El trato

Jul 26, 2008 23:04



Manos

Sirius solía ser un chico listo. Sólo que no era esa clase de inteligencia que hacía a uno decir “qué chico más nerd” o “éste parece enciclopedia andante”, ya que había muchas clases de inteligencia. La suya era netamente natural, no necesitaba de libros para subsistir. Pensaba a veces que era como el aire que entraba en sus pulmones, subiendo y bajando en distintas frecuencias, como para soltar: “Tío, ese hechizo no sirve ni para mover las faldas de McGonagall. Eso se deduce desde el nombre. Wingardium Leviosa. Vuela. ¿Ves cómo pegan?”. Su poder de deducción le había salvado en clases de historia (“los gigantes no pueden haber colaborado jamás con los enanos para ninguna guerra, los pisarían”).

La gente tendía a creer que el hecho de que se pasara las reglas del colegio por el arco del triunfo, era prueba contundente de que no sentía aprecio por la actividad neuronal. Y no importaba mucho en realidad, porque de todos modos nadie quería acostarse con un cerebrito, porque los consideraban demasiado aburridos o no deseaban sentirse intimidados. Sus notas lo hacían aceptable de cierta forma, pero no había quien le interesara ese detalle al momento de hundir las manos dentro de sus pantalones o devorar en sus labios todo lo que lo hacía hombre.

El caso era que se necesitaba de ingenio para ser considerados uno de los mejores bromistas de su generación. ¿Creían que Filch sencillamente les había entregado los horarios de sus vigilias nocturnas, así de simple, en bandeja de plata? Había que hacer uso de ese viejo amigo llamado cerebro para sacar su gata infernal de camino, distraerlo lo suficiente para que no notara a James encantando cientos de cubetas de agua helada, para que empaparan incontables veces únicamente a Snape cada vez que pasara por el Gran Salón, utilizando un hechizo que él mismo modificó para ser aplicado en las circunstancias que requerían.

¿Le legendaria revolución de los pollos asados bailarines de ballet? Idea suya. ¿El ataque de los libros vampiros con colmillos de canela? Plan marca Black, patente registrada. No acepte imitaciones. Él había sugerido lo de los animagos, con tal de que Remus no quisiera arrancarles la cabeza cuando entraba en su fase de lobo feroz y cualquier sin rabo se convertía en la abuelita de la Caperucita Roja.

Sirius ahora era un hombre listo. Por lo regular. Al menos cuando no tenía encima a un rubio semidesnudo, que no parecía alcanzar lo suficiente de su boca y sus manos no le bastaban para palpar su cuerpo.  No lo satisfacían y, en su afán, se frotaba contra su cuerpo, contra su pecho, sujetando su cadera, desesperado por aliviar el calor que les nacía a ambos desde todas partes. Sirius entonces se encontraba sin aire en los pulmones, y su cerebro no tenía ningún voto mientras intentaba tocar igualmente a Malfoy, devolverle sus besos rabiosos, sólo con la vaga esperanza de no tropezarse en su camino a la habitación de Draco (aunque más correcto sería decir que Draco lo empujaba, porque a Sirius le daba igual follar con alguien en el suelo que en la cama). En esos momentos no tenía reparos en reconocer que se volvía un inconsciente, uno capaz de decir que sí al Holocausto, asentir a la persona que afirmara que el cielo era de chocolate y  casi cualquier cosa, e, irónicamente, eso es lo más inteligente que podía hacer.

No pensaba en nada, ni en Remus criando a un niño con cabello fosforescente, al lado de una torpe bruja a la que, maldita sea, era imposible guardar rencor, ni en la decepción que experimentaba cuando Harry volteaba hacia él, para reírle alguna broma seguramente tonta, y encontrarse con un par de ojos que nunca serían los de James.  Nada.

Sólo la pasión quemándole el cuerpo y la firme idea de que respirar era muy molesto, de que la ropa iba a destrozarla por ser tan entrometida, y la sensación que si no percibía más piel sudada y caliente de Draco Malfoy le iba a estallar la cabeza. Y de verdad que le importaba un comino mandar a su inteligencia de paseo.

Sexo

Sexo. No era más que eso, ambos lo habían concordado.

Draco había tomado la costumbre de visitar el mismo bar en aquella zona pérdida de Londres, principalmente para ahogar las frustraciones que le causaba el hecho de que Astoria se había escapado con Meniegoadecirsuombre (alias Evans Rogers, ex socio suyo). No era que le importaba gravemente, de todos modos hace semanas que quería despedir a ese holgazán pagado de sí mismo y buscaba la manera de sobrellevar su matrimonio. Astoria era una buena mujer en general, pero demasiado frívola para tomarle cariño y poco interesada en ser una madre para la criatura rubia que ahora tenía tres años de edad. Lo verdaderamente irritante, hasta cierto punto, es que la prensa lo había interpretado como se le dio la gana y actualmente a él lo pintaban como el hombre que nunca había sabido apreciar a su bondadosa esposa y prácticamente la había empujado a los brazos de su amante con su indeferencia. Sólo les faltaba acusarlo de poner en venta a Scorpius en algún mercado negro.

Eso había empezado hace poco menos de dos semanas, y, hasta que el idiota sin nombre se dignara a hacer acto de presencia desde donde sea que hubiera llevado a Astoria, el trabajo se veía momentáneamente estancado. Por lo menos ahora podía dejar de pretender que le interesaban las faldas y finalmente regresar a las tendencias que había abandonado al terminar el colegio en pos de perpetuar el legajo Malfoy. Debía reconocer que podía considerarse una suerte el que su soltería (no legal hasta que Astoria firmara los papeles de divorcio) fuera pública, porque de ese modo era más sencillo buscar a algún sujeto, de preferencia que no fuera lector leal al Profeta, y llevarlo al séptimo cielo -lo cual convertía en un pésimo chiste el que su única traba en el pasado fuera el no querer causar un escándalo a causa de su compromiso con la bruja. Le tenía sin cuidado que un periodista lo atrapara en pleno acto, porque, como estaban las cosas, podría hacer una donación a favor de alguna cura vital para la comunidad mágica y los diarios encontrarían el modo de volverlo el malo de la historia, como sugerir que él había generado la enfermedad o algo semejante.

¿Que si había sabido que ese hombre, al cual había arrastrado a ese baño mugriento para que le diera la mamada más alucinante de los últimos tiempos, se trataba de Sirius Black? En lo absoluto. ¿Cómo hacerlo si tenía a un hombre besando, lamiendo y mordisqueándolo ligeramente justo ahí?

Había estado tomando más de lo que podía recordar, y desde hace demasiado que no se había corrido con la ayuda de un par de manos fuertes y ásperas. Tampoco es que alguna vez tuviera muy buena memoria para las caras. Pero cuando finalmente el mundo dejó de girar ante sus ojos, y era todo un milagro mantenerse de pie, fue Black quien reparó en quien acababa de quitar el aliento.

-¿Malfoy? -se oye ronco, y algo atontado, aunque no por la impresión.

De seguro también estaba bebido, y sus neuronas muertas eran incapaces de asimilar del todo la situación. Lo siguiente que salió de la boca de Draco es fiel a esta frase, porque simplemente había salido, dejando que su consciencia se preguntara quién rayos estaba hablando.

-Este es el trato. Tú no dices nada y yo tampoco.

mundo sirius/draco, fanfics

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