Desinterés no es lo mismo a desinteresada

Jul 13, 2009 23:05

¤ Comunidad: retos_a_lacarta.
¤ Historia: Lazos.
¤ Claim: Mara Monou.
¤ Prompt: Desinterés.
¤ Tabla: Virtudes.
¤ Número de Palabras: 1,146.
¤ Notas: Mara es la chica ruda, la nacida en las calles. Aún así eso parece ser solamente una simple coraza.
¤ Beta: princess_syry.
¤ Resumen: Que vea algo que no puedo tener no significa que me vaya a interesar.

Cuando no tienes a nadie en este mundo y las personas con las que te encuentras sólo saben tratarte mal, lo mínimo que uno debe de hacer es aprender a preocuparse solamente por sí mismo, intentando sobrevivir a toda costa. Y, cuando por fin te topas con alguien que parece preocuparse por ti, se debe intentar protegerlo, pero no encariñarse completamente, porque las separaciones son algo que no pueden evitarse, y siempre provocan un profundo daño que no se repara del todo.

Mara podría asegurar que no ha tenido una buena vida, aunque tampoco fue mala del todo. Pero ella nunca lo diría, puesto que lo que menos le gustaba era llamar la atención o que alguien sintiera lástima por ella. Tenía su orgullo, de las pocas cosas que cuidaba celosamente. Era una chica que sabía valerse por sí misma, que no ocupaba la ayuda de los demás para sobrevivir, pero, sobre todo, no le importaba estar sola, porque era una sensación que conocía muy bien.

Tal vez haya sido por eso, por el hecho de que nunca desarrolló una actitud materialista, considerando que sólo se debía de tener lo necesario y nada más; posiblemente por esa razón la chica no se había sorprendido la primera vez que entró a la casa de Miriel Winner. Tampoco que fuera una casa sumamente elegante, pero sí podía considerarse algo extravagante, con muchos adornos, cuadros y demás detalles que muchos no podrían pensar si quiera el comprarse lo más mínimo.

La reacción de Natsumi, al entrar en aquella casa, había sido de asombro, pensando que era todo digno para una princesa. Katherin pensó que parecía una casa de muñecas, pensamiento que concordó con el de Susan. Ying-Fu no se sorprendió mucho, tal vez sólo por el estilo occidental, pero ella vivía más o menos del estilo de la inglesa, económicamente hablando. Tomoe tampoco reaccionó de algún modo que pudiera considerarse que aquella casa le hubiera maravillado, aunque considerando que la chica no demostraba muchas emociones en esa época era muy difícil saber qué había pensado realmente. La que sí no mostró emoción alguna fue Mara, cortando los pensamientos de las demás con un simple "Es una casa grande y ya". De hecho, Mara le había dado más importancia al por qué tenían que vivir todas juntas en ese lugar, pero como eso seguía siendo un misterio, al final se había resignado, proponiendo algunas reglas para evitar la mayor convivencia posible.

Pero, no importando que tanto desinterés quisiera demostrar la chica, sus acciones le traicionaban, demostrando el buen corazón que tenía oculto tras su coraza de dureza.

Un día, Tomoe tropezó en las escaleras, al no ver por donde iba al cargar varias sabanas. Mara, al verla, actúo con rapidez, abrazando a la chica, amortiguando así el golpe. No detuvo la caída, terminando ambas en el suelo, la niña sobre ella.

―Mara-san, Mara-san, ¿te encuentras bien? ―preguntó preocupada Tomoe, levantándose con rapidez y checando a su salvadora, pero Monou se puso de pie, no permitiendo que le atendiera.

―Estoy bien ―dijo, dándole un pequeño golpe en la cabeza a la albina―. Si no puedes cargar todo, da dos vueltas ―Le regañó, para después salir de la habitación sin decir nada más, dejando algo mortificada a Tomoe.

Ying-Fu había visto todo, sin poder evitar sonreír por la actitud de la japonesa. Salió al jardín, buscándola con la mirada. Al notarla tras un árbol, caminó hacia ese lugar con sigilo, no queriendo que notara su presencia.

La miró y notó que la chica en verdad era alguien terca. Mara estaba sentada en el suelo, recargada en el tronco de un árbol, con su mano derecha presionando su hombro izquierdo. En su rostro había una pequeña mueca de dolor. Ying-Fu suspiró.

―Hacerte la ruda sólo te causará una lesión ―dijo, tomando por sorpresa a la del cabello rojizo, quien se creía sola. Mara intentó levantarse, pero aquella acción sólo hizo que le doliera más el hombro―. Déjame ver ―pidió Li, pero Mara se negó.

―Estoy bien.

―Mentirosa ―Ying-Fu le tocó el hombro y Mara soltó un quejido contra su voluntad― ¿Ves?

Monou desvió la vista, bufando. Ying-Fu rodó los ojos, haciendo que volviera a sentarse y se descubriera el hombro, para ver que tan dañado estaba. Mara lo hizo a regañadientes, dejando ver como la piel en esa zona estaba rojiza.

―Se ve feo, hay que ponerte una pomada para el dolor.

―Te dije que estoy bien ―Volvió a protestar.

―Y yo te digo que voy a atenderte ―alegó a su vez la china, dándole un golpe en el hombro para hacerla callar.

Ambas van a la habitación de Li, pues Mara pidió que aquello no se supiera, pues lo último que quería era preocupar a las demás y que la molestaran con cuidados innecesarios. Esas palabras habían provocado que Ying-Fu reafirmara su teoría de que Mara prefería guardarse todo, pareciendo una chica inquebrantable.

Ya en el cuarto, Mara se sentó en la cama, quitándose la blusa que traía. Cuando Ying-Fu le aplicaba la pomada, no pudo evitar decir algo que llevaba un tiempo en sus pensamientos.

―Eres alguien peculiar.

―No creo que tengas el derecho de decírmelo.

―Ya, pero eres más peculiar que nosotras ―siguió, sin darle importancia a los gestos de la otra―. Muestras desinterés por muchas cosas, sobre todo las materiales. Pero, por más que lo intentas, no puedes hacer lo mismo con las personas ―Terminó con su trabajo y Mara se colocó rápidamente la blusa, volteándose a verla con gesto amenazante.

―Eso es mentira, a mí no me importa nadie más que yo misma.

―Ajá, y por eso casi te fracturas ayudando a Tatsumaki ―Ying-Fu cerró el frasco y se cruzó de brazos, mirando el rostro de Mara, quien seguía mostrando seriedad, a pesar del peculiar brillo de su mirada.

―Tampoco soy tan descorazonada como para ver a alguien caerse de esa forma frente a mí ―Quiso excusarse.

―Sigue diciéndotelo a ti misma. Hasta que tú lo creas, yo lo creeré.

Aquellas palabras fueron el colmo, así que Mara salió sin decir nada más. Ying-Fu salió tras de ella con una sonrisita -muy pequeña- que demostraba lo divertido que encontraba sacar de quicio a la japonesa.

Al llegar a la sala, notaron como Natsumi tropezaba con algo y se caía. Mara miró de reojo a Ying-Fu, quien también le miraba. La nipona suspiró frustrada, acercándose a la más pequeña y levantándola de un jalón.

―No estorbes ―fue lo único que dijo, yéndose al jardín, con la idea de alejarse de todo el mundo (sobre todo de cierta chica de cabellera negra).

Natsumi miraba confundida por donde había salido la mayor. Ying-Fu se le acercó, colocando su mano sobre la niña.

―No eres tan mala persona ―murmuró a la nada, para luego marcharse en dirección al estudio.

Miyamoto sólo pudo pensar que los adultos eran demasiado extraños para su gusto.

tabla: virtudes (retos a la carta), ;lazos

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