Disclaimer: obviamente, como hablamos de personas reales, ni Chace, ni Ed ni ninguna de las personas que aquí aparecen son mías o me pagan por escribir estas cosas.
Título: Capitanes intrépidos
Fandom: Gossip Girl, RPS
Personajes: Ed Westwick, Chace Crawford
Rating: PG-7
Spoilers: Muy leve, pero uno de la promo del 2x14
Resumen: Chace no quería, Chace no pretendía, pero ahí están. Y hace un frío de cojones. Y están muy altos.Y Ed está muy cabreado.
Notas: No sé yo si esto se puede considerar RPS, porque no lo es, no del todo (a menos que seas una enferma del subtexto, como yo). Digamos que es RP-Something, pero soy un olmo y no sé dar peras (en una hora, que es lo que tardé en escribirlo más o menos xD. Dadle a mi mente perturbada un poco más y veréis con lo que os encontrais XD).
Capitanes intrépidos
-A ver, Crawford, recuérdame exactamente por qué estamos aquí.
Chace está bastante borracho, pero hace un esfuerzo por que, cuando levanta los ojos del suelo, tenga su mejor cara de “Soy un santo, me gusta recoger comida para los pobres, ayudar a los desvalidos y defender la navidad”.
La respuesta de Ed es un alzamiento de ceja así que Chace deja escapar un suspiro de resignación y claudica.
-Porque soy gilipollas, por eso.
La sonrisa de Ed es pérfida, diabólica, y no parece ni de lejos satisfecha. Ni de lejos.
Llevan quince minutos encerrados en la azotea del edificio de la CW, con toda una señora fiesta diez pisos más abajo y un frío de cojones y Ed está más que irritado. (Y cuando se irrita, tiende a volverse mezquino).
-Muy bien. Ahora repítelo, pero con más convicción, las diez veces anteriores me han sonado un poco flojas... ¿Por qué?
Chace bufa y está empezando a decir “Porque soy...” entre dientes, cuando de repente, vuelve a bufar y se cruza de brazos, harto. Borracho o no, uno tiene su dignidad.
-Oye tío, vale ya -le dice a su amigo, con la lengua pastosa y arrastrando un poco las palabras- . Tú has subido aquí porque has querido.
A Ed casi se le pierden las cejas debajo del cuero cabelludo, de tan altas que las tiene.
-No, he subido para evitar encontrarme tu fea cara estampada cincuenta pisos más abajo cuando saliera.
Chace no sabe si ofenderse porque le ha llamado feo o porque le ha llamado inútil. Al final, decide no ofenderse.
-No me hubiera pasado nada, idiota -le dice, pero suena más como “nomubierapasao nadidiota”.
La cara de Ed es lo suficientemente elocuente como para que no diga nada, pero aún así, añade:
-Sí, claro, deja al borracho subir solo a la azotea... Seguro que no pasa nada. Seguro.
-Yo no estoy borracho. Sólo un poco achispado -admite, pero sólo porque mientras intentaba ponerse en pie, casi se cae y se ha notado mucho-. Y esas cosas sólo le pasan al alcohólico de tu personaje...
La boca de Ed se abre en un círculo casi perfecto, y luego, vuelve a sonreír, un poco distinto y porque tiene que hacerlo, porque cuando siguió a Chace hasta la azotea, lo hizo pensando precisamente en esa escena pero no esperaba que su amigo fuera a darse cuenta.
-Bueno, Crawford, esto sí que es una sorpresa. ¿Hemos empezado a leer el guión entero en vez de sólo tu parte y las escenas guarras?
Chace le mira fijamente, con los ojos tan pequeños que parecen rendijitas, sabiendo que esta vez sí se ofende. Porque él es un profesional y no hace eso nunca, nunca.
-Lo vi en la promo de la semana pasada -admite, después de unos segundos de mirarle con odio.
Bueno, vale, casi nunca. Pero ni que fuera necesario enterarse de todo lo que les pasa al resto de personajes para entender la serie, vamos...
La carcajada de Ed resuena en la azotea desierta, por encima del ruido del tráfico y la música que les llega desde abajo.
-Pues para que te enteres, a Chuck no le pasa nada -le cuenta y el suspiro de Chace sería enternecedor si no fuera porque él ya debería saberlo, puesto que rodaron el capítulo hace un mes-. ¿Y sabes por qué no le pasa nada? Porque él no es tan GILIPOLLAS de cerrar la puerta desde fuera cuando pone muy claramente que no hay que hacerlo.
Chace resopla.
Sí, muy bien, captado. Es todo culpa suya, tooodo culpa de Chace, pero vale ya de llamarle gilipollas.
-Quería fumarme un cigarro y no me he dado cuenta -se excusa, encogiéndose de hombros.
Si la vena de la frente de Ed pudiera crecer más, se separaría de su cuerpo y se convertiría en una entidad autónoma. A Chace le gustaría, así tendría a alguien más con quien hablar y podría ignorar a Ed tranquilamente.
-Te lo juro, es la última vez que te dejo solo con barra libre de por medio -resopla y se deja caer contra la pared, junto a la puerta cerrada a cal y canto.
Chace le mira un par de segundos, y después se sienta a su lado. Saca el paquete de tabaco del bolsillo (lo único que lleva en el bolsillo, de hecho, porque, desgraciadamente, su móvil se ha quedado abajo, dentro de su chaqueta, junto a su cartera, así que ni siquiera pueden intentar abrir la puerta con una tarjeta de crédito) y le ofrece un cigarro a Ed.
Chace fuma cigarros mentolados, tabaco de chica, pero lo coge igualmente.
Durante unos minutos, se dedican a fumar en silencio, espalda contra la pared y observando como las luces de la ciudad cambian debajo de ellos y acompañados por los ruidos de los coches y algún que otro siseo entre dientes de Ed.
-Si no estuvieras refunfuñando como una vieja, esto podría ser hasta divertido -le comenta Chace, y podría sonar insultante, pero lo dice sonriendo y lo convierte todo en un comentario casi agradable.
-Oh, sí, increíblemente divertido-la respuesta del inglés es sarcasmo puro-. No sabes lo que me gusta estar aquí, con toda la fiesta abajo y a quinientos metros del suelo...
En ese momento, algo hace “click” en la cabeza de Chace -lo oyen los dos-, porque puede estar más o menos borracho y a veces ser un poco tonto de baba y encerrarlos en la azotea, pero cuando quiere, las coge al vuelo.
Primero le mira con la boca abierta, asimilando que lleva casi dos años viviendo con él y no se había enterado de algo así; después, se le escapa un “No” incrédulo, se le forma una sonrisa balbuceante, bailona, y el resto no son más que carcajadas.
-¡Te dan miedo las alturas! -le acusa, entre risas, y Ed quiere estrangularle, lentamente, con la bufanda de Chuck Bass, a ser posible (y podría serlo, están en el edificio de la CW, seguro que la tienen por ahí).
(Pero de repente, tiene mucho sentido que Ed, que normalmente se apunta a un bombardeo, se haya pasado veinte minutos de reloj sin parar de protestar. Tiene todo el sentido del mundo y Chace no puede alegrarse más).
-No me dan miedo las alturas. No me encuentro cómodo a ciertas alturas -se defiende Ed, quitándole el paquete de la mano para encenderse un nuevo cigarro. A la mierda el tabaco para chicas...
-Las altas, supongo -Chace se parte de risa, con lo que Ed conoce como su cara de comemierda-. Oh, venga, ¿estás de coña? Vives en Nueva York...
-¡Soy de Londres! -argumenta pero en su cabeza está pensando “¿Y qué?”.
Chace se ríe un rato más, sólo por el placer de desquitarse después de tantos “gilipollas” seguidos, y después se pone en pie.
-Ven -le dice, tendiéndole la mano para que se levante él también.
Ed mira sus dedos extendidos con desconfianza.
-¿Para qué?
-Te quiero enseñar una cosa. Suponía que lo habrías visto, viviendo aquí y eso, pero después de lo que me has dicho... ¡Y no puedes morirte sin verla, Westwick!
-Ya sé por donde van los tiros. Y la respuesta es no, gracias.
-Te doy cien millones de dólares, si no te gusta.
-No tienes cien millones de dólares.
Totalmente cierto, así que Chace se queda pensando durante unos segundos qué puede ofrecerle para que haga lo que él quiere. No tarda mucho en dar con algo, es más fácil cuando vives y convives con una persona las veinticuatro horas del día, siete días a la semana.
-Haré la colada durante una semana y te llevaré el desayuno a la cama los sábados -le ofrece, y la boca de Ed titubea un poquito, casi puede verse lo que está pensando, casi puede verse como se está controlando para que sus labios no se muevan impulsivamente.
-Hecho -termina diciendo, y se pone en pie, junto a él.
-Sólo si no te gusta -remarca Chace, mientras le agarra alegremente y le empuja hacia el borde de la azotea.
Cuando les separan dos pasos del vacío, Ed empieza a arrepentirse de haber accedido, pero su orgullo le impide echarse para atrás así que sigue caminando, un poco también porque Chace, chalado de mierda, no para de espolearle suavemente.
-Vale, ahora mira hacia abajo -le indica, cuando no falta más que un suspiro para que se caigan y se maten y Ed quiere preguntarle si está bien de la cabeza, pero en vez de eso, hace lo que le dice y tragando saliva, mira hacia abajo.
Tiene que reconocer que es precioso: todo es luces, todo se ve pequeño y difuso, y te hace sentir como si fueras Dios el séptimo día, después de haber creado el mundo y todo eso. Sabes que el mundo está ahí debajo, que bajo tus pies todo fluye, y puedes ver a la gente, pero ellos no te ven a ti.
-Sí, vale, muy bonito -concede, finalmente-. ¿Podemos alejarnos del borde y de la posibilidad de despeñarnos ya?
-Es lo primero que hice cuando vine a Nueva York -le cuenta Chace, ignorando su pregunta-. Subí al Rockefeller Center con mis padres por la noche y me pasé tres horas mirando la ciudad desde arriba.
-¿Tres horas? -la pregunta, aunque Ed ha hecho todo lo posible por evitarlo, denota bastante miedo y hace que Chace, con una carcajada, le pase un brazo alrededor de los hombros y le palmotee la espalda, sonriente.
-Tenemos la ciudad a nuestros pies, Westwick -le dice, todavía medio borracho y es puro acento de Texas y una sonrisa de felicidad, de noche de verano-. Somos dos capitanes intrépidos!
Ahora, Ed sí que nota el vértigo, justo ahí, en el fondo del estómago, en el centro del corazón.
En ese momento, la puerta de la azotea se abre y entra uno de los directivos del canal, un tío feo con traje y una corbata muy hortera, pero para Ed es como si les acabara de aparecer un ángel.
-¡No cierre! -le pide y el ejecutivo le pone una cara que parece decir “¿Qué dices? Por supuesto que no. ¿Te crees que soy gilipollas?”.
Cuando ya están bajando por las escaleras, se encuentran con Matthew, que andaba buscándoles.
-Connor y Taylor querían despedirse de vosotros, pero hace rato que se han ido... ¿Dónde estabais?
-En la azotea -responde Ed, con un poco de mal humor mientras Matt pone cara de comprensión.
-Buenas vistas, ¿eh? -pregunta y asiente con la cabeza, sonriente-. La próxima vez, intentad lo de mirar Nueva York desde un helicóptero. Es aún más increíble.
Ed se pone blanco como el papel pero Chace sonríe y promete hacerlo. Cuando vuelven a quedarse solos, su amigo se vuelve hacia él, se le ensancha la sonrisa, un poco burlona pero un poco ingenua también (porque Chace, que es todo alegría deslumbrante y esa sensación de que nunca llegó a crecer del todo, en el fondo, no sabe ser burlón), y pregunta:
-Lo probaremos, ¿verdad?
Si le mirara más fijamente, Ed tendría los ojos cerrados.
-Me caes mal, Chace -le dice, mientras echa a andar de nuevo, hacia la fiesta-. Que sepas que la viruela me gusta más que tú.
Mentira, todo mentira.
Por supuesto.
***
Bueno, pues esto es. Pretendía colgarlo ayer, pero el Livebox se ha atrincherado contra mí y decidió que era demasiado interesante como para conectarse cuando yo, su ama y señora se lo mando. Y encima, para terminar de sabotearme, se alió con mi tío, que se pasó 2 putas horas seguidas en el ordenador de abajo. Puro sabotaje.
Un poco de la vida real: agh, estoy cansadisima, no puedo con mi vida, los lunes son la muerte. He comido un mísero sanwich en la facultad y casi me duermo contra la barra de metal del metro (y creedme, es difícil, porque es dura que te cagas), apoyada contra una pared y encima de la mesa de italiano. Quier irme a dormir pero me quedan dos temas que estudiar. ñañañañañaña
Pero, y aunque esto ya sí que no le interesa a nadie, he estrenado mis preciosos pantalones nuevos <3