[merlin] mea culpa | ot4 {memo + arthur/gwen}

Oct 16, 2009 11:18

La originalidad del título me amusea. Si que si. Este es mi pequeño (no tan pequeño) bebé, creo que es lo más largo que he escrito del fandom, pero espero que no sea lo último así~~ (Aunque con suerte la próxima vez... pasará algo! XD)

Fandom: Merlin
Título: Mea Culpa
Palabras: 4256
Advertencias: PG13. Spoilers del 2x03. (oh, y más angst!)
Personajes: Merlín, Arthur, Morgana, Gwen, Mordred [y Forridel] - Merlin/Morgana, Arthur/Gwen {ot4+}
Resumen: Es díficil continuar adelante, seguir como si nada hubiera sucedido, como si las muertes no pesaran en sus consciencias, es díficil avanzar cuando siguen mirando hacia atrás. [Reflexiones sobre los sucesos finales del 2x03]
Notas: Este fic es culpa de zauberer_sirin y su puntualziación sobre las acciones de Arthur al final de The nightmare begins. Esta es mi respuesta, una suerte de justificación/estudio sobre esa tensión que imagino debe de haber quedado en todos al comprender lo sucedido.
Notas 2: Muchisimas gracias a nasirid por su apoyo y por echarle una mirada ♥


Toma tiempo acostumbrarse a seguir viviendo. (A ser como antes y a no serlo). Es como vivir una vida que no es suya, la charada constante, las mentiras, la falsedad de su propio ser. Es como vivir muriendo, o morir con vida. Pero sigue, intenta, porque no se dejará caer.

A veces sueña, sueña con bosques libres y frescos, con tiendas de campaña hechas de telas suaves y tersas, con manos firmes y fuertes que le abrazan y le dicen “Bienvenida a casa, niña”. También sueña con ojos azules e inocentes (cuidaría de ti, sabes que lo haría), con el despertar de la mañana con sus pequeñas manitas a su lado.

Pero sobre todo, (esos días cansados, donde la actuación es demasiado y solo quiere escapar de las paredes del castillo), sueña con muerte y sangre, sueña recuerdos de fracasos y heridas, de errores y pensamientos sin consideración de consecuencias.

Toma tiempo acostumbrarse a seguir viviendo. (A olvidar los pudo haber sido) Toma tiempo escapar a la culpa de saber que podría haber sido perfecto, pero simplemente, ha sido peor.

*

Merlín no sabe cómo actuar. Ni con Morgana, ni con Arthur, y a veces, incluso, con Gaius. El mundo se ha tornado de cabeza, las palabras no dichas flotan en el aire y las memorias se han vuelto parte del presente.

En las mañanas despierta con la cabeza adolorida (Emrys, Emrys, Emrys) y el corazón destrozado. En las tardes se mueve por inercia, atiende a Arthur sin decir palabra, dirige palabras de ánimo a Gwen y hace las tareas que Gaius le encarga sin pero alguno que valga. En las noches, visita a Morgana, es casi una rutina (¿Quería saber como te encuentras? Bien, gracias, Merlín. Buenas noches, miladi. Buenas noches, Merlín) que dice más que sus propias palabras. En las noches cuando se retira a su habitación, las advertencias de Gaius resuenan en sus oídos.

(Siempre ha pensado en salvarlos, nunca ha creído llevarlos a su propia muerte. Ahora queda el lamento).

Hoy se sienta en uno de los balcones del castillo (uno que da al norte y es poco transitado) y observa el bosque, los terrenos del reino que se extiende ante sus pies. Se sienta y admira la libertad del aire y de los árboles y el brillo del sol contra la sombra del majestuoso castillo. Se sienta en silencio y observa. Las palabras que Morgana ha dicho anoche resuenan como ecos en su mente (Son mi gente, Merlín, son… pero nunca podré volver con ellos) y se le parte un poco el alma a cada momento.

Guardar su secreto hoy le sienta más difícil que nunca. Allí, en los bosques están los sobrevivientes, aquellos pocos (Mordred) que lograron escapar a las atrocidades que Arthur y sus hombres cometieron. Se alegra (por más mal que eso le parezca) que con la recuperación de Morgana, la matanza se haya detenido. Pero la culpa aún pesa (Tu amigo los ha traído hasta aquí).

Merlín no sabe que hacer, ni en días como estos, ni en muchos otros. El mundo ha dejado de ser colores, blancos y negros, de repente es una tormenta constante sobre su cabeza. Sin aparente solución.

- Así que aquí estás. -La voz de Arthur es molesta, pero Merlín no se digna ni a mirarle. El bosque lo hipnotiza (¿Qué has hecho a mis tierras, a mi magia? ¿Cómo nos has traicionado? le dice.), es un constante recuerdo, un castigo autoimpuesto en las sombras del castillo. - Creí que te mandé… ¡Merlín! -Puede imaginar el contorno de las facciones molestas de Arthur ante su falta de interés, y ciertamente, no le importa. Solo cuando el príncipe suaviza la voz y repite su nombre con preocupación (¿Merlín?) es que finalmente le enfrenta.

Hay algo en la mirada de Arthur que le molesta, o quizás le tranquiliza (no está muy seguro). Es el silencio el que se interpone entre ambos y son esas palabras y reproches que ninguno quiere decirse. Merlín se pregunta si debería volver a contemplar el bosque, quizás entre el lejano verde pueda distinguir a su gente con vida. (Quizás).

- ¿Es esto por Lady Morgana? -pregunta finalmente. Merlín quiere reír. No ha sido demasiado difícil engañar a Arthur en cuanto a sus visitas nocturnas a la muchacha, ni mantener en secreto los diálogos sobre magia que él no debería de entender. Pero la preocupación de Arthur parece verdadera y, aunque sonriendo internamente, Merlín niega.
- No, milord. -la formalidad le quema la garganta. A veces, y solo a veces, Merlín se pregunta si un día sabrá como referirse a Arthur. (Arthur, idiota, milord, príncipe, futuro rey, amigo, jefe). Quisiera poder determinar donde están parados, te respeto, me respetas pero no lo hacemos, y la verdad, es que simplemente pensarlo le produce dolor de cabeza. Aún así, ésta vez tiene motivos. Hay una distancia entre ellos que no sabe como salvar (y que no sabe si quiere salvarla.

Mi culpa, la tuya).

- Enseguida me encargo de su armadura, milord. -continúa, ante la mirada atenta de Arthur. Se levanta, los ojos mirando de soslayo el bosque lejano y comienza a caminar por el pasillo en dirección a la habitación de Arthur. Sus pasos se sienten solitarios mientras avanza.
- ¿Merlín? -Se detiene sobre sus propios pasos y echa una mirada a Arthur, expectante. El príncipe juega con sus labios y el rojo de su camisa se recorta contra el verde fondo del paisaje.
- ¿Si, milord?
- Nada, nada. -Arthur baja la vista, y Merlín contiene un suspiro. Quisiera volver a sentirse en casa.

Con el corazón henchido, y Arthur a sus espaldas, vuelve a dirigirse hacia su tarea. Tarea que realizará con sus manos hasta que creen llagas y sangre (y quizás entonces, pueda empezar a sentir que el sufrimiento no es cosa de nadie).

*

Gwen entra con un ramo de flores a su habitación. Un ramo idéntico al que recibió antes de partir hacia los druidas. Morgana sonríe y no dice nada, sabe que su criada las ha juntado ella misma (Merlín ojea las flores con desconfianza todas las noches que pasa a ver como está) pero Morgana no tiene el corazón para decirle que conoce el engaño. Le gusta mirar las flores cuando está sola, es el recuerdo de las cosas simples que no son.

- ¿Necesita algo más, miladi? -Morgana sonríe. Siempre hay algo en Gwen, en su confianza, en sus cuidados que le alegra el alma. Está agradecida de contar con ella, ahora y siempre. Señala la cama a su lado, y Gwen camina a sentarse a su lado.
- Hay una mujer en las afueras de la ciudad, -explica con voz cortada. Le ha llevado varias noches socavar la información de Merlín, y no piensa desaprovecharla. -Aquí están las indicaciones de su hogar. -pone el pergamino con las explicaciones que Merlín le ha dado en manos de Gwen y le dirige una mirada serena. Gwen le devuelve una preocupada y cínica. (A veces le resulta difícil creer que la dulce Gwen sea capaz de causar semejantes sentimientos de culpa). - Pregúntale, pregúntale si están vivos. Ella entenderá.
- Miladi…

Toma las manos de Gwen entre las suyas, y apoya su frente contra la de la muchacha. (Por favor, Gwen, por favor, hazme este pequeño favor. Por favor,).

- Sé discreta.
- Por supuesto, miladi.

La ve alegarse y suspira. Está siendo irresponsable y causando más daños de lo que ya ha hecho, quisiera detenerse a pensar en sus acciones (quizás entonces no necesitaría saber si están muertos). Pero esta vez, esta vez sabe que necesita la respuesta. Se recuesta, con las manos enredadas entre las sábanas y murmura palabras que no sabe ni entiende. Le gusta creer que son hechizos que Aglain le ha enseñado, pequeños trucos de magia que juega con Mordred. Le gusta pretender que podría ser normal, que podría recordar o que podría haber hecho algo. Que podría haberse ido, o que quizás, siempre tendría que haberse quedado.

En el fondo se sabe egoísta, porque entre sueño y sueño, culpa y desazón, hay algo que se ha liberado de su pecho: la oscuridad de no saber quien es. Es más fácil pensar en ellos cuando recuerda lo que le han dado, y se promete (porque no puede hacer otra cosa aún) que hará lo que sea por recompensarlos.

El golpe contra su puerta no la sorprende, es un tiempo sincronizado y estaba esperando. Se levanta y con pies descalzos camina a abrirle a Merlín. Buenas noches, miladi, sonríe. Buenas noches, Merlín.

El joven se mueve siempre incómodo, y sus ojos se posan en las flores que Gwen dejó un momento atrás. Morgana sonríe (le gusta tener las flores, es casi como tenerlo a él).

- Quería saber como se encuentra, miladi. -A veces, Morgana quiere reír, es como tener una repetición constante, una rutina básica.
- Bien, Merlín, gracias. -Lo ve jugar con sus manos, un pie hacia la puerta, otro hacia adentro y Morgana ríe. - ¿Tú?
- ¿Yo?
- Si, tú, Merlín, pareces… -lo observa, y luego se vuelve hacia la cama para poder tomar asiento entre las mantas. - …distraído.
- Lo siento, miladi, tal vez debería…
- ¿Arthur? -Quizás no sueñe tanto, quizás la magia corra por sus venas, pero no se necesitan predicciones o grandes talentos para saber que molesta a Merlín. Pero el muchacho en vez de asentir como ella espera, simplemente niega y susurra: - Ellos.

Merlín se ha quedado al lado de la puerta, y en un momento de dejà vú, Morgana le indica que se siente a su lado. Silencioso, obedece, una sonrisa triste sobre sus labios. Morgana se olvida que no ha sido la única a veces (por eso guarda las flores, para mirarlas y recordarlas, porque lo ha prometido, ha prometido nunca olvidarlo y no planea hacerlo).

- Están a salvo, Merlín. -le sonríe mientras pone su mano sobre el hombro del joven, quien se remueve levemente ante el contacto. - Tú no tienes la culpa.
- Todos la tenemos, Morgana. - Su voz se detiene con su nombre, y levanta la vista para observarla. - Todos.

Lo estudia lentamente y se pregunta si él ve lo que ella ve. El bosque, los colores, la alegría, la simple vida (si escucha los gritos, si siente el miedo en su piel). Lo estudia, su mano deslizándose por su brazo, mientras los ojos (vivos, calmos, llenos de emoción) la observan expectantes. Sabe que la está culpando tanto como a si mismo, o a Arthur, y por alguna razón solo puede pensar que está equivocado.

Toma su mano entre la suya, y la da vuelta hasta quedarse con su palma hacia arriba. Pasas sus dedos suavemente por la piel. Gracias, Merlín, susurra. Él la observa sin comprender, sus ojos gritan ¡Pero, pero!. Morgana no se inmuta, mueve sus dedos sobre la mano de Merlín estremeciendo, dejando que la magia fluya. Es electricidad en la punta de su piel y Merlín salta en su lugar ante el contacto.

Gracias.

*

Hay un niño perdido por el bosque, aunque quizás sea más apropiado decir, viviendo en el bosque. Es un infante y está solo, pero no se siente así (hay voces, muchas voces, que le llaman a casa). Lleva días deambulando por el bosque, alimentándose de aquellas plantas que se lo permiten, tomando agua del río al norte del campamento (porque allí jamás llegarían los hombres del Rey).

Hay un niño en el bosque, con las memorias encontradas y los pensamientos confundidos, hay un niño hijo de leyendas, hay un niño que sabe mucho de ellas. Hay un niño que empieza a entender, pero aún no lo sabe muy bien.

*

Arthur pasa su día caminando por Camelot. Es una extraña actividad para el príncipe del reino, y recibe muchas miradas extrañadas, y pedidos de ayuda que promete ver (en algún momento, y trata de grabarlos en su mente, porque así será su futuro, pero más, porque es lo que debe a estas personas). Arthur pasa el día caminando sin sentido, sin destino, sin aparente dirección ni intenciones. Ciertamente, algo adentro tiene más motivos para ello.

La visión del bosque desde el balcón donde encontró a Merlín el día anterior le causa pesadillas y contracciones de sus órganos primarios. Cobarde quizás sea escaparse entre la visión de las pequeñas casas del pueblo, o quizás, sea todo lo contrario. Recorre las calles con parsimonia y rutina, las conoce de punta a punta, puede nombrar cada cambio, pero no los nombres de su gente.

Aún así, puede identificar cada puerta que derrumbó, cada casa que asaltó, cada familia que corrompió, días atrás cuando secuestraron a Morgana. Y, ciertamente, no tiene la menor idea de cómo sentirse al respecto. Pero sabe que no es orgulloso (a veces se pregunta si vive su misma vida, si un día despierta siendo alguien y se acuesta siendo otra persona, si siempre será el mismo, si puede cambiar. Quiere cambiar. ¿Debe cambiar?)

Quiere maldecir a Merlín, Merlín y sus ojos tristes, Merlín y sus palabras idas. Sabe que no es lo mismo, a pesar de que el muchacho intente aparentarlo todos los días. Puede notarlo, pero no puede estar seguro ¿por qué? (Palabras de una mujer fuerte resuenan en su cabeza)

Un buen rey debería respetar a su gente sin importar quiénes sean.

Arthur observa el cielo y evita las puertas (como si tuvieran ojos puestos en él. Tú, tú lo has hecho. Tú, tú no sirves. Tú, aún no entiendes.) Sigue caminando, solo puede maldecirse a si mismo y no está muy seguro de cómo hacerlo.

*

Las ropas son incómodas, o no realmente, pero Gwen está apurada. Había pensado que podría hacer el recado de Morgana la noche anterior, pero sin la luz del día se le había dificultado encontrar el rumbo y optó en dejarlo para hoy. Así que a paso decidido intenta apurarse lo más posible en encontrar la casa de la mujer misteriosa y cumplir el pedido de su dama.

La vivienda no está tan lejos ni es tan difícil de encontrar como le ha parecido anoche, y pronto llega a su destino. La casa es simple y tiene un aire acogedor que habla de hogar (de ese que ella no tiene ni se atreve a pensar). Golpea suavemente con los nudillos la madera de la puerta y espera, manos en el delantal y pies ansiosos.

Cuando la puerta se abre es para mostrar a una hermosa mujer de cabellos rubios y labios serios. Tiene la mirada clara y la observa con recelo.

- ¿Forridel?
- ¿Quién la busca?
- Gwen, la criada de Lady Morgana.

Es inmediato. El efecto que sus palabras producen en la mujer, como mira hacia todos lados en la calle y de un brusco tirón en su brazo atrae a Gwen hacia adentro, cerrando la puerta tras de si.

- La próxima vez, si existe una próxima, intenta acercarte por la puerta trasera. -dice la mujer mientras cierra las cortinas del lugar y mira hacia fuera alarmada.
- Lo siento, así será. -responde educadamente y espera a que la mujer se detenga antes de seguir hablando.
- ¿Por qué estás aquí? -pregunta la mujer, y Gwen, que poco entiende pero que mucho se preocupa trata de analizar porqué la mujer actúa tan extraño, pero decide que mejor no presionar.
- Lady Morgana quiere cierta información, -comienza sin saber muy bien como explicarlo, la mujer ladea la cabeza y la observa con una sonrisa de ‘sé mucho más que tú’ que resulta bastante molesta. Gwen se endereza y continúa con su recado. - Desea saber si están vivos.

La mujer la mira de arriba abajo, y ella le mantiene la mirada. No entiende mucho, pero no dejará que esta desconocida (extraña y de acciones inexplicables) le observe como si fuera una mosca que se ha posado sobre su comida. Finalmente, la mujer parece decidir que Gwen no es ningún peligro y le ofrece asiento a le mesa, el cual acepta con delicadeza.

Momentos después, tiene una taza de té y la mujer sonríe dulcemente. Se sienta frente a ella y la mira diferente, como si intentara saber porqué es Gwen y no Morgana u otra persona la que esté allí. De todas formas, Gwen se pregunta como esta mujer podría estar en contacto con Morgana.

- Debe confiar mucho en ti, -murmura la mujer, y toma un sorbo de su taza. Gwen no sabe que decir (¿es mi amiga?), podría simplemente ser educada y responder que hace su trabajo, pero cree que la mujer es capaz de leer sobre su mentira. - Pero realmente no sabes por qué estás aquí. No esperaba que fueras tú quien vinieras.
- Siento desilusionarla. - Gwen comienza a sentirse incómoda (más) y simplemente desea obtener su respuesta para poder marcharse.
- Sí y no.
- ¿Disculpe?
- Si y no, esa es la respuesta que buscas. Dile que si, el niño sigue con vida. Uno de los pocos. -La mujer le mira severa y Gwen se siente ligeramente cohibida (casi como cuando Morgana está en uno de sus días llenos de pesadillas, o Merlín anda tras algo que ella no logra comprender). Hay algo en la mujer que la hace revolverse incómoda. - Dile, que sabe como comunicarse conmigo.

Gwen asiente sin palabras, y deja su taza -de la que no ha bebido un sorbo- sobre la mesa. Forridel se levanta, y le abre camino por la parte trasera. Sé discreta, dicen sus ojos. (Gwen quisiera poder reírse en la cara de los secretos que le envuelven).

Las sospechas la rodean, la confunden y la desorientan. (Pronto ya no sabrá qué creer). La voz trémula de la mujer, el resonar de sus ojos quebrados al darle su respuesta y esa pared (rocas, y piedras, y frío añejado impidiendo su paso) sobre sus oídos es como el cantar de la luna sobre la noche oscura. Repite en su mente las palabras que le fueron otorgadas intentando sacarle sentido pero sin lograrlo, mientras camina distraída hacia el castillo y Lady Morgana.

*

Forridel nunca se consideró una mujer fuerte, llena de entusiasmo, siempre, fuerte y dura jamás. (Hasta que no tuvo más remedio que hacerlo). Duele saber que tantos se han ido, y la herida corta por su pecho punzante como el aliento del propio Rey. Los campos han sido grabados con sangre y ninguno de ellos estará a salvo hasta que el tirano descanse bajo la tierra. Han ganado amigos y enemigos y Forridel aún no está muy segura donde empiezan unos y terminan los otros.

Por ahora, simplemente se preocupará de apoyar a los suyos. (Cuídate, niño, cuídate y no te acerques).

*

Arthur no suele perderse en sus cavilaciones (normalmente actúa por impulso), no suele deambular sin sentido, y quizás tampoco lo haga ahora. Sus pies se dirigen solos mientras su mente se aleja más y más hacia las tierras de los druidas, hacia la sangre que no vio correr (pero que olió, sintió y fue causante). Es un poco como perderse en el mismo bosque, sin voces, sin guías (como si fuera la primera vez, aquella que caminaba a oscuras, donde aprendía a darse cuenta, a entrenarse en ese mundo, a cazar y ser cazado, a ser caballero y príncipe, -como aprender a ser Rey.)

Arthur no suele perderse en su propia ciudad, porque la conoce palmo a palmo, porque la conoce tanto como la casa que tiene delante, y es consciente (casi, apenas, un murmullo y el recuerdo de palabras que le dicen - ¿Por qué? ¿Por qué? Escucha) que su búsqueda tiene propósito y meta.

Se mueve nervioso (porque teme el juicio, la tortura, porque la busca pero no la desea), allí, en medio de los transeúntes. Ríe y llora y canta y no sabe realmente que hace, solamente que en silencio se detiene, como si el mundo le llevara a ese momento. (Porque tiene que enfrentarse consigo mismo -no sabe hacerlo solo).

Espera (sin saber a qué).

Escucha (sus propios pensamientos).

Olvida (respirar, vivir, moverse, ser… -perdonarse).

*

Hoy es un día lento para Merlín (lento, pausado, calmo, adolorido). Tiene lágrimas en los ojos, el bosque resquebrajándose bajo sus manos, las memorias inundando sus pulmones a cada bocanada de aire que entra por su boca. Quizás ir a los bosques no fue la mejor idea, pero está sentado allí, donde días atrás prendió su fuego (los restos de las maderas quemadas esparcidas y rotas por el pasar de los soldados como recuerdo). No está muy seguro que busca (respuestas, perdón… -escapar) pero sabe que solo podrá encontrarlo ahí. Ahí, en ese camino que los llevo a todos a… no llegar a ningún lado.

A veces cree que debería tener días como este más a menudo, alejarse del pueblo, de Camelot, adentrarse en la naturaleza (ser, actuar, vivir, embeberse en sus orígenes) olvidarse de todo (y olvidarse de nada).

Entonces, y solo entonces (cuando el día parece detenerse, y la noche acercarse certera pero distante) es que escucha las voces, los diálogos, las palabra no dichas. Flotan en el aire, circulando entre él y a su alrededor, cortando su camino y arrasando con él. Voces, muchas voces que se entremezclan, y una que sobresale.

- Emrys.

Se gira de golpe, distinguiendo entre el sonido en su mente y la voz directa, y allí está, un niño (solo un niño, tiene que recordarse), tal como la última vez que lo vio. Sonríe, y sus labios torcidos (la mueca, la risa) es una mezcla entre felicidad, desazón y travesura que dejan a Merlín helado de pies a cabeza.

- ¿Qué buscas Emrys?
- A ti. -Palabras que escapan a sus labios antes de ser consciente de creerlas. El niño alza una ceja y se acerca (prudente y distante).
- No. -y ahora sonríe enserio, un infante perdido. -No lo haces.

¿Qué puede responder cuando él mismo no sabe lo que busca (ni lo que encuentra)? ¿Qué puede responder cuando las advertencias del dragón se ciernen sobre su mente cuando conecta sus ojos con el frío helado del pequeño?

- Nunca…
- Mordred. Soy Mordred.

Merlín asiente, mientras la voz se desdibuja en su cabeza. Ecos distantes que le recuerdan a Camelot. A días soleados, a días oscuros, a muerte y sangre y vida y Morgana.

- Lo siento. -murmura (y lo cree, lo siente, lo acepta).

Mordred solo lo mira antes de darse vuelta, y sus ojos lo dicen todo, más que las palabras en su mente, más que el filo de su voz. (A veces es demasiado tarde -detente.).

*

Morgana sonríe por primera vez en días cuando el cielo comienza a oscurecer, y no sabe muy bien porqué. Las flores a un lado de su habitación le hacen compañía y anhela la noche como los pétalos al día.

*

Cuando Gwen choca con él, el suelo un golpe duro contra la realidad, no sabe (no puede precisar, ni tampoco desea hacerlo) cuanto tiempo lleva allí detenido. La muchacha se levanta nerviosa y presurosa, un continúo “lo siento, lo siento, no lo vi” escapando a sus labios sin siquiera notar a quien le habla (no sabe si alegrarse o sentirse dolido).

Toma una sola palabra detener sus labios y recibir la atención de sus ojos (Guinevere). El retorcijón que siente por dentro no se compara a la fuerza de su mirada. (¿Por qué estás aquí? ¿Por qué? ¿Por qué? -Porque estoy).

- Lo siento. -Arthur niega con la cabeza mientras se levanta, sus ojos sin dejarla. (Como ver un fantasma, uno en sus sueños, una pesadilla que desea alcanzar y convertir en nubes y flores y sueños rosas que nunca ha conocido).
- Está bien, Guinevere.

Se miran en silencio, y Arthur sabe -siente- que debe decir algo. Sus manos no saben donde colocarse y tienden -manejadas por una fuerza mayor a la suya- a acercarse.

- ¿Arthur? -se anima a preguntar ella finalmente, inclinándose levemente para que nadie le escuche (Mi señor, debería. Mi señor, pero no. -Arthur).
- Disculpa, Guinevere. Debería…
- ¿Arthur? -Gwen se remueve incómoda en su lugar, y Arthur tiene el impulso (la necesidad) de tomar sus manos entre las suyas -encontrarle un uso a ambas.

Lleva solo un gesto de los ojos de la muchacha entender que le indica que le siga (casi como si tomara su mano y le arrastrara al interior de su casa. Casi.)

- Tenías razón. -es todo lo que se atreve a decir una vez están sentados a la mesa. (Tenías razón, no seré un buen Rey.)

*

Es Merlín y no Gwen quien le trae la noticia.

Lo siento, dice. Lo siento mucho. Y Morgana recuerda la suave voz dulce de Aglain borrando los miedos de su ser.

Es Merlín quien tiembla delante de ella, compresivo y desecho él también.

No es tu culpa, responde. No es tu culpa. (Pero quizás lo es.)

Morgana toma sus manos entre las suyas y sonríe, dejando que la magia juegue en ellas. Suave, tranquila. Ni la tuya, ni la mía. (Uther). Hay un brillo en sus ojos que ella no puede ver, pero que simplemente está.

Mordred está bien, le cuenta Merlín, y Morgana sonríe, le atrae y le besa. Suave, lento y dulce en la comisura de sus labios.

Es Merlín quien le trae la noticia.

Que todo está mal, pero al mismo tiempo está bien.

*

Es espectadora de su propia vida.

A veces se siente lejos, como cuando le ve marchar hacia el castillo. A ser príncipe (a jugar a ser Rey).

Es espectadora de su propia vida, y se recuerda dónde está y quién es. Y allí están, y allí van, un paso adelante y otro al revés.

Gwen sabe que todos (cada uno, simplemente ellos) aún tienen mucho que aprender.
(Morgana, Merlin y Arthur lo saben también).

!español, character: arthur pendragon, tv: merlin, character: morgana le fay, character: mordred, length: oneshot, warn: spoilers, character: merlin, character: guinevere (gwen)

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