Deliciosa muerte escarlata (FMA vampire fic! 0_0)

Sep 14, 2006 18:07

Prologo: El fluido de la vida

Exquisita, indispensable y escasa, eran las tres palabras con las que Edward Elric podía definir aquel líquido precioso símbolo de la vida. Aquel que fluía por las venas de aquellos, cuya vida debía cegar para obtenerla, la sangre, tan preciosa y difícil de conseguir en aquellos tiempos…
El problema no era la obtención del mero fluido… podía cazar a cualquiera en una calle oscura, drenar su cuerpo hasta la muerte, hasta la saciedad. Pero eso era para aquellos principiantes, los recién iniciados en la inmortalidad, todos esos hijos nuevos de la noche, burdos y groseros, que nada sabían de respeto, de linaje, del amor…Un sentimiento extraño para alguien como el, un ser supuestamente sin alma.
Pero la verdadera sangre era la que el buscaba, la primera y autentica, que probo fue de su creador, libando su muñeca en un puro acto de cariño, casi maternal, de aquel a quien luego no vio nunca mas. La segunda fue de su padre, el biológico, el que le había dado su primera vida, aquella vez que intento matarlo sin éxito. La tercera de uno de sus hermanos, su amante y a la vez el ser que mas odio, un vampiro como el, quizás fue la que mas disfruto. Saboreo enteramente su cuerpo, antes de dar la primera mordida a su cuello pálido como el nácar.
Su sangre había sido la más dulce, por el sabor que da la venganza…
Estaba recostado en el frió parquet de esa vieja casona abandonada. No le gustaba la oscuridad total así que había llenado el piso de velas, había hecho un perfecto círculo con ellas y se había puesto en el centro.
Miraba a las vivas luces de las llamas bailando danzas macabras en el techo, donde frescos de ángeles y demonios parecían disputarse el destino del mundo.
La piel pálida, los cabellos lacios, rubios y desparramados en el suelo, largos y sueltos, la silueta delgada, aunque no muy alta. Vestia una camisa blanca algo arrudada y desgastada con cuello alto, pantalones ajustados y botas, negros y casi en el mismo estado de deterioro. Un bellísimo e infernal ángel caído.
Intento definirse, aunque fuera para el mismo, que era lo que exactamente pretendía.
Giro su cabeza a un costado, dirigiendo sus ojos dorados, hacia una de las llamas. El fuego chispeante y saltarín se reflejo en sus orbes, que parecían hechos de magma.
Estiro un dedo, hacia una de las velas…
_Si te acercas demasiado al sol, te quemaras…_ dijo con la voz ronca y susurrante, las frases rebotaron en la sala vacía por unos instantes. Una vieja cita que le vino a la mente, lamento haberla dicho, le traía malos recuerdos…
Retiro la mano cuando estaba a punto de hacer contacto con la lengua ardiente. Estaba disperso, divagaba… sabia que necesitaba alimentarse…
Pero le daba pereza salir, matar…
No eran remordimientos, no. Solo se sentía abatido, harto de la misma rutina que se repetía incansablemente hasta la locura.
Considero la posibilidad de quedarse allí, hasta que su cuerpo se consumiera como las velas a su alrededor. Pero sabía que, por más que llegara ser un costal de huesos y piel curtida no moriría. Así era su vida eterna, agonía, agonía, agonía…
Quizás era por eso, que quería consumir de nuevo la sangre familiar. Tenía una vaga esperanza que le devolviera el ímpetu, o por lo menos las ganas de ponerse en pie y disfrutar, de nuevo, de otra noche de luna. La otra probabilidad es que la buscara solo por el peligro que significaba obtenerla…
Uno sus los ¨ donadores ¨ había muerto en sus manos…El otro, era su creador, al que busco por años sin éxito, y…su padre. Gracias al hijo de puta, había llegado a ser vampiro, y sin embargo, el dirigía a una sociedad secreta, que desde hacia siglos se dedicaba a eliminar a los de su especie.
El, el inmortal que no necesitaba tomar vidas, para prolongar su existencia hacia el infinito. El, el que había convertido a su hijo y esposa en seres detestables, solo para perseguirlos, volverlos a matar. El, Hohenheim de la Luz.
Se quito unos mechones dorados de la cara molesto, como siempre que la figura de su padre aparecía en su mente. Para distraerse, volvió a mirar al cielo raso. Extendió su brazo derecho frente a si. Era diferente del otro, otra tonalidad, otra piel…tomaba brazos de sus victimas, porque había perdido el suyo en un accidente…volvió a apoyar la extremidad en el piso…memorias desagradables, su mente estaba repleta de ellas…
Volviendo a su reflexión del principio…había una cuarta opción…Hacia poco tiempo, había sido informado de un hermano, cuya existencia desconocía. Hijo por parte de su padre, claro esta.
Tenia 16 años, se llamaba Alphonse Elric, estudiaba en un monasterio llamado Maria Brown, a las afueras del pueblo de Dublith. Era todo lo que sabia.
_Demasiado fácil…_se dijo a si mismo, cuando le dieron las buenas nuevas. Un hombre como Hohenheim, con su pasado, no formaría una nueva familia a la ligera. Investigo.
No descubrió las razones de su padre, pero eso no le importaba, eran tantas las atrocidades que había cometido sin explicación, que no supuso que tendría razones en especial.
Pero si descubrió otras cosas interesantes… el monasterio, era de la propiedad de Amatista, nombre de la asociación educativa que dependía de la hermandad secreta a la que pertenecía Hohenheim. Teniéndolo internado allí, estaba protegido.
_Si peligro….mucho peligro_ era justo el incentivo que necesitaba en ese momento, en que le daba igual que el techo se le cayese encima, no se movería de puro abatimiento…
Estiro de nuevo el dedo de su mano derecha, pudo ver, mediante el tintineo de la mortecina luz, que la piel ya estaba gris. Pronto se pondría pútrida, gangrenosa y debería cambiarlo. La llama toco su piel, ya casi no lo sentía, lo dejo allí hasta olfatear el delicioso olor de la carne quemándose.
_Cuidado Hohenheim…_dijo, ojos encendidos y brillantes por las llamas_ demasiada luz, quema…

Capitulo 1: A través del cristal

El convento Maria Brown era una imponente construcción de estilo medieval, asemejaba un castillo, pero sus torres eran mas sencillas, sus habitaciones mas cuadradas y tristes, recordaban mas a mazmorras, que a cuartos de alumnado. Se erguía aun magnifico a pesar que las piedras húmedas y macizas en las que se sostenía habían comenzado a erosionarse.
La gran fortificación se dividía en tres secciones principales que a la vez de subdividían. La primera que daba al frente, estaba compuesta por el recibidor amplio, seguido de las oficinas de los directivos, salas de profesores, secretarias y una escalera que llevaba a la innumerable cantidad de aulas, unidas por pasillos largos y laberínticos. La segunda eran los terrenos, un amplio patio donde se practicaban deportes, debajo del cual se extendían, pasillos subterráneos diversos de sospechoso pasado que unían, el primer edificio con el segundo, allí estaba la tercera sección: los dormitorios… Esta era la sección que le interesaba a Edward…
Miraba el segundo edificio con sumo interés, las ventanas eran demasiado altas, sin embargo, las numerosas guardas y esculturas con las que estaban engalanadas las paredes, le permitirían trepar sin problemas con las habilidades que poseía.
Quizás hubiera sido mas prudente buscar un mapa del convento, y recorrer los sótanos, viejos y húmedos bajo sus pies, en espera de un pasaje que lo condujese al cuarto que anhelaba visitar…Pero era demasiado impaciente y había estado quieto por largo tiempo, como para quedarse horas sentado analizando un croquis. Necesitaba algo de acción, y la necesitaba pronto.
Lo primero era enterarse, quien era el chico, tenia su nombre Alphonse Elric…pero no tenia ningún dato de su físico…
Se ocupo de infiltrarse por la entrada, no fue muy difícil. Un fraile gordo, que hacia de sereno, roncaba sonoramente acostado en las escaleras de la entrada. Sospecho…
¿ Porque todo era tan fácil?
Porque la llave una puerta maciza hecha para frenar un ejercito entero, era custodiada por un cura debilucho y dormilón, cuyo trabajo de quitársela era un juego de niños…
_Tiene que haber algo mas…_dijo dando vuelta la llave antigua de bronce entre los dedos muertos de su mano derecha
Puso la llave en la cerradura y la giro, la cual para su sorpresa no solo calzaba perfectamente, sino que además, la puerta cedió dócil y silenciosa.
Se escabullo al interior oscuro, de golpe, pero a la vez atento, empleando todos sus agudos sentidos.
Sonrió maliciosamente al toparse con otra puerta, tan maciza como la anterior, sin cerradura y que parecía ser más una pared al no tener aventuras…
_Lo sabia…_dijo, y sus palabras retumbaron en el umbral.
Se acerco, la débil luz de dos antorchas era lo único que iluminaba el lugar. El portal tenía dibujado en medio un círculo redondo, con un dodecaedro en el interior y diversos símbolos astrológicos.
_La sellaron con alquimia….Hijos de puta…_ Se enfado pero formo una sonrisa de satisfacción, eso significaba que había acertado. Y que lo que buscaba era todavía más importante que lo que había imaginado…
Giro sobre los talones de sus gastadas suelas, y salio dejando la puerta abierta y la llave apostada sobre el voluminoso vientre del monje.
Busco en sus pantalones su reloj de bolsillo…las nueve, quizás no seria tarde para trepar paredes…
Los alumnos se retiraban del comedor mas o menos a esa hora, según lo que había averiguado, y quizás tuviera probabilidades de observar al chico, el problema era que directivos y profesores (además de una considerable cantidad de espías cuidadosamente ocultos de la organización Amatista…) también estarían vigilantes y de seguro perfectamente capaces de reconocer a una criatura de su clase…
_Peligro…_ dijo sonriendo de nuevo, y poniendo un pie en la primera roca del convento Maria Brown.
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Alphonse Elric, era uno de las últimas celebridades del convento. Bello, sonriente, inteligente y vivaz, cualidades que eran apreciadas por todos los alumnos allí.
Callado, dedicado, responsable y perseverante, cualidades que eran apreciadas por todos sus profesores.
Siempre humilde y preocupado por sus semejantes, todo el mundo estaba enamorado de este chico que había ingresado al colegio hacia solo seis meses.
A nadie le sorprendía, que ya estuviera comprometido para casarse. Aunque se había pensado que por su naturaleza piadosa abrazaría la vida de claustro. Sin embargo, cuando pisaba el la escuela por primera vez, ya era literalmente un hombre casado…
De la afortunada mucho no se sabia, pero se le atribuían diversidad de títulos desde duquesa de alguna pequeña ciudad hasta princesa de un país, no se esperaba menos para el muchacho.
Alphonse parecía ser amigo de todos y a la vez de nadie en particular, en realidad le fastidiaba un poco que se lo tratase con esa excesiva admiración…pero a la vez no podía evitar ser amable con todos. Siempre se sentía estupido por esa contrariedad…
Aun así la tranquilidad del colegio le gustaba, lo hacia sentirse en paz consigo mismo. Claro, paz y sosiego no era precisamente lo que se respiraba en el salón comedor luego de la cena, aunque así debería ser luego de una intensa jornada de estudio.
El lugar rezumaba a recreo, hablaban en voz alta y gritaban groserías. Y en cuanto algún preceptor se daba la vuelta estallaban guerras de comida y otras escaramuzas.
Sin embargo el abad Daniel, regente del colegio, no quería poner un orden estricto a las horas de comida, alegando que ¨ los alumnos liberaban allí los impulsos reprimidos, que podrían emplear en otras actividades menos santas...¨ Mitad del colegio no comprendía esta explicación, mientras que la otra mitad sonreía de lado, perfectamente conciente de lo que quería significar…
Alphonse pertenecía a la segunda mitad, aunque en vez de sonreír, el se ponía serio…sabia que el hombre se refería con ¨ actividades menos santas ¨ a la masturbación y también a la interacción con otros compañeros que fuera mas allá de la amistad… y el había tenido muchos problemas con otros compañeros por eso. Habían muchos que lo habían buscado, con intenciones de tener relaciones con el…
Havoc un chico de último año, lo había acorralado contra la pared en recreo, intentando hurgar debajo de su uniforme. Alphonse le había dado un rodillazo en la ingle y había salido corriendo.
No le dijo nada a nadie, de todas formas el chico no volvió a molestarlo.
A veces sentía curiosidad por saber lo que los muchachos como Havoc hacían en los dormitorios y pasillos una vez que las luces se apagaban en la abadía, pero a la vez le rehuía temeroso a todo aquello…
Además pensaba en su prometida…la dulce Martel. Que diría ella de todo esto. Amaba a Martel y nunca la engañaría…
Eran las nueve y cuarto, el barullo había disminuido considerablemente, varios preceptores escoltaban a los alumnos a los dormitorios. Alphonse se puso de pie reprimiendo un bostezo, con destino a su habitación. Entonces escucho que su amigo Breda, que lo llamaba desde el pie de la escalera.
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El vampiro se incorporo con dificultad, apoyando la espalda en uno de los bordes de la ventana de vitraux. Le costo entre los diversos colores de la imagen, distinguir algo de lo que sucedía abajo en el salón. Por suerte, su capacidad auditiva le permitía percibir hasta el sonido de los pasos de las ratas en el sótano.
Pasó su mano muerta por el cristal, pudo ver que las uniones de algunos vidrios estaban muy gastadas. Rasgo la pasta añejada que unía los vidrios con las uñas largas y finas de su mano izquierda, y retiro un trozo de vitraux con cuidado de que no se cayera. Tuvo una vista bastante buena del comedor, a pesar que era un orificio pequeño, esto lo favorecía para pasar desapercibido...
Un montón de muchachos de entre trece y diecisiete años, comían, corrían y gritaban casi alternativamente, todos enfundados en túnicas marrones y holgadas, amarradas en la cintura.
Recorrió el salón con la mirada, había tres salidas, una de ellas con una escalera amplia de piedra, supuso esa debía ser la que llevaba a los dormitorios.
Suspiro con fastidio al ver, la mesa de los directivos, había un monje anciano de expresión seria y retraída, que vestía una túnica oscura. Edward reconoció la cruz grande de plata pendiendo de su cuello, y supuso debía ser el abad.
El resto parecían ser preceptores y maestros, paseaban sus ojos escrutadores por los alrededores. Edward pudo reconocer en cada uno las piedras color violeta, símbolo de la organización de su padre.
_Realmente es demasiada seguridad para un colegio…._ exclamo acariciándose el mentón_
Empezó a pasear la vista distraídamente, no esperando encontrar nada en particular…entonces su ojos se frenaron de golpe
En una de las mesas, cercanas a la ventana, estaba sentado un muchacho castaño, de piel clara y ojos pardos. Su mejilla suave descansaba en su mano derecha, miraba al salón con expresión aburrida. Había algo en el, algo más que familiar, algo profundamente atrayente para el vampiro que lo observaba embelesado con el rostro pegado en el vidrio.
Era bellísimo, eso estaba claro, pero no era lo único que podría obsesionarlo de tal modo, en el salón había varios muchachos atractivos. No era eso, había algo en el gesto, la mirada dulce…traía a Edward hermosos y tristes recuerdos…
En ese momento olvido a que había venido a aquel lugar, olvido la necesidad del fluido que lo habían hecho abandonar su guarida, solo quería estar con ese muchacho, quería que bebiera su sangre y fuera suyo para siempre…
Solo el grito fuerte y claro de un nombre en medio del clamor adolescente proveniente de adentro, lo sacaron de su enamoramiento repentino:
_¡Alphonse Elric!
Entonces Edward vio con horror al muchacho de sus ensoñaciones acudir al llamado…era el, era su hermano.
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