[merlin] cuando el tiempo atrapó al destino. [ot4!preseries]

Dec 26, 2009 18:24

Estoy atrasada con los regalos de Navidad, like, MUY atrasada, like, esto es lo primero que hago. *fail* Y encima debo un fic de una apuesta que supuestamente perdí (que tmb supuestamnt gané XD!) Pero en fin, agradezcan a phoenixgfawkes que he logrado inspirarme con uno de sus pedidos y ha salido esto :DDDD

Fandom: Merlin
Título: cuando el tiempo atrapó al destino
Personajes: OT4!preseries (Nimueh/Igraine); Nimueh, Igraine, Gaius, Uther, Tristan, Morgause.
Advertencias: PG13. Alusión a personaje del 2x08. Nada too big..
Palabras: 2040
Resumen: A Nimueh le gusta como sonríe Igraine. Todo, lentamente, se apaga, y luego queda el silencio que no pudo ver.
Notas: El título pertenece a la canción Adios, de NTVG. Also, esto no planeaba ser tan angst.
Para: phoenixgfawkes ♥ Estaba revisando las listas, y he visto esto, y ha sido QUE ESTAS ESPERANDO. Espero que te guste, sé que hay una pequeña mención al 2x08, y yo me pregunto que diablos estás esperando para ver el resto de la temporada, pero no he podido evitarlo. *ACHUCHA*



A Nimueh le gusta como sonríe Igraine.

Es una sonrisa delicada, suave, como el suspiro de la primavera entre los árboles y el albor de la magia entre sus dedos; es dulce, y remarca sus mejillas en sonrosados pómulos y ojos brillantes.

- Se llamará Arthur, -explica, sin que sus ojos titilen o decrezcan en su alegría. Su mano inconcientemente corre hasta su vientre, marca círculos con sus dedos. Un pequeño ritual, un momento de magia del que la Antigua Religión parece reírse.

A Nimueh le gustaría poder devolverle la sonrisa.

Algo tan bello, tan inocente y, sobre todo, esperanzado. Pero solo puede engañar el reflejo de sus ojos, y torcer los labios ligeramente, como respuesta. La felicidad entrelazada entre el miedo y la derrota.

- Se parecerá a ti. -acepta. E Igraine ríe, libre, suave y viva. Intentará negarlo, pero Nimueh, entre todos los terrores que se avecinan, sabe, reconoce, que la única verdad es la que tiene frente a sus ojos.

A ti también, debería decirle Igraine. Pero ella no lo sabe.

**

Tristan no es como los otros. Como ninguno.

Es una piedra en el medio del camino, y otras tantas atadas a su cuello.

La mira con desconfianza desde el primer día, algo brilla en sus ojos, un odio sin razón, descontrolado. Su voz es cruel y dura, y todo respecto que podría esperar hacia ella se pierde en el aire cuando cruzan miradas.

A veces se pregunta si sabe. Si Tristan puede ver futuros que a ella le son desconocidos.

Si sabe de finales y tristezas, sobre los que ella aún no tiene control.

Pero sabe que no. No es eso. Es terror, es instinto que le nace en la piel cada vez que se cruza con ella, y a veces, solo a veces, le asusta.

Tristan es un enemigo de la Antigua Religión desde el primer día que cruzan palabra. Desde que ella llega a la corte a revivir una amistad - un algo - que hace mucho considera perdido.

Tristan la echa de su hogar (la única herejía que considera suya) con miedos y rencores de situaciones aún no vividas.

Y ella se deja.

Porque el miedo de quedarse es más fuerte que la necesidad de ganar.

**

El viaje hasta la Isla nunca se le hizo tan lento. Años se suman a su vida a cada paso que ejerce contra su destino. Le gusta sentarse en la tierra y contemplar el aire durante horas, como si la lentitud de sus pasos, el retraso de su llegada… significara algo.

(Lo hace).

Le lleva tres días y tres noches acercarse al lago que separa el recinto de las Altas Sacerdotisas del resto de los mortales. Llegar le sabe a derrota, a perdida, a un animal perdido que regresa a casa luego de haber escapado de su nido.

No hay brazos abiertos, pero hay medias sonrisas.

De momento, le resulta suficiente.

Morgause es la primera en hablarle. Y la situación se le hace… por lo menos, irónica.

La niña se cuela entre sus piernas y levanta su rostro con una de sus frágiles manos en su barbilla.

- Estás triste. -afirma. Nimueh sonríe.

(Triste, como cuando sonríe a Igraine, o roba una mirada al Rey).

- Y tú muy grande. -la sonrisa de Morgause es verdadera, amplia y orgullosa. (Las palabras de Nimueh escondiendo significados que la niña ya puede adivinar.)

No dicen nada más, y Nimueh posa sus labios sobre la frente de Morgause, segundos eternos, antes que una de las Sacerdotisas a cargo llegue a reclamarle.

- Bienvenida, Nimueh.

La aludida sólo asiente cansada.

(Quisiera regresar a casa).

**

(A Igraine le gusta pensar que no está sola -porque no lo está.

Le gusta entrar a la habitación de su esposo, y rodearle con los brazos, su vientre moviéndose contra su cintura, sus labios buscando su cuello.

A Uther le gusta que Igraine lo haga.

Le gusta recordar lo que es la felicidad.)

**

Nimueh sueña con ellos. Los sueña juntos y separados, felices y tristes, envueltos en magia y desnudos bajo la luna. Los sueña a besos y lágrimas, los recuerda entre nubes de futuro y pasado y sonríe.

Porque fueron grandes.

A veces, solo a veces, sueña con el antes.

Cuando eran tres. Pero, no los tres que sueña. Los que eran.

Porque también fueron grandes.

No puede ver el futuro, no. No puede ver a Arthur (mil nombres corren por su cabeza, pero solo la voz de Igraine se graba a fuego sobre sus labios), ni su futuro, no puede verlos padres, ni vivos, ni muertos.

No puede verlos. Solo soñarlos.

Y eso la destruye.

**

Cuando Gaius aparece por aquellas tierras, todos se movilizan. Son voces y coros, y magos y brujas confusas. No deberías estar aquí, le dicen. Él sonríe, tímido y cansado mientras contesta un Ella tampoco.

Es Morgause quien la llama, en silencio y sin palabras, la arrastra de su brazo, no sin antes acomodar su cabello en largos lazos. Ven, dicen sus ojos, y Nimueh se deja, entre maravillada y arrepentida. No logra determinar cual fue su error, si volver… o haber partido.

El encuentro es como un despertar. El letargo de una vida sin propósito, de sueños sin sentido, de miedos y necesidades no cumplidas, reducido a meros segundos. A dos palabras. A un susurro.

- Lady Nimueh.

Cuando Gaius la roba de la magia, es en silencio, sin besos, ni abrazos de recuentros, sin roces de piel ni momentos frágiles y dulces (como en el pasado - librando una batalla contra la vida misma, de manos y fieros, con un Rey sin corona guiando sus pasos).

**

- No deberías haberte ido.

Es de noche, y están tan lejos de la Isla como cerca del Castillo, y el cielo les cubre con su manta austera y fría (cálida, tan cálida como el fuego que les ilumina, como la magia que los conecta, como el suspiro ahogado de sus labios por momentos no compartidos).

- ¿Está Igraine…? -la pregunta muere en sus labios, sus ojos examinando el rostro contornado y serio de Gaius; Gaius el joven médico, quien la adoraba, quien seguía sus pasos a son de la música del aire que les rodeaba. Gaius, que ahora la mira… de esa forma que le recuerda a Tristan.
- Viva. -es lo único que dice, sus ojos se cierran, su espalda se gira, e imita dormir.

Nimueh solo mira la noche, la alberga en su alma, la cuece y la duerme en su piel. Pero no pega un ojo. Camelot se dibuja en el horizonte de su mente, destruido y venido a menos.

Y ella… demasiado lejos para alcanzarlo.

**

Cuando llegan, es como reyes. Galopan por la entrada de Camelot y los guardias se abren a su paso. Nadie se atreve a cuestionar el lugar de Nimueh y Gaius en esta corte.

Aunque no estén, aunque se hayan ido.

Las puertas principales están abiertas, y cuando descienden, Nimueh espera encontrarse con la sonrisa de Igraine.

Y solo haya la ira de Tristan.

En sus ojos, en sus labios callados, en el apretar de sus manos.

(Está celoso, se dice. Se engaña.)

Gaius murmura un suave milady, y señala hacia la entrada, el Rey se encuentra allí, majestuoso y todo poderoso sobre las tierras que una vez no fueron suyas, sobre sus súbditos que ahora le siguen sin dudas ni miedos, sin lucir consternado por el agrio intercambio entre Tristan y Nimueh.

Llegan.

Como Reyes.

O, por lo menos, como Reina.

Gaius hace una pequeña reverencia (pequeña, casi austera) a Uther, y Nimueh se inclina hacia adelante y besa su mejilla.

- Es bueno estar en casa,- murmura al oído de Uther.

Y el Rey sonríe, marchito y cansado, pero sonríe. A Nimueh se le antoja como un reflejo de Igraine.

**

La habitación de la Reina es cálida y dulce, huele a verano, a trabajo de tierra y sudor de bondad. Igraine sonríe, porque siempre sonríe.

(Esperaba, dice la Reina
Lo siento, ofrece la maga).

Nimueh lo intenta. Eso de sonreír de oreja a oreja, de elevar los pómulos y creer que el corazón se saldrá por sus ojos. Lo logra a medias, entre la mirada opaca de Uther, y el nerviosismo nuevo de Gaius.

Tristan no está.

Y Nimueh lo agradece.

**

A Nimueh le gustaría comprender sus sueños. Los que hablan de pasado, de presente, de futuro, los que hablan de mundos y posibilidades y esas cosas que no comprende.

Los que hablan de traición y arrepentimientos que aún no es capaz de sentir.

Debería ser la más poderosa. La magia una con ella. Debería. (Los mortales la han corrompido, roto, quebrado, hasta deshacer su magia a incoherencias y posibilidades).

Le gustaría comprender la pesadez sobre su cuerpo, el miedo, le desazón. No se atreve siquiera a entrar al cuarto de Igraine mientras esta sufre, no se atreve a mirar a Gaius, y apenas logra aceptar el rostro pálido e impaciente del Rey en su hombro.

No se atreve a devolver la mirada de odio a Tristan, que la observa desde un lado, juzgándola, culpándola por eventos que pasaron tiempo atrás, que jamás podrían acercarse al presente y que serán también el futuro.

A Nimueh le gustaría comprender el mundo, cuando Gaius posa una mano sobre su hombro libre, y con atrevimiento, ignorando la presencia del resto de las personas en la sala, resta sus labios entre sus cabellos y murmura un ‘milady’ desganado que poco tiene de consuelo.

Cuando Arthur llora. Nimueh siente escapar la vida de sus manos -la de Igraine, no la suya.

Y el mundo se derrumba.

**

A Nimueh le gusta como Igraine sonríe, aún cuando la vida se escapa de sus dedos, aún cuando sostiene a Arthur entre sus brazos como si no existiera mayor tesoro que aquel que se le ha otorgado. Aún cuando Uther llora y teme, cuando ni Gaius sabe poner fin al dolor que Igraine oculta, y Nimueh solamente se encoje en el rincón de la sala, débil y mancillada por las penas que la acosan.

Cuando Tristan vocifera un “Esto es tu culpa, Uther Pendragon” Igraine trata de calmarlo, pero tose sangre y cierra los ojos. Los ojos de Uther solo tienen lugar para su esposa… y para ella. Le corta con su mirada, traspasando a ella las palabras que el otro hombre ha dicho a sus hombres.

- Haz algo. -suplica. Sus manos agarrándose con desesperación a las de Igraine, ahora sola y abandonada en su cama, mientras Gaius -con el pequeño bulto de Arthur en sus brazos- les observa en silencio y sombrío.
- No hay nada que pueda hacer. -admite Nimueh finalmente, copiosas lágrimas ocultándose en sus ojos, incapaces de ver la luz.
- ¡FUERA!

Rabia, odio, miedo, desesperación corre en una sola palabra, y Nimueh trata solo unos segundos de acercarse a Igraine, de tomar una de sus manos entre las suyas, de respirar el aroma de su cabello, de embeberse en su última sonrisa. Pero la reina ya no ríe, ni respira, ya no vive, y no tiene caso.

No pone resistencia cuando Tristan agarra su brazo y la arrastra con más fuerza de la necesaria hacia fuera. No se detiene, no hasta que han dejado el castillo. Hay una amenaza escrita en sus labios, y una última oportunidad grabada en sus labios. Su odio redirigido, su lamento contenido solo por unos segundos.

No necesita escuchar palabras de sus labios para saber lo que dice.

Vete y no vuelvas.
(Ella obedece y calla.
Como si la culpa fuera propia, y no de nadie).

**

Morgause se acerca a ella y toma su mano. Tiene una sonrisa burda en sus labios. No dice nada, pero Nimueh puede escuchar el “lo siento” de sus pequeños labios y tiembla.

A Nimueh le gusta recordar esos tiempos, donde las sonrisas eran buenas y libres, fortuitas e inocentes. Le gusta recordar los momentos donde no hubo dolor.

Porque ha vuelto a casa -la que siempre debió llamar así- y otra vez debe de partir.

Llevándose consigo, todos los sueños de Igraine, felicidad y esperanzas compartidas.

Uther devorará todo el resto que le queda de vida.

**

A veces sueña en la soledad.

A veces aún sueña con manos gentiles, reinos por conquistar, magia entre sus dedos y sonrisas.

A veces aún cree.

A veces.

Y ya no más.

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