Bien, me desharé. Me romperé las muñecas, los hombros, el cuello. Me rasgaré la piel, los labios, el pecho. Me cortaré los dedos, el cabello, los pies.
Me moriré enfrente de ti. En tu cara. En tu rostro.
Provocaré una revuelta; les diré a todos que asesinen. Les diré a todos que dejen de existir. Les diré que lanzen gritos a la nada. Les pediré que no me vean. Les rogaré que me dejen de pensar. Que dejen de creer en mí, que dejen de creer que alguna vez existí.
Me colgaré de una escalera, de un edificio; en el cuarto más solo, el más oxidado; cerca de una ventana, la más sucia y rota. Me colgaré. Me asfixiaré. Me suicidaré.
Te preguntaré si esto era lo que querías, lo que con todo tu corazón pedías al cielo. Te preguntaré si te encuentras feliz, si dejaste de llorar en las noches. Te preguntaré si deseas volver a sufrir. Y me responderás, de la manera mas honesta, más franca, así, como nunca antes lo pudiste hacer.
Y observaré el suelo, el verde pasto, moviendose al ritmo del viento; mientras escucho tu gélida respuesta. Tomaré entonces tu mano, y te preguntaré: ¿Quieres darme un abrazo?
Por favor... responde que sí
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