Para: el
quinesobreto_diario Título: ¿Y cuando lo pierdas a él?
Fandom: Princess And Princesses.
Claim: Red, Train.
Rating: K+.
Extensión: 1,051 palabras.
Advertencias: Sólo una parte con lenguaje inapropiado, supongo.
¿Y cuando lo pierdas a él?
La inspiración le llegó de sorpresa. El día no pintaba un buen escenario -como en meses anteriores-, sin embargo, la motivación se apareció frente a su ventana en forma de ruido, ruido que las ramas de los árboles hacían al chocar contra el cristal.
- ¿A dónde vas? -interrogó Magnus con Zero sobre su cabeza.
-Al bosque, quiero escribir ahora que puedo.
- ¡Vamos contigo!
-No, lárgate.
- ¿Nos vas a rechazar?
-A Zero no -dicho esto, Red le arrancó del pelo al peluche y se lo llevó junto con sus instrumentos de trabajo.
- ¡Hey! -le miró con mala cara-, ¿desde cuándo vas tú solo al bosque?
-… ¿Desde siempre?
-Tienes razón. Ojalá te mate un oso.
Suspiró por la actitud tan grosera que Magnus le devolvía con frecuencia. Pensar que él lo reemplazaría en un futuro lo hacía o estallar de risa, o sentirse miserable por el caos que desataría estando él en el poder.
Con todo, al llegar al sitio que se imaginó sería un buen lugar para su musa diera rienda suelta a sus ideas, se sentó sobre la hierba -ciertamente cómoda y realmente verde- y colocó la hoja sobre sus piernas, pluma en mano y tintero a su lado.
- ¡Te encontré!
La presencia de otra persona le cayó mal, muy mal. La palabras estaban a punto de hacerse realidad sobre el papel y alguien llegó a interrumpir su magia.
- ¿Ah? -giró la cabeza con fastidio. ¿Quién diablos se atrevía a interrumpir su momento de intimidad?
- ¡Hacía tanto que no te veía! Fui a visitarte hoy, pero Magnus me dijo que te habías ido a suicidar y me imaginé que estarías aquí; para él suicidarte es escribir porquerías -explicaba Train.
-Yo también e preguntaba dónde estarías. Tiempo sin verte -la incomodidad seguía presente como el zumbido de una mosca a la que debes matar para que no te pongas nervioso por el ruidillo. Dejó la pluma y miró el cielo.
- ¿Cómo has estado, Red mío?
-Bien -contestó cortante para que la plática no se extendiera hasta el atardecer, como era propio de Train.
- ¿Y yo? ¿No te importa cómo esté yo? -las rabietas de niño pequeño le quedaban a la perfección.
-Sí -suspiró y ahora cerró los ojos-. ¿Cómo estás tú?
-Mal -justo como se esperaba-. La bipolaridad me está matando. He cambiado mucho; mis estados de ánimo son un desastre. Tengo miedo de perder la poca cordura con la que nací. ¿Qué hacer?
- ¿Bipolaridad? -arqueó la ceja con duda-, ¿de cuándo acá tú eres bipolar?
-… ¿Desde siempre? -la respuesta sonaba igual de sarcástica, con razón se le hizo familiar. Maldito Magnus y su karma de mala fe-. Pensé que lo sabías.
-Lamento no saber todo de ti -replicó, enojado. ¿O se quería hacer el enojado?
- ¿No eras mi fan? -argumentó en broma.
-De ninguna manera -bufó con el ceño fruncido.
-No suenas al mismo Red de siempre.
-No soy el único que ha cambiado.
-Por lo menos mis cambios no debilitan relaciones.
- ¿Oh? ¿Soy ya un mago?
-Graciosito.
Train se fue y dejó a Red con la soledad que añoraba de minutos. Su crueldad lo llevó a alegrarse por la retirada ajena. Quizá si estaba cambiando, y para mal.
Pero no iba a arruinar su tarde por cosas como esas -resultado de un arrepentimiento que lo abordaría más adelante. Tomó la pluma entre sus dedos, y, cuando había colocado la punta apenas sobre el papel, un movimiento mal empleado o con fuerza innecesaria, más bien, lo hizo romper el papel.
-… Maldita mierda.
Arrugó la hoja y la convirtió en una bola, la lanzó lejos para que su ira no se desatara.
Train era el culpable, el culpable del asesinato de su inspiración y de los medios con los cuales la explotaría.
Red se incorporó, enojado y con ganas de llorar.
Guardó la tinta y la pluma a las que tampoco deseaba ver y se percató entonces de la ausencia de algo sumamente importante: ¿Cuándo fue que se le cayó Zero?
Aquél pequeño y blanco oso de peluche estaba en un sitio desconocido, asustado y con hambre -porque para Red, Zero representaba un hermano que jamás le concedieron; a veces lo veía como el mudo amigo que lo escuchaba sin estar consciente. Por eso lo cuidaba como a su vida misma y le daba tratos de un ser viviente por extraño que parezca.
Recorrió el camino por el que llegó y no encontró nada.
La preocupación lo tenía loco. ¿Y si en verdad lo había perdido? Su angustia lo agitaba el corazón y ya se hacía de noche; pronto la luz desaparecería y la búsqueda resultaría imposible.
- ¡Zero! -gritaba como si la respuesta pudiese llegarle a los oídos-. ¡¡ZERO!!
El eco de sus llamados alborotaban a las otras especies que habitaban en el bosquejo. Llegó un momento en el que el tintero manchó la hierba a sus pies y la pluma también estaba perdida. ¿Qué más podía salir mal?
Y, cuando la medianoche lo sorprendió de rodillas, agitado y con los ojos llorosos, los secos pasos de Train lo despertaron de congoja.
- ¿Todavía escribes? -se cruzó de brazos.
-… ¿Qué quieres? -respondió de mala gana sin alzar la cabeza para mirarle.
-Magnus me dijo que no habías regresado y me preocupé. Así que vine aquí a ver si estabas para regresarte a tu amiguito -y le mostró a Zero, el cual sacó de la bolsa del saco.
- … ¡Te lo robaste! -arremetió contra él arrebatándole a su peluche y limpiándolo por si acaso.
-De verdad cambiaste -repitió como horas antes mientras suspiraba con pesadez. Se dio media vuelta para irse.
- ¡Espera! -recapacitó y lo llamó. Quizá decir que se lo había robado era una exageración-. Perdón.
- ¿Perdón? -se burló Train-. Ni siquiera lo pienses.
Se fue.
El pelinegro se quedó pensando durante vario rato, ahí, sobre el césped.
¿Qué lo tenía tan mortificado como para no querer regresar a su palacio? ¡La idea de que era un monstruo vanguardista y desdichado! No era más que una abominación que sus amigos repudiaban. Pero se lo tenía merecido, muy bien merecido
Red se quedó allí toda la noche.
-Jeh, ¿qué me pasó… -abrazaba sus piernas con fuerza, la soledad jamás le pareció tan insoportable-…, Zero?