Titulo: Borron y cuenta nueva
Fandom: The Vampire Diaries
Rating: pg-13
Pareja(s): Caroline/Stefan
Adevertencias: AU a partir del penultimo capitulo de la cuarta temporada. Con mencion de la trama de la quinta
Número de palabras: 15692 mas o menos
Resumen: Stefan se ha ido y Caroline no cree que pueda seguir con su vida en Mystic Falls donde todo le recuerda a él. Londres parece un buen lugar donde volver a empezar. Entonces le conoce y su mundo se tambalea.
Caroline mira la foto en silencio con una triste sonrisa intentando no llorar al verle. Pasa los dedos suavemente por el cristal y no puede evitar detenerlos sobre la cara de Stefan. Es una vieja foto suya, de ellos dos en el baile de los años veinte, ella con su vestido rojo y él con su esmoquin negro; tomada antes de que Klaus apareciera y sin que se dieran cuenta. La mira en silencio durante lo que pueden ser horas o tan solo unos minutos, mientras recuerda cosas de él. La primera vez que le vio, la forma en la que la consoló durante su transformación cuando todo parecía estar completamente fuera de control, como la enseñó a cazar o las noches que se pasaron viendo películas en su salón mientras intentaban no pensar en los dramas que envolvían sus complicadas vidas amorosas… Se pasa la mano por la cara quitándose las pocas lágrimas que no ha sido capaz de contener, porque Stefan se ha ido y no va a volver a verle nunca más y esa es una idea a la que aun le está costando acostumbrarse. Con cuidado mete el marco en su maleta, entre una sudadera de GAP y una camiseta de los Rolling Stone, para no romperlo.
-Cariño, ¿estás lista?
Caroline termina de cerrar la maleta y alza la cabeza para ver a su madre asomada en el marco de la puerta. Esta triste porque no quiere que se vaya y Caroline lo sabe, así que le da una sonrisa que no le llega a los ojos pero que espera sea suficiente como para tranquilizar a su madre.
-Lista -responde poniéndose de pie de un salto
-¿Estas segura de que es esto lo que quieres hacer? Porque estas a tiempo de cambiar de opinión.
-Ya lo sé mamá; pero sólo es la universidad.
-Al otro lado del océano. No hace falta que te vayas tan lejos. Podrías ir a Whitmore con Elena y Bonnie
-Mamá…
-Puedes usar eso de la compulsión y hacer que te acepten.
-Mamá…
-Así podrías venir los fines de semana y…
-Mamá -la interrumpe Caroline sujetándola por los hombros-. Sé que no quieres que me vaya y que Londres te parece que está muy lejos; pero no puedo quedarme aquí. No puedo quedarme y estar con Elena porque cuando la miro pienso en que por su culpa Stefan ya no está y no lo soporto, no quiero culparla pero ahora mismo eso es todo lo que hago. Culparla porque escogió a Damon, porque a lo mejor si no lo hubiera hecho Stefan aun estaría con nosotros. Solo necesito un poco de espacio lejos de Mystic Falls para superar su muerte.
-Lo sé, de verdad que lo sé y entiendo que tengas que irte -le dice Liz, como no hacerlo si se ha pasado horas consolándola mientras lloraba desconsolada en la cama-, es sólo que ¿Londres? ¿Tiene que ser tan lejos?
-Stefan y yo hablamos de ir a Londres algún día. Dijo que sería el primer lugar al que me llevaría. Siento que ir allí es una manera de honrar su memoria. Como si necesitara ir para poder superarlo.
-Lo entiendo; pero eso no significa que me guste. Vamos, tenemos que irnos ya al aeropuerto o perderás el vuelo.
Aterriza en el aeropuerto de Heathrow 15 horas después de salir de casa. Tras estar metida en un avión durante casi 11 horas, lo único que quiere es respirar aire fresco y caminar por más de dos minutos. Cuando sale a la terminal no sabe a dónde ir; pero los otros pasajeros que acaban de bajar del avión se mueven todos en una misma dirección, así que supone que es allí donde debe ir. Camina detrás de un grupo de jóvenes con mochilas a cuestas y esquiva a una mujer que se ha agachado para atarle los cordones a su hijo mientras su marido espera con su otra hija un par de metros más allá. Al final terminan en la recogida de maletas y Caroline se pone de puntillas cuando estas empiezan a salir por la cinta. Esta nerviosa, nunca había salido de Virginia, excepto para visitar a su padre y Steven. Es raro estar allí, en Londres, sin nadie conocido en los alrededores; pero sabe que hizo lo correcto, que es allí donde debe estar, en el lugar del que Stefan siempre hablaba.
Sus maletas son grandes, una amarilla y la otra fucsia, con su nombre escrito por todas partes con diferentes tipos de letras y colores. Las ve en cuanto salen por la pequeña ventanita y tiene que dar un par de codazos para llegar a primera línea de la fila y que no se le escapen al pasar por su lado. Primero la amarilla y un par de maletas después la fucsia. Las levanta como si nada, dando gracias a su fuerza de vampiro sabiendo que si siguiera siendo humana ni en un millón de años habría podido cargar con ellas, y las arrastra por el resto del aeropuerto hasta la salida. Hay un montón de gente fuera esperando a que sus familiares o amigos salgan por esa puerta. Por un momento se permite imaginar que Stefan esta allí, con un cartel con su nombre como si fuera una broma, porque Stefan habría ido un par de semanas antes para preparar el piso que compartirían, y porque ella necesitaba más tiempo que él para despedirse de su madre, y luego habría ido a recogerla al aeropuerto. Pero Stefan no está allí. Por mucho que busque y se ponga de puntillas para ver mejor sobre el mar de cabezas de la terminal, lo cierto es, que él no está allí.
Se baja las gafas de sol y sigue las instrucciones para ir a la estación de tren. Según la guía que compró cuando llego su carta de admisión de Oxford, el tren hasta la estación Victoria era la forma más sencilla de llegar al centro de Londres. Se sienta en un pequeño banco de madera, mientras espera a que anuncien la salida del tren, y saca una cámara de fotos del bolso. Esta será su primera foto, con esta imagen comienza su viaje.
Se está quedando en un hostal al sur de Londres. Es un sitio económico y con encanto, tranquilo y dirigido por una pareja de indios y sus tres hijos adolescentes. Una cama de matrimonio con la colcha más fea que Caroline ha visto nunca, una televisión, baño propio, techos altos y unas ventanas de un tamaño increíblemente grande. No es gran cosa en realidad; pero es solo temporal, se quedará allí un par de semanas hasta que pueda irse a Oxford a la residencia. Semanas que piensa emplear en visitar la ciudad.
Quiere verlo todo y no dejarse nada. Así que tiene extendidos por la cama docenas de mapas de la ciudad, como si con sólo uno de ellos no fuera a tener suficiente. Esta de rodillas sobre el colchón con un cuaderno apoyado contra los muslos mientras lee su guía de viaje con un bolígrafo entre los dientes. Subraya palabras en la guía de sitios que tiene que visitar y los marca en azul en uno de los mapas, luego coge un bolígrafo rojo que lleva enganchado en la oreja derecha y hace un círculo en otro lugar. Sus ojos pasan entre las hojas de las guías y conforme va pasando el tiempo su mapa se empieza a llenar de cruces en azul, círculos en rojo y rayas de subrayador amarillo, sin olvidar el cuaderno que tiene listas de sitios con horarios y precios y notas sobre como llegar. Se pasa la tarde haciendo planes y horarios que cumplir, programando que actividades hacer cada día para asegurarse de que puede verlo todo y no volver sobre sus pasos. Tarda toda la tarde en organizarse; pero cuando lo hace, cuando por fin acaba y cierra el cuaderno, sabe que lo ha conseguido. Que los próximos días no va a tener mucho tiempo libre; pero que va a conocerse Londres como la palma de su mano, que va a saber de sitios que no conocen ni los que viven allí.
Con una sonrisa de satisfacción se pone el pijama y se mete en la cama encendiendo la televisión para relajarse un poco. Su primera parada, el hospital más cercano para abastecerse de sangre, la siguiente Buckingham Palace. Está deseando ver a esos soldados tan graciosos que se supone que no pueden moverse.
Está enfadada. No. Furiosa. Está furiosa.
Es su primer día en Londres propiamente dicho. Madrugó para ir al hospital y conseguir unas cuantas bolsas de sangre que esconder en la maleta. Luego corrió al metro para llegar al Palacio de Buckingham a tiempo para ver el famoso cambio de guardia. Estuvo esperando sentada en una fría piedra contra la valla, sin moverse de allí aún cuando empezó a llover. Y lo hizo durante una hora. Y entonces ese hombrecillo, con su chaqueta roja y su gorro negro va y dice que la han suspendido por la lluvia. ¡Por la lluvia! Pero si se supone que eso es lo único que ocurre en Londres, llover.
Así que después de estar esperando una hora, malgastándola en vez de estar visitando cualquier otra cosa, se encuentra con que nada, no van a hacerlo. Por un segundo se siente tentada de usar la compulsión y obligarles a que salgan y hagan lo que se supone que tengan que hacer, porque ella tiene un horario que cumplir y no puede ser que falle en la primera actividad del primer día. Pero no lo hace, porque una voz en el fondo de su cabeza, una que se parece sospechosamente a la de Stefan, le dice que no lo haga, que ya lo verá otro día, que estará allí tiempo más que de sobra para verlo una y mil veces.
Y en un segundo pasa de estar furiosa a tener ganas de llorar. Y su primer día en Londres empieza a ser una mierda.
Saca con frustración su cuaderno con el itinerario y repasa por encima los planes de los siguientes días. Por culpa de la lluvia va a tener que cambiar todo su horario. Está claro de que tendrá que ver todo eso del cambio de guardia a otro día, así que lo mejor será cambiar el día entero. Cierra el cuaderno dejando atrapado su dedo índice para no perder la página y como puede saca el mapa del bolso desplegándolo frente a ella. Pasa la vista entre el mapa y el cuaderno, una vez y luego otra, mira los lugares turísticos de su lista y luego los busca en el mapa. El plan era comenzar a andar hacia el este, por Buckingham Gate hasta Victoria Street y luego seguirla hasta llegar a la Abadía de Westminster y el Parlamento con el Big Ben. Lo que hará en su lugar es ir hacia sur, visitará The Royal Mews y tomara el metro en la estación Victoria directo a Baker Street.
Aunque primero comprará un paraguas, piensa mientras se pasa la mano por encima de los papeles para secar las pequeñas gotas de lluvia.
The Royal Mews es… raro. Esa es la única palabra con la que Caroline es capaz de describirlo. No raro en plan grotesco o estrafalario… simplemente es raro. Le gustan los carruajes finamente decorados, la historia detrás de cada uno de ellos que escucha con los auriculares que le proporcionaron en la entrada, ver como se pasó de los cargados y artesanales carros de caballos a los lujosos Rolce Roys y Bentleys… No se imaginó que hubiera un sitio así, sin duda no hay nada parecido cerca de Mystic Falls. Es la primera cosa turística que ve de Londres y ya está extasiada, no puede esperar a ver más. Sin duda venir fue la elección correcta.
Cuando entra en la estación de metro todo es confuso, no tanto como el día anterior cuando llegó cargada con las maletas, pero sin duda es confuso. La gente va de un lado para otro sabiendo exactamente a donde va, no necesita mirar a su alrededor para conocer el camino a seguir ni revisar los planos con las líneas de metro dibujadas en ellos. Supone que pasará lo mismo en todas las grandes ciudades con metro, es en momentos como este, de pie en medio de una simple estación de metro, cuando se da cuenta de lo aislado que esta Mystic Falls, de que realmente no es más que una chica de pueblo. Por mucho vampiro que sea sigue siendo la pequeña Caroline de un pequeño pueblo de Virginia.
Encontrar el Madame Thouseau es fácil. Llegar a coger el metro correcto sin dejarse llevar por las multitudes de gente costó algo más de tiempo; pero encontrar el museo es sencillo. Sólo ha tenido que salir de la boca de metro y prácticamente se chocó con los carteles que le indicaban a donde ir. Rodea el edificio del museo intentado descubrir dónde está la entrada, es un poco desconcertante con todas las entradas auxiliares que tiene, “para grupos”, “con reserva”, “de venta anticipada”… no le ve sentido reservar para entrar a un museo; pero cambia de idea cuando llega a la puerta principal y ve la cola saliendo del edificio. Suspira derrotada, porque si el cartelito que ve tiene razón, ponerse a la cola supondrá tener que esperar durante tres horas para entrar. El problema es, que ya ha cambiado el orden de su itinerario y ha ido hasta allí, si se da la vuelta y cambia de sitios para visitar tendrá que retocarlo todo porque puede que no le dé tiempo a visitar todo lo que quiere; además de que nada le asegura de que la situación no se repita otro día. Tiene que entrar en ese museo y tiene que hacerlo hoy.
Mira a su alrededor, algo irritada por la situación, mentalizándose para pasarse tres horas haciendo cola, cuando lo ve. Un autobús escolar parando frente al museo y un montón de adolescentes con uniforme bajando de él junto a dos maestras, que les reordenan y les cuentan antes de dirigirse a la puerta de los grupos. Caroline sabe que no debería hacerlo, que parte de la experiencia universitaria es ser una chica normal; pero es un vampiro y nunca ha tenido demasiada paciencia, mucho menos para hacer cola durante horas, así que hace lo que cualquiera haría en su situación, se coloca tras el último alumno, una chica morena que habla con otra pelirroja y finge ir en su grupo. La maestra, una señora de unos cincuenta años con cierto aire a la madrastra de la Cenicienta le da el alto, sabiendo que no es una de sus alumnos; pero antes de que pueda decir nada Caroline usa la compulsión en ella y entra con los demás. No se queda mucho con el grupo, se distancia de ellos en cuanto bajan las escaleras de la sala del cine.
Esa tarde, sentada en su cama frente al ordenador, Caroline le cuenta a su madre todo lo que ha hecho desde que está en Londres, lo enfadada que estaba cuando no hicieron el cambio de guardia o lo gracioso que había sido estar en la casa de Sherlock Holmes. Su madre le pregunta si está comiendo bien y si se abriga, si sabe algo de la residencia en la que va a vivir y si sabe ya como va a apañárselas para conseguir sangre. Ella no puede evitar poner los ojos en blanco al oírla aunque sabe que son las preocupaciones típicas de una madre, no es que Liz haya sido alguna vez como las otras madres; pero supone que el que este al otro lado del océano ha hecho que salgan a relucir sus genes de mamá gallina. Con paciencia responde a cada una de sus preguntas antes de preguntarle por como van las cosas por allí. Escucha en silencio todo lo que su madre le cuenta, sobre cómo se las han apañado para explicar la resurrección de Jeremy, sobre Bonnie y Elena preparándose para marcharse a Whitmore, sobre como van los preparativos para el festival del fin del verano…
-Cariño, tengo que irme a la cama ya -le recuerda la mujer sin ser capaz de reprimir un bostezo.
-Tienes razón mamá, lo siento -dice disculpándose-. Se me olvido lo del cambio horario. Con eso de ser un vampiro y no necesitar dormir tanto no se me ha ocurrido. Hablamos cuando me instale en la residencia ¿Vale?
-Vale cariño. Ten cuidado. Te quiero.
-Yo también te quiero mamá.
Ya esta, se acabo. Mañana comienza realmente su nueva vida. Esta noche hará las maletas y mañana a primera hora cogerá el tren hasta Oxford, buscará la residencia que le han asignado, Pensons Garden, y por fin será una chica universitaria. No le ha dado tiempo a ver todo lo que quería, quería haber hecho ese tour por Londres donde te llevaban a lugares históricos del cine y la televisión inglesa, como King Chross o donde rodaron escenas para James Bond; o haber ido a una representación en el Globe o pasarse el día recorriendo completamente el enorme Hyde Park y no haber pasado en el tan solo un par de horas… pero lo bueno es que Oxford no está a más de una hora en tren, así que podrá volver a Londres en cualquier otro momento porque está ahora, es su ciudad y es un vampiro así que, técnicamente, tiene todo el tiempo del mundo para hacerlo.
Hoy, sin embargo, no tiene tiempo de hacer turismo. Quiere ir a comprarse ropa, un abrigo para empezar y unas buenas botas de agua, jerséis, una mochila, cuadernos, bolígrafos… todo lo que está en la lista que se ha hecho de lo que piensa que necesitará. Porque sí, ya no es la obsesiva controladora colocada en crack que era cuando era humana; pero sigue siendo Caroline Forbes la reina de la organización y las listas. El plan para hoy es recorrerse Oxford Street de arriba a bajo, las veces que haga falta hasta tenerlo todo. Pero primero, un café mocca del Starbucks.
Está en Gap, revisando uno de los estantes buscando su talla en un jersey que ha visto en el escaparate, cuando le ve y su mundo se paraliza. Se dice que no es él. Que es imposible que sea él el chico que pasaba por enfrente del escaparate; pero aun así deja el jersey en la parte de arriba del montón y sale sin mirar atrás, con el estomago encogido, rogando que sea él, que este con vida y allí; y a la vez deseando que no lo sea, porque si lo es entonces porqué la hizo sufrir de ese modo. Tiene que darse prisa si no quiere perderle entre la multitud, cosa que no quiere, porque necesita asegurarse de que no se lo ha imaginado.
No lo ha hecho. Es imposible y lo sabe; pero es él. Es su cara, su pelo, sus ojos, la forma de sus cejas… es Stefan. Le sigue por Oxford Street sin quitarle la vista de encima. Hasta que le ve detenerse frente a un puestos de cafés y hacer equilibrios con el móvil que le suena y el dinero para pagar la bebida que ha pedido. Y su voz suena como la suya y su risa se le clava en el cerebro haciendo que tenga ganas de llorar y de correr hacia él para estrecharle entre sus brazos y no soltarle nunca.
Da un paso en su dirección, dispuesta a regañarle por haberle hecho pensar que estaba muerto cuando no era así, preparada para volar de vuelta a Mystic Falls y patearle el culo a Damon por haberle dicho que Stefan había muerto; pero entonces lo huele. La sangre. Sangre proveniente de un pequeño corte en el dedo pulgar del joven, que se lo lleva a la boca para cortar la hemorragia. Los vampiros no sangran. Sus corazones no laten. No huelen así. Ese chico, sea quien sea, no es Stefan, no es su mejor amigo.
Retrocede buscando no llamar la atención y se gira apretándose los puños dentro de los bolsillos de su chaqueta, mientras ruega por no ponerse a llorar en medio de la calle. Se dice que tiene más autocontrol que ese, que no es una niña pequeña. Pero aun así, caminando por Oxford Street, entre las tiendas de ropa y los turistas, llora. Llora por las falsas esperanzas y lo que debió haber sido. Porque ojala hubiera sido su Stefan y no un desconocido con su cara.
Al final su día de compras se ha estropeado; pero cómo no iba a hacerlo si le ha visto y los muros que había formado para no pensar en él, se han destruido. Se escabulle por la primera boca de metro que ve, limpiándose con rabia las lagrimas mientras espera que su metro pase y poder subirse en él. Lo único que quiere es volver al hotel, encerrarse en su habitación con una bolsa de sangre y ver una película en el ordenador. Quiere meterse en la cama y fingir que no ha ocurrido, que no ha visto a ese chico y que la última hora no ha sucedido.
Esa noche se queda dormida por el cansancio, por pasarse horas y horas llorando en la cama, mientras veía Ice Age. Recordando todas las veces que Stefan y ella la habían visto, como se sentaban en el salón de su casa y la veían comiendo helado mientras intentaban no pensar en Elena y en Damon o en Tyler y Klaus.
Se ha pasado las últimas semanas siendo un ser humano/vampiro medianamente funcional, consiguiendo no llorar a todas horas por lo mucho que echaba de menos a Stefan; pero solo ha hecho falta ver a un chico de lejos, un simple desconocido en medio de una multitud, para que todo sus esfuerzos se fueran al traste y terminara tan rota como aquellos primeros días.
Se ducha con agua caliente para desentumecerse mientras se esfuerza por no volver a llorar. Piensa en todo lo que tiene que hacer antes de marcharse, en la maleta que tiene que terminar de cerrar, en revisar la habitación para asegurarse de que no se deja nada, en el email que tiene que mandarle a Bonnie y a Elena… si se concentra en esas cosas, en hacer listas de tareas en su mente, no pensará en Stefan ni en lo sola que se siente sin él.
Se mira en el espejo, esperando verse los ojos enrojecidos por todo lo que lloró anoche; pero no hay nada, ni piel enrojecida, ni ojos llorosos. Lo de ser un vampiro tiene sus ventajas. Se seca el pelo con una toalla y se hace una coleta alta antes de salir de la habitación, con el bolso en un hombro y la bolsa con su ordenador cruzada por el pecho, con las maletas a sus pies y el paraguas colgando del asa de una de ellas. Caroline respira hondo antes de cerrar la puerta y caminar por el pasillo con seguridad. Stefan no querría que llorara por él por las esquinas, querría que fuera feliz y se divirtiera en la universidad, así que eso es lo que piensa hacer, divertirse y volver a ser feliz. No va a olvidarle, nunca podría, fue su mejor amigo, el que estuvo a su lado cuando se convirtió y que nunca dejo de animarla; pero no puede vivir en el pasado, tiene que seguir a delante y este es el primer paso.
Oxford no se parece a Londres. Es como una versión de cuento de Mystic Falls, en realidad. Es pequeño, tranquilo, con edificios de aire medieval y mucho verde… aunque puede que se equivoque, después de todo, aun faltan un par de días para que empiece el curso y la ciudad se llene de estudiantes que recorran sus calles y armen ruido. Puede que cuando eso pase su opinión de ella cambie; pero ahora, caminando por sus calles empedradas arrastrando sus maletas, lo único en lo que Caroline puede pensar es en que, por primera vez desde que salió de Mystic Falls, se siente como en casa.
Baja la vista hacia el papel que tiene doblado en las manos en el que está impreso un pequeño mapa con las instrucciones para llegar a su residencia. Por lo que le dijeron en su email de confirmación, una vez que llegue allí alguien, Caroline no está muy segura de quien, le explicará todo lo que tiene que saber sobre como llegar al Campus.
Tras cinco minutos más andando llega a la residencia y al verla no puede evitar sonreír ligeramente, se parece a la Pensión Salvatore, la casa de Stefan… de Damon, aunque más grande. Con su tejado de madera a dos aguas y sus grandes portones, toda la fachada es de piedra clara y cuenta con un camino de piedra que cruza un pequeño jardín con nada más que césped y algunas piedras sueltas. La puerta de entrada está abierta, así que simplemente entra. Cuando sus dos pies están en el interior se permite respirar aliviada, no habría sabido explicarse si no hubiera sido capaz de entrar. Junto a la puerta hay un mostrador, es más bien una pequeña habitación con un gran y rectangular agujero en la pared, tras el que hay una chica con el pelo de color azul mirando absorta una revista.
-Hola -saluda Caroline llamando su atención.
La joven alza la mirada y al verla, con las maletas a los pies y los bártulos encima, se incorpora con una sonrisa.
-Hola. Tris- dice la joven a modo de presentación.
-Caroline.
-No eres de por aquí ¿verdad? -le pregunta tecleando algo en el ordenador.
-No. Soy de un pueblecito de Virginia en los Estados Unidos.
-Con que una Yanqui ¿eh?
-Sí.
-¿Tienes el papel de confirmación de la habitación?
-Sí, espera.
Caroline apoya el bolso en el mostrador, con cuidado de no tirar ninguna de las cosas de la joven, y comienza a rebuscar en su interior en busca del papel que hasta hace veinte metros había llevado en las manos. Debería haber sido fácil de localizar, debería haber estado encima de todo; pero no, había desparecido entre el resto de las cosas.
-Te tengo -exclama sacándolo arrugado con un aire de satisfacción-. Perdona, se había escondido.
-No pasa nada. Veamos… Caroline Forbes, numero de reserva… aquí estas. Habitación 206. Seremos compañeras de cuarto-añade con una sonrisa antes de coger una de las llaves a su espalda y tendiéndosela junto con un gran sobre de papel marrón-. Está en el 2º piso. Las habitaciones son por parejas y cuentan con baño propio. Hay tres pisos, además de este, y cada uno cuenta con una cocina y una sala común. En esta planta hay una pequeña biblioteca, el armario al que llamamos enfermería con unas vendas y pastillas para la gripe, no encontraras nada más fuerte que paracetamol en él; la lavandería que funciona con una tarjeta recargable con dinero que está en ese sobre, y la sala de entretenimiento con una gran tele y un par de mesas de billar. Se suelen hacer noches de juegos de vez en cuando y grupos de estudios cuando llegan los exámenes. Que mas… que mas… vienen a limpiar las zonas comunes 2 veces a la semana y las habitaciones una vez al mes. Creo que eso es todo, de todas formas lo que te he explicado esta en un folleto en ese sobre junto con otras cosas que te pueden servir, un mapa, la contraseña de internet… cosas así. Por cierto, mi lado es el de la derecha ¿vale? Aunque estarás un par de días sola porque no me mudaré hasta que empiecen las clases y mi novio se vaya a Cardiff.
-El de la derecha tuyo, anotado -responde con una sonrisa procesando toda la información que la otra acaba de darle-. Iré a echarle un vistazo a todo lo que me has dado y si tengo alguna pregunta bajare.
-Aquí estaré.
Su habitación no es gran cosa pero tiene todo lo que podría necesitar, incluido su propio baño, lo cual es mucho más de lo que Elena y Bonnie tienen, según le habían contado tenían que usar un baño común para toda la planta en su residencia de Whitmore. Las paredes son blancas lo que hacía que pareciera un poco más grande de lo que era, con una ventana en la pared opuesta a la puerta. Al entrar tienes que recorrer un pequeño pasillo en el que hay una puerta, la cual al abrirla muestra un pequeño baño, y al fondo de este una habitación cuadrada prácticamente simétrica; a cada lado hay un escritorio, una cama sin hacer y para la que agradece haber sido tan paranoica y haberse traído sabanas, las puertas de un armario en el que está segura de que no le entra toda la ropa que se ha traído, unas baldas sobre el escritorio a modo de estantería y un corcho en el que clavar cosas. Camina hacia el colchón de la izquierda y deja las bolsas sobre él antes de dejarse caer de espaldas y quedarse mirando el techo.
-Soy universitaria -murmura antes de comenzar a reír.
Un par de horas después, ya lo tiene todo colocado. La ropa en el armario, los cuadernos en el escritorio, un par de fotos de sus amigos de Mystic Falls en el corcho, incluso tiene una de Damon, la única persona que no está allí retratada es Stefan, no se ve capaz de pasar todos los días frente a su foto y no ponerse a llorar. Puede que algún día la coloque; pero hoy no es ese día. Tiene la cama hecha y ya se ha leído toda l información que Tris le ha pasado hasta casi memorizarla. Ahora es el momento de comenzar a recorrer las calles del que será su nuevo hogar, para empezar a familiarizarse con su entorno y no ir mañana completamente pérdida cuando haga el tour de bienvenida con el resto de nuevo alumnos; pero entonces abre la puerta de la habitación para salir y le ve.
Allí esta, de pie con la llave en la cerradura de la puerta de enfrente, con la bolsa de un portátil en un hombro y una maleta a su izquierda, con una abrigo gris, unos vaqueros y esa sonrisa que siempre conseguía hacerla sonreír. Frente a ella esta Stefan, con su misma cara y sus mismos ojos.
-Hola -le dice haciéndole un gesto con la mano.
Incluso tiene su misma voz. Él la mira esperando una respuesta que ella es incapaz de darle, porque solo puede mirarle paralizada. Una cosa es haberle visto en medio de una multitud de gente en Oxford Street, donde podía mentirse a si misma y decirse que se lo había imaginado, que no era Stefan sino alguien que se le parecía, alguien que puede que ni siquiera fuera como él y que solo se lo había parecido por lo mucho que le echa de menos. Ahora no puede decirse eso, porque está a menos de diez pasos y no hay equivocación posible. Ese chico, sea quien sea, tiene la cara de Stefan y su voz, incluso usa su misma colina. Ese chico es alguna clase de doppelganger de su mejor amigo, se parece a él pero no es él, como Katherine y Elena. Lo único que Caroline es capaz de hacer es retroceder, volver a entrar en su habitación sin quitarle la vista de encima al chico frente a ella que la mira con curiosidad, y cerrar la puerta sin dejar de retroceder hasta llegar a la cama y sentarse en ella, agazapada contra la esquina mientras abraza con fuerza su cojín e intenta reprimir las lagrimas, porque verle ha hecho que recuerde lo mucho que echa de menos a su mejor amigo y como daría todo lo que tiene para que estuviera allí con ella.
Al día siguiente sin embargo, no puede huir de él. No es que fuera a hacerlo, se pasó toda la noche mentalizándose, haciéndose a la idea de que un Stefan que no es su Stefan esta allí, en su residencia, en su universidad; que se va a cruzar con él y no puede salir corriendo cada vez que eso pase por mucho que le duela el pecho al mirarle y sólo quiera echarse a llorar. Así que respira hondo y abre la puerta, bajando las escaleras de la casa y reuniéndose con Tris en la sala común principal.
-¿Si te digo hola volverás a salir corriendo? -le pregunta alguien a su espalda haciendo que un escalofrió le recorra todo el cuerpo, es él. No sabe si está preparada para hacerle frente; pero este es el momento de descubrirlo.
-Sí, bueno… siento lo de ayer… te confundí con otra persona y mi cerebro se desconecto.
-¿Un novio?
-No. Mi mejor amigo… murió.
-Lo siento.
-Da igual. Soy Caroline, por cierto
-Stefan.
La rubia le mira en silencio sin creerse lo que está oyendo ¿Stefan? ¿En serio? ¿No hay mas nombres en el mundo? No sólo tiene su cara sino que también tiene su nombre. Tiene que alejarse de él, ahora.
Es más fácil decirlo que hacerlo.
No se trata solo de que Stefan viva en la habitación frente a la suya, además, y eso lo descubre cuando empiezan las clases, suele empezar a la misma hora que ella por lo que terminan compartiendo el autobús hasta la facultad, por extraño que parezca tienen amigos comunes, o algo así, porque Melissa, una de las chicas con las que Caroline comparte la mayoría de las clases, es novia de uno de los compañeros de estudio de Stefan, así que termina comiendo con él al menos 3 veces a la semana en el campus… es como si el universo entero estuviera confabulando contra ella, como si quisiera que Caroline pasará todo su tiempo con Stefan.
Lo peor de todo es que Stefan es amable, es divertido y gracioso a su manera, es tranquilo y listo y… todo lo que era “su” Stefan antes de morir, cuando estaban solos y podía dejar de controlarse porque sabía que ella le mantendría cuerdo y no era necesario fingir ¿Así que como no va a volverse su nuevo mejor amigo?
Parte 2