Número: 018/100.
Título: No soy perfecto, Hayato tampoco. [5/25].
Fandom: Uta No Prince-Sama Maji Love 1000%
Claim: Tokiya/Hayato Ichinose.
Rating: M.
Extensión: 749 palabras.
Advertencias: Angst, depresión, semi-suicidio (?). Spoilers si no has llegado al capítulo ocho del anime.
Para: Mi tabla Angst de la comunidad
minutitosPrompt: #20.- Hundimiento.
─ ¡Gracias, chicos! Todo este éxito se lo debo a ustedes. En realidad no sé qué haría sin mis fans… ¡Los amo a todos y a cada uno de ellos!
Uno de los últimos conciertos que le dejarían dar, supuso. Apenas dejaban que siguiera su carrera como cantante porque creían que debía enfocarse en su talento “actoral”.
Porquerías.
Hayato esbozó otras de sus falsas pero bien hechas sonrisas de estrella musical. Se inclinó para realizar una reverencia ante todo su público a modo de agradecimiento y después se incorporó para lanzar un beso hacia aquellos rostros femeninos que lo observaban con encanto; ensueño y demás brillos fantasiosos.
Así eran los admiradores de Hayato; enérgicos, fáciles de conquistar y complacer.
Entonces, en cuanto las luces se apagaron y ocultaron su figura, Tokiya se sacudió como si tratara de quitarse la excitación de todas esas personas; una sensación pegajosa e insoportable: El sudor, la esencia de su alter ego resbalando por su cuello y pecho.
─Apúrense y tráiganme una maldita toalla… ─ordenó, desesperado por su estado físico.
─ ¡Lo has hecho maravilloso! ─felicitó su representante y le ofreció una botella de agua─, espero lo hayas disfrutado, porque ésta será la última vez que te presentas en este escenario. A menos, claro, de que el recinto se convierta en un estudio de televisión.
Golpeó la botella de plástico con la diestra, aun cuando su manager la seguía sosteniendo. Eso realmente lo había enfurecido. Su rostro se adaptó pronto a su personalidad habitual; ya no reflejaba esa algarabía estúpida e incesante. No, regresaba a lo que era, a lo que sentía y a lo que los años habían acumulado en su maldito interior.
─De ninguna manera ─frunció el ceño─, voy a seguir cantando te guste o no.
Los dos se miraron, desafiantes y con aires asesinos. Era la típica discusión entre él y su representante ─jamás se llevó bien con él, por cierto. ¿Era tan difícil cumplir un mísero deseo?
─Hayato ─empezó el otro─, a tus fans ya no les gusta verte cantar. Preferirían verte en una telenovela a escucharte en la radio. ¿Comprendes eso?
─NO me llames Hayato ─advirtió─, y no me importa. Si ellos en verdad son seguidores míos, van a apoyarme en mi carrera, ¿no? Si no lo hace, mejor para mí, no necesito admiradores que sólo se fijan en un rostro bonito.
Le arrebató la toalla a su asistente y se fue hacia su camerino, encerrándose. No le permitió ni al encargado del concierto.
Se secó el rostro y se sacó las ropas tan apretadas que ya bastantes marcas le habían dejado en las muñecas, tobillos y hombros. Vaya trabajo, vaya vida.
Se miró al espejo con el pecho al descubierto.
─ ¿Qué pasa? ¡No te rindas! Todavía tienes una oportunidad, ¿verdad? Despierta, Icchi, todavía no estás hundido…
─ ¡¡Cállate…!! ─Esa vocecilla en su interior lo tenía loco. Le dio un puñetazo al espejo con la zurda. En él veía a su detestable “gemelo” hablarle como si en verdad tuviese la autoridad para hacerlo.
De sus nudillos empezó a brotar ese líquido carmesí. Le dolía, pero la ira estaba superpuesta.
Ése no era él; El príncipe azul que rescataría a todas las chicas que veían sus actuaciones en televisión cada noche. ¡Era Ichinose Tokiya, ICHINOSE TOKIYA!
Y aun así, Hayato se creía lo suficientemente prepotente como para darle ánimos y esperanzas que de nada le servían, y menos viniendo de él. Se lucía con su sonrisa perfecta y ropas elegantes, posturas envidiables y un éxito inalcanzable.
─ ¡Abre la puerta, Hayato! ¿Estás bien? ¡Abre la jodida puerta! ─los golpeteos en la puerta se escuchaban distantes.
De nuevo estaban llamándolo así. ¿Su nombre era tan difícil de recordar?
─Soy… Ichinose… Tokiya…
Las fuerzas le faltaron, la debilidad hacía acto de presencia. A sus pies, un pequeño charco de sangre. Quiso abrir el puño, le resultó imposible por el ardor.
Retrocedió, y al hacerlo, pisó unos trozos de cristal, provenientes de lo que alguna vez fue el espejo, ése que lo reflejó en su primer concierto. No supo por qué, pero recordó su nerviosismo y lo que hizo para disiparlo; crear otra personalidad, una que le diera el valor para salir al escenario, que sonriera sin importar el qué; que le diera a las personas no una razón, si no un sentido para valorar la música y poder disfrutarla… Y su nombre sería Hayato.
Antes de desmayarse, Tokiya vio a Hayato frente así, acariciándole la mejilla.
─Todo estará bien, hermanito.