Pueeees bien, hace milenios que no subo algo aquí al LJ. Estoy hasta el tope con trabajos y exámenes finales, pues mi semestre está terminado y ¡aaah! Dejaré mi estresante vida de lado porque... Pfft, soy un asco :´D (?) -Momento random.-
En fin, ya no he escrito absolutamente nada D: Debo muchos retos (no tantos, pero si los suficientes como para decir: "¡Diablos! Estoy muriendo de presión y ni tiempo tengo para escribir aunque sea un drabble)y ya perdí la costumbre que obtuve con mi amado reto diario.
Por suerte, hoy mi musa me hizo el favor de insistirme en que escribiera algo aunque sea para desahogarme de ciertos acontecimientos nada favorables. Ehm, sí. ¡Y lo hice! Reabriré este asco de LJ con un pequeño escrito todo angst para que mi fin de semana largo sea provechoso.
Si alguien lo lee, ¡por fanor, no se asuste! Es comprensible si no se entiende, pero... ¿Y qué tal si dejo de hablar? xD
Haaaa, aunque, de cierta forma me siento decepcionada porque dije... "Escribiré algo de Hetalia. Un Fem!USAxUK para variar" y terminé haciendo esta cosa de un fandom de mi cosecha -LOL.- Ojalá las faltas de ortografía no hagan acto de fea presencia o.o
Título: Mi adicción y tu incoherencia.
Fandom: Princess And Princesses.
Extensión: 575 palabras.
Rating: K+.
Advertencias: ¿Fail? ¿Deprimente?
Mi adicción y tu incoherencia
Siguió su camino como si su día no experimentara ningún cambio. Arrastraba el vestido, ése que era su favorito; el blanco con retoques fucsia. No le importaba ensuciarlo, en realidad, nada le interesaba en esos momentos.
Y de nuevo se encontraba en tierras desconocidas. Parecía estar en un extraño deja vu que su karma le tenía preparado, donde sus sueños se desmoronaban y sus lágrimas caían a la infértil tierra de nada.
Levantó la cabeza para cerciorarse de que el cielo estuviese despejado, encontró a la luna con algunas estrellas adornado su silueta. Tal vez no era tan malo el hecho de estar padeciendo un dolor insoportable causado por el Rey más cruel e indiferente de aquél mundo.
Había caído otra vez en las redes de una persona aparentemente lúcida pero bastante insensata, en realidad. Era su Príncipe rojo, su querido aristócrata Red, el que tantos dolores de cabeza le provocaba. Se convirtió tan rápidamente en una terrible adicción que ya ni siquiera podía controlar sus pensamientos. Él siempre estaba ahí, en sus sueños y pesadillas; en su mundo y dimensión, en su tiempo y espacio.
La sonrisa hipócrita que veía dibujada en su rostro le causaba asco, ya no quería acordarse de la actuación tan patética que realizaba a diario frente a ella. ¿A dónde se fueron las buenas intenciones?
- ¡Querido mío! ¿Por qué tu dulzura ha de ser una farsa tan bien hecha? -susurró para sí misma sin dejar de observar el oscuro cielo-. ¡Ojalá no fueras más que una ilusión perfecta que se deshiciera en mis manos tan pronto dejase tus tierras! Maldito el día que te conocí, apuesto a que este es el pago por mis aberraciones de antaño para contigo. Pues bien, perdóname por haber empezado con mal pie, caballero idealista. He aquí mi penitencia: amarte hasta el último día de mi vida, sin importar si estás a mi lado o no.
Vanessa sonrió con amargura, creyendo inútilmente que su oración improvisada serviría de algo para reconfortar su corazón.
Ah, pero había tantas cosas que Red hacía por gusto, una de ellas era contradecirse en sus propios pensamientos; en sus creencias tan justas que, seguro ya empezaba a delirar o todo aquello no era más que un teatro improvisado para atraer sirvientes y esclavos que satisficieran sus absurdas peticiones.
- ¿Qué eres tú? -cuestionó Vanessa como si el aristócrata estuviese delante, mirándola con desprecio-, ¿eres real, acaso? Porque… Tú no serías capaz de esto… ¿O sí?
Lastimar a alguien, ¿Red era capaz de tal atrocidad por fines propios? Que miserable si así era; que estúpido si mentía.
- Aun así, ¡que obsesión tan pura y agradable! -alzó los brazos en señal de algarabía-. Por favor, que este delirio sea eterno no sólo para mí, también para los plebeyos que adornan tu realidad y fantasía. Dulzura, bendito seas por ser una luz en este desgraciado túnel de insensibilidad y crueldad. Dime que este vacío se llenará con tus palabras y que lo que veo sólo son alusiones al infierno. ¡No me mientas más! Sé mío, sólo mío, y deja de actuar de manera tan perversa o yo misma me arrancaré el corazón…
No lloró, no se atrevió a hacerlo. Vanessa no llegó a su castillo esa noche, primero tenía que deshacerse de los recuerdos que su cabeza reproducía con tanta insistencia.
-Querido mío, que tu dulzura sea la verdad más pulcra de ahora en adelante.