Título: Bebida.
Fandom: Original.
Claim: Héctor y Ramiro.
Extensión: 1005 palabras.
Notas: Escrito para la tabla de
fanfic100_es y para el
dekasem Ramiro es una persona precavida, sabía anticiparse a lo que pasaría y eso era porque no le gustaban las sorpresas con la misma intensidad que Héctor odia los cambios. Y el probablemente debería haber previsto esta situación cuando había visto a Raquel distinta, distraída y que miraba demasiado al nuevo ese. Debería haberse dado cuenta que faltaba poco para que Raquel saltara con que “salían” en plan en serio y que Héctor definitivamente no se lo tomaría con demasiada gracia.
Sí, debería haberlo previsto, porque ahora era él quien debía soportar sus lamentos estando más borracho que una cuba. Además de que no podría arrastrarlo hasta su casa sólo con lo enorme que Héctor era.
-… y ella dice que nada va a cambiar entre nosotros, cuando ahora está todo el tiempo con ese come libros insoportable- se lamentaba entre sorbos de aquella bebida de la que Ramiro prefería ignorar lo que contenía. Se sorbió los mocos y se limpió las lágrimas de la cara. Héctor Larrañaga sos el borracho más llorón que he visto, estuvo tentado a decirle. -Pero lo peor…- aquí vamos otra vez con el drama-, es que yo le creo porque soy un pelotudo ¡y ella es una hija de puta!-. Y aquí llega el momento de la noche en que Héctor comienza a insultar porque sí. Notó cómo apretaba los labios con rabia y tragaba duro.
Ramiro se pasó una mano por sus cabellos claros, al tiempo que miraba cansado a su amigo. Esa situación tenía que terminar.
-Ya basta, Héctor. Deja de decir incoherencias- fue lo único que le dijo. Incluso borracho -y probablemente drogado- debía darse cuenta de las estupideces que estaba diciendo. La expresión usualmente dura de su rostro se suavizó y Ramiro pudo ver el desamparo y el miedo real y casi tangible de perder a Raquel.
Se desconcertó cuando por única respuesta se le fue entregada la botella de contenido incierto. Él no solía beber y eran menos las que probaba drogas -y sólo de manos de Raquel o de Héctor-, pero mandó eso a la mierda, tal vez la noche se hiciera un poco más llevadera para ambos. Sorbió un poco y se dio cuenta de que no sabía tan mal como parecía del olor que Héctor llevaba encima. Le dio un trago más antes de dejarlo en el piso del cordón de la cuadra.
Sintió a Héctor recostarse contra su hombro y se preguntó vagamente si se quedaría dormido. El silencio era interrumpido sólo por el paso de la poca gente que pasaba por la calle a esa hora. Y cuando creía que volverían a hablar en toda la noche…
-Es que no sé qué le gusta de ese tipejo traga libros, nosotros (o por le menos yo) somos mucho mejores que él, no sé cómo no se puede conformar con nosotros- hablaba demasiado fluido como para estar medio borracho, aunque eso no le quitaba la incoherencia que destilaban cada una de las palabras. -Es aburrido, “misterioso” (¿qué estaría pensando ella cuando me dijo eso? Ese tipo es más fácil de adivinar que la tabla del 2), traga libros, aguafiestas, vive en celibato (no, no me lo dijo, pero se le RE nota que es virgen porque le falta un buen polvo) y montón de tonterías más- dijo batiendo las manos en imitaciones de dios sabe qué y diciéndolo tan rápidamente que Ramiro tuvo que hacer un verdadero trabajo para poder entenderle. -Es igual que tú, sólo que heterosexual- y eso lo dijo con tanta vehemencia que parecía que hubiera encontrado la iluminación, en vez del razonamiento más estúpido alguna vez hecho. Se separó de él y lo miró con tajante censura.
- ¿Lo ves? Incluso ponen la misma cara de culo cuando se enojan- como si eso le diera más peso a su razonamiento. -Es que ella debería salir contigo (yo lo haría, pero ella es demasiado fea. No me mires así) y no me molestaría porque igual le tienes espanto a las tetas, no la tocarías- se levantó del cordón de la cuadra y lo miró con una felicidad claramente producida por lo que sea que estuviesen bebiendo. Abrió ampliamente sus largos y enormes brazos como dándole a entender que esa era una verdad absoluta-. Y así que no tendríamos que compartirla con ese subnormal.
Ramiro tan sólo lo miró con una condescendencia como si estuviese tratando con un retrasado mental.
-Es la mayor estupidez que te has dicho en tu vida y mira que te he oído decir cosas muy tontas, pero esta vez te has superado- dijo frunciendo el seño y viendo cómo lentamente la mirada se ensombrecía y bajaba los brazos, disipándose la emoción y volviendo a parecer una paria. Y a Ramiro le gustaría decirle que sí, que saldrá con Raquel sólo para que se sintiera mejor, pero sabe que sólo sería la solución para esa noche y mañana sería peor.
Se levantó del cordón dejando olvidada la botella medio vacía y acercándose hasta donde Héctor estaba. Le puso la mano en el hombro en señal de apoyo y le susurró:
-Tienes que dejarla ir, ya aprendió y sabe defenderse sola. Chiquita, pero peligrosa- le aseguró con una media sonrisa. En cuanto vio la expresión de desconcierto de su amigo se dio cuenta que había dado en clavo. El punto no era no querer compartir el tiempo de Raquel con David (aunque sí en parte), sino el temor de verla nuevamente como la encontraron por primera vez. -No hay otra forma, Héctor. Te llevo a tu casa, no sea que te caigas en medio de la calle y luego me sienta culpable por tu muerte.
Su enorme amigo lo siguió por las largas calles de Belgrano en silencio, hasta llegar a la vereda de la casa de Héctor, este le dirigió una mirada ininteligible y le preguntó:
- ¿Seguro que no te gustan las tetas?- preguntó medio divertido. Ramiro bufó y le hizo a entrar en la casa. Por lo menos sabía que su amigo estaba mejor.