Título: En la palma de su mano.
Fandom: Sailor Moon.
Claim: Haruka, Seiya/Serena, Michiru.
Extensión: 1.022 palabras.
Advertencias: Un poco de violencia.
Notas: Escrito para la
tabla Ilusoria de
30vicios y para el
reto_diario.
Al fin le tenía como quería. Estaba a punto de darle al idiota de Seiya Kou la tunda de su vida. Durante su primera estancia en la tierra muchas veces se había quedado con unas ganas tremendas al ver el permanente acoso a su princesa, sumado a que le había coqueteado a Michiru (porque, aunque jamás lo admitiría, Haruka era bastante celosa con respecto a su pareja, lo cual muchas veces arrancaba grandes carcajadas por parte de la otra). Ya le había tenido antes en la mira por andarle siempre revoloteando a Serena, es que la chica era demasiado inocente como para ver las pecaminosas intenciones de aquel otro idiota. Alguien debía cuidar la virtud de la princesa, ya que el príncipe se había ido de vacaciones a Estados Unidos.
Pero no era tanto el hecho de tener que cuidar a su princesa lo que le movía para sentir tanta rabia frente a Seiya, que lo único que buscaba era destrozar todo el equilibrio que habían logrado. Era que todos los esfuerzos y sacrificios que habían puesto en proteger a la pareja real se fueran por el retrete por ese poco seso que no valía nada. Era desvalorizar todo lo que habían vivido, todo lo que a patadas habían logrado para que el otro llegase como si nada, le cantase un par de canciones y moviese todo de su lugar.
Además de que la despistada de Serena no veía que estar cerca de Seiya, incluso como amigo (aunque este hacía tiempo había dejado de verle de esa manera, por no decir que nunca le había visto como a una), solamente le estaba causando problemas. Si no hubiese metido sus narices donde no debía incluso hubiesen podido negociar con las Sailor Star Lights para ayudarse entre ellas desde un principio. Es que, claro, la estrellita de rock estaba acostumbrado a que, con una sonrisa y moviendo las crenchas, toda la población femenina tuviese orgasmos espontáneos sin tocarse y de ese modo creía que conseguiría todo lo que quería.
Y cuando estuvieron a punto de pelear en batalla con las Sailor Star Lights (o por lo menos dos de ellas porque el otro era un quejica cobarde) y el otro les detuvo, más que nunca se quedó con las ganas de bajarle los dientes. Pero no, Michiru y Setsuna tenían que llamar a la moral y compadecerse del moribundo. Puff…
Pero ahí le tenía como quería desde hacía tiempo, ahí se podría quitarse todas las broncas y el estrés que ese imbécil le había causado cada vez que ponía su apestosa presencia en la Tierra. Le temblaba la mano con la que le agarraba del cuello de la camisa de marca; pero de rabia. Ahora no habría quien le detuviese para poder matarle con tranquilidad, a parte de tener la excusa perfecta, esta vez realmente se lo merecía. Y el muy idiota ni siquiera se intentaba defender, solamente esperaba ahí el golpe, lo cual le hacía entender que se declaraba culpable.
Pero cuando se refería a que no había “nadie” estaba para detenerle, no era del todo cierto. Con eso se refería a que no iba a tener remordimientos (o al menos tener que fingir tenerlos) luego de que le hiciese pomada. Porque, de hecho, sí había personas que intentaban sacarle de encima de las manos a Seiya.
Pero no podía parar, en sus puños se juntaba toda la rabia, la impotencia y la ira acumulada. Todo su trabajo… para que un niñito bonito viniese a arruinar el balance del universo por un caprichito. El señorito desde que había vuelto, se había convertido bastante discreto y había logrado que Darien y Serena terminasen (sólo Dios sabe cómo), logrando engatusar a su princesa. Así de fácil, como si no hubiese destruido por sí mismo el más próspero de los futuros del mundo, como si no fuese su culpa que ahora Rini jamás fuese a nacer. Era imperdonable que todo por lo que se había dejado la piel en el campo de batalla, él lo obviara y lo borrase como si de nada se tratase.
Y, aunque logró ignorar la mayor parte de las voces que le pedían que le soltase, estaba la de su princesa que no pudo obviar.
-Por favor, Haruka… no lo hagas.
Sonaba quebrada, justamente de la manera que más odiaba. Porque ella siempre le había defendido para evitar ese tono de voz. Haruka quería su felicidad y su protección. Y eso era otra cosa más que le daba rabia, todos parecían aceptar que sus esfuerzos fuesen tirados como si nada. Pero estaba la voz de Serena, que le suplicaba que no le matase al menos y ella siempre había sido débil cuando se hablaba de los caprichos de Serena. No le gustaba nada la idea de que Seiya estuviese con su princesa; pero, aunque odiase admitirlo, no podía hacer nada para cambiar los sentimientos de ella. Además también Darien se la había buscado, yéndose a Estados Unidos. Pero de todos modos, era molesto tener que tirar todo por la borda. Si la felicidad de Serena estaba con ese idiota… bueno, tendría que aprender a vivir con ello.
Sorprendiendo a todos, sobretodo al que iba a ser molido a palos, le soltó. Suspiró, relajando sus hombros. Los demás también lo hicieron; pero ya no esperaban lo que venía. Haruka tomó impulso y le asestó un derechazo en el ojo a Seiya, haciendo que casi se cayese.
Seiya gritó de impresión más que de dolor.
- ¡Haruka!- le reprendió Michiru-. Pensé que…- comenzó a decir; pero la otra le tomó del brazo y le obligó a dirigirse a la salida con ella. Todos estaban tan al pendiente de Seiya que solo cuando llegó a la puerta y les vociferó, le prestaron atención.
-Si llegas a lastimarla, desearás que te mate a lo que pienso hacerte. Y ustedes…- dirigiéndose a los demás-, denle hielo, que se le va a hinchar el ojo. Y no me miren así, que me contuve.
Joder, que al menos una se tenía que cobrar al muy idiota, que le dejasen en paz, él solito se la había buscado.