Mar 26, 2008 11:27
Siempre suelo acordarme (más o menos) de cuando fui a ver una película al cine o con quién. De todas esas veces las que más recuerdo son las siguientes:
- "Parque Jurásico": recuerdo que fui al cine Vigo (mítico!) con mi padre un día de semana por la tarde cuando la película ya llevaba bastante tiempo en cartel; hacía muy mal tiempo y en la sala éramos cuatro gatos. Básicamente recuerdo esta ocasión porque fue de las pocas veces que fui con mi padre al cine, que tuvo la santa paciencia de tragarse la película sin rechistar.
- "Matrix": en pleno verano del 99 (primer año como universitario) fui a los Multicines Centro con mis amigos Miguel y David a ver esta película que ponían por las nubes en muchos sitios. La sala estaba llena y nos sentamos cerquita de la pantalla, en tercera o cuarta fila. Flipamos. Recuerdo que después de verla nos pasamos la noche filosofando y trajinando cervezas intentando asimilar lo que habíamos presenciado.
- "Los Goonies" y "Akira": cuando tenía entre 9 y 13 años aproximadamente iba todos los fines de semana al cine Salesianos con la pandilla del edificio porque como hijos de empleados de Citroen nos librábamos de pagar entrada. Recuerdo que echaran la película que echaran nos lanzábamos en manada a verla como si fuera una necesidad vital. Nos tragamos películas ochenteras de todo tipo, desde "El corcel negro" a "Los Canzafantasmas" pasando por "Critters 2", pero si hay dos que recuerde mejor éstas son "Los Goonies" y "Akira".
"Los Goonies" me dejaron clavado a la butaca durante dos horas, imaginándome como sería descubrir un tesoro pirata y deseando llegar a casa para crear un artilugio que hiciera surgir un par de linternas de mi abrigo. Resultaba mi fácil identificarse con los personajes y al salir estábamos todos discutiendo a quien le tocaría hacer de Gordi o de Data.
"Akira" fuera una auténtica revelación. Hasta entonces las únicas películas de animación que habían pasado por mis ojos eran principalmente las de Disney. La película tenía tal nivel de detalle que era imposible desviar la vista de la pantalla. La complejidad de la historia me abrumó, lo que empezaba con una simple rivalidad entre pandillas acababa aglutinando proyectos secretos del gobierno, conspiraciones y muchas incógnitas. Recuerdo salir del cine literalmente alucinado. Desde entonces mi veneración por Katsuhiro Otomo es absoluta.