Hakyeon se apoyó contra la cornisa de la ventana mientras contemplaba la calle. Era un día brillante, casi totalmente claro, así que parecía que toda la ciudad correteara fuera.
El coche de Yixing se había separado del borde tras el amanecer, lo que implicaba que solo los vigilaban de noche, pero Hakyeon no estaba seguro de si creérselo. En algún momento de los siguientes días iría a ver a Kyungsoo, conseguiría nuevos encantos para él y Sanghyuk. Uno para sentir si los seguían y otro para alejar a cualquiera que lo hiciera. Y no le importaba si Kyungsoo se quejaba de que ya le había hecho demasiados.
―¿Hakyeon? ―preguntó tentativamente Sanghyuk y este apartó la mirada de la ventana parpadeando un poco. Su apartamento estaba considerablemente más oscuro que el mundo exterior.
Sanghyuk estaba de pie al otro lado del salón sujetando un montoncito de su ropa doblada. Habían conseguido varias mochilas llenas de su ropa, así como su portátil y lo que Hakyeon opinaba que era una cantidad absurda de DVDs.
―¿Vas a ducharte? ―preguntó el mayor.
―Lo voy a hacer ―respondió. Hakyeon asintió, pero Sanghyuk no se movió y arrastró un poco sus pies.
―¿Necesitas que te coja una toalla? ―preguntó Hakyeon sabiendo que no era eso. Sanghyuk negó con la cabeza.
―¿Podemos hablar?
Hakyeon se giró por completo desde la ventana, aún apoyado contra el borde, relajado. Había supuesto que las preguntas llegarían, al final. No habían podido hablar la noche anterior, Yixing había ido para ayudarlos a empaquetar en casa de Sanghyuk y una vez habían vuelto, Hakyeon había estado demasiado cansado.
―¿Qué pasa?
Sanghyuk arrastró un poco más los pies apretando las ropas contra su pecho mientras miraba al suelo.
―Lo quieres ―balbuceó―. A Taekwoon.
―Lo hago ―le concedió con suavidad―. Pero ya te lo había dicho.
―Sí, pero… ―Sanghyuk alzó la mirada hacia el rostro de Hakyeon―. Lo quieres de verdad.
Hakyeon no respondió, no lo necesitaba. Sí, de verdad quería a Taekwoon, más de lo que había querido a cualquier persona ―casi persona― en su vida. De una forma enfermiza que apresaba su alma. Estaba jodidamente encantado con él.
―¿Él… que... te ha dicho que te quiere también? ―preguntó Sanghyuk, la voz joven y curiosa.
Hakyeon apartó la mirada de nuevo al exterior de la ventana.
―Sí ―susurró mientras sus mejillas se sonrojaban al recordarlo. Taekwoon se había pegado a él, piel con piel, la cara escondida en su oído. Te quiero, había suspirado moviendo sus caderas hacia delante. Cuatrocientos años y nunca he amado a nadie como tú, Hakyeon...
―¿Qué vas a hacer, Hakyeon? ―preguntó Sanghyuk.
―¿Qué quieres decir? ―se aclaró la garganta intentando que desapareciera el sonrojo.
Sanghyuk frunció el ceño y pensó durante unos instantes.
―Es solo que… ¿es un vampiro?
Hakyeon alzó las cejas.
―No, ¿en serio? No me había dado cuenta.
Sanghyuk lo miró mal y se infló.
―Es un vampiro, y tú no lo eres, y estáis enamorados el uno del otro. Muy enamorados. Es casi desagradable ―Hakyeon sonrió―. Sólo quiero saber qué vas a hacer al respecto, porque todo el tema del vampiro... no va a desaparecer, ¿sabes? Si te quedas con él...
―No, Sanghyuk ―respondió Hakyeon con aspereza.
―Entonces, has pensado en ello, en lo que vas a hacer ―continuó Sanghyuk sin amedrentarse.
Hakyeon se detuvo.
―Exactamente, no ―respondió al final―. Sé cuáles son mis opciones, pero... ahora todo me queda demasiado grande para mí, Sanghyuk, e intentar llegar a alguna conclusión me da pánico. Así que simplemente no pienso en ello, para ser sinceros ―intentaba no pensar en ello, lo hacía muchísimo, pero al pasar de semanas a meses se volvía más difícil―. Tan sólo vivo el momento. El ahora ya es suficientemente duro.
Sanghyuk frunció el ceño pero no continuó presionando el tema. Hakyeon se aprovechó de su silencio y se separó de la ventana, pasó al lado de Sanghyuk hacia el armario de la ropa. Sacó una toalla esponjosa y la dejó cuidadosamente encima de las ropas que tenía en brazos.
―Date la ducha ―dijo sonriendo―. Disfrútala.
Sanghyuk refunfuñó pero se dirigió de todas formas al baño, cerró la puerta y la bloqueó tras él.
Hakyeon suspiró pesadamente una vez el agua empezó a correr y se frotó la parte de atrás del cuello. Tenía un dolor de cabeza monumental por el estrés que estaba a punto de llegar, y no ayudaba que estuviera dolorido por dormir en el sofá. Sanghyuk se había quedado la cama la noche anterior, pero aquella ese pequeño bobo iba a dormir en el sofá, fuera un invitado o no.
Hakyeon se apoyó contra la pared de la puerta del baño, escuchando el agua golpear la baldosa de la ducha, y pensó en que el ahora apestaba.
Pero era mejor que intentar juntar las piezas de un futuro que se dirigía a la tragedia sin importar cómo lo mirara. Hakyeon iba a morir, de una forma y otra, la única incógnita era la forma y el momento.
Hubo una pequeña onda en los hechizos de su casa y unos momentos después llamaron a la puerta de la entrada. Hakyeon se tensó de inmediato, aunque era de día. Se dirigió corriendo desde el pasillo a la cocina, atravesando el salón. Alzó las cejas al mirar por la mirilla de su puerta delantera. Quitó el cerrojo de seguridad, después la cadena y tiró de la puerta hasta revelar a Minseok de pie sujetando una caja de cartón de tamaño medio.
―Em, hola ―dijo sin molestarse en esconder su perplejidad.
―Hey ―respondió Minseok con una sonrisa fácil en el rostro. Sus dientes superiores eran ligeramente salientes, dándole un encanto algo travieso. Siempre había parecido tener un aire imprudente a su alrededor y cuando Hakyeon lo conoció por primera vez, hace años y años, inmediatamente había pensado que moriría joven. Pero, por aquel entonces, la gente había dicho lo mismo sobre él y ambos estaban vivos, habían sobrevivido a sus compañeros.
―¿Qué pasa? ―preguntó abriendo la puerta algo más, no quería parecer poco amigable. No lo era, no importaba qué hubiera pasado en HQ hacía unos días. Le gustaban Yixing y Minseok. Tan solo tenía que ser cuidadoso a su alrededor ya que eran cercanos a Kris.
Minseok alzó la caja en sus manos llamando la atención de Hakyeon.
―Ah, bueno, estábamos repasando el apartamento de Wonshik, ya sabes, para ver si podíamos encontrar alguna pista allí sobre a dónde ha ido ―Hakyeon lo absorbió en silencio―. Pero como, una vez ha sido revisado, no hay nada que hacer, y no es como si Wonshik fuera a volver a por esto, así que pensamos... tal vez ―le acercó la caja a Hakyeon―. ¿Tal vez quieras echarle un vistazo? Ver si hay algo que quieras guardar.
Hakyeon dudó un segundo antes de extender las manos y tomar la caja de las de Minseok.
―Gracias ―dijo dando un paso hacia el apartamento para poder dejar la caja en la cocina―. Puedes entrar.
Minseok lo siguió a la mesa y dejó la puerta cerrarse por su cuenta con cuidado.
―Tengo más cajas en mi coche, y traeré más según avance la semana. Wonshik tiene muchas cosas ―miró mientras Hakyeon dejaba con cuidado la caja y comenzaba a abrirla, después miró a su alrededor―. ¿Dónde está Sanghyuk?
―Duchándose ―respondió ausentemente mientras apartaba las tapas de la caja para revelar ropa. Hakyeon casi resopló pero reconoció la chaqueta de cuero pasada y usada encima de todo. La cogió y recorrió el suave cuero con las manos―. Esto es de Hongbin ―susurró.
―Oh, ¿lo es? ―preguntó Minseok mirando de cerca la prenda en manos de Hakyeon―. Bueno, como HQ no iba a pagar el alquiler del apartamento de Hongbin, Wonshik se llevó sus cosas a su casa. No habría podido saber que se las quedaría.
―Lo hizo― balbuceó Hakyeon aún mirando la chaqueta. Oh, Wonshik.
Minseok alzó la mirada hacia el rostro de Hakyeon y lo miró con intensidad.
―¿Cómo lo llevas?
Hakyeon tragó.
―Creo que aún estoy en shock. No me parece real ―era verdad.
―Muchos de nosotros lo estamos, creo ―caviló Minseok―. ¿Cómo está Sanghyuk?
Hakyeon se hundió en una silla mientras todavía sujetaba la chaqueta y Minseok lo siguió dejándose caer en el asiento en el que había estado Taekwoon la noche anterior. Hakyeon apartó el pensamiento de su mente.
―Está siendo duro, pero es un chico fuerte ―dijo suavemente―. Estará bien.
―¿Y tú, Hakyeon? ―preguntó Minseok con voz tentativa― ¿Estarás tú bien? ―Hakyeon lo miró interrogante y Minseok añadió―. Es solo… Han hablado mucho, sabes, últimamente.
Hakyeon hizo un mal gesto y volvió a fruncirle el ceño a la chaqueta de cuero. Olía a rancio, mohosa, nada parecido a Hongbin.
―Lo sé. He estado… cometiendo errores.
Minseok torció la boca.
―Eres… Eres una jodida leyenda, Hakyeon. Tienes uno de los récords de asesinatos más altos de la fecha. Ibas en solitario antes de que te reclutáramos ―su voz se volvió algo respetuosa y Hakyeon se sonrojó―. Eras… increíble.
―Era despreocupado y alocado ―murmuró. Y lo había sido. Se había vuelto cazador por su cuenta, se había enseñado a sí mismo, se había armado, se había hecho con tatuajes encantados y después había empezado en la calle por su cuenta. No quería tener que responder ante nadie, ni al VCF ni a ninguna unidad de caza clandestina. Había estado enfadado y había sido salvaje e imparable.
Hakyeon intentó recordar la energía que tuvo una vez, de pie bajo la luna llena, lleno de adrenalina y un propósito justificado, pero no lo conseguía. Había pasado mucho tiempo.
―Tal vez, pero... joder ―Minseok negó con la cabeza―. Habías estado que te salías, tú... era como si tuvieras una luz, desde tu interior. Emanabas calor, es difícil de explicar. Había un motivo por el que todos los vampiros te temían. Cuando estabas en el campo de batalla, incluso en la noche más oscura, era como si el sol estuviera a tus espaldas ―Minseok lo miró a la cara, sus ojos buscando algo―. ¿Qué ha pasado, Hakyeon?
―No lo sé. No he estado bien durante mucho tiempo, Minseok ―murmuró―. Creo que empezó con la conversión de Hongbin y… No creo que vaya a mejorar, sólo a empeorar ―se encontró con la mirada de Minseok―. Me hago mayor, sabes.
Minseok frunció el ceño y Hakyeon le sonrió dulcemente, sabía que Minseok sólo era unos pocos años más joven que él.
―Tienes veintiséis.
―Sí, como he dicho, mayor, para un cazador ―respondió. Dobló la chaqueta con cuidado y la volvió a meter en la caja―. Creo que voy a retirarme.
Los ojos de Minseok se agrandaron y se echó hacia atrás.
―Hakyeon...
―Llevo un tiempo pensándolo ―respondió―. No soy el cazador que solía ser, y nunca volveré a serlo. Preferiría marcharme ahora, antes de perder por completo la elegancia. Dejar algo de mi reputación intacta.
―¿Ahora? ―repitió Minseok tras él en vago horror, y Hakyeon rechazó la palabra con un movimiento de mano como si fuera un insecto molesto.
―No ahora, sino pronto ―hizo una pausa, quería decirlo con cuidado―. No puedo hacerle frente a que me den un equipo nuevo, o siquiera un compañero nuevo, incluso si no estuviera perdiendo mi tacto. Lo que, sin errores, estoy haciendo. Soy más lento que nunca antes lo he sido en mi vida y no me doy cuenta de las cosas tan bien como antes ―pensó en la noche en la que conoció por primera vez a Taekwoon, en cómo no se había dado cuenta de que era un Elimia. Se rió, el sonido algo vacío, y después se frotó la cara con las manos. Todo era absurdo.
La expresión de Minseok mostraba claramente que creía que había una broma que se había perdido, pero no comentó nada y dijo otra cosa.
―Sanghyuk no será un aprendiz durante mucho más, siempre podrías hacer pareja con él en vez de con alguien que no conoces tanto. Creo que eso es lo que HQ planeaba de todas formas.
La sonrisa en el rostro de Hakyeon se apagó y negó con la cabeza.
―No, nos parecemos demasiado ―susurró―. Va a ser como yo cuando empecé, indomable e implacable. Se deshará de cualquier compañero que le pongáis porque no podrán mantener su ritmo. Va a ser un fantasma en la oscuridad, va a ser el próximo cazador al que todos los vampiros aprendan a temer.
Minseok parecía algo escéptico y la sonrisa de Hakyeon volvió.
―Aún no ha llegado a ello ―admitió―, pero lo hará. Voy a quedarme lo suficiente para terminar de entrenarlo. Me quedaré para asegurarme de que es tan bueno como yo lo fui ―su sonrisa se volvió algo afilada―. Entonces me retiraré.
Minseok parpadeó mirándolo, claramente tomado por sorpresa.
―Bueno ―comenzó lentamente―, voy a… por esas cajas para ti ―se levantó y salió lentamente del apartamento.
Hakyeon se quedó sentado en la mesa, acariciando suavemente el borde de la caja con los dedos mientras intentaba con esfuerzo no pensar en el futuro.