Título: ¿Cuándo?
Fandom: Original.
Claim: Ramiro y Héctor.
Extensión: 1.385 palabras.
Advertencias: Palabras malsonantes en renglón por medio.
Notas: Escrito para la tabla de
fanfic100_es y para el
reto_diario Había muchas cosas que a Ramiro le gustaban de la biblioteca del colegio, como el olor de libros viejos entre sus manos; como poder sentarse al lado del enorme ventanal y disfrutar de la brisa invernal mientras leía; como la completa y absoluta paz que reinaba gracias a la intrínseca bibliotecaria que no permitía un solo murmullo. Pero sin duda lo que más amaba de ese lugar más que cualquier cosa en el mundo era el hecho de que Héctor y Raquel jamás se les ocurriría poner un pie en ese lugar. Nunca. Es más, dudaba seriamente que supiesen que había una biblioteca en el colegio, lo cual agradecía profundamente ya que le daba el tiempo necesario para reflexionar y pensar con tranquilidad sin tener que estar ocupado fijándose si los otros dos no se metían en problemas.
Y eso precisamente pensaba cuando percibió a la inconfundiblemente enorme figura de Héctor sentarse enfrente suyo, lo cual le hizo maldecir internamente. Debería encontrarse un nuevo escondite secreto si quería vivir en paz.
- ¿Qué pasa, Héctor?- le preguntó sin levantar la vista del libro que estaba leyendo. El otro tardó un rato en responder, o lo que él consideraba responder.
-No sabía que el colegio tenía una biblioteca- comentó como de pasada, lo cual confirmó la teoría de Ramiro de que tan sólo estaba aburrido y tenía que venir a molestarle a él.
-La mayor parte de los colegios tiene una.
Y para sorpresa del rubio, su amigo no volvió a hablar en por lo menos veinte minutos, tan sólo se quedó allí sentado enfrente suyo papando moscas.
- ¿No me vas a preguntar qué me pasa?
-Ya lo hice; pero no me respondiste, Héctor- le señaló sin demasiado interés. Héctor tardó un rato más en volver a hablar.
-Pero podrías mostrarte más interesado- dijo Héctor resentido. Y después era él el que se comporta como mujer. Había que joderse. Ramiro cerró al libro y miró por primera vez desde que entró a su amigo preguntándose por qué venía a molestarle a él en vez de a Raquel.
- ¿Así es suficiente o necesitas algo más, Héctor?- preguntó sarcásticamente, dando a entender que estaba llegando a su límite de paciencia. El otro gruñó interiormente, esos últimos tiempos el límite de paciencia de su amigo se había recortado bastante. No le quedaba otra que ir al grano, si quería su ayuda.
- ¿Qué tan importante es este tema de la “fidelidad”?
-Bastante, si quieres conservar tu cabeza- le dijo torciendo el gesto, extrañado por haber llegado a ese tema de conversación. Jamás pensó que a alguien como Héctor le importase demasiado ese tema precisamente.
-Eso es lo que pensé- dijo más para sí mismo, levantándose del asiento y amenazándose con irse de la biblioteca, dejando a Ramiro con la duda acerca del tema.
-Espera, espera- le paró tomándole del brazo, para evitar que se alejase demasiado de la mesa donde estaba sentado. - ¿A qué se debió eso?- le preguntó porque ahora comenzaba a asustarse de lo que su amigo pudiese llegar a hacer. Ya tenía suficiente experiencia con él y Raquel como para saber cuando se avecinaba alguna cagada suya.
- ¿Qué cosa?
-No te hagas el boludo. Sabes a lo que me refiero. ¿Qué es ese repentino interés por saber cuán importante es la fidelidad? No es algo que precisamente te haya interesado nunca. Comienzas a asustarme, Héctor.
El otro trató de alejar su mirada de la de Ramiro. Mala señal. Lo cual combinado con leve sonrojo, hacía que la señal fuese veinte veces peor.
-Héctor, te conozco como si te hubiese parido. Sé que significa algo malo cuando preguntas cosas como esas. ¿Qué mierda pasa?
-No te preocupes tanto, mami- dijo fríamente, en un tono que intentaba lastimar para que el otro no le molestase. Pero Ramiro le conocía lo suficiente como para saber que si no intervenía en ese momento, algo malo podía pasar.
-Me preocupo todo lo que quiero, Héctor. Tú fuiste el que vino aquí. De modo que cuéntame tú, porque de todos modos me terminaré enterando. Y que sepas que tengo formas de conseguir esa información. Así que escúpelo.
Había sabido que había sido una mala idea venir a buscar a Ramiro; pero era preferible antes que Raquel. Ella era mucho menos flexible en esos asuntos en esos últimos tiempos. Pero Ramiro, cuando se ponía moralista, podía ser miles de veces peor.
-Oye- le dice parándole el carro a la madre preocupada-. No es nada de lo que tengas que preocuparte, ¿vale? No haré nada malo, te lo prometo. Y sí, eso también incluye tu concepción de lo que es malo.
El otro aflojó la expresión de su cara y cuando Héctor creyó que le dejaría en paz, Ramiro le volvió a hablar.
-No es eso. Me preocupa que llegues a hacer algo tonto de lo que después te lastime, Héctor. Ya te pegaste lo suficiente. Ahora nos tienes a Raquel y a mí para ayudarte. También a Mariana- le recalcó sabiendo que aquello no le haría demasiada gracia al otro. Héctor hizo una mueca difícil de comprender su significado.
-Se trata precisamente por ella.
Si Ramiro se lo ponía a repasar tenía bastante sentido lo que decía con el hecho de que estuviese relacionado con Mariana. Pero era incapaz de no sentirse molesto, Mariana era su amiga y la estúpida en verdad estaba enamorada de Héctor.
-Héctor, mira que si llegas a hacerle daño, yo…- comenzó a decir molestándose con su amigo por hablar de engañar a su novia con tanta facilidad.
-Justamente eso me parece raro, no quiero lastimarle- le dice un tanto exasperado, como perdido entre lo que cree correcto e incorrecto.
- ¿A qué te refieres?
Ahora estaba más perdido que antes. La línea de pensamiento de Héctor no era muy fácil de seguir, a pesar de lo mucho que le conociese. Su amigo se volvió a sentar en la mesa de la biblioteca; pero ahora se le notaban todas las dudas en el rostro.
-Nunca me preocupé por serle fiel a una chica. Es más, nunca he estado con una de ellas durante más de una semana sin que me cansase y les dejase. ¿Sabes?
-Sí, lo suelo ver cada semana. Y no te olvides la parte en que te olvidas los nombres de ellas, yo me los acuerdo más que tú.
-Pero tú eres gay, se supone que te acuerdas de ese tipo de cosas.
Ramiro estuvo tentado a nuevamente darle un discurso acerca de esa parte pseudo homofóbica suya, en la que creía que los maricas eran una especie de extraterrestres completamente diferentes de los heterosexuales. Sin embargo, supo que no era el momento. Además, casi ninguno de esos discursos tenía demasiado resultado.
-Al punto, Héctor. Por favor. Antes de que prefiera ahorcarte a oírte.
El otro se rascó la nuca, confuso, buscando las palabras para expresarse.
-Y eso… nunca me interesó serle fiel a alguien. Es más nunca lo he intentado. Pero con Mariana, ni siquiera me cuesta serlo-le dice exponiendo sus dudas.
Con que a eso se refería con todo ese tema, se dijo a sí mismo Ramiro, logrando tranquilizarse al ver que las intenciones de su amigo no pasaban por el lado que había pensado.
-Estás perdido, Héctor. Eso es porque te has enamorado, por mucho miedo que eso te de. Algún día tenía que pasar. No es tan malo- le respondió riendo levemente, ya que el otro había salido disparado cuando se le hablaba de amor. Y que ahora prácticamente le confesase que estaba enamorado de una de sus amigas, era bastante gracioso. Sobretodo por el hecho de que Mariana no era precisamente el tipo de chicas con las que su amigo solía intimar.
-Tiene que haber otra razón- se niega el otro a creer. -Además esa es una respuesta del estilo de Raquel, por eso no fui con ella. Aparte de que ella sería quien haría que mi cabeza rodase. Ya sabes que es medio histérica y poco comprensiva con ese tema.
-Me pregunto por qué- dice sarcásticamente. -Pero en verdad no es tan malo- le intentó calmar Ramiro.
-No sé cuándo pasó- admitió desconcertado.
-Sólo te falta ser feliz con ella para averiguarlo- le incentivó. Aunque conocía bien los complejos de su amigo acerca del tema de no ser demasiado bueno para ninguna chica. A pesar de lo que todos pudiesen pensar, Héctor tenía una autoestima bastante baja. Siempre pensaba que lo único que era capaz de hacer era herir a las personas que quería. -No conozco a otras personas que merezcan felicidad tanto como ustedes- le aseguró Ramiro, creyendo que por una vez, Héctor seguiría sus consejos. -Si le quieres, las cosas irán bien.