Lo Bueno de Tener una Mascota (2/6)

Aug 23, 2008 13:42




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Segunda Parte

Draco estaba en algo parecido a un shock. O más bien, estaba en un completo shock.

Sus manos estaban sosteniendo sus magníficos, pretensiosos y lujosísimos zapatos de cuero italiano que habían sido diseñados especialmente para él y que le habían costado una pequeña fortuna. Eran los mejores zapatos que había tenido, eran cómodos y elegantes… y caros.

Y ahora estaban arruinados.

Por mordidas de perro.

Sintió cómo la sangre viajaba a su cabeza de golpe y un terrible dolor comenzaba a sentirse entre sus sienes. Tiró los ahora inútiles zapatos al suelo y sacó la varita. ¿Qué maldición podría utilizar? ¿Una que le sacara los intestinos por la boca? ¿Qué le explotara los ojos? ¿Qué lo hiciera comerse su propia piel? Tenía miles de donde escoger, y lo mejor era que no iba a ser llevado a la justicia. Tal vez podía utilizar más de una maldición a la vez, nunca lo había probado.

Buscó al estúpido animal por toda la casa, encontrándolo en la sala, echado sobre su costosa alfombra, llenando toda la superficie de pelos. Ugh… Voy a matar a esta criatura.

-Fue un placer tenerte como compañero de piso, enano -dijo apuntándolo con la punta de su varita-. Pero ya es hora de irte.

Antes de poder abrir la boca, y lanzar las maldiciones que tenía en la punta de la lengua, el perrito mordió su varita. Draco parpadeó.

El dolor entre sus sienes se hacía más intenso.

-¿Estás mordiendo mi varita? -su voz era un siseo amenazante.

Pero el animal sólo ladró, correteando por su alrededor y mirándolo con amor. Draco sintió cómo comenzaba a desinflarse. ¿Sería que pasar tanto tiempo solo lo había ablandado? Porque se suponía que el comía perritos de desayuno. Aún así, levantó de nuevo su varita e inmovilizó al enano.

-Escucha bien, porque no lo voy a volver a repetir -dijo duramente, satisfecho por el temblor del animal-. No vas a volver a acercarte a mis armarios, están prohibidos. No vas a morder nada que me pertenezca y me vas a obedecer. ¿Nos entendemos?

El enano intentó ladrar y Draco deshizo el hechizo. Por la forma en la que el cachorrito lo estaba viendo, sabía que había sido comprendido.

Aún así, iba a utilizar un encantamiento para su cuarto, no podía permitir que el enano entrara de nuevo a dañar uno más de sus zapatos, porque ahí sí que ningún gesto adorable lo iba a salvar.

*

Harry suspiró, como iba siendo costumbre últimamente, mientras caminaba por el Callejón Diagon. Ausentemente contempló la Tienda de Animales Mágicos, pensando en Eder. Habían pasado varias semanas desde que lo había perdido, y, siendo honesto, se debió haber imaginado que algo así iba a ocurrir. No tenía suerte con los animales.

Había intentado buscarlo por el Londres muggle, pensando que tal vez, si aún nadie lo recogía, podría encontrarse por allí, escondido en algún callejón, o cerca de un establecimiento. Pero no había tenido mucha suerte. Hermione le había preguntado por qué no le había comprado un collar de mascotas. Venían con hechizos localizadores y tenían la información personal del dueño por si acaso.

Harry no había tenido a Eder el suficiente tiempo como para buscarle un collar.

Soltando otro suspiro, pensó en buscarse un animal mágico en cambio, y comprarle un collar de inmediato. Tal vez podía buscarse un gato, ya que las lechuzas, y ahora los perros, estaban vetados.

Estaba pensando en eso cuando vio algo que lo hizo detenerse en seco y agrandar los ojos atónitamente.

-Joder -jadeó cuando vio a Eder. Estaba seguro que era Eder. Era el mismo lobo siberiano que había adoptado hacía semanas, con el mismo pelaje blanco que lo cubría y sólo las orejas de un negro oscuro.

Y estaba inmenso, correteando en los pies de un mago que parecía hablar con la dependienta. No sabía que los perros crecieran tan rápido. Movía la cola de un lado a otro y tenía un collar.

Subió la mirada de golpe, queriendo saber con quién estaba, y, luego de ver el inconfundible cabello platinado, estaba seguro que su quijada estaba guindando en su rostro.

Draco Malfoy parecía bastante distraído gritándole a la encargada, pero cuando Eder ladró suavemente para llamar su atención, bajó la mirada y sonrió suavemente y, ahí sí, Harry pensó que tal vez esa mañana al despertarse había entrado a un mundo paralelo. Luego, Malfoy se arrodilló un poco y le acarició la cabeza, para luego levantarse de nuevo, continuando con su conversación con la dueña.

Harry estaba seguro que su quijada no había podido caer más abajo. Entrecerró los ojos y se precipitó hacía la tienda, abriéndola de un jalón. Eder, en cuanto lo vio, se acercó a él ladrando y levantándose en dos patas. Harry sonrió sin poder evitarlo y lo acarició detrás de las orejas.

Eder aún lo recordaba.

-¿Potter? -la voz de Malfoy hizo que levantara la cabeza de golpe. Draco lo estaba viendo con el ceño fruncido, su mirada viajando de Harry hasta Eder y de regreso-. ¿Qué le estás haciendo a mi perro?

-¿Tu perro? -preguntó Harry pasmado, agachándose para mimar mejor a Eder-. Este no es tu perro, Malfoy. Es mío.

-¿Qué? -preguntó Malfoy entrecerrando los ojos-. Por supuesto que no es tuyo, Potter. ¿Qué demonios pasa contigo? ¿Me ves con una mascota y quieres quitármela? Si requieres tanto que alguien te necesite, búscate a tú propio animal.

-Malfoy, este perro no es tuyo. Es mío -repitió Harry sintiendo cómo comenzaba a molestarse-. Yo lo encontré y yo lo adopté y-

Harry se calló de golpe. Tal vez… Tal vez Malfoy lo había hecho a propósito. Tal vez le había quitado a Eder como una especie de venganza. Harry lo fulminó con la mirada.

-Lo hiciste con esa intención, ¿cierto, Malfoy? -preguntó levantándose y sintiéndose temblar de rabia-. Me viste con mi perro y quisiste quedártelo para ti. ¿Envidias tanto eso también? ¿Qué más quieres de mí? ¿Mi nombre? ¿Mi apellido? ¿Mi vida? ¿O sólo mi cicatriz?

Harry vio cómo los ojos de Malfoy se agrandaban y cómo comenzaba a sonrojarse. Si era de furia o de vergüenza, no lo sabía, pero la mirada helada y llena de odio que Draco le dirigió en esos momentos lo hizo calmarse un poco. Tal vez se había pasado de la raya.

-¿Cómo te atreves? -preguntó en un siseó casi inaudible-. Han pasado meses desde la última vez que pensé en ti, Potter. Mi mundo no gira alrededor tuyo, por increíble que te parezca. No me interesa nada que te pertenezca, pero ese perro, es mío. Yo lo he cuidado por semanas, y yo lo encontré. Me pertenece.

Harry abrió la boca para responderle, pero la cerró de nuevo. Si lo pensaba mejor, se daba cuenta que había dicho algo realmente estúpido. Malfoy no podría tener idea de dónde vivía, y, si lo hacía, no cambiaba nada, porque Harry no lo había vuelto a ver desde que había acabado su juicio, así que era imposible que él supiera de Eder… Pero eso no significaba que se iba a disculpar. Era Malfoy, después de todo.

-Como sea, Malfoy -dijo sacudiendo la cabeza-. Pero Eder es mío, no tuyo. Así que ya que lo volví a encontrar, puedes buscarte tu propia mascota.

Harry se agachó para recoger a Eder, pero antes de hacerlo se escuchó la voz de Malfoy.

-No -soltó con rabia-. No te atrevas a tocarlo, Potter -empujó a Harry con fuerza, alejándolo de él y del perro-. No voy a permitir que me quites nada más. Es mío. Yo lo encontré, yo he vivido con él, y yo soy su dueño. Aléjate de nosotros. Ahora.

Harry había estado a punto de contestarle que dejara de decir eso, porque Eder no era suyo, era de Harry. Pero la mirada de Draco lo hizo detenerse. No sólo lo estaba mirando con rabia y odio, en sus ojos también había destellos de desesperación. Harry tragó duro.

No había pensado que un mago se había quedado con su mascota, porque era un animal muggle, y no conocía ningún mago que quisiera uno. Pero ahí estaba frente a él Malfoy, siseando como un cascabel molesto, y diciendo que ese perrito era suyo. La imagen era tan bizarra que se quedó sólo unos segundos pensando en ella.

¿Y por qué Malfoy sonaba tan enfurecido? Personas como él no se encariñaban con animales, pero eso era lo que estaba demostrando. O tal vez sólo lo hacía para alejarlo de Harry. Era Malfoy.

Pero Harry recordó cómo había acariciado a Eder cuando lo había interrumpido. No parecía que lo odiara ni que le tuviera rabia… Casi parecía como si-Harry tragó duro-como si lo quisiera.

Draco Malfoy no quería a los perritos. Era como decir que el cielo era verde. Pero ahí estaba la prueba, frente a él. Los ojos brillantes de Draco lo estaban gritando, la forma en la que su mandíbula estaba apretada y en la que su mano estrujaba la varita. Estaba gritando con todo su físico que no iba a permitir que le quitaran a Eder.

Harry parpadeó.

-¿Señor Malfoy? -dijo una voz a la espalda de Draco. Harry se giró a ver quién hablaba al tiempo que él-. Ya está lista la cama, adornada y acolchonada como usted lo pidió. ¿Se la va a llevar en este momento o la guardamos para otro día? -la mujer los miraba a ambos con un aire aburrido.

Una pequeña cama-a Harry le parecía una cuna-estaba quieta frente a ellos, suspendida sobre el mostrador. La confusión de Harry se hacía más patente, y Malfoy se giró de inmediato, llevándose al perro con él, y la encaró.

-No se preocupe, me la llevaré en este momento. No permitiré que mi mascota siga durmiendo en el piso -lo dijo lo suficientemente alto como para que Harry escuchara-. ¿Cuánto es?

Harry suspiró y miró en otra dirección. No iba a permitir que Malfoy se quedara con Eder… Pero tampoco podía verse quitándoselo. Lo miró de reojo mientras hablaba con la dependienta. Tal vez podían llegar a un arreglo.

Cuando Malfoy al fin salió de la tienda, Harry tuvo que perseguirlo casi corriendo. Se alejaba entre la gente con grandes zancadas-obviamente intentando escapar de Harry-y desaparecía entre la masa de personas que hacían sus compras en el Callejón Diagon. Harry se preguntó cuándo era que había aprendido a caminar tan apresurado sin parecer que estaba corriendo.

Justo en cuanto lo vio pasando por un angostillo, se decidió y lo empujó hasta allí, bloqueándole la salida.

-Malfoy, tenemos que hablar -dijo Harry resueltamente.

Su mirada fue devuelta con el mismo grado de intensidad.

-No tenemos nada de qué hablar, Potter -escupió su apellido como si fuera veneno-. No voy a darte a mi perro.

-Sé que no lo vas a hacer -soltó Harry perdiendo un poco la paciencia, pero suspiró intentando relajarse. De nada servía comenzar una pelea con Draco. Se arregló los lentes sobre el puente de la nariz-. Pero eso no es lo que te voy a pedir.

Harry disfrutó secretamente el segundo en el que Draco lo miró con la boca abierta. Pero luego se repuso como si nunca hubiese sucedido.

-¿No lo harás? -preguntó dudoso, mirando a Eder que estaba alejándose por el callejón, Draco lo atrajo de nuevo con un movimiento de la varita, y Harry vio por un segundo un brillo que la conectaba con el collar de él-. ¿Entonces qué quieres?

-Quiero que compartamos el perro.

Malfoy lo vio con las cejas tan arqueadas que casi desaparecían por su cabello.

-¿Estás loco, cierto?

-Por supuesto que no -dijo Harry. Sentía que si quería seguir hablando con Malfoy (y su arreglo automáticamente lo ponía en la posición de tener que hablar con Malfoy al menos dos veces por semana), tenía que invocar toda la paciencia que tenía-. El perro es mío, porque yo lo adopté, pero tú lo cuidaste desde que lo perdí. No puedo pedirte que me lo devuelvas así como así, por eso-

-Espera, Potter. Espera -dijo Draco levantando una mano, interrumpiéndolo-. Suponiendo que creo tu historia sobre que este perro es realmente tuyo, cómo demonios podríamos compartirlo. No es como que podamos partirlo en dos, ¿sabes?

-Si me dejaras terminar -respondió Harry dando un paso al frente, sintiendo cómo su temperamento comenzaba a despertar-… podría contestar esas preguntas -los ojos de Malfoy se habían entrecerrados, pero no había hecho nada para reaccionar al movimiento de Harry. Éste supo que podía continuar-. Dividiríamos nuestro tiempo para cuidarlo, por supuesto. Como hacen los padres que tienen hijos cuando se divorcian. Los niños se quedan los fines de semana en casa de uno, el padre, digamos, y el resto de la semana con la madre.

Malfoy frunció el seño, pero al menos parecía que estuviera considerando la idea. Bajó la vista hacia Elder de nuevo, y el perrito le ladró un poco, para luego ir hasta Harry, levantándose en dos patas de nuevo. Harry lo acarició.

-¿Entonces qué dices?

-Potter -comenzó Malfoy lamiéndose los labios-. ¿Es cierto que perdiste a ese perro?

-Sí.

-No puedes culparme por no creerte.

-Lo perdí en el Ministerio, en la cabina de teléfono. Estoy seguro de que allí fue donde los encontraste, en el Londres muggle.

Malfoy frunció los labios y Harry supo que había estado en lo cierto. Lo dejó con sus pensamientos mientras jugaba con Eder. De todos modos, ambos sabían que no importaba lo que dijera Malfoy, iban a terminar haciendo lo que Harry había propuesto si Draco quería seguir teniendo una mascota.

Por ley, el animal era suyo, ya que Harry lo había adoptado. Y si aún así, Malfoy tenía más derecho a quedarse con Eder, nadie le diría que no al niño-que-vivió.

Malfoy nunca había sido ni estúpido ni obtuso-aunque Harry asegurara que era muy obtuso-así que estaba seguro de que diría que sí. Tal vez un ‘sí’ con muchas condiciones y restricciones, pero un sí al fin y al cabo.

Justo cuando Harry sacaba su mano de la mandíbula de Eder-Harry no había pensado que un animal de apenas unos meses pudiera morder tan fuerte-Draco habló.

-Potter. Si acepto este arreglo, tienes que tener más cuidado cuando andes con el enano. No voy a permitir que vuelvas a perder mi mascota.

-No te preocupes, Malfoy -respondió Harry con una amplia sonrisa-. No pienso volver a perder nada en mi vida.

*

Potter es una completa molestia. Justo cuando, de alguna manera, estoy comenzando a disfrutar mi vida de nuevo, a distraerme y a pensar en mi futuro, llega él y lo destruye todo. Es un imbécil, pero, no me esperaba nada mejor del cabeza rajada.

Draco iba pensando en Potter, mientras dicho Potter, lo seguía al interior de su casa acompañado de su mascota. Cerró la puerta más fuerte de lo que era necesario, pero Potter sólo se giró a verlo divertido mientras se adentraba al piso.

Draco apretó los dientes. Era obvio que Potter ni siquiera poseía educación, si la hubiese tenido, se hubiera dado cuenta que los invitados no se adentran a los hogares ajenos si no eran convidados.

De nuevo, Draco no se esperaba nada mejor de él.

Cuando llegó a la sala, Potter ya se encontraba sentado en uno de sus sillones y acariciaba al perro de nuevo. Al parecer era más cariñoso de lo que alguien hubiese pensado, porque desde que había encontrado a su mascota, no parecía querer dejar de tocarlo.

Ausentemente se preguntó si era así con sus amantes también.

-Bonita casa, Malfoy -dijo Potter sacándolo de sus insurgentes pensamientos. Aún así, sacudió la cabeza para estar más seguro de que esas ideas desaparecían de su mente-. Cualquiera pensaría que ibas a tener una mini-Malfoy Manor.

-Y cualquiera pensaría que no tienes nada de gusto, Potter -le respondió Draco sentándose en un mueble frente a él-. Ves como siempre aprendemos algo nuevo cada día.

-Ciertamente.

Draco frunció el ceño mirándolo. Pero Potter sólo le dirigía una mirada que pretendía ser inocente.

-Terminemos con esto -dijo Draco cerrando los ojos por unos segundos-. ¿Me imagino que tú vas a ser la esposa?

Potter lo miró con una sonrisa y Draco se sintió decepcionado porque se suponía que esa oración lo iba a ofender, no que lo iba a divertir. De repente se sintió con ganas de enfurruñarse.

-En realidad estaba pensando en algo diferente -explicó, apoyándose por completo en el respaldar del sofá.

-¿Oh? -Draco se tragó el comentario que iba a decirle.

-Pensé en tener a Eder la misma cantidad de días que tú. Digámoslo así; yo tengo al perro por tres días, y los próximos tres días te tocan a ti. Cuando uno de nosotros no pueda cuidarlo, ya sea por una u otra cosa, el otro tiene el deber de hacerlo.

Draco inclinó un poco la cabeza, meditándolo. Así, superficialmente, el arreglo no parecía tan descabellado, y hasta era apelante, porque-aunque disfrutaba en cierta forma vivir solo y tener un perrito que le saltaba encima cada vez que entraba a la casa-también era cierto que extrañaba Malfoy Manor y a su familia.

Si tenían este acuerdo, significaba que Draco podía quedarse esos días en la casa de sus padres, y los otros en su piso. Tendría más tiempo para salir sin preocuparse por si el enano se muriera de hambre o no, o se aburriera y decidiera que los muebles serían un muy buen tentempié.

Y si algo le pasaba, podría echarle la culpa a Potter completamente.

Lo malo era que tendría que hablar con él semanalmente. Tendría que ir a buscar al perro a su casa, y tener que soportarlo en la suya cuando Potter lo recogiera. Seguro algún día tendría vería a Weasley o a Granger, y ése no era un encuentro que esperaba con muchas ansias.

Miró al perrito, y eso fue lo que lo terminó de convencer. El enano tenía la cabeza apoyada en el regazo de Harry mientras éste lo acariciaba suavemente. Un chispazo de celos lo invadió por un momento, pero no se podía evitar. Draco era esencialmente posesivo. Aún así, era capaz de ver que el enano quería a Potter.

Y le haría bien estar con alguien como él, porque Potter tenía cara de que saldría a jugar con Eder y se revolcaría en el suelo a su lado. Draco podía haberse encariñado con el animal, pero eso no significaba que iba a perder su dignidad.

Lo mejor era que los animales estuvieran con los de su especie. Se rió silenciosamente con el pensamiento.

-Muy bien, Potter. Me has convencido -dijo suavemente-. Acepto el arreglo.

Potter sólo le devolvió la sonrisa.

-Perfecto, me lo llevaré mañana, ¿está bien eso? -preguntó como si realmente le importara si a Draco le pareciera bien o no, pero aprobaba la educación, así que asintió-. Bien, entonces nos vemos mañana, Eder.

Se levantó del sofá y se dirigió a la puerta, pero Draco lo detuvo.

-Espera, Potter -le dijo levantándose también-. Ya lo has llamado varias veces así, por favor dime que no le pusiste ese nombre.

Una de las cejas de Potter se arqueó, y Draco se preguntó vagamente de dónde había aprendido ese gesto, pero lo distrajo más su mirada llena de desafío.

-Le puse ese nombre, Malfoy -le respondió-. ¿Cómo lo llamas tú?

Draco se sintió enrojecer un poco.

-¿Y bien?

-Enano -murmuró bastante bajo, esperando que Potter no lo escuchara. No había querido ponerle un nombre al perrito, porque eso significaría que se iba a encariñar más con él.

-¿Perdón? Por un momento pensé que lo llamaste enano.

-Lo llamo enano, ¿está bien? -soltó por fin, frunciendo el ceño-. No le puesto nombre, ahora sólo lárgate.

Potter sólo lo miró con una sonrisa indulgente y ojos brillantes de diversión, antes de desaparecer por el marco de la puerta.

Estúpido Potter.

Tercera Parte

ewe, rated: r, pairing: harry/draco, fic por partes, pov: ambos

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