Mañana subiré la segunda parte del MollY/Arthur
Fandom: Harry Potter
Pareja: Helga/Salazar
Reto: Especial de Febrero de
retos_a_lacarta: día de los enamorados.
Advertencias: ---.
Título: Burbuja.
Notas: Salazar será para mi siempre mayor que Helga, tengan en consideración que en esta escena ellos aún no se conocen demasiado! Muchas gracias a
parvati_blossom (mi eterna beta!) por revisarlo ^^!
La música acompaña el fondo de los presentes, y algunos incautos se mueven de manera acompasada por el salón. El encuentro está en su momento de esplendor y ella picotea de miradas detrás de la puerta del recibidor. ¡Es que todos lucen tan adultos e importantes! Hay rosas y flores por todos lados, su madre como buena cultivadora que es ha procurado imprimirlo en cada centímetro de la casa. Siempre le ha gustado observar a los invitados desde fuera, tan diferentes a ella que le asustan y agradan al mismo tiempo. Lleva su mejor vestido y reconoce debería estar dentro, pero muchas veces aún se siente pequeña. Estar al margen nunca le ha molestado.
- Es de mala educación espiar a la gente. -la voz áspera de Salazar llega a sus oídos por sorpresa. Se gira para observarle, apoyado contra la pared, en su elegante túnica de verde intenso. Su sonrisa es despreocupada, y oculta sus manos tras su espalda de manera casual.
- Así es. -acepta con delicadeza, y cierra la puerta que oficia de portal hacia la gran celebración de San Valentín. Los adultos son extraños, pero Salazar los sobrepasaba a todos. - No debería usted hacerlo. -Ríe ante la perplejidad de su rostro, y se para a su lado divertida.- ¿Por qué no se encuentra en el baile, Salazar?
El muchacho sonríe misteriosamente, pero mantiene su silencio. No se mueve ni un milímetro y Helga siente sus respiraciones acompasarse a ritmo. Salazar es un solitario, siempre lo ha sabido, pero aún así le intriga de sobremanera. Godric establece que no debe preocuparse por su amigo, no hay nada más allá del viejo rostro de Salazar, repite. Helga no le escucha. Por eso se concentra en divisar alguna respuesta en sus facciones, o en el modo que sus manos ahora pasan a estar frente a él, anudadas en un juego de frustraciones.
- Estoy de acuerdo, -murmura finalmente al comprobar no obtendrá respuesta del joven. -Los bailes son inútiles. No los comprendo.
Se aleja, de nuevo hacia la puerta que lleva al gran salón, echando una mirada a los elegantes comensales, a las velas prendidas, a las parejas en baile. Suspira. Es honesta con sus palabras, puesto que es incapaz de entender a los desconocidos allí dentro. Le gustaría hacerlo, cree poder hacerlo, no le importa demasiado no ser capaz al final. Siente la respiración de Salazar tras ella, mirando por sobre su hombro. No se mueve. No respira.
- Disfrutan de una burbuja. -murmura con su voz tosca luego de unos minutos. Sus manos están apoyadas en el marco de la puerta por encima de la cabeza de Helga, inclinándose sobre ella, y la palpitación de su corazón se dispara incontroladamente. Salazar parece no notarlo, o lo ignora de raíz, continuando con su explicación. -Es una burbuja de política, desazón y falsa felicidad. Son ellos y no lo son. ¿Quién eres tú, Helga? -la pregunta la toma desprevenida.
Con cuidado de no molestarle, se gira hasta encontrarse con aquellos ojos profundos que le observan entre curiosos y aburridos. Salazar la confunde más que cualquiera de los presentes en el baile. La familiaridad de las palabras del joven la desorienta, y se siente embriagada por la imagen de bendita presencia que Salazar manifiesta.
- Estoy de acuerdo. Yo tampoco sé quien soy. -Helga cree le hace burla, pero bajo la máscara de frialdad cree divisar un dejo de sinceridad.
- Es difícil establecer quiénes son los demás si no sabemos quién domina nuestro cuerpo primero, joven Salazar -se anima a decir finalmente. El aire se le hace extremadamente abrumador, pero Helga Hufflepuff no se intimida tan fácilmente. - ¿Qué puedo decir yo de usted, o ellos, si no puedo responder la pregunta que usted hace? La hipocresía debe quedar en las políticas y en… los bailes.
- Déjame recordarte, querida Helga, que nos encontramos en un baile. -los ojos del mayor brillan con astucia. Siente la sangre hervir de impotencia. Está jugando con ella, lo sabe, pero al mismo tiempo, la está conduciendo a caminos escabrosos, de esos donde solo la verdad nace.
- Pues lo ignoro, señor. -se gira sobre sus talones y vuelve a observar a los danzantes sobre la pista. - Nunca he participado en uno. Para asistir a un baile, debe de, en primera instancia, bailar.
Siente la mirada de Salazar sobre ella, curiosa, alejándose solo un poco, como si aquello le permitiera una mejor vista, o quizás suficiente aire como para razonar sus siguientes palabras. No puede evitar voltearse, curiosa, atenta. ¿Qué es lo que espera de ella? Su sorpresa es mayor al ver la curvada sonrisa (si es que las muecas de Salazar califican como tales) en su rostro. Los ojos del joven la perforan, como si intentara ver a través de ella.
- Eso puede cambiarse, Helga. -murmura finalmente. Quiere auto-convencerse de no haber visto ese brillo de innata picardía en su mirada. O quizás, le agrada la idea de saber que está allí.
- Explíqueme, si bien gusta, como podría hacerse eso. -cuestiona divertida. Es el juego de ambos, y ríe en sus adentros, intentando contener los gritos de niña pequeña que la azotan. Bailar. Siempre ha adorado bailar.
- Es realmente muy sencillo, mi querida Helga, solamente hay que danzar. -Se estremece ante la declaración de posesión de sus palabras. Mi Helga. Se repite que se lo ha imaginado pero deja escapar una sonrisa alegre e infantil.
- Si con ello desea establecer que debo dejar que uno de los tantos hombres de años entrados me escolte, lamento decirle, prefiero no participar de dicha danza. -se encuentra riendo con soltura antes de poder evitarlo, y Salazar la mira en una mezcla entre reproche y diversión que ella no logra descifrar. ¿Está molesto? ¿Encantado? ¿O quizás simplemente aburrido?
- No es lo que tenía en mente. -establece con sobriedad, sin dejarse llevar por la risa de la muchacha.- Ellos no comprenderían tus risas. -lo extraño de la afirmación le hace callar y observarle con curiosidad. No pronuncia ninguna palabra más, el hielo de su rostro una vez más en su lugar.
Los minutos se le hacen eternos, pero espera sonriente y atenta. Cuando la mano de Salazar se extiende hacia ella, no duda en tomarla y dejarse arrastrar con elegancia hacia el salón. La pista es el mundo y la música su nueva amante. Un baile. Solo un baile y nada más.