(no subject)

Jul 23, 2010 20:30


Peeves.
(Liz.)
La primera vez que Peeves arruinó la vida de Lizbeth fue en primer año. Llegaba tarde a Encantamientos (una muy dormida Coco desistió de despertar a otra muy dormida Perse, llevando a veinte minutos de retraso). Sin conocer mucho el castillo ni a sus habitantes, la enana no estaba muy segura de adonde ir ni a quien recurrir. Fue entonces cuando vio a un fantasma de aspecto burlón y gracioso (¡como ella!), y decidió.. confiar en él.
-¡Hey, tú! - desacostumbrado a mantener conversaciones racionales con los alumnos, Peeves la miró - ¿tienes idea de cómo llegar al aula de Encantamientos? Me he perdido.
Una sonrisa se comenzó a formar en los labios del poltergeist.
-¡Pero claro que sí! - rió - Sigue por aquí y dobla en el segundo pasillo que veas. Baja las escaleras, cruza tres puertas y llegarás.
Inocentemente, Liz siguió las indicaciones, y con resultados desastrosos. Estaba en un lugar oscuro y frío, y divisó un aula en donde parecía haber una clase. Pero curiosamente, no era la voz de McGonagall. Qué va, aún así entró.
-¡Profesor, lo siento, me quedé dormida y- oh.
La chica se puso roja como los colores de su casa. Liz no acostumbraba a avergonzarse, pero entrar gritando a las clases de Snape (a quien no conocía, pero con sólo verlo un escalofrío le recorría la espalda) era razón suficiente para provocar verguenza. Un montón de túnicas verdes la miraron y comenzaron a reir, y otras túnicasrojassonrieron y negaron con la cabeza. De todos los comentarios y las risas, fue uno el que consiguió entender:
- ¿Era una gryffindor, verdad? Cada año vienen de peor calidad.
Fue así también cómo nació su odio a las cobras de Hogwarts.

La segunda vez la tomó por sorpresa. Liz y Carol habían armado una pequeña venganza. Debían, y ya era personal, acabar con los Slytherin; los malditos habían teñido su pelo (y no el pelo de Neville, de Potter, no, el suyo) color verde culebra. ¡El pelo, el pelo de una chica! Lizbeth no era de las niñas que Oh Merlín, me has deshecho las trencitas que me hice por la mañana, pero cuidaba lo suficiente de ella como para querer que su pelo luzca normal.
Y aquello no era normal.
El plan no era gran cosa, la verdad. Simplemente, iban a aprovechar la explosividad de los napsexplosivos (en tercer año no te enseñaban como explotar mesas, lamentablemente) para desfigurar a los verde-vómito. Y Perse estaba cerca de un grupo de tres slytherins (los conocía de cara, pero únicamente reconocía de nombre a Nott), lo que era perfecto.
- ¿Vieron la cara de esa gryffindor al verse? -comenzó un castaño, que muy a su pesar era guapo- Parkinson es una genio, la verdad.
Sí, definitivamente lo iban a pagar. Tomo las cartas del suelo y-
BOOM.

No, no es lo que piensan. No explotó en los Slytherins, si no en..
-¡JODER!
..Perse.
¡¿Qué coño había pasado?!
Liz escuchó cuatro risas. La de las culebras, pero que eran tres.. ¿cuál era la cuarta?
Y fue cuando vio al puto poltergiest detrás suyo entendió que de alguna jodida forma en algún jodido momento, había activado o como  sea que funcionasen esas mierdas de cartas para que le explotasen cuando las tomó del suelo.
Y Lizbeth no puedo hacer más que un 'fuck-you' a los Slytherins, e irse con el mentón en alto. Jurando eterno odio a aquel payaso.

La tercera ya era la vencida, y fue en nada más y nada menos que en sexto año. Como de costumbre, Liz estaba llegando tarde, pero esta vez para un castigo con Sprout (aterrada de una planta que parecía que iba a comerla viva, Liz sacó la varita y la cortó de raíz. Le hizo gracia a Coco, pero no a la profesora), y no quería tener otro castigo a la semana entrante.
-Pero vaya, ¡si no es mi amiga la quema-túnicas!
(días atrás, Liz había prendido fuego -casi accidentalmente- una túnica de una chica de Hufflepuff).
-Apártate, Peeves.
Pero el molesto poltergeist le tapaba el paso, y Perse ya tenía suficiente frío como para pasar a través de él.
-¡Pero qué humor, amiga! Tal vez un poco de agua fría te haga pensar claramente.
Antes de que Perse pudiera gritar, sacar la varita o lo que sea, Peeves comenzó a empaparla con agua jodidamente helada, pegándole la túnica a su uniforme y matándola de frío.
-¡Ugh, maldito, vas a ver!
Y empezó a tirarle con cada hechizo que conocía, sin resultado alguno.
-¡Turner, ya basta!
Perse paró, dispuesta a asesinar a quienquiera que hubiese pausado su venganza. Mientras tanto, Peeves se alejó con una carcajada.
-Lo siento, querida, pero 5 puntos menos- susurró con deleite Parkinson, mientras su grupo de amigas se reía por lo bajo- vámonos de aquí.
Para cuando Liz llegó a su castigo y Sprout reparó en su aspecto, se le descontaron otros 5 puntos por falta de responsabilidad y se vio obligada a repetir el castigo el sábado próximo.

La relación de Liz con Peeves nunca fue una agradable.
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