nosequién.
-¿Jarvis?
-La señorita Potts está en la cocina.
No está enfadado pero sí lo suficientemente molesto para llevar los puños apretados e imprimir la huella de sus pasos en el pavimento de camino a la cocina.
-¡Pooooooooootts!
Lo grita según entra por la puerta de la cocina provocando que su asistente se ponga de pie sobresaltada.
-¿Qué haces aquí?
Y lo pregunta con tal genuina sorpresa que Tony tiene ganas de darse cabezazos contra la pared.
-¿Qué hago yo aquí? Es mi casa ¿Qué hace ella aquí? - y señala hacia algún punto indefinido del pasillo para disipar cualquier tipo de dudas.
Se estira la falda, se ajusta la chaqueta y cruza las manos por encima del regazo antes de enfrentar su mirada y contestarle con una leve sonrisa.
- Es muy guapa.
Tarda un par de segundos en reaccionar porque no, no es posible que haya dicho eso solo que es justamente lo que ha dicho.
-No es mi tipo.
-Es exactamente tu tipo.
-No estoy interesado.
Se hace un silencio que no es del todo incómodo y la reta silenciosamente a que desvíe la mirada de la suya.
-Una psiquiatra.
-Sí.
-Has llamado a una psiquiatra- lo aclara por si hubiese la más ínfima posibilidad de que hubiese sido otra persona a la cual, probablemente, debería estar matando con sus propias manos en ese momento.
-Solo pensé…
Pero no tiene ninguna intención de dejarla hablar.
- Me estoy debatiendo entre sentirme terriblemente ofendido o bastante halagado.
-Tony…
-Creo que voy a seguir mi tónica general y sentirme halagado - da dos pasos gigantes que le colocan justo a veinte centímetros de ella y baja el tono de voz para que sea poco más que un susurro sesgado- entiendo que tengo motivos para sentirme especial y que no llamas a un loquero para cada tío que trata de rondarte.
Eleva las cejas con incredulidad y sonríe de medio lado dispuesta a contraatacar como si fuese tan solo otro de sus acostumbrados combates dialécticos.
-¿Rondarme?
-“Cortejar” sonaba tremendamente arcaico.
Suspira hondo y acepta la derrota relajando sus hombros solo lo más mínimo, da un pequeño paso a la derecha y se sienta en el taburete en el que estaba cuando él entró en la habitación.
- Tony, tienes que dejar de hacerlo.
Sigue sus pasos apoyándose con ambas palmas sobre la encimera y dejándola aprisionada entre sus brazos, sin apenas margen de espacio para moverse sin tocarle.
-¿Dejar de hacer qué?
-Dejar de hacer esto.
-No estoy haciendo nada.
Salvo mirarla los labios como si fuesen de caramelo e hiciese años que no probase bocado.
-Sí lo haces. No tienes nada mejor que hacer y tu mente hiperactiva me ha tomado como el próximo reto que hay que superar.
Virginia Potts siempre fue un reto para él, uno que no cree que nunca sea capaz de superar aunque su hígado le deje llegar a los cien años.
-¿Crees que te besé por eso?
-Por eso y porque viste algo, o crees que viste algo y no te gusta que otros niños jueguen con tus juguetes- Emplea el mismo gesto que utiliza para recordarle que llega tarde a alguna cita ineludible - Deja de hacerlo, Tony.
Es probable que sea lo más cercano al rechazo que Tony Stark haya escuchado nunca de boca de una mujer. Suena árido, sabe agrio y la sensación se asemeja bastante al de un gancho de derecha en la boca del estómago.
Y no es, ni de lejos, suficiente para hacerle abandonar.
Después de dejarse caer desde doscientos metros de altura en picado al mar, solo para comprobar las deficiencias del traje en un supuesto acuático, Tony Stark sobrevuela la ciudad para sacudirse del cuerpo la sensación claustrofóbica de las profundidades oscuras del océano mientras la armadura se hundía con él dentro.
-Jarvis, va a haber que mejorar las aptitudes acuáticas del traje.
-El traje no tiene aptitudes acuáticas, Señor.
-Precisamente a eso me refería.
La decimoquinta noche es espesa, con nubes que amenazan tormenta y dificultan la visión de su brillo metálico desde tierra y cuando la imagen de Jim Rhodes aparece junto a su nombre y el icono de llamada entrante en su visor, suspira y encoge los hombros resignado, dentro de lo que el traje le permite.
-¿Tony?
-¿Rhodey?
-¿Dónde estás?
Rompe el viento en contra y gira sobre los edificios de acero y cristal que salpican el horizonte volviendo hacia la costa.
-Dando una vuelta.
-Curioso, porque estoy en tu garaje y he contado, usando los dedos incluso, y están todos tus coches aquí- Eleva los ojos al cielo imaginando la que se avecina y cuando divisa su casa en el horizonte comienza a disminuir la velocidad- ¿Y sabes qué es más curioso aún?
-¿Qué Jarvis te haya dejado entrar pasándose por el forro los protocolos de seguridad?
-Falta cierto traje metálico.
Maniobra y estabiliza el traje en vuelo horizontal raso para entrar por la puerta del garaje en lugar de haciendo un agujero en el tejado.
-Estaba sucio, lo he llevado a la tintorería.
-Seguro.
Se posa en el suelo sin demasiados trastornos y se quita el casco mientras avanza hacia la zona donde Jarvis y los brazos mecánicos se encargan de quitarle el traje. Desde la puerta del garaje que da acceso a la vivienda Rhodey le mira con cierta censura mientras guarda el teléfono móvil en un bolsillo.
-Más te vale que no te hayan pillado- amenaza.
-No me han pillado.
Tonto permanece en alerta mientras el resto de robots se afanan en seguir forzando los cierres de las piezas y Tony le amenaza silenciosamente con el dedo.
-Porque no les hace ninguna gracia que salgas por ahí a tu aire y después del desplante al Presidente de esta semana…
-¡Rhodey! - Eleva la voz un tanto exasperado mientras queda liberado de las últimas piezas - No. Me han. Pillado.
Su amigo parece relajarse considerablemente. Se quita la chaqueta de cuero y la apoya sobre la mesa de trabajo más cercana que no está llena de soldadores ni robots mecánicos a los que mira con cierto recelo como si fuesen mascotas traviesas y atraviesa el garaje con pasos lentos y orgullosos. Se desploma sobre el sofá mientras él Termina de quitarse el traje y se seca con una toalla los restos de sudor y quizá algo de agua marina.
Si fuesen los viejos tiempos tendrían a dos o tres chicas de piernas kilométricas en camino y el bar cargado de alcohol hasta los topes.
El bar sigue bien abastecido pero no le apetece ni oír hablar de más compañía que la de Jim.
-¿Y bien?
-¿Y bien qué?
Abandona la toalla en un punto indefinido del inmenso suelo y se sienta en el sofá junto a él con la vista perdida en la inmensa tele de plasma que muestra imágenes sin sonido.
-¿Qué? Que me he comido el marrón de que abandonaras la reunión y me merezco los detalles escabrosos. Y sé que no era Rania de Jordania, lo he comprobado.
Sonríe cansado y se apoya en el respaldo echando la cabeza para atrás y cubriéndose los ojos con una mano, planteándose si debería contarle la verdad o alguna vieja historia de modelos despampanantes y lujo decadente.
-La besé - dice después de una larga pausa sin especificar que ni siquiera fue la misma noche a la que Jim se refiere y se cuida de seguir con los ojos cerrados, siempre se le ha dado mejor hacer las cosas en la oscuridad
-¿Y?
Y un millón de cosas más, pero no sabe ni por dónde empezar.
-Y nada más.
-¿Y nada más?- pregunta Rhodey como si faltase alguna parte gramaticalmente fundamental para hacer que la frase tuviese sentido.
-No
-¿La besaste y nada más? - vuelve a preguntar casi escandalizado.
-Exacto.
-La besaste y nada más - ya no pregunta, más bien lo contempla en voz alta y el concepto también suena extraño para sus propios oídos así que abre los ojos.-Vaya.
-Sí.
El silencio cunde por la habitación como si fuese pólvora ardiendo y podría ser el final de una conversación que no está seguro de querer tener pero parece ser incapaz de corregir viejos y persistentes errores y sigue hablando sin pensar, y sin una botella de licor que probablemente haría las cosas tangencialmente más fáciles.
-Pepper.
No añade nada.
-Pepper, qué.
Empieza a pensar que el diálogo sería más fluido y menos absurdo si estuviese hablando con Jarvis así que se remueve incómodo en el sofá.
-Que besé a Pepper.
-¿Qué Pepper?-Lo dice automáticamente antes de caer en la cuenta y abrir los ojos desmesuradamente- ¿Pepper? ¿Nuestra Pepper? - Tony frunce el ceño inconscientemente y Jim rectifica automáticamente- ¿Tu Pepper?
Afirma con la cabeza inflando a su vez los carrillos de aire y dejándolo salir de una sola bocanada como si estuviese a punto de saltar desde un avión con una mochila llena de calcetines en lugar de paracaídas.
-Vaya.
-Sí.
De un extraño modo eso parece resumir la complejidad de la historia bastante bien.
El garaje parece más grande que nunca y, milagros de la ciencia y la robótica, no hay solo ruido que llene el espacio incómodo.
-¿Y cómo ha reaccionado?
-Me ha concertado una cita con una psiquiatra.
Jim sonríe como si la situación tuviese una gracia que él no comparte en absoluto.
-Hay que reconocer que tiene estilo.
-Oh sí, mucho, muchísimo estilo- lo dice sin la más mínima ironía y algo soñador en la mirada.
-Tienes suerte, podría haber llamado a un abogado- comenta como si de verdad eso le hiciese afortunado- Se podría considerar acoso sexual.
Baja la cabeza hasta que la barbilla le toca el pecho, vencido en una batalla que no sabía que estaba librando y emite una risa de baja intensidad que tiene un tinte amargo demasiado obvio como para disfrazarla de humor.
-¿”Podría”? -sería cómico si no fuese casi trágico- Por Dios Rhodey, no creo que lo esté haciendo tan mal como para que quepa alguna duda al respecto.
O al menos eso espera porque si tiene que hacer sus intenciones más obvias va a tener que recurrir a métodos drásticos y poco sutiles, lo que por otra parte, tampoco se le antoja tan mala idea.
-Tony, creo que necesito una copa.
Él está seguro de que necesita por lo menos, una botella entera y alguien que le de en la cabeza con ella.
Beben, ríen y allá por las cuatro de la mañana, a Jim Rhodes hasta le lloran los ojos recordando viejos amores, aunque jure y perjure que se le ha metido una pestaña.
El día les sorprende ebrios y abrazados en el jardín, cantando viejas canciones de fraternidad en plena fase de exaltación de la amistad. No hay música estrepitosa ni modelos con aspiraciones que les rían las gracias y no se hagan de rogar pero pero la compañía es agradable, el alcohol es caro y ha sido una de las mejores fiestas de su vida.
La decimosexta noche llega después del decimosexto día que podría pasar a los anales de la historia escrita como el más aburrido que cualquier ser humano haya sido capaz de soportar sin clavarse una carísima estilográfica en algún órgano vital para acabar con su propio sufrimiento.
Reunión. Junta de accionistas. Reunión, Revisión del procedimiento de SHIELD. Reunión. Firmar cientos de montañas de papeles que, por su bien, espera que Pepper haya leído porque él no tiene la más mínima intención de hacerlo. Reunión.
La noche cae lentamente más allá de las cristaleras del despacho y la luz de la estancia se hace más brillante haciendo que el pelo y las medias de Pepper reflejen la luz como destellos brillantes
-¿Has cenado ya?
Sentada en el sofá ligeramente de lado, con las piernas cruzadas y la mirada en la Blackberry que apoya en el regazo Pepper levanta la mirada ligeramente confusa. Le mira tratando de comprobar si habla con ella, mira más allá de él, hacia la ventana, hacia la ciudad a oscuras, y por último mira el reloj de su muñeca antes de volverle a mirar a él.
-Cogeré algo de vuelta a casa- y fija de nuevo su atención a lo que quiera que sea que tenga entre manos tan terriblemente fascinante.
-Eso no es una cena. ¿Acaso no sabes que la cena es la comida más importante del día?
Teclea frenéticamente sobre la blackberry sin levantar la vista del pequeño aparatito y es imposible que esté trabajando porque nada en el mundo que pueda considerarse trabajo debería ser más interesante que su conversación.
-Es el desayuno.
-Claramente a quién dijo eso le gustaba madrugar -se balancea con cadencia sobre su respaldo móvil- Y no tenía citas muy a menudo.
Sonríe de un modo casi invisible detrás de los mechones de pelo semirecogidos que le ocultan parcialmente la cara, claramente, sin ninguna intención de alargar la tertulia. Así que, no es que sea su práctica habitual, pero Tony está dispuesto a resignarse y volver a los informes que tiene encima de la mesa pendientes de revisión antes de que sean remitidos a los laboratorios de Industrias Stark.
Lo intenta. Casi de verdad, pero las letras se desdibujan delante de sus ojos, las palabras pierden sentido, los conceptos se escurren de su mente consciente como agua sobre aceite y los retazos de resaca después de la noche anterior tampoco ayudan en absoluto. Cinco minutos después de haber leído por quincuagésima vez el primer párrafo del papel que tiene delante, su mirada vuelve a estar clavada en el sofá y sus ganas de trabajar, si es que alguna vez existieron, emigran a países más cálidos.
Se recuesta sobre su silla de cuero con las manos cruzadas sobre su estómago dispuesto a admirar el paisaje durante todo el tiempo que el paisaje se deje admirar. Camisa blanca entallada con dos botones desabrochados, lo justo para dar una pista a la imaginación sobre lo que podría encontrarse más allá del tercer botón. Falda de tubo por encima de la rodilla con una abertura lateral que, gracias a su postura actual, sube hasta casi la mitad del muslo y se arruga alrededor de sus caderas. Medias que parecen casi un sutil brillo transparente y sedoso y zapatos de tacón que podrían alimentar los sueños de miles de hombres durante décadas. Sin lugar a dudas un paisaje mucho más impresionante que el que se extiende a sus espaldas hasta el horizonte y que cierto arquitecto sin mucho mundo le prometió que sería extraordinario.
-Podríamos salir a cenar- propone convencido.
Pepper se limita a emitir un sonido gutural parecido a “ajá” pero mucho, mucho más sugerente que cualquier “ajá” y sigue ignorándole completamente.
-Deberías prestarme más atención, soy el que firma las nóminas.
Deja de teclear y levanta la mirada lentamente con cierta severidad igual que si hubiese dicho una blasfemia.
-Yo soy la que firma las nóminas.
Cierto.
-Las nóminas son aburridas- se justifica.
Y una vez más su demasiado eficiente asistente da por zanjado el tema y regresa a la Blackberry que va a aparecer misteriosamente desconfigurada cualquier día de estos. Suspira y cambia infinitesimalmente de postura, provocando que la abertura de la falda resbale sobre el nailon de las medias apenas un par de centímetros, suficientes para dejar al descubierto parte de la cinta blanca de encaje donde terminan las medias y todas las escasas buenas intenciones de Tony Stark.
-¿Tony?- probablemente se le ha caído la mandíbula y tiene la boca seca, las palmas ligeramente sudorosas y es incapaz de apartar la mirada.
-¿Eh?
-Lo estás haciendo otra vez.
Como si eso tuviese cualquier tipo de significado para él en esos momentos, excepto, quizá, que va a ser otra de esas noches de largas duchas frías antes de acostarse u otro tipo de prácticas menos puritanas después de haberlo hecho.
Llueve sobre el mar en la decimoséptima noche.
Es una de esas tormentas calurosas de verano que en Malibú se dan en cualquier estación del año y que lo cubren todo de una fina capa de humedad y transpiración. Todo, incluido al parecer, la piel del cuello dejada al descubierto por el recogido de Virginia Potts.
Diminutas gotas sobre la piel blanca y posiblemente sedosa, escurriéndose entre las pecas, insinuando miles de cientos de caminos que podría recorrer con su boca y Anthony Stark no tiene ninguna otra opción que prestarles la atención que se merecen.
-… y no te olvides de firmar los protocolos de este mes o la producción se retrasará…
De espaldas a él, Pepper se afana inútilmente en tratar de organizar y priorizar la marea de documentos urgentes que esperan sobre su mesa a que les eche un vistazo mientras él se limita a observarla a ella apoyado en el quicio de la puerta doble del despacho.
-… he exportado a la base de datos de Jarvis las peticiones de asistencia a varios actos para el próximo trimestre, dime cuáles te interesan y cuales no para que pueda…
Mira su reloj de muñeca sin cambiar de posición. Es tarde pero no lo suficiente.
Los cabellos rebeldes que se escapan de su moño se revuelven y se ondulan con la humedad formando figuras prácticamente hipnóticas.
-… Y People quiere una entrevista de cuatro páginas y que hagas la portada del mes de Julio…
Pepper levanta su mano derecha frotándose ligeramente la base de la nuca y Tony puede jurar que siente un cosquilleo en las yemas de sus propios dedos, a cinco metros y un par de latidos de distancia, desafiando las leyes del tiempo y del espacio.
Se dice a sí mismo que lo que le pasa es que no está acostumbrado a la vida recatada hasta que ella se inclina para coger algo del extremo de la mesa y la falda se ajusta inevitablemente a las curvas que se definen donde la espalda pierde su nombre, y tiene que empezar a admitir que tal vez, es posible que quizá, probablemente, esté ligeramente obsesionado con su asistente personal.
En ciertos círculos se podría incluso llegar a decir que está colado por ella. Un poco. No demasiado. Lo justo.
- … y eso es todo. ¿Necesita algo más Señor Stark?
Ella se da la vuelta y él, en lugar de contestar su “Eso es todo, Señorita Potts” de rigor, avanza hacia el interior del despacho cerrando la puerta tras de sí dejando todo el oxígeno respirable fuera de la habitación.
-En realidad había una conversación que quería mantener con usted- hace una pausa casi imperceptible y baja una octava el tono de voz- Señorita Potts.
Siempre profesional, siempre correcta, cruza su carpeta sobre el pecho dispuesta a tomar notas si fuese necesario y él aprovecha esos instantes para acercarse lo suficiente como para no tener que elevar la voz por encima de un susurro si no quiere.
Afuera, Malibú sigue lloviendo y las gotas golpean y se arrastran por el cristal escribiendo mensajes desconocidos.
-¿Y de qué conversación se trata?
-Es una conversación muy seria.- mete las manos en los bolsillos y fija su mirada en la de ella sin intención de dejarla escapar- Encuentro su presencia una fuente de distracción constante - está lo suficientemente cerca para apreciar en la periferia de su campo de visión el bello de sus brazo erizándose ante sus palabras y escuchar el suspiro ahogado en su garganta- Una permanente e inagotable fuente de distracción constante. Prácticamente me impide hacer mi trabajo.
Esboza una sonrisa y eleva una ceja como si hubiese descubierto la trampa de un truco de magia tremendamente complicado.
-Creí que había dicho que era una conversación seria.
-No me interrumpas, Potts ¿por dónde iba? Ah, sí. Fuente de distracción. - habla despacio, pronunciando con cuidado cada sílaba- Y dado que eres tú la insiste en que trabaje y en que esta… situación es debida a mi incansable búsqueda de nuevos retos…- hace una necesaria pausa dramática y susurra- …propongo que te acuestes conmigo.
No sabía que iba a decirlo hasta que lo dice pero le parece la mejor idea que ha tenido desde que tiene uso de razón.
-¿Cómo?
Esta vez no hay sonrisa y en vez de una ceja son las dos las que se arquean a diez escasos centímetros de distancia.
- Si estás en lo cierto, dejará de haber un reto y yo dejaré de hacer eso que dices que hago y que por lo visto tanto te molesta.
Parece un argumento razonable. Es un argumento razonable y durante unos interminables segundos marcados a ritmo de lluvia podría jurar que lo está sopesando, con su lista de pros y contras y el necesario informe de seguridad y control de daños mientras su piel brilla húmeda bajo los fluorescentes.
-¿Te funciona a menudo?- pregunta casi curiosa.
-Supongo que estamos a punto de averiguarlo.
-No, no mucho.
Pero cuando se va del despacho el bello de sus brazos sigue erizado, su respiración es ligeramente más errática y las minúsculas gotas de humedad que se alojan cómodamente en la curva de su cuello se han vuelto sutilmente más intensas y eso le es suficiente para sonreír y considerar la noche como todo un éxito.
Por ahora, le es suficiente.
La decimoctava noche Pepper entra en su despacho con los pasos estudiados y una expresión artificialmente calmada que contrasta con la severidad de su mirada. No le hace falta ser un experto, aunque lo es, para saber que está algo más que molesta y que por pura estadística, él es el culpable de la situación así que en los escasos segundos en los que tarda en atravesar el despacho y llegar hasta el pie de su mesa, Tony trata de hacer un rápido repaso mental de qué es lo que ha hecho y de qué modo puede arreglarlo.
- Le has despedido.
La playa se hace de noche y la última brisa de la tarde huele a combate de los que le gusta luchar y tiene la rara ventaja de, por una vez y sin que sirva de precedente, saber de qué están hablando sin más explicación. Aunque eso no significa que tenga la más mínima intención de “arreglarlo”.
Se levanta para estar a la altura de la conversación y rodea el escritorio para apoyarse en su otro extremo desabrochándose la chaqueta para la ocasión.
-Sí, no es un buen contable.
-Es abogado.
-¿De verdad? Bueno tampoco es uno bueno de esos.
-Y por supuesto, ese es el motivo por el cual le has despedido.
Malibú se acuesta entre sábanas de arena blanca y los rincones de la estancia se desdibujan entre las penumbras, invitando a otro tipo de conversaciones nocturnas.
Se encoge de hombros y no encuentra otro modo de contestar que no sea con la verdad.
-Es un imbécil, Pepper
-No es el único.
-Ya pero es un imbécil feo. Y uno que además no es el dueño de la compañía, he de añadir.
Sonríe esperando que reconozca su ingenio y sonría con él pero en vez de eso permanece con los brazos cruzados sobre el pecho y sosteniéndole la mirada como a un perro que ha arruinado su mejor alfombra.
-No puedes seguir jugando al caballero de brillante armadura, Tony.
-Claro que puedo, tengo la armadura y todo.
Solo que ambos saben que no es un juego, con o sin armadura.
- No, no puedes. Le has despedido por decirme algo a mí cuando tú ni siquiera estabas presente. No soy tu damisela en apuros, Tony - lo dice con cierto coraje que duele en el sitio donde duelen las cosas que no se dicen.
Pero tiene razón, así que baja los hombros y la mirada y lo deja escapar como una derrota - No, no lo eres.
-¿Qué?
Es tan solo un instante, una pizca de tiempo en el que Pepper se olvida de medir su sorpresa y él escucha algo de decepción en una sola sílaba. Un momento en el que él vuelve a subir la mirada antes de que ella pueda volver a enfriar su rostro en absoluta corrección.
Tiempo más que de sobra para que le de un vuelco el corazón .
-Que no lo eres -explica en un susurro- Mi damisela en apuros. - Cambia de nuevo el tono de voz a uno más enérgico- los dos sabemos cuál de los presentes necesita ser rescatado más a menudo y cuál de los presentes es el encargado del susodicho rescate. Que no se enteren en “Cosmopolitan”, Pepper, pero yo soy tu damisela en apuros.
Sonríe. Y la habitación se hace más grande y los rincones más oscuros.
-Cierto.
-Le he despedido porque ha sido irrespetuoso contigo y dado que estabas en esa reunión en mi nombre, no solo ha sido irrespetuoso conmigo también sino que ha insinuado que quería meterse en mi cama lo cual, a parte de bastante desagradable es muy estúpido, teniendo en cuenta que soy su jefe.
-¿Y el dueño de la compañía?
-Si eso también - quiere arrastrarla a la penumbra y recorrer con ella todos los escondites sin luz del universo - Yo seré un imbécil, pero no soy estúpido.
-No, no lo eres - se da la vuelta sin preguntar si necesita algo más y cuando alcanza el picaporte de la puerta gira sobre sí misma mirándole por encima de su hombro izquierdo - tampoco eres feo.
Esa noche cenan macarrones precocinados en la cocina y consigue convencerla para que se descalce cuando toman el postre -natillas de chocolate-en el sofá. Y a las dos de la madrugada, cuando es demasiado tarde para volver a casa, ella se retira a su cuarto de invitados y él a soñar que no existen los tabiques sino sólo los rincones oscuros.
La decimonovena noche Tony casi ha dejado de contarlas.
La brisa es amable con la arena fina de la playa y la marea alta moja con delicadeza las rocas sin levantar apenas ruido.
No es que él sea consciente de nada de eso, claro.
Confinado en el despacho de la segunda planta que rara vez utiliza, las memorias económicas que necesitan su aprobación, las propuestas comerciales que necesitan su firma y los formularios de SHIELD que necesitan ser rellenados se acumulan en inmensas torres de papel que le provocan escalofríos cuando levanta la vista.
-Tony, tengo que enviar estos papeles antes de mañana a las ocho de la mañana- le reprende su asistente cuando osa quedarse con la vista perdida en el horizonte durante dos segundos y medio.
Contesta con un sonido pseudohumano que pone de manifiesto su mal humor mientras vuelve a la tediosa tarea de redescubrir de qué material está hecha su mesa debajo de tanto papel.
Si alguien le hubiese dicho que ser Iron Man le iba a acarrear tanto papeleo se lo hubiese pensado dos veces. En el mejor de los casos.
-Tony…
-Sí, Potts, lo sé. Antes de las ocho de la mañana.
De pie, a un par de pasos de su mesa, Virginia Potts deja escapar un sutil suspiro cansado.
-Iba a preguntarte si podía traerte algo.
-Una destructora de documentos - no levanta la cabeza y sigue firmando y leyendo sin leer, casi compulsivamente- o un mechero y algo de gasolina.
Sigue sin levantar la cabeza y conteniendo las ganas de sacarse los ojos con el bolígrafo cada vez que las palabras “pendiente de aprobación por la dirección” aparecen en uno de los papeles pero en un lugar distante de su cerebro registra los pasos de Pepper alejándose, la puerta del despacho abriéndose, la puerta del despacho cerrándose y el silencio posterior.
Aparta las memorias económicas empleando únicamente el contacto físico imprescindible para ello, como si fuesen entes peligrosos capaces de contagiarle mil enfermedades de consecuencias trágicas y se dispone a empezar con los formularios de SHIELD con la esperanza de que sean someramente menos soporíferos y potencialmente incitantes al suicidio.
“...cláusula de descargo de responsabilidad civil por posibles daños punitivos en el que el abajo firmante declara…”
La noche es de esas que dejan ver hasta las galaxias más lejanas sin telescopio e invitan a dar paseos con las manos entrelazadas y a cometer una clase muy concreta de pecados bajo la luna llena. Bajo ella, Tony vea nada de eso. Lo único que ve es la mesa acercándose a velocidad vertiginosa mientras deja caer con pesadez su frente sobre el mueble hasta que colisiona con él de un modo demasiado silencioso para su gusto.
Para cuando la puerta del despacho se vuelve a abrir dejando paso a Virginia Potts que hace delicados equilibrios para cerrarla tras de si con una taza de café en una mano y su PDA en la otra, su nivel de desesperación/frustración/irascibilidad ha alcanzado cotas hasta entonces desconocidas por la especie humana
Ella camina como si no fuesen las dos de la mañana y se sienta cruzando las piernas y pulsando frenéticamente sobre el teclado del portátil que descansa junto a ella en el sofá dando un sorbo de café. Sus gestos tan exasperadamente calmados y eficientes que Tony siente el impulso de sacudirla por los hombros y tirarle el café encima para que se salga de sus casillas o de quitarla los zapatos y hacerla cosquillas hasta que se retuerza de risa o de desvestirla de la cabeza a los pies y quitarla toda esa corrección de modos mucho menos inocentes.
-No me has traído un café- dice entre dientes y su voz suena áspera y severa.
Pepper levanta la cabeza sin dejar del todo de teclear, le mira inflexible pero mantiene su desquiciante tono de voz tan políticamente correcto.
-No me has pedido un café.
-Tampoco me has traído la destructora de documentos que SÍ te he pedido.
Descruza las piernas, se pone de pie y coge su taza de café respirando profundamente. Está molesta y a pesar de que es consciente de que eso le convierte oficialmente en un capullo integral se siente ligeramente mejor consigo mismo.
-Toma, puedes quedarte con el mío- dice apoyando la taza sobre su mesa.
-No quiero tu café. Quería me trajeses un café para mi.
Y sí, probablemente eso sitúa su edad emocional cerca de los cuatro años y no, no le importa lo más mínimo porque al menos eso significa que no está firmando OTRA puta memoria económica.
Ella se limita a cruzar los brazos sobre el pecho y fruncir muy ligeramente el ceño.
-Estás de mal humor.
Lo cual es, probablemente, el mayor eufemismo del último siglo.
Pepper da media vuelta y vuelve a su sitio dejando la taza de café en su mesa. Hubiese preferido un whisky, la verdad. Doble, on the rocks, pero da un largo trago al brebaje amargo y continúa con los papeles del seguro de superhéroe que parecen un galimatías escrito en alguna lengua muerta y perdida.
No hace ni frío ni calor más allá de las ventanas en una noche que está hecha del material del que se hacen los buenos poemas mientras Tony Stark sigue ignorándola
-Quizá… - Pepper Potts duda, mide sus palabras, las escoge- quizá… te sería conveniente… un poco de compañía.
Ni siquiera parpadea.
-Tengo compañía.
Ella afirma con la cabeza - oh, claro- y vuelve a mirar con detenimiento la pantalla de su portátil.
-Quiero decir que ahora mismo estoy acompañado.
Levanta la cabeza de nuevo, baja los hombros y sonríe como si hubiese dicho algo completamente encantador pero completamente incorrecto.
-Me refería a otro tipo de compañía.
Tony sonríe maliciosamente y mira su reloj de pulsera.
-Potts, no deberías hacerme proposiciones indecentes a las dos y media de la mañana si quieres que esto esté hecho antes de las ocho, que la carne es débil y la mía más.
-Tony, estoy hablando en serio.
-Yo más.
Saca la PDA del bolsillo de su chaqueta y mueve el puntero sobre su pantalla buscando alguna misteriosa información.
La habitación cae en un silencio halógeno bajo las luces artificiales que se descuelgan del techo y más allá de las cristaleras el mar se mece tranquilo, ralentizado, como si el tiempo se estuviese tomando un ligero descanso para echar un sueñecito en plena noche y Tony, totalmente ajeno a todo ello, tampoco hace ni la más ligera intención de volver a la tarea que se supone que tiene entre manos.
-Maxim te ha mandado una invitación para el pase anual de presentación de contenidos y les gustaría saber si quieres un reservado…
-Francamente Pepper, no sé que es más molesto si tu reciente afición de tratar de encontrarme citas o la implicación de que no puedo hacerlo solito.
Se solapan, hablan casi a la vez llenando la habitación de palabras de dos conversaciones diferentes y a pesar de ello, aunque no debería ser posible, se entienden.
-… y si tienes un especial interés por conocer a alguna de sus modelos en particular.
Ni siquiera finge que se lo piensa.
-No estoy interesado.
-¿En el reservado o en conocer a alguna modelo en particular?
-En ninguna de las dos - se recuesta sobre su silla y cruza las manos por detrás de la nuca dejando el bolígrafo sobre la mesa- He subido mi providencial listón.
-Ah, pero ¿tenías listón a parte de “modelos”?- se jacta sin emplear demasiado humor- y puedes seguir firmando mientras mantenemos esta conversación.
-He creado un nuevo listón- lo cual no es del todo falso- y no, no puedo.
Se callan, se miden.
Ella con los brazos cruzados sobre el pecho, de pie. Él con los brazos cruzados tras la nuca, sentado, en lados opuestos de una muralla de burocracia.
-Sigues de mal humor.
Bastante cierto, aunque se le ocurre un remedio mucho más efectivo que llamar a cualquier editor de revistas para adultos.
Tony frunce el ceño, descruza los brazos y se pone de pie rodeando la mesa y extendiendo un brazo a modo de invitación.
-Baila conmigo.
-¿Qué?
-Baila conmigo- repite con vehemencia- y te prometo que me sentaré a matar neuronas de la manera más sádica posible leyendo y firmando todos esos papeles del tirón y sin rechistar.
La noche es espectacular. Las conchas nacaradas reflejan la luz de la luna a través del suave oleaje cristalino y el aire huele a flores a punto de florecer y a sal secándose sobre las rocas.
Y a Tony Stark todo eso le importa un bledo.
No hay compañeros de trabajo, ni prensa, ni decoración ostentosa, alcohol caro o cientos de ojos ansiosos de cotilleos, así que Pepper acepta su mano sin mayores réplicas y Jarvis escoge una selección de temas aleatorios empleados en las fiestas de salón que se han celebrado previamente en la casa.
Tony ha bailado con mujeres. Con mujeres de todos los tamaños, colores y edades. Ha bailado en bodas, bautizos, comuniones y hasta en funerales. Ha bailado en fiestas salvajes y reuniones de alta etiqueta y baja sociedad. Tony ha bailado en playas, en museos, en balcones, en pistas de bailes, en jardines, en escenarios y hasta es posible que en un tejado, sigue sin recordar con exactitud aquel episodio.
Tony ha bailado con muchas mujeres. Ha bailado incluso con la mujer con la que está bailando ahora mismo, que huele a especias dulces y se mantiene a una distancia prudencial mientras lleva sus pasos por el despacho, y sin embargo nunca antes lo había percibido como un acto de intimidad de esos que se disfrutan entre susurros tras puertas cerradas.
Un baile se convierte en dos y dos en cinco y a las tres de la mañana Pepper y él giran lentamente al ritmo que marca la música, deslizándose entre sombras de terciopelo.
Y no debería ser posible, pero se entienden.
Happy aparca en la puerta y Tony entra en la casa mientras la vigésima noche cae sobre sus cabezas.
No se oye música, no se oye nada pero la luz del salón principal está encendida y Tony sonríe mientras recorre el pasillo con buen humor y la promesa de un whisky doble al final del camino.
-Buenas noches, Señor.
-Buenas noches, Jarvis ¿Algún mensaje de la señorita Potts?
Su voz resuena ligeramente entre las paredes inmaculadas del pasillo y sabe que si hubiese instalado esa opción en particular su sistema de Inteligencia Artificial ahora mismo estaría suspirando profundamente.
-Me temo que no, Señor, al igual que la última vez que lo preguntó. En el coche. Hace dos minutos.
-Listillo - dice entre dientes y se afloja la corbata.
No le gusta que Pepper tenga planes. Sin él. Y que no le mande ningún mensaje sin tener en cuenta su posible y potencial aburrimiento supino le parece del todo intolerable.
También es posible que esté ligera, remotamente celoso, a pesar de que la cita sea con su primo. No es que él nunca haya tenido primas pero no se hizo la expresión “entre primo y primo me arrimo” por nada en absoluto.
Cuando llega al salón va directamente al bar, se quita la chaqueta y abre el mueble esperando encontrarlo perfectamente surtido de su mejor whisky y hielos.
-Tú por aquí, Rhodes. Qué sorpresa.
Dice vertiendo el brebaje ámbar en el vaso sin dirigir la mirada hacia su interlocutor que continúa en el sofá, bebiendo su propia copa de licor auto-servido.
-No tanta-dice con cierta severidad- me pediste que viniese.
-Cierto - deja el bar abierto y se deja caer sobre el otro cuerpo del sofá con el suficiente arte como para no derramar ni una sola gota de alcohol.
-De hecho me pediste que viniese y te dije que no-da un largo trago de propio vaso y mantiene la mirada censora en los ojos de su amigo-y entonces tú llamaste al pentágono y dijiste que tenías que hablar con tu enlace con el ejército con urgencia.
-También es cierto.
-Eres un cabrón- solo hay una pizca de humor en sus palabras.
-Probablemente.
-Tenía una cita.
Tony sonríe porque francamente, Rhodey parece un crío mimado de cuatro años. Casi seguro. Tampoco es que conozca a ningún crío mimado de cuatro años.
-Tienes miles de citas.
-Ese eres tú. O lo eras.
Y hay demasiadas verdades a medias y verdades enteras en esas dos frases como para seguir esa línea de conversación así que hace un gesto vago con la mano que hace perfecto juego con su cara de “Lo que tú digas” y se recuesta sobre el respaldo hasta que está medio tumbado con los zapatos encima de la mesa de delicado cristal de Murano, dejando pasar los segundos en silencio.
-¿Y bien, Tony? ¿Qué has hecho ahora?
Reacciona como si acabasen de pincharle como una aguja. Y como si fuese un niño mimado de cinco años. Probablemente. Aunque los críos mimados de cinco años también escasean en sus círculos sociales habituales.
-No he hecho nada- se justifica- excepto quizá… que me gusta Potts. Bastante
Y ahí está, su amigo se echa las manos a la cabeza y se deja hundir un poco más entre los carísimos cojines del sofá.
-Oh Dios.
-Es más bien una casi inexistente obsesión.
La voz de Rhodes suena amortiguada por sus propias manos que continúan flanqueando su rostro.
-No me lo puedo creer.
-Y estoy bastante convencido de que la culpa es de ella.
Aunque en realidad no, pero lo dice por el único bien de la conversación.
-¿Qué es esto, el instituto?
-Seguro que al menos la mitad de la culpa es de ella
-Porque ya sé que tú el instituto lo pasaste con siete años pero esto es ridículo.
Tony da un trago de su vaso, Rhodey da un trago de su vaso y como si fuese el descanso de un combate reglado ambos dejan de hablar durante unos cuantos minutos.
-No pienso pasar notitas. Ni e-mails, ni cartas, ni llamadas, ni señales de humo, ni ningún otro tipo de comunicación entre vosotros.
Hace una mueca relativamente burlona y hunde un poco los hombros porque francamente, no tiene ni idea de qué hacer y tampoco es que tenga a nadie más a quién recurrir dado que Jarvis se ha negado a echarle una mano. Figurativamente hablando.
-Lo mismo se te pasa - le dice y esta vez Tony simplemente le mira a los ojos y respira hondo porque ambos saben que las posibilidades de que eso suceda tienden a cero incluso usando millones de decimales.
Beben, en silencio, en un extraño ritual masculino de consuelo implícito que roza lo absurdo.
-¿Sabes que vas a terminar jodiéndolo todo, verdad? - le dice Rhodey
Y Tony se hunde un poco más en los cojines y se termina del whisky de un solo trago porque sí, lo sabe. Terminará jodiéndolo y ella se irá y él lo joderá todo todavía más, a nivel cósmico probablemente y sí lo sabe, pero no puede dejar de querer intentarlo con todos los kilojulios de su reactor.
Necesita ampliar su lista de amigos. A críos mimados de seis años, incluso. O a alguno de esos autores de libros de auto-ayuda. O a cualquiera que pueda darle algún consejo lógico y productivo y no se beba su mejor licor como si fuese agua.
Está claro; tenía que haberle pedido ayuda a Jarvis.
Bueno, el fic en sí ya lo he terminado (Thank God) así que iré publicando las siguientespartes a lo largo de la semana y tal. Agradecimientos públicos a
dasku por el beteo y el tormento continuado.