La ciudad estaba en el mismo estado que cuando Wonshik se había marchado, hacía ya muchas semanas, y aún así todo era distinto para sus sentidos. Él y Jaehwan rondaron por las sombras, Wonshik guiaba el camino. No le salía tan bien como a Jaehwan, quien casi parecía intangible al moverse de sombra en sombra. Wonshik no había esperado que lo siguiera, pero lo hizo diciendo que podría necesitar ayuda para controlar a Hongbin una vez estuvieran en la calle.
No estaba seguro de en qué preciso momento Jaehwan lo perdió, pero cuando el edificio de HQ, un adosado de cuatro pisos dilapidado, apareció en su campo de visión, se dio cuenta de que estaba solo. Por supuesto, con el Perdido en el lugar, Jaehwan no podría seguirlo todo el camino hasta la puerta, pero Wonshik no había esperado que fuera tan pronto. Deseó que se quedara en algún lugar cercano y no intentara pasearse.
Las luces de las farolas parecían brillantes, demasiado brillantes, así que Wonshik confió en su oído para que le indicara si alguien se acercaba. Podía oír los latidos de un corazón, pero eran tan suaves que debía estar a manzanas. Aun así, se pegó a las sombras al acercarse a la ordinaria puerta de madera, sencilla para que la gente que pasara por aquella calle a diario no le dedicara una segunda mirada.
Extendió la mano, se preparó y tocó con la yema de los dedos el manillar de la puerta. No pasó nada y exhaló, la acción tan humana que lo hizo sonreír. Agarró el pomo y abrió la puerta.
El interior del adosado lo habían saqueado hacía tiempo. Estaba vacío, la pintura de las paredes mohosa y cayéndose. Pasó por la entrada y se dirigió al armario de los abrigos. Antes de abrir la puerta escuchó, había un leve crujir alrededor de la casa, el rápido repiqueteo del corazón de un ratón, pero no escuchó a ningún humano. Abrió la puerta y, en lugar de un armario, encontró unas escaleras que lo llevaban hacia abajo con una suave luz al final que mostraba la puerta de seguridad encantada de HQ. Podía sentir el encantamiento desde ahí y sabía que no podría tocar esa puerta. No desde fuera.
Gruñó sin darse cuenta de que lo hacía. Llevó la mano al bolsillo, buscó su móvil y lo encendió por primera vez desde la noche que había descubierto a Taekwoon y a Hakyeon juntos. Eso… Había esperado no tener que hacerlo.
Marcó el número y la llamada se conectó antes de que pudiera repensarlo. Eso era lo que tenía que hacer.
―¿Wonshik? ―la voz de Sanghyuk sonó chisporroteante a través del altavoz, joven y perdida.
―Sí ―respondió esperando que la mala conexión escondiera el cambio en su voz―, soy yo.
―Oh, dios mío ―jadeó Sanghyuk―, oh dios mío, Wonshik, joder...
―Escúchame ―lo cortó ladrando la orden, y Sanghyuk se calló al momento, como sabía que haría. Joder, eso dolía―. Baja la voz, es importante que… que nadie lo sepa.
―¿Qué está pasando? ¿Has estado en una misión? ¿En secreto? ―preguntó el menor, pero su voz se había reducido a un susurro, duramente retenido―. Creímos que habías muerto.
Wonshik rió.
―No exactamente ―murmuró, rápidamente añadió― ¿Dónde estás?
―En HQ, entrenando ―respondió de inmediato Sanghyuk.
―¿Con Hakyeon? ―preguntó algo más agresivo de lo que pretendía.
Sintió que Sanghyuk negaba con la cabeza.
―No, solo. Hay un par de novatos más aquí, pero casi todos los agentes oficiales están en la calle, patrullando. ¿No has oído de toda la actividad vampírica últimamente?
―Sí ―respondió sintiéndose como un monstruo por lo que iba a salir de su boca―. Escucha, ¿puedes venir a reunirte conmigo? Digamos que en… ¿en esa hamburguesería bajando la calle? Tengo que hablar contigo.
―¡Sí! ―respondió Sanghyuk al instante―. Sí, estaré ahí, dame como, cinco o diez minutos. Joder ―se rió un poco―, estaba preocupado por ti, Wonshik.
―Lo siento, chico ―respondió suavemente, y lo sentía hasta los huesos. Colgó, se subió a las escaleras y miró hacia la puerta. Tenía un gruesa barrera de energía a su alrededor y Wonshik siseó descontento.
No pasó mucho antes de que Wonshik pudiera escuchar, débilmente, los pasos y un latido acercándose a través del grueso metal y el encantamiento. La puerta sonó cuando la persona al otro lado (de alguna forma, pudo sentir que era Sanghyuk) consiguió permiso y, después, comenzó a abrirse y los encantamientos se rompían. Wonshik dio un brinco hacia delante, se escurrió al lado de Sanghyuk, así entró en HQ.
Sanghyuk se removió gritando porque lo último que el pobre muchacho esperaba era encontrarse con un vampiro pasando a su lado para entrar en los jodidos cuarteles generales de los cazavampiros. La puerta se cerró de un portazo tras Wonshik y Sanghyuk aún gritaba, aparentemente había olvidado todo el entrenamiento. Wonshik le tapó la boca con una mano, pero en el momento en el que hizo contacto los encantamientos de Sanghyuk saltaron sobre él y, wow, sí, eso dolía.
Se tropezó hacia atrás, de rodillas, y sintió las extremidades dormidas, repentinamente débiles. Sentía la jodida mano como si estuviera chamuscada, pero no tenía daño alguno. Pensó que meterla en una cazuela de agua hirviendo dolería menos.
―Oh dios mío ―Sanghyuk jadeaba, pero al menos ya no gritaba―, oh dios mío, lo siento, oh joder, oh joder oh Wonshik, eres un… un vampiro ―se llevó las manos a la boca y retrocedió hasta la pared más cercana. Volvió a gritar, pero esta vez fue silenciado por las manos de Wonshik.
―Sanghyuk... ―comenzó Wonshik, la voz más débil de lo que quería. Joder. Ser el que recibía el ataque de un encantamiento era una completa mierda.
Había lágrimas en los ojos de Sanghyuk, la única parte del rostro que Wonshik podía ver por encima de sus manos.
―¿Qué ha pasado? Wonshik, ¿por qué...?
―Escucha ―soltó, pero Sanghyuk parecía a punto de un ataque de pánico.
―¡Eres un jodido vampiro! ―chilló el menor, las manos descendieron del rostro de Sanghyuk y las lágrimas comenzando a caer. El corazón le bombeaba con fuerza y la respiración se apresuraba a sus pulmones al jadear.
―Lo sé ―dijo Wonshik, luchaba por ponerse de pie. Quería sacudir a Sanghyuk, pero aún sentía la mano como si estuviera ardiendo―. Joder, Sanghyuk, lo sé.
Eso hizo que el muchacho se callara, aunque aún lloraba y temblaba visiblemente, y lo miraba como… joder, como si temiera que Wonshik fuera a hacerle daño.
―¿Qué has hecho? ―susurró Sanghyuk.
―No… No estoy aquí para hacerte daño ―respondió―. Sanghyuk, chico, aún soy yo ―el menor negó con la cabeza, su rostro el retrato de la desesperación―. No tengo tiempo para explicarlo. He venido a por Hongbin.
Sanghyuk abrió mucho los ojos.
―No puedes…
―Tengo que hacerlo, es por lo que… ―Wonshik se cortó―. Tengo que hacerlo, Sanghyuk, y no espero… No espero que lo aceptes, que aceptes nada de esto, pero, por favor, por favor déjame hacerlo. Aún soy yo… Aún soy… ―no sabía cómo terminar aquello― ¿Vas a intentar detenerme? ¿Vas a dar la alarma?
Sanghyuk sollozó un poco.
―No. Te matarán si te cogen. Tienes que salir de aquí.
A Wonshik le dolió el corazón.
―Primero tengo que coger a Hongbin. Siento mucho esto, Sanghyuk, todo.
―Oh, Wonshik ―jadeó el menor, las lágrimas caían de su barbilla― ¿Cómo has podido? Solo… Eres… eres como un hermano para mí… Yo ―se ahogó, el pecho subía por un sollozo―. Ves. Ves antes de que venga alguien. No puedo ayudar… por favor, no me pidas…
―No lo haré ―respondió rápidamente―, pero tienes que esconderte. Hongbin… Tan solo escóndete, en algún sitio, no en esta planta, ni cerca de las celdas o las escaleras ―podía sentir el efecto de los encantamientos desaparecer, sus extremidades ganaban fuerza―. Gracias, Sanghyuk. Lo siento ―tenía la sensación de que no podía decirlo lo suficiente.
―Ten cuidado ―gimió Sanghyuk y Wonshik corrió.
Podía oírlo todo, sus pies no hacían ruido. HQ estaba bastante vacío, los pulsaciones que podía oír eran tan pocas que podía distinguirlas individualmente, lo que hacía más fácil evitarlas. Fue por las escaleras laterales por si acaso, el amuleto en su cuello silencioso. Las luces, que habían sido molestamente tenues como humano, parecían demasiado brillantes, pero eso no importaba, se sabía el camino de memoria.
No se permitió pensar en Sanghyuk mientras descendía las escaleras, la flexibilidad le volvió a las articulaciones. Ahora era un vampiro, inmortal, y sabía que la culpa por lo que había hecho nunca lo abandonaría. Pero no podía permitirse estar distraído.
Apenas le tomó tiempo llegar a la puerta de seguridad que lo dirigía a las celdas. No tenía ningún hechizo, tan solo estaba automatizada, cosa que ya sabía o habría sido muy complicado. Al deslizar su tarjeta por la rendija, se quedó quieto mientras esperaba. Fue aceptada, se iluminó la almohadilla para la huella digital y presionó con su índice derecho. Otros preciados segundos perdidos esperando y ya estaba nervioso aunque, seguramente, su huella era la misma, incluso si su piel era distinta…
La puerta sonó e hizo un clic, la diminuta luz de la plantilla cambió de roja a verde y Wonshik agarró el pomo y tiró. Mientras recorría la entrada, olía…. Diferente. Podía detecta levemente la sangre de cerdo, la esencia de otros vampiros.
La sección en la que mantenían a Hongbin aún estaba vacía excepto por su ocupante. Wonshik contempló la puerta de la celda, familiar y extraña. Podía ver las marcas y rasguños que los ojos humanos no pudieron, y más que eso, podía ver el hechizo, pero (y ahora Wonshik se rió) estaba en el lado equivocado de la puerta. Aquellas celdas estaban diseñadas para mantener a los vampiros dentro, no fuera.
Hongbin había estado olfateando en el interior, los sonidos débiles, pero la voz de Wonshik había hecho que se quedara completamente quieto. Era extraño ya que normalmente estaba más inclinado a gritar, o a reírse o a arrojarse contra la puerta. Tal vez podía sentir que era un vampiro y no comida. Lo haría más fácil.
Wonshik se acercó a la puerta mientras sentía que el aire se había espesado, como si caminara a través del agua. Si hubiera estado vivo, su corazón se aceleraría. Como estaba, el silencio era igual de sonoro.
Las puertas de las celdas no tenían cerrojos, en realidad tan solo tenían un mecanismo que cerraba con pestillo desde fuera. Wonshik lo agarró, tiró de él y el pestillo sonó, metálico y horrible, mientras se movía.
La puerta se movió hacia delante con un sonoro crujido de bisagras. Hongbin siseó, el sonido completamente inhumano, cuando la luz del pasillo le dio de lleno, tenue y acuosa. El pecho de Wonshik se encogió, no estaba seguro de por qué ya que no respiraba.
Wonshik no había visto a Hongbin desde la noche en la que lo había encontrado gritando en la entrada de su puerta, un vampiro recién transformado. La imagen aún le ardía en la mente. No había sido capaz de acercarse a la puerta para abrir la pequeña ranura, para observar la prisión de Hongbin y verlo así. Había dolido demasiado, y cada vez que se había acercado a la puerta, Hongbin empezaba a gritar y golpearla, la esencia de la sangre en sus venas era demasiada tentación.
Así que Wonshik tan solo había escuchado y contemplado la puerta. Pero ya no era humano y todo era diferente.
El pelo de Hongbin había crecido demasiado y se rizaba ligeramente, se veía muy delgado, demacrado, con el uniforme azul pálido con el que lo habían vestido todos esos meses atrás. Ahora colgaba de él. Pero aún era él, aún…
Hongbin se lanzó contra él, pero considerando lo fuertes que eran las embestidas contra la puerta, el impacto fue bastante débil. Wonshik lo agarró por los hombros y las manos de Hongbin ascendieron para agarrarse a sus antebrazos. Se inclinaba sobre él pesadamente, mientras tropezaba ligeramente. Wonshik se dio cuenta de que estaba muy débil y divisó las esposas de plata en las muñecas, sabía que también las tenía en los tobillos. La piel no humeaba, pero podía ser porque habían estado durante tanto tiempo, y sabía que le habían gastado la piel.
―Hongbin ―dijo con voz temblorosa. Este lo miró y estaba tan delgado, los pómulos marcados y la mirada descentrada. Wonshik movió las manos para poder tomarlo del rostro, acunando sus mejillas. En realidad no sabía hipnotizar muy bien, y no creía que los vampiros pudieran serlo, pero pretendía que Hongbin lo mirara a los jodidos ojos―. Hongbin, cariño, por favor…
Este pareció centrarse, algo en su rostro cambió como si estuviera absorbiendo lo que veía. Las manos abandonaron los brazos de Wonshik para acunarle el rostro, imitando sus acciones. Entonces dijo algo. Era una completa tontería y Wonshik sollozó, moviéndose para poder pegar a Hongbin contra él. Olía a sangre y a tierra húmeda, y por debajo de todo, a hogar.
Hongbin se contorneó débilmente, Wonshik lo separó y vio que señalaba más allá de él, a la luz, a la libertad.
―Sí ―dijo tensándose al recordar dónde estaban―, vamos a salir.
―Salir ―repitió Hongbin, y rió mientras Wonshik lo cogía de la mano y lo dirigía a la entrada. Se tropezó muchas veces al estar tan débil, pero cuando Wonshik intentó cogerlo en brazos había chillado con tanta fuerza que rápidamente lo había soltado.
―Tienes que estar callado ―Hongbin parpadeó mirándolo con descomprensión. Wonshik se puso el dedo en los labios y Hongbin lo imitó, riendo de nuevo. Wonshik suspiró. No iba a ser fácil.
Se movieron silenciosamente, pero una vez llegaron a las escaleras, cada diminuto sonido hacía eco, demasiado alto en los oídos de Wonshik. El progreso era lento, Hongbin se tambaleaba, pero nunca se detuvo. Miraba hacia arriba en vez de dónde pisaba y Wonshik no podía culparlo. Salir. Quería salir. Todo lo que podía hacer era sostenerle la mano, mostrarle el camino y escuchar si alguien se acercaba. No se atrevía a cogerlo de nuevo, no ahí, no donde reverberaría por todo el edificio.
―Vamos ―susurró en tono alentador―, puedes hacerlo, un poco más rápido, ¿eh? No quieres que te devuelvan a la celda.
Hongbin balbuceó algo como respuesta y tres escaleras después habían llegado al segundo piso. Un tramo más, solo uno, y estarían en el primer nivel y entonces tendrían que recorrer el camino a la puerta exterior….
Hongbin se había detenido y Wonshik sabía por qué. Estaba mirando la puerta que llevaba a los escritorios, de repente completamente centrado, como un animal captando la esencia de presas. Tal vez era exactamente eso. Wonshik podía escuchar el latido.
Hongbin se alejó tambaleándose en dirección a la puerta y Wonshik lo agarró y lo detuvo. Hongbin gritó, un sonido horrible y agudo, y rápidamente lo soltó. Maldijo en voz baja. Al menos el progreso de Hongbin era lento.
Wonshik sintió cómo le salían los colmillos, se llevó la muñeca a la boca y mordió con fuerza, abriendo dos heridas. Vería si Jaehwan tenía razón.
La sangre le cayó por el brazo y goteó en el suelo, Hongbin se quedó quieto, olió el aire y después fijó su intensa mirada en él. Eran los ojos centrados de un animal, sin pensamientos profundos, solo necesidad. Sus ojos captaron la sangre en la piel e hizo un sonido, profundo en el pecho, y se tambaleó hacia él, aún lento pero más rápido que antes.
Wonshik lo evitó guiándolo por las escaleras. Mantuvo el brazo extendido para que Hongbin pudiera ver la brillante y húmeda sangre y comenzó a caminar de espaldas. Hongbin lo siguió, sus ojos no abandonaron las heridas en la muñeca. Subió las escaleras medio sobre las manos, de vez en cuando extendiéndose de repente para intentar agarrarle el brazo. Wonshik estaba sudando, temía que fueran a cogerlos. El amuleto en el cuello zumbaba nerviosamente.
Cuando llegaron al primer piso, Wonshik le permitió que lo alcanzara y Hongbin lo tomó del brazo triunfal. Lamió la sangre de su piel, pero las heridas se habían cerrado. Wonshik se llevó la muñeca a la boca y la mordió de nuevo, haciendo heridas nuevas, y después le ofreció el brazo a Hongbin de nuevo. Este puso la mano sobre ellas y bebió, succionó con fuerza mientras dejaba escapar suaves gimoteos.
Wonshik rodeó con el brazo libre los hombros de Hongbin y con él aun bebiendo, recorrieron el primer nivel. El amuleto en su cuello se tranquilizó y supo que era porque ahí no había nadie.
Hongbin le mordió con fuerza la muñeca, demasiado fuerte, y Wonshik siseó. Debía de haberse curado. Auch. Cuando Hongbin volvió a beber, Wonshik se detuvo un momento para pasarle una mano por el pelo. Hongbin necesitaba alimentarse, de verdad. Y si seguía bebiendo así, él también tendría que hacerlo.
Llegaron a la puerta de metal que los llevaba al mundo exterior. Hongbin dejó de alimentarse y alzó la cabeza lo suficiente para gruñir, rojo entre los dientes. Wonshik sentía lo mismo. La puerta solo estaba encantada en el exterior, pero tampoco era placentero desde el interior.
Wonshik buscó su tarjeta de acceso, inusualmente torpe para un vampiro. Se dio cuenta de que estaba aterrorizado. Era difícil de decir, su nuevo cuerpo respondía al miedo de una forma distinta de la que lo hubiera hecho como humano.
Pasó la tarjeta, esperó a que se iluminara la plantilla de la huella dactilar y cuando la escaneó (Wonshik tuvo que liberar la muñeca derecha de Hongbin, a quien no le hizo gracia) y la luz se volvió verde, Wonshik no pudo evitar sollozar de alivio.
Entonces estaban en la escalera, y ahora Hongbin no parecía necesitar que lo alentaran. Wonshik la recorrió precipitadamente y Hongbin lo siguió tropezándose, la puerta encantada parecía empujarlos hacia fuera.
Wonshik abrió de un golpe la puerta de madera del adosado y la fuerte luz de la luna y un cielo sin nubes y lleno de estrellas le dio la bienvenida. Hongbin salió disparado por su lado, hacia el pavimento.
Wonshik lo siguió, temía que intentara correr; no era como si fuera a llegar lejos, simplemente se tropezó hacia fuera, en medio de la calle, y miró hacia arriba, hacia el claro cielo nocturno. Estaba sonriendo, una sonrisa maníaca y aterradora.
Hongbin respiró y giró el rostro para poder mirar a Wonshik, medio centrado.
―Fuera ―dijo atolondradamente.
―Fuera ―asintió Wonshik. Hongbin tenía el rostro cubierto por su sangre.
Hongbin volvió a mirar a la luna y comenzó a reír, esa horrible y aguda risa que Wonshik había oído venir de la celda noche tras noche. Rió y rió, como si no pudiera parar.
Wonshik lo alejó de HQ, hacia las oscuras calles, murmurándole y aun así Hongbin seguía riendo, el sonido haciendo eco por las calles vacías.
El hombre los escuchó acercarse, ¿cómo no podría?, pero eso no importó. Entonces hubo gritos, horribles y asustados gritos humanos.
Pero, al menos, Hongbin había dejado de reírse.