[twilight] leah | "esme" | pg - prefemslash

Jun 01, 2009 00:35

Hacía mucho que no actualizaba esta tabla!! No es que la tenga abandon ada, es que la musa de TW no me quiere y se me hace cuesta arriba retomar algo de las series. Es más, esto no sé si tiene coherencia, principio, fin o siquiera desarrollo, probablemente podría considerarse como algo que empieza antes y termina después, algo a lo que solo se nos permite una pequeña mirada. Así interpreto esto yo, pero libres son de verlo como deseen (es la dueña de mi musa la que se justifica XD!).

Fandom: Crepúsculo
Título: Esme
Palabras: 1964
Claim: Leah Clearwater
Comunidad: musasenelclaro
Tabla: 4/5.
Reto: Rojo.
Advertencias: PG. || pre-femslash
Resumen: Post-BD. Los Cullens se mudan continuamente, la nueva manada se mueve con ellos. Nueva casa, nueva vida, la misma rutina. O casi misma rutina, para Esme, todo parece ser diferente y Leah no puede dejar de notarlo.
Notas: Gracias a sara_f_black por darle una miradita y por, en realidad, inspirar todo el relato con *su* Leah/Esme. Así que si, este pedazo de sea lo que sea se lo deben a ella.


Esme muerde el mango del pincel. Los ojos fijos en la pared delante de ella. Lleva las ropas manchadas, el rostro salpicado y el cabello enrollado en polvo y pintura. No le preocupa su aspecto, a decir verdad, se ha preparado para una batalla campal, con ropa para la ocasión y todo, pero que no haya sido suficiente escapa a sus necesidades actuales. No, Esme en estos momentos está demasiado preocupada en morder su pincel y observar el muro que se levanta frente a sus ojos. En estos momentos, nada podría distraerla de su tarea.

**

Las decisiones que han llevado a Leah hasta aquí son borrosas, inexplicables, grandes momentos que han pasado demasiado rápido y que no es capaz de ordenar ni limpiar. Mucho menos sacar conclusiones de ello. Qué le ha llevado a seguir a Jacob y el resto de la manada fuera de su hogar para estar con los Cullens definitivamente escapa toda comprensión lógica y ha dejado de cuestionarlo. Lo que es, es; nada puede hacerse para remediarlo.

Nueva casa, nueva vida, la misma rutina. Los Cullens parecen emocionados respecto al nuevo comienzo. Ciudad nueva, misterios diferentes, volver a empezar. Pero entre todos, es la mayor quien destaca. Esme. La mujer compasión según lo ha pensado muchas veces. Sus ojos brillan ante la perspectiva y Leah no está segura de cómo actuar ante ello. Esme siempre callada, siempre con una sonrisa alegre y una confianza que no se aleja a pesar de los continuos rechazos de Leah, parece ser una niña pequeña ante la mera idea de encontrar un nuevo hogar.

Leah no lo entiende. Pero así tampoco entiende muchas otras cosas, sobre todo, aquellas relacionadas con la familia de raros a la que por alguna razón sigue. Leah prefiere dejar de cuestionar al mundo y ser. Ser es sencillo y no requiere explicaciones.

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Esme ladea la cabeza, el pincel aún entre sus labios, carcomido por la presión que ejercen sus dientes en el mismo. La nueva perspectiva no parece brindarle satisfacción alguna y gira la cabeza ciento ochenta grados en la horizontal. Este lado tampoco dice nada y vuelve su rostro a la posición normal. Quita el pincel de sus labios y enrolla sus manos en el mismo. La pintura manchando sus manos ya sucias de rojo seco.

- ¿Qué opinas? -pregunta finalmente, consciente de que necesita algo más que observar el muro para poder volver a funcionar.
- Parece sangre.
- Lo dices como si no tuviera que serlo.

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La casa es definitivamente interesante. Leah no puede clasificarla de otra manera, mucho menos de alguna forma que suene más correcto. Es suficientemente grande y amplia como para que ella, Jacob y Seth puedan acomodarse sin incomodarse con los vampiros y su aroma. Aunque Leah sabe que es una formalidad que vale solo para ella. Está un poco venida a menos, pero ninguno de los vampiros parece preocupado por ello. Y nuevamente, está ese brillo particular sobre el rostro de Esme. Quizás le asuste un poco a Leah, pero la verdad, es que le cuesta aceptar que un muerto se vea tan vivo. Aún entonces, el sol ni siquiera ha salido.

**

- ¿Buscas poesía en lo que haces?

La pregunta es sarcástica. Como si se burlara de sus acciones, pero Esme no presta atención a ello. El pincel se mueve por la pared, guiado por su mano en trazos y colores. El rojo predomina, una gran mancha se despliega desde donde posa ahora el pincel hasta el techo, llenando el espacio de color y fuerza. Es tan potente que Esme se siente pequeña ante el esplendor del color.

- No. Busco vida.

Es tan simple saber que su acompañante no tendrá respuesta ante su afirmación que la risa se vuelve frágil en sus labios y acompaña el movimiento del pincel. Segundos después, está fuera, la concentración en sus manos, sus oídos sordos y sus ojos fijos en el proyecto que le embriaga por dentro.

**

Cuando el movimiento pasa a ser color es que Leah comienza a entender. Todos parecen hacerse a un lado cuando Esme pasa, dejándole su espacio mientras ella deambula casi bailando por las habitaciones. En sus manos siempre lleva algo, papeles demasiado grandes para ser cartas, tachos demasiados sucios para tratarse de comida y utensilios que simplemente pueden indicar una cosa. El destino de la casa ahora está en sus manos.

Leah nunca lo admitirá, ni siquiera cuando Seth, porque de todos tenía que ser Seth, se pare a su lado y lo diga en su oído, con esa picardía que solo Seth puede transmitirle. Pero el hecho es que Leah comienza a sentir curiosidad. No todo es lo que parece en ese hogar.

**

Se sienta de piernas cruzadas, la pintura desparramada en el suelo colándose por sus pantalones, humedeciendo su piel de granito. No le incomoda, ¿como podría? Pero aún así, parece ayudarle a transportarse fuera y a la vez dentro y no se siente artista sino arte.

Sonríe satisfecha, y el pecho se le llena de algo que conoció después de muerta. La ironía aún le maravilla casi como la obra que observa. No se considera especialmente buena, pero es el proceso lo que importa, o así lo siente ella.

Asiente y cierra los ojos. El mundo se torna rojo y ríe. En su burbuja es incapaz de escuchar el ‘no entiendo que es tan gracioso’.

**

Los primeros días son algo borroso, mayormente porque los fríos andan de un lado a otro sin realmente prestar atención a nada que se mueva a velocidad humana. Salvo que se trate del pequeño monstruo, y Leah definitivamente no quiere tener nada que ver con ello.

Así que trata de mantenerse al margen, se acomoda en su habitación. Blanca, vacía, impávida. Escucha música, lee un libro, trata de mantenerse ajena al resto de personas (aunque sabe que ninguno de ellos, ni siquiera la manada, clasifica como tal) que se distribuyen a gusto y placer por el nuevo hogar.

No se siente cómoda, pero tampoco se levanta para cambiar su situación. Resignarse es algo que ha aprendido a hacer con facilidad, y a medida que el tiempo pasa, más fácil es aceptarlo.

La primera vez que rompen su silencio, no es quien espera. Ni Jacob ni Seth son quienes abren su puerta y le observan con curiosidad. Es Esme. Con esa pizca de felicidad y deseos cumplidos que Leah es incapaz de comprender. Debe ser la enésima vez que hace esto, mudarse, empezar de nuevo, pero la mujer parece tan emocionada como niña chica y aquello, aunque Leah quiera negarlo, la perturba.

- Creí que estarías tomando un poco de aire. -No es pregunta, ni sorpresa, es una simple afirmación y Leah no puede más que levantar las cejas escéptica y observar a la mujer en silencio. -No hay problema, no quería molestar, tomaré las medidas luego.

Un segundo después, la puerta se cierra y Leah no puede salir de su sorpresa. Respira, cierra los ojos, y reluctantemente, sale de la habitación. Ya no puede estarse quieta.

**

- ¿Qué le encuentras de maravilloso?

Esme ladea la cabeza y observa a su acompañante con curiosidad antes de volver a observar la obra delante de ellas. La pintura aún fresca, los tachos aún desparramados.

- No tiene porque ser maravilloso para todos, he ahí su secreto.

Manchas rojas, negras, naranjas, marrones y verdes se conjugan sobre la pared de una manera caótica, casi sin sentido, pero ella puede seguir el trazo de cada línea hecha, de cada intención pronunciada, de cada palabra no dicha por cada color.

- No me refiero a ello. Tú sabes…
- Lo sé.

La sonrisa que le devuelve incomoda a la muchacha, pero Esme está demasiado ida en su mundo como para preocuparle.

**

Leah se sienta en el porche en las mañanas, con un libro en la falda, y auriculares en sus oídos. Si le preguntan que lee, podrá decir el título, el autor y un poco que va de contenido. Si le preguntan qué pasa realmente en el libro, no lo sabe. Igual que el sonido que se transmite a sus sentidos no es más que silencio y sus artilugios simples fachadas para ocultar la curiosidad que le carcome.

Tiene una buena vista desde allí, un poco al interior de la casa, otro poco al exterior, otro poco hacia el garaje que hace las veces de taller. Esme pasa constantemente. A veces, cada minutos, a veces, cada horas, pero siempre lleva algo consigo. Un plano, un tarro de pintura, maderas, martillos y el ruido, esté donde este del hogar, se hace simplemente presente como música a cada momento que se detiene.

Leah no podría explicar por que lo hace. Sentarse allí en silencio, escuchar, descifrar el misterio que no entiende, pero poco a poco sabe, que una vez adentro, no hay manera de escapar.

**

- ¿Por qué necesitas una razón para todo?

Esme limpia sus manos en un balde de agua, enjuaga su rostro y fija su mirada por primera vez, sola y únicamente, en su acompañante. Leah intercambia su concentración entre la pared y ella, y una sonrisa ladeada aparece en sus labios. Es lo más parecido a felicidad que Esme le ha visto estar.

- Nada suele ser hecho por azar.

Esme asiente, aunque no termine de concordar. Leah parece muy segura de su afirmación, y por lo que ha aprendido de ella estos últimos días, podría discutirle meses al respecto y no lograr nada. Así que calla, porque a veces el silencio es más efectivo que las palabras.

- Ven, te prepararé algo de cena. Dudo mucho que los muchachos aparezcan antes de la madrugada.

Esme puede ver la mueca dibujándose en los labios de la muchacha como si fuera en cámara lenta. Pero también es capaz de observar el brillo en sus ojos, aquel que dice que a veces se siente en casa. Esme dirige una última mirada a su obra en la pared de su estudio. Rojos, tierras, azules; sangre, fuego, hielo que se mezclan y se fusionan.

A veces, también podría concordar con Leah, aunque no sea importante poderlo aceptar.

**

Leah camina hasta la habitación. Un paso atrás, un paso adelante. La casa es casi un hogar ya, cada uno habituado a la nueva situación, rearmando sus vidas en la nueva ciudad. Leah es el encierro continuo, y realmente, no tiene demasiado interés en buscar algo nuevo, lo que sea, nada. Prefiere la soledad. La soledad que conoce y no le es ajena; ni peligrosa.

Quizás eso se contradice con sus pasos, con su mano sobre la madera de la puerta cerrada, con la necesidad de ver, escuchar, sentir, lo que sucede del otro lado.

- Pasa, Leah.

La voz de Esme es clara, y cuando entra, no le observa. La mujer, imponente, alta y esbelta, simplemente magnifica como cualquier vampiro, pero vital y fuerte como nunca le ha visto, está contemplando una pared en blanco. Tiene potes de pintura a su alrededor y un pincel entre sus manos.

- Me preguntaba… -No sabe siquiera que quiere decir, y se detiene, su voz rompe el encanto de una atmosfera que no es suya. Se siente profana, sucia y se odia por ello.
- No hay nada como el papel en blanco. ¿No crees? -Leah se mantiene en silencio, pero la mujer no espera respuesta de toda forma, es un monologo que solamente ella está destinada a pronunciar. -El lienzo vacío, el cero, la nota blanca, y la primera mancha de color. No hay nada como no saber dónde empezar.

Esme le dirige una mirada suave y dulce, cargada de ideas, de fuerza, de maternalismo y cariño, y Leah se siente tropezar. En silencio, cierra la puerta tras su espalda y se sienta.

El espectáculo, la creación, el inicio de un nuevo todo, está por comenzar.

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