Adviento time D4: Fanfic

Dec 04, 2008 17:50

Rukia estaba sentada en la rama de un árbol contemplando el atardecer.

El sol se hundía poco a poco en el horizonte mientras dejaba que sus pensamientos le llevaran lentamente a lugares pasados. Su infancia le invadía en forma de una cálida sensación familiar.

Recordaba a sus amigos. Las artimañas que trazaban para poder sobrevivir.

Una sonrisa pasó por sus labios.

“Renji...”

Pero de nuevo se obligó a desviar sus pensamientos.

“No puedo, no debo...”

Comenzó a pensar en sus tareas pendientes. Había prometido a Nii-sama que se encontraría con el después de su jornada con el escuadrón, pero algo le había surgido a su ocupado hermano en el último momento y ella había pasado la tarde sola.

La verdad es que lo prefería así. No siempre disfrutaba de un momento a solas para pensar o recordar.

Una voz familiar le sacó de su ensimismamiento.

-Ey, Rukia!

Miró hacia abajo.

-Renji...- sonrió.

-¿¿Qué haces ahí arriba?? ¿¿Ya estás haciendo el mono otra vez??- le gritó Renji desde debajo del árbol.

-¡¡No es de tu incumbencia!! ¡¡Si has venido sólo a insultarme ya te puedes estar largando!!

-¿¿A sí?? Pues te jodes porque no me pienso mover de aquí.- Y diciendo esto se sentó apoyado en el árbol.

Rukia sonrió levemente y siguió mirando al frente como si no le importara lo más mínimo lo que hiciese.

Renji miró hacia arriba.

Allí estaba ella, orgullosa, con la mirada fija en el infinito. Sus cabellos negros caían graciosamente, sus ojos brillaban a la luz del atardecer y su rostro tomaba un saludable color anaranjado por el efecto de la luz del sol. Tan hermosa...

Renji se sorprendió con una sonrisa bobalicona en la boca. Sacudió la cabeza y se aclaró la voz.

Rukia le observaba por el rabillo del ojo sin reaccionar.

Bostezó ruidosamente, se desperezó y se tumbó en la hierba con los brazos detrás de la cabeza.

Cuando advirtió que sus actos seguían sin provocar el menor efecto en Rukia, comenzó a irritarse.

-¿Es que ni siquiera me vas a preguntar qué he venido a hacer?

-No hace falta que te lo pregunte- contestó Rukia sin apartar la vista del horizonte.

-Vaya, así que lo sabes, ¡¿eh?! A ver, sorpréndeme..

-Vienes porque quieres que entrene contigo esta noche...

Él se quedó mudo.

-Necesitas que te ayude en tu entrenamiento con el kidou, verdad?

Tenía razón. Pero por supuesto él no lo iba a reconocer.

Miro hacía otro lado.

-Puede...

-Podría ayudarte...

Renji sonrió entusiasmadamente.

-¡¡Esa es mi Rukia!! Bien a que hora...?

-...pero con una condición...

En su rostro se empezó a dibujar una sonrisa maliciosa y él comenzó a temerse lo peor..

-Tendrás que hacer un par de recados para mí.... je je je je je

-Maldita sea....

*

Renji tuvo que ir a llevar sendos informes a la oficina de Ukitake-taichou y pasar reportes de cada uno de los integrantes del treceavo escuadrón. Estaba bien fastidiado. Hasta había relegado su propio trabajo para poder hacer el de Rukia.

“Esta niñata me las pagará. Esta noche le voy a dar la paliza de su vida.” Pensaba mientras caminaba hacia el gimnasio de entrenamiento bajo la luz de la luna.

Llegó al gimnasio y entró por la ventana que siempre se dejaban abierta.

No había nadie, así que se recostó en el suelo a esperar.

Se quedó mirando hacia el techo.

Un extraño sentimiento le recorrió el cuerpo. Allí estaba como solían hacer en su época de estudiantes. Antes de que ella hubiera sido adoptada por la familia Kuchiki. Cuando ella sonreía constantemente y se metía con él. Ella, con su temperamento y sus ganas de estar siempre mandando que tanto le repateaban. Y esa manía suya de llevar siempre la razón.

Recordó la expresión preocupada de su rostro aquella misma tarde y un nudo se le hizo en el estómago. Le encantaría que volviesen aquellos tiempos despreocupados. Que ella volviese a sonreír así. Pero...

“No puedo, no debo...”

-¡Ey, tú!

Rukia se alzaba sobre él con expresión severa y las manos en las caderas, como el que va a regañar a un niño.

-¿Es que no duermes suficiente por las noches?

Él ladeo la cabeza hacia la derecha malhumorado, para apartar su vista de ella y evitar que adivinase lo que estaba pensando.

-¡Cállate! ¡Estoy cansado porque me has hecho hacer todo tú trabajo!

-¿Te mata un poquito de trabajo? Pensaba que estando a las órdenes de Nii-sama estarías acostumbrado. Te estás haciendo viejo.

-¡Cállate de una maldita vez!

Renji notó como Rukia se dejaba caer cerca suya. Se quedaron así en silencio durante un rato.

-Renji...- comenzó a decir ella.- ¿Recuerdas cuando éramos niños?

-Por supuesto.-contestó Renji y notó como el nudo del estomago le oprimía con más fuerza.

-Siempre estábamos protegiéndonos los unos a los otros. Y juramos que estaríamos siempre juntos.

El silencio se hizo de nuevo. Renji sentía como la propia tristeza de Rukia le oprimía.

-¿Qué nos ha pasado? ¿Tanto hemos cambiado?

-Idiota.- Le interrumpió él.

-Nada ha cambiado desde que hice esa promesa. Aunque tú no lo sepas, yo siempre estaré allí. No dejaré que nada te pase. Siempre te...

Renji dudó un momento. Notó como la presión del estómago se le trasladaba al pecho multiplicándose.

Pero no podía decirlo..

-...siempre te protegeré.

En el silencio de la noche sólo era audible la respiración entrecortada de Rukia, que dejaba paso a sus lágrimas. De repente notó que la agarraban fuertemente por la espalda.

Renji se abrazó a ella con fuerza. Como si su fuerza midiera el deseo y la desesperación que sentía en esos momentos.

Ella se sintió confortada por sus brazos y cerró los ojos dejando caer las lágrimas que se habían acumulado en ellos.

Él se perdió en su perfume, cerró sus ojos y hundió su cabeza en el pelo de Rukia poniéndola a la par de la suya.

Sentía su respiración que cada vez se hacía más fuerte, como si él también tuviese ganas de llorar.

“Si tan solo este momento se hiciese eterno...” pensó Renji.

En ese momento oyeron los pasos del escuadrón de guardia. Rápidamente se levantaron.

-¿Qué hacemos? Está prohibido entrar en las instalaciones de noche…- Dijo Rukia.

-¡¡Que no te entre el pánico ahora!! No se han dado cuenta de que hay alguien. ¡Vayámonos por donde hemos venido y procura no hacer ruido!

-¡Eres tú el que está gritando!

Los pasos se hicieron más cercanos.

La tropa se había dado cuenta de que había alguien en el gimnasio y ahora se dirigía hacia allí.

Renji tapó con una mano la boca de Rukia.

-¡Maldita sea! ¡Nos van a descubrir!

Cogió a Rukia por la cintura, la arrastró hasta el armario de materiales y cerró la puerta tan sigilosamente como pudo.

-¡¡Podíamos haber escapado por la ventana!!- dijo Rukia con un grito ahogado.

-Si ven la ventana abierta pensarán que hemos escapado por allí. Eso nos dará un poco de ventaja.

Renji miró a Rukia y se dio cuenta de que aún tenía lágrimas en los ojos. Pasó la mano suavemente por su mejilla.

-Lo ves tonta. Te dije que te protegería.

Ella sonrió.

-No sabes cuanto te echo de menos.

Él la atrajo hacia sí y besó su cabeza.

Guiadas por una fuerza extraña sus manos buscaron la piel de su cuello.

Le besó la frente.

Le besó en los ojos.

Sentía su boca cercana. Su aliento cálido.

Ella fue retrocediendo hasta que quedó arrinconada contra la pared más cercana. Soltó la goma que sujetaba su pelo y éste calló en forma de una gran cascada roja.

Posó sus manos sobre sus hombros y lentamente descolgó sus ropas de shinigami dejando al descubierto los tatuajes de su pecho y su espalda.

Recorrió los tatuajes con sus dedos.

-Nunca me gustaron estos tatuajes.- dijo con una voz nostálgica.

-¿Alguien te ha pedido tu opinión?

Él comenzó a besar su cuello, mientras la respiración de ella se volvía más agitada.

Rukia dudó un momento.

-No deberíamos de hacer esto. Si Nii-sama se entera…

Tenía razón. Pero por supuesto él no lo iba a reconocer.

-Te he dicho que no quiero tu opinión.

Y antes de que ella pudiera replicar, su lengua se deslizó dentro de su boca.

Los pasos de la brigada se habían alejado, y sólo la luz de la luna se escapaba por la ventana del gimnasio.

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