Pensó largo y tendido sobre el tema, sobre el rostro de Chen cuando Kris hizo que su cuerpo se doblara por él. Cada vez que lo pensaba, la rabia volvía a él, no hacia Kris por tocar de forma inapropiada la propiedad de otra persona, sino hacia Chen por someterse a otros y no Suho. Se sumió en su enfado todo el día , incluso cuando lo llamaron para que fuera al campamento para solucionar una pelea que había empezado entre algunos hombres. Cuando, al final, envió un mensaje a la casa con instrucciones de que Chen lo estuviera esperando cuando acabara, descubrió que, en realidad, no sabía qué iba hacer con él esa noche. La sola idea de Chen lo dejaba ardiendo con sentimientos de rabia, deseo y vergüenza. Todos mezclados, se sentía extrañamente excitado.
Justo como había pedido, Chen ya estaba en la habitación cuando entró, sentado en medio de la cama con las rodillas en el pecho. Había sido vestido con prendas de seda verde oscura, pero el material caía por uno de los hombros descuidadamente y Suho volvió a darse cuenta de que no parecía que a Chen le quedara bien el tipo de vestimenta que solían llevar los juguetes. Eran demasiado ligeros, fáciles de desaliñar; una elegancia tan fácilmente alterable sin duda aumentaba el atractivo de juguetes como Luhan o Baekhyun, pero como a Chen no le iban los trucos así, apenas le hacían parecer desarreglado.
Suho se quitó la ropa hasta que solo vestía la camisa interior y pantalones, apoyando los zapatos junto al armario.
―Te ves mejor con tu uniforme ―comentó Chen con un leve tono de burla en su voz―. Te hace parecer un hombre de verdad.
Suho ignoró el insulto, ignoró a Chen por completo. Se movió por la habitación y completó la rutina como si Chen ni siquiera estuviera ahí; se lavó la cara en el barreño que un sirviente le había dejado, se lavó los dientes, echó las cortinas a la ventana. Para cuando se giró a la cama, Chen estaba frunciendo el ceño y ni siquiera intentó borrarlo de su rostro. Suho casi podía sentir el reproche en su lengua, «si vas a follarme, al menos hazlo antes que después».
A pesar de todo, aun así preguntó.
―¿Puedo...?
―Sí ―interrumpió Chen suspirando y poniendo los ojos en blanco. Suho siempre había considerado que era extraño que la respuesta nunca cambiara. Si decía que no, simplemente lo sacaría de la habitación y esperaría a la próxima vez. No estaba interesado en un compañero de cama poco dispuesto, lo cual era parte del motivo por el que había buscado a Chen en primer lugar. Los juguetes entrenados estaban demasiado dispuestos a tumbarse de espaldas y dejar que sus amos hicieran lo que quisieran. El consentimiento implícito de esos juguetes dejaba a Suho con una sensación de incomodidad.
Había esperado algo más de Chen, y mientras que, hasta ese momento, había mostrado estar contento con lo que habían hecho juntos, se había movido, retorcido y corrido con cálidos chorros, siempre había tenido la sensación de que lo hacía por Suho. A pesar de toda su bravuconería y sus comentarios de mal gusto, había reconocido, hasta cierto punto, que era un juguete y que Suho era su dueño, así que dejaba que Suho lo follara por ese motivo. Cada vez que se daba cuenta, Suho se sentía cada vez más sucio.
Chen se preparó en la cama y separó las piernas como si fuera una prostituta normal.
―Deja eso ―dijo Suho al borde de la cama―. Siéntate.
Chen obedeció de verdad aunque la ceja arqueada sugería que era por pura sorpresa. La voz de Suho había sido fría y dura, el tono que usaba cuando uno de sus hombres se pasaba de la raya. No lo había utilizado con Chen hasta ese momento.
―¿Qué? ―la voz de Chen era baja, casi un ronroneo con algo de acero en él―. Creía que querías follarme.
―No me hables así ―saltó Suho, su propia voz puro acero helado. Chen apenas parecía sorprendido.
―Creía que querías que fuera sumiso y temblara por poderío de tu gloria ―continuó―. Me tumbaré aquí mientras me follas y eso te hará feliz.
Al momento siguiente, Suho estaba en la cama, la mano agarraba el cabello de Chen y tiró de él hacia atrás hasta que Chen gritó de dolor con la boca abierta.
―He dicho ―habló Suho, la voz aún helada pero más baja, la rodilla separaba cuidadosamente las piernas de Chen― que no me hables así.
Chen intentó soltarse pero Suho lo mantuvo sujeto, apenas capaz de moverse. Cuando se quedó quieto, respiraba con pesadez, su rostro sonrojado y la ropa medio colgando. Suho tiró experimentalmente de su pelo y Chen gimoteó.
―¿Has entendido lo que te he dicho? ―preguntó, la mano libre le quitaba la ropa por completo. Tiró de nuevo del cabello cuando no obtuvo respuesta y esa vez no hubo duda alguna de que el gimoteo nada tenía que ver con el dolor―. Respóndeme. ¿Lo has entendido?
―S...sí ―respondió a regañadientes, como si le doliera reconocer el poder que Suho tenía sobre él.
La sensación de poder fue estimulante. Suho sonrió un poco y después más cuando la mano descendió entre las piernas de Chen y descubrió su miembro semiendurecido. Lo acarició lentamente, observó cómo el sonrojo se extendía hasta la garganta y torso.
―¿Vas a volver a hablarme así? ―preguntó. Sonaba casi como una conversación, incluso la mano apretó más el cabello de Chen como advertencia.
―No ―suspiró Chen, y esta vez estaba sin respiración.
―Por algún motivo, no te creo ―murmuró Suho. Le dio un beso corto, una breve presión sobre la boca abierta de Chen. La mano todavía se movía entre sus piernas, su pene endureciéndose en la mano. Nunca había sido tan fácil―. Chen ―habló en su oído, aflojando el agarre del pelo para que pudiera jugar distraídamente con los mechones―. ¿Quién soy?
Le tomó unos segundos responder.
―Suho.
La mano de Suho volvió a agarrarlo y tiró con fuerza que sintió cómo algunos cabellos cedían. Chen gritó y su pene reaccionó en la mano de Suho.
―Inténtalo de nuevo.
―Lord Suho ―jadeó―, eres Lord Suho...
―¿Y soy tu…? ―acarició con la nariz la garganta de Chen, la suavidad de su boca en contraste con el seguro agarre en el pelo. Chen no respondió, su boca cerrada con fuerza y la mirada confusa y aturdida, pero sobretodo desafiante.
Suho suspiró y cambió de postura para buscar por encima del cuerpo de Chen hasta que encontró varios botes de lubricante que mantenía en la mesita junto a la cama, cada uno de ellos de una marca y sabor, todos caros y mantenidos en un lugar que no ocultaba su contenido. Estirándose así, el paquete de Suho acabó directamente en el rostro de Chen, y esperaba que este reaccionara pero no hizo nada, se quedó quieto y silencioso. Suho se tomó su tiempo eligiendo, finalmente se decidió por uno que apenas usaba porque era muy caro, y cuando volvió a sentarse Chen tenía los ojos cerrados, el rostro sonrojado y la respiración pesada.
―¿Qué quieres que haga? ―preguntó Suho mientras destapaba el lubricante, los ojos de Chen siguiendo el movimiento. Para alguien normalmente rápido con contestaciones arrogantes, Chen estaba remarcablemente lento con sus palabras.
―Lo que yo quiera no es importante, ¿no? ―respondió al final, después de que Suho hubiera echado el lubricante en los dedos.
―Parece que quieres esto ―señaló Suho prefiriendo ignorar esa pequeña insolencia―. ¿Te gusta cuando te hago daño? ¿Cuándo te tiro del pelo? ¿Qué es lo que quieres? ―cuando no obtuvo respuesta, deslizó de nuevo su rodilla entre los muslos de Chen y murmuró―. Separa las piernas.
Suho esperaba que opusiera resistencia todo el rato, pero parecía que, simplemente, no podía desafiar la orden directa y separó las piernas fácilmente, la cadera se elevó cuando Suho introdujo dos dedos en él.
―¿Te gusta esto? ―preguntó. Cuando el silencio continuó, agarró con fuerza la barbilla de Chen entre los dedos y le giró el rostro hasta que debió ser doloroso―. Respóndeme.
―Sí, sí ―jadeó Chen, y Suho lo premió metiendo otro dedo en él repentinamente, provocando que arañara las sábanas con las manos. Movió los dedos con lentitud, estrechándolo hasta que Chen sollozó y movió las caderas, el miembro le goteaba contra el estómago. Suho estaba contento al ver que estaba lo suficientemente bien entrenado como para no tocarse.
―Si me dices qué es lo que quieres, te lo daré ―le dijo Suho, encogiendo los dedos mientras los metía y sacaba de su cuerpo―. Si quieres ―comenzó recordando el sonrojo anterior en su piel―, te dejaré comerme la polla ―el cuerpo entero de Chen tembló y apretó los labios con tanta fuerza que acabaron blancos―. Pero ahora no, más tarde, después de que te haya follado, después de que cada parte de ti suplique por correrse. Te cogeré del pelo- así ―lo demostró tomándole justo de la nuca, los dedos tirando del sensible vello por encima de la nuca y Chen gimoteó flexionando las piernas mientras su cadera se elevaba de la cama―. Te cogeré del pelo y me follaré tu boca hasta que estés atragantándote, hasta que te duela la mandíbula y tu cuerpo entero comience a temblar y tu pene esté tan duro que creas que vas a desmayarte. Sólo entonces, y no antes, te tocaré. ¿Es eso lo que quieres?
Los labios de Chen se movieron en silencio, el sudor brillando sobre sus clavículas mientras un riachuelo llegaba al estómago. La zona entre las piernas estaba resbaladiza, los dedos de Suho moviéndose dentro y fuera con más facilidad, cada vez más rápido; Chen movía las caderas hacia arriba y abajo mientras intentaba adecuarse al ritmo, conseguir un poco de satisfacción.
―Ahora ―habló Suho moviendo la mano del cabello, descendiendo para jugar distraídamente con sus pezones, ya duros. Los sonidos que Chen hacía eran de pura desesperación―, ¿soy tu…?
―Amo ―sollozó Chen―, mi amo, por favor, oh por favor...
Satisfecho con eso, Suho sacó los dedos de su interior y lo giró gentilmente hasta dejarlo de cara a la cama. Inmediatamente, Chen intentó rozarse con la cama y Suho colocó una mano en su espalda baja y presionó firmemente.
―Para ―dijo, y cuando lo ignoró, tiró de la cabeza hacia atrás y siseó―. He dicho que pares ―Chen se quedó quieto.
Suho había cogido ataduras de cuero de vuelta a casa desde el campamento militar, se había detenido en una tienda que se especializaba en aquello y había elegido un cuero elástico que dejaría moratones pero no cortaría la piel, que se estiraría pero no se daría de sí. Los sacó entonces, mientras Chen se acercaba las almohadas y apoyaba la cabeza en ellas, su respiración pesada y errática. Suho sonrió mientras volvía a la cama.
―Dame tus manos ―ordenó, y tras una breve pausa Chen lo hizo, dobló los brazos hacia la espalda sin decir nada. Rápidamente, Suho le ató las muñecas antes de que pudiera revolverse, agradecido por su entrenamiento acabó el nudo antes de que Chen pareciera darse cuenta de lo que pasaba. Chen tiró de los nudos y después exhale cuando no pudo soltarse. Suho deslizó las manos por su cadera y tiró de ella hasta que Chen estuvo de rodillas, las piernas separadas y su rostro contra la almohada.
―Así que así es como te gusta tenerme ―dijo Chen sin aire―, atado e incapaz de moverme.
Suho dudó un segundo antes de bajar la mano y darle un azote en el trasero. El grito que consiguió de Chen fue increíblemente satisfactorio.
―Creí que no ibas a hablarme así ―dijo calmadamente, los dedos acariciando la entrada de su trasero, rozándole ligeramente los genitales―. Además, ¿no te gusta a ti también así? Si quieres que te folle, lo único que tienes que hacer es pedirlo. Te follaré, si lo pides. Está bien pedir.
Solo hubo silencio junto con la respiración agitada y molesta de Chen. Suho comenzó a preguntarse si podía esperar que lo pidiera, su miembro duro y atrapado en el material de los pantalones. Pero debía hacerlo, solo podía hacerlo cuando Chen lo pidiera. Mientras esperaba, se desvistió, dejó la ropa en el borde de la cama y se acarició ligeramente el pene, el dedo gordo extendió el presemen. Chen lo observó y, cuando los dedos de Suho volvieron a desaparecer entre los muslos, su cuerpo entero saltó.
―Tan solo pídemelo ―dijo Suho dulcemente. Chen había cerrado los ojos y su boca estaba abierta mientras los dedos de Suho eran lentos y constantes, no era suficiente para darle auténtica satisfacción―. Tan solo abre tu bonita boca y dime lo que quieres.
―F-fóllame ―tartamudeó Chen, la respiración se le detuvo cuando los dedos de Suho se encogieron en su interior.
―Has olvidado una palabra ―le reprochó.
―Fóllame, por favor ―pidió Chen, la voz alterada cuando las palabras se tropezaron por las prisas―, por favor, por favor fóllame, fóllame como has dicho que lo harías, por favor.
Al fin, pensó Suho, exaltado y caliente sacó los dedos y se colocó rápidamente tras Chen; rozó la cabeza del pene en lo resbaladizo antes de introducirse rápidamente. Incluso con la preparación, estaba apretado y las rodillas de Chen parecieron darse de sí; Suho lo levantó con las manos en la cadera y lo ayudó a recuperar el equilibrio. Se detuvo un momento, silencio entre ellos, el único sonido la pesada respiración que compartían, y entonces Suho empezó a moverse hacia fuera, hacia dentro y fuera de nuevo. Chen gimió al sentirlo, un largo sonido de placer, miseria y deseo.
Suho no le dio tiempo a acostumbrarse, rápidamente cambió a un ritmo más rápido, follándolo más duro de lo que lo había hecho antes, cuando aún quería tratar bien a Chen, cuando creía que la única forma de conseguir que obedeciera era mostrándole que no debía creer que Suho le haría daño. Era extrañamente excitante la forma en la que hacer daño a Chen, tratarlo duramente y follarlo boca abajo contra la cama, era lo que sacaba esos sonidos de su boca, los gritos cortados y los gemidos que solo parecían aumentar cuanto más duramente lo penetrara.
Suho tenía la mano libre alrededor del nudo de sus muñecas, y en un momento de inspiración, la movió, deslizándola para enredarla en el pelo de Chen, agarrar con fuerza y tirar de él hasta que la espalda estaba arqueaba y su pecho hacia delante, las rodillas se resbalaban algo más y el pene de Suho que lo penetraba con más profundidad. Chen gritó, rudo y desesperado, y Suho aguantó correrse por los pelos.
Eventualmente, el grito se transformó en jadeos y sollozos, la respiración de Chen audible con cada movimiento de las caderas de Suho.
―Por favor ―lloró moviendo las caderas hacia atrás para encontrarse con Suho en cada embestida―, por favor, tócame, quiero que me toques, haré lo que sea, seré bueno, seré un buen chico...
―¿Lo prometes? ―gruñó Suho soltándole del pelo para que pudiera caer de nuevo sobre la cama, la mejilla atrapada contra la almohada.
―Sí, lo prometo, seré el mejor que jamás... oh dios, por favor, tócame por favor, amo, Lord, Suho, por favor...
Suho no lo hizo. Dejó que el sonido de su voz lo llenara, dejándose llevar, embistiendo más fuerte y más rápido hasta que sintió el nudo en su estómago y se corrió, profundamente dentro de Chen, jadeó de repente y sus ojos se cerraron.
Chen aún sollozaba promesas, más ridículas ahora que Suho se había corrido, como si creyera que lo iba a dejar así, duro y doloroso. Se separó y dejó que Chen se desplomara en la cama antes de ayudarlo a girar, los brazos de Chen estaban atrapados bajo su cuerpo. Había marcas de lágrimas en su rostro y brillo de sudor en el cuerpo. Su pene estaba duro y rojo, tumbado contra su estómago.
―Por favor ―gimoteó con los ojos medio cerrados―, por favor.
Suho lo silenció con un lánguido y lento beso, la lengua colándose en la boca sin que Chen opusiera resistencia alguna. Su rostro estaba húmedo.
―Shh ―murmuró separándose―. Has sido bueno. Estoy contento contigo.
Chen cerró los ojos, el rostro mostraba claramente la imagen de la desesperación, solo para abrirlos de nuevo cuando los dedos de Suho rodearon su pene. Se excitó y las caderas se lanzaron hacia arriba, pero Suho lo hizo lento, gentil, dándole el contacto que había deseado y la libertad de tener su propio ritmo. Se había acabado en unos segundos, Chen se corrió con otro grito mientras el cuerpo entero temblaba al derramarse en la mano de Suho.
Suho cubrió su mandíbula con besos y succionó por debajo de la oreja mientras esperaba a que recuperara el aliento. Pronto, Chen estuvo quieto, las manos de Suho en las caderas, el rostro caía hacia el lado voluntariamente para que Suho pudiera besarlo en la boca, largo y duro hasta que estuvo gimiendo de nuevo, moviéndose mientras intentaba sacar las manos de debajo del cuerpo para poder tocarlo.
Murmuraba suavemente en voz baja, Suho lo ayudó a sentarse y deshizo el agarre masajeándole gentilmente las muñecas para eliminar la tensión. Chen se dejó caer, la cabeza gacha y las manos agarrándose a los tobillos como si estuviera sujetándose físicamente para no hacer algo, tal vez no atacar a Suho, tal vez simplemente para evitar huir. Suho besó la parte de arriba de su espina y Chen tembló.
―Has sido bueno ―repitió―. Puedes dormir aquí hoy.
Chen levantó lentamente la cabeza, girándose para poder mirar a Suho, la incredulidad pintada en su rostro.
―¿De verdad? ―preguntó lleno de sospecha.
Suho sonrió y juntó sus frentes.
―Por supuesto ―Chen dejó escapar un suspiro tembloroso. Parecía que realmente no podía creerlo. Considerando su comportamiento pasado, era muy probable que los dueños anteriores nunca le hubieran permitido tal honor. Suho se separó y comenzó a vestirse de nuevo, ni siquiera preocupándose de mancharlas con semen seco y sudor. Siempre podían ser reemplazadas―. Haré que alguien te traiga ropa nueva ―comentó mientras Chen se sentaba en medio de la cama, parpadeando mientras lo miraba―. No te gustan los vestidos, ¿verdad? Te hacen sentir incómodo ―tras un Segundo, Chen negó con la cabeza y Suho asintió en respuesta―. Conseguiré algo que te guste. Mientras estoy fuera, puedes lavarte. Estarás limpio cuando vuelva, ¿lo has entendido?
Le lanzó una mirada a Chen, quien dudó, como era normal, antes de murmurar.
―Sí.
Suho escondió la sonrisa y se levantó. Sabía que Chen no había sido roto, pero había una mejoría. Sabía cómo lidiar con su mal comportamiento y sabía de dónde tirar, literalmente si era necesario. Después de todo, no esperaba que fuera perfecto (y nunca lo sería, no había sido entrenado para eso), pero sería suficiente para Suho.
Se detuvo en la entrada y observó mientras Chen se acercaba al barreño de agua de la habitación. Chen cogió la esponja del agua y se paró para mirar a Suho.
― ¿Vas a... ―su voz tembló y se aclaró la garganta para repetirlo― ¿Vas a enviarme a un entrenador?
Algo dentro de Suho dolió con la incertidumbre y el miedo en su voz, incluso cuando la misma parte celebraba las mismas emociones.
―No ―respondió suavemente―, no tienes que preocuparte más de eso.