Número: 020/100.
Título: Sea ella y yo no, ¿está bien?. [4/5].
Fandom: Uta No Prince-Sama Maji Love 1000%
Claim: Tokiya/Otoya.
Rating: T.
Extensión: 1,069 palabras.
Advertencias: Angst, posible OOC.
Para: Mi tabla Abecedario de la comunidad
retos_a_lacartaPrompt: #55.- Oscuridad.
Sea ella y yo no, ¿está bien?
Se le hacía extremadamente tarde para irse, a lo mejor ni le alcanzaba el tiempo para ir hasta el estudio, cambiarse, etc. Tenía miedo de moverse un centímetro si quiera, hasta respirar le preocupaba.
¿Enserio se iba quedar así? Es decir, solamente se trataba de Otoya durmiendo en su habitación, la de los dos. ¿Qué tenía de malo?
Pero la respuesta le cayó encima como un balde de agua fría. Aquél sueño tan sugestivo lo tenía paralizado. Estaba incapacitado mentalmente.
Sentado al borde de su cama, Tokiya tenía sus manos aferradas a las sábanas; si las soltaba sería el fin del mundo. Parpadeaba esporádicamente y tenía sumo cuidado en no mover cualquier extremidad de su cuerpo por reflejo o algo parecido.
Pero todo era una maldita exageración. Actuaba como si tuviera a un monstruo o algún espectro desagradable que, si despertaba, se lo comería y mataría.
Le llevó varios minutos asimilar esto. Sus pensamientos lo volvían loco con un sonido atronador que sólo él podía oír. Qué tortura tan autónoma.
Observó su reloj de mano; Siete y cuarto. Quince minutos de retraso y no pensaba moverse ni un ápice.
Y su rededor parecía estar de su lado: ninguno de los chicos hacía ruidos exasperantes, como era de esperarse un jueves por la noche. Pensó que a lo mejor estarían cenando o habrían llevado a Haruka a patinar, como le había prometido Natsuki. Gracias, planes absurdos.
Una hora pasó.
El cuarto ya estaba a oscuras, ¿hasta cuándo pensaba dormir Otoya? Seguía en la misma posición y ya le resultaba bastante incómodo. Pensar no le cansaba, pero si la tensión que empleaba en sus brazos y piernas. Además, sus compañeros ya no tardarían en regresar.
¿Qué hacer?
Y la respuesta le volvió a caer como un balde de agua fría: su celular sonó histérica y sonoramente con ese estúpido tono que su agente le había escogido sin querer; era uno muy melodioso, como salido de una caricatura.
Se pasó una mano por el rostro.
-… ¿E-eh? -entreabría los ojos Otoya.
-… -se apoderó del móvil y lo contestó al instante para que se callara de una vez, olvidándose por completo que existía la opción “Ignorar”-. ¿Qué quieres?
- ¡¿Estás loco?! Dejaste plantado a los productores y al público. Tuvieron que rellenar con cualquier idiotez que…
-Llámame después -colgó.
- ¿Icchi? -apenas reconocía el pelirrojo.
-Sí -tiró por ahí el celular y se relajó. Hasta su respiración se tornó más rápida, los brazos le dolían por tanta fuerza utilizada y los dedos los tenía entumidos. Fue un milagro que pudiera manejar el teléfono-. ¿Qué hacías aquí? Pensé que estabas con Nanami y…
- ¡No me digas que te quedaste dormido por mi culpa! -reaccionaba después de años.
-… N…
- ¡Ah, lo siento! Yo vine a ver si estabas y como no quería despertarte, me senté a esperarte y…
- ¿Cómo demonios me voy a quedar dormido por ti? -exacto, sonaba más incoherente que de costumbre. Y con todo, parecía un carnaval de interrupciones.
-Pude contagiarte el sueño o algo así -comentó, en realidad no sabía qué contestar ante su pregunta.
Tokiya suspiró. Entonces, el m´vil sonó como loco de nuevo.
-Deberías irte -Otoya continuaba en la misma posición. La verdad era que no se podía mover, hacerlo le dolería mucho. El cuello lo tenía entumido y los brazos, dormidos-. Te están esperando, ¿no?
Negó, se cruzó de brazos. Se quiso quedar ahí, en la cama. Ni la luz se molestaba en encender, de todas formas, tenían a la luna para no estar tan a oscuras.
-No es importante -mintió Tokiya-. ¿Entonces?
-Bu-bueno -sonrió como si nada más importase, ahora era él quien no se movía-, acerca del mensaje…
¡¿Qué?! ¿Lo había descubierto? Si era así, lo mataría libremente por decir que tenía caligrafía de chica. Igual trató de mantenerse tranquilo y no delatarse,
- ¿Ahá?
-Seguro saliste con muchas chicas siendo Hayato -cerró los ojos brevemente, le resultaba vergonzoso-, por eso, a lo mejor tú tienes experiencia con eso de comportarte con ellas…
Lo dejó sin habla, pero no se lo hizo notar.
Así que se quería convertir en un casanova…
La idea le desagradaba totalmente. ¡Ni siquiera existía la chica esa! Era él quien había escrito el bendito recado y no recibía los méritos. De todos modos, después de una pelea mental, no tuvo otra opción que seguirle el juego.
- ¿Quieres que te enseñe?
Otoya no paraba de hablar, se le veía muy nervioso al pedir tal favor. Hasta alcanzó a verle el sonrojo a pesar de lo oscuro que estaba.
- ¿Lo harías? -unas pequeñas estrellas aparecieron en sus ojos.
Asintió.
- ¡Sí! Muchas gracias, Toki… -tanto había sido la emoción que levantó su cabeza de golpe. Le dolió, le dolió mucho…
Pronto los quejidos hicieron acto de presencia, pero muy al estilo Ittoki Otoya. Sonrió, volvía a ser poco a poco el mismo de antes. Eso le alegró de una forma que ni comprendió, pero que se resignó a sentir.
-Au… -siguió lamentándose aun cuando Tokiya lo recostó sobre la cama para que su cuerpo se acostumbrara a tal posición-, p-perdón por…
- ¿Y ahora por qué vas a disculparte? -ahí estaban de nuevo esas sensaciones impulsivas.
-Porque…
Ni lo dejaba terminar, Tokiya se molestaba cada vez más por razones que desconocía. De pronto estaba furioso por no decirle que en realidad era él quien quería una maldita cita, no esa chica por la que ya sentía celos sin que existiera.
Por esos y otros motivos terminó en su encima con sus labios pegados a los de él.
Un sueño que se hizo realidad muy pronto, enserio.
Otoya no forcejeó, la impresión lo dejó inmóvil. Sentía como sus manos eran aprisionadas por las del otro. Apenas podía verle, había muy poca luz y no tuvo otra opción que dejarse llevar.
Era algo nuevo, pero agradable. Su respiración chocaba con la de Tokiya. Cuántas veces se imaginó este momento…
Y todo eso ocurría en segundos, lo que duró el beso.
Tokiya se quiso separar, Otoya no lo dejó.
Se mantuvieron así un rato; con los rostros rozándose, como aprovechando que la oscuridad los escondía.
Sin querer ya le abrazaba del cuello.
Sin querer sus dedos se entrelazaron.
Sin querer se volvieron a besar.
Para cuando lo hicieron, se escuchó la puerta del recibidor. A lo lejos, las voces de Haruka y de los chicos.