Pues han vuelto a quedar. Ellos dos, solitos, Mordred le ha dicho a Biddy si quería verse con él (¡solos!) y ella ha dicho que sí, y han quedado para ir a ver la nueva exposición de fotografía que hay en la TATE modern.
Ellos dos solos.
Como siempre, Biddy se ha pasado todo el rato corriendo de un lado al otro de la galería, viendo las fotografías, exclamándose cuando una le gustaba especialmente y de vez en cuando iba a buscar a Mordred, que es más clasicón y él se mira las exposiciones por orden, una obra después de la otra, para que fuera a ver esta u otra fotografía que mira qué genial, qué luz, qué composición.
Cuando salen, a él le duele un poco la cabeza y un poco el corazón. La cabeza por los focos y porque no ha dormido mucho hoy (ha estado nervioso porque ¡eh! ¡ha quedado con Biddy!) y el corazón porque... por lo mismo, que ha quedado con Biddy porque son cosas que hacen los amigos.
Mordred odia ser sólo el amigo de Biddy.
Y a la vez, sin embargo, está contento y todo, porque podrían no ir a la TATE y no ser amigos, por ejemplo, y eso sería peor.
-¡¡¡¿No ha sido geniaaal?!!! -exclama Biddy, colgándose del brazo de Mordred (mmm, el brazo de Mordred... tiene un brazo agarrable, Mordred) y sin dejar de dar saltos. Lleva todo el día así, exclamando lo genial que es todo y va a seguir haciéndolo a no ser que Mordred la haga conocedora de su dolor de cabeza. Entonces se callaría, claro, pobre Mordred, que ella no quiere que le duela la cabeza- ¡¡¡Ha sido geniaaal, geniaaal, geniaaal!!!
De todas formas, aunque esté tan emocionada, ha recorrido la exposición como tres veces con eso de verlo todo sin seguir el orden lógico (al final Mordred tenía un poco de razón y todo) y le duele los pies. Así que tira de Mordred hacia un banco, y se deja caer, arrastrándolo a él a su lado. Suelta un suspiro y apoya la cabeza en su hombro.
-Gracias por taerme, Mor.
Bueno, que él no la ha traído, que ha llegado sola hasta allí, pero ha venido con ella.
-Gracias a ti por acompañarme-, susurra él con un poco de ahogo en la voz. Es que es como si tuviera un nudo en el cuello que se le ha hecho ahí cuando Biddy le ha apoyado la cabeza en el hombro.
Bueno, cuando estaba colgada de su brazo Mordred ya iba sintiendo un estrechamiento general de garganta, pero lo de la cabecita ya ha sido el colmo.
Es que desde que decidieron que serían amigos (y sólo amigos), Biddy está... como cariñosa con él. Es un tipo de cariño como el que tienen con él Camilla o, más bien, su hermana. Sí, es como un cariño fraternal, de dar abrazos, apoyarse sobre él, y cosas así. Ese tipo de cariños a Mordred le gustan mucho, porque es tímido y retraído y a veces necesita ese tipo de cosas para sentirse un poco más normal.
¿Problema? Que si por él fuera, ahora mismo se giraba y le daba a Biddy un morreo que...
Sí, un morreo, qué pasa.
Mueve un poco la cabeza, con cautela, hasta que la deja apoyada en la coronilla de Biddy y cierra los ojos.
Biddy también entrecierra los ojos, agarrándose un poco más fuerte del brazo de Mordred (en realidad lo que hace es abrazar, porque lo tiene agarrado con los dos brazos, más fuerte el brazo de Mordred).
-¿Vamos a hacer algo ahora? -pregunta.
Podrían ir a merendar, o a algo, no sabe, merendar suena bien.
-Hmmmmmmmmmmmmmmh...- musita. Se ha quedado un poco alelado porque Biddy huele muy bien y le aprieta el brazo y su cabeza ya estaba dando vueltas al tema del beso otra vez. Es terrible, no puede dejar de pensar en ello.
-Pues... no sé, como quieras. No tengo nada que hacer, no sé... pensaba ir a casa ya, pero, pero... como tú quieras. Me da igual. Si quieres vamos a merendar algo, te invito.
Gira la cabeza un poco más, hasta que la mejilla le queda apoyada en la frente de Biddy. Ella tiene el pelo suave (y lleva esas coletas que a él...) y si por Mordred fuera, se quedaban así hasta mañana.
-¡¿Me invitas a merendar a tu casa?! -exclama, incorporándose para mirarlo con los ojos muy muy abiertos y una sonrisa tremendamente ilusionada. Sin soltarse del brazo, eso sí.
No, probablemente Mordred no quería decir eso, pero Biddy lo interpreta así y se autoinvita sin darse ni cuenta. Y ya se está preguntando cómo será la casa de Mordred, si estará Igrayne allí también, si verá a Uther o se habrá quedado en Hogwarts. También piensa que la próxima vez que queden en Londres va a ser ella quien lo va a invitar a su casa a merendar.
Pues... no, Mordred no quería decir eso. Es decir, quería invitarla a merendar, pero desde luego, no estaba pensando en llevarla a su casa. Que su casa no tiene nada de malo, que en realidad es muy bonita y muy grande, y en realidad más bien es una mansión, pero... es que igual sus padres le ven llegando con una chica y, dos opciones:
-Una: les da un pasmo de la alegría, porque por fin Mordred es una persona sociable. -Dos: Se están pitorreando de él hasta el día del juicio final.
De todos formas, Mordred, tras el susto inicial, se apresura a asentir y dice con voz ahogada: - sí, claro... claro, por qué no, seguro que encontramos algo para comer-, porque cualquiera le niega algo a Biddy cuando pone esos ojillos de ilusión. Desde luego, él no.
Se pone en pie, todo apurado y rojo, pobre, y mira a su alrededor para orientarse.
-Podemos... ir en metro. O nos podemos aparecer, no sé, depende del hambre que tengas y de las ganas de pasear.
Hace un mohín de cierto disgusto, y luego alza las cejas diciendo:
-Yo es que aún no puedo aparecerme...
De todas formas, a ella siempre le apetece pasear con Mordred. En realidad, siempre le apetece estar con Mordred, haciendo lo que sea. Pasear con Mordred, le apetece. Ir en metro con Mordred, le apetece. Merendar con Mordred, le apetece. Ver fotos con Mordred, le apetece. Hablar con Mordred, le apetece. Mirar a Mordred, le apetece. Besar a Mordred, le apetece.
Lo malo es que hay cosas que puede hacer con Mordred y otras que, ya lo ha comprobado, no. Qué pena.
-Bueno, no te preocupes, yo sí, nos llevo a los dos-, dice Mordred con una... una sonrisa. ¿Que por qué? Bueno, porque como a todos los que se acaban de sacar el carnet, pues está orgulloso de sí mismo y le gusta aprovechar cualquier oportunidad para aparecerse, aunque a él sigue gustándole ir en metro, y la verdad es que debe ser muy divertido ir con Biddy en metro, seguro que... que se emociona, así en general.
Pero como también tiene hambre y... y algo por dentro, como... como... ganas de que ella vea su casa, que le conozca un poco más, que sepa... que sepa cosas de su vida que él nunca se atrevería a contarle pero que, por lo menos, puede enseñarle.
Todavía están sentados en el banco, pero no hay nadie por los alrededores. Mordred se levanta, y tira de la muñeca de Biddy para que haga lo mismo. Entonces pasa lo que tenía que suceder por lógica: que Mordred se pone nervioso y no consigue aparecerles a los dos a la primera, lo intenta otra vez. Se da cuenta de que todavía no tiene suficiente práctica como para hacerlo sólo sujetando a Biddy por la muñeca, así que, muy rojo, susurra:
-Espera, tengo que... con tu permiso.. - y entonces se adelanta un poco, haciendo el primer intento para abrazarla, pero se acojona y se aparta cuando está a punto de rodearla con ambos brazos. Y luego decide que no, que es un hombre, que tiene que hacerlo, y ahora sí que la rodea con los brazos en la cintura y dice - cierra los ojos-, y los cierra él también y vualá, ya están en casa, delante de la puerta del jardín.
Y con eso no se refiere al abrazo. El abrazo sí que se lo esperaba después de que Mordred dijera que él los llevaba a los dos, que para hacer dobles apariciones hace falta contacto, y más contacto aún para los principiantes.
Con el eso se refiere a las mariposas que han echado a volar en su tripa cuando ha ocurrido el abrazo.
Cierra los ojos como él le indica, rodeándolo ella también con los brazos, y cuando los vuelve a abrir le da un poco de rabia, porque ya están delante de la puerta de la casa de Mordred (si es que él no se ha equivocado de dirección, que lo duda), y se va a tener que soltar de él. Tarda un poco, de todas formas.
Que no es que a Mordred le moleste que Biddy tarde un poco en separarse. Es decir... hay que reconocerlo, se está muy bien así abrazoado a Biddy. es como si encajaran, y cuando ha cerrado los ojos Mordred ha tenido como esa sensación de seguridad, como si nada malo le fuera a ocurrir en sus brazos.
En fin, reconozcámoslo: Mordred también ha alargado el abrazo todo lo posible dadas las circumstancias, y cuando se sueltan es como si tuviera las manos cargadas de electricidad estática, porque le pican los dedos de ganas de abrazarla otra vez.
-Bueno, pues... ya estamos-, dice, mientras sus mejillas alcanzan un rojo supernova y se le erizan los pelillos de la nuca. Están delante de la puerta principal y Mordred simplemente empuja, que tiene un hechizo para abrirse a los miembros de la familia Finch Fletchley. Espera que a Biddy le guste su casa. A él le gusta mucho.
-Bien... bienvenida- ¿está tartamudeando, en serio? - si quieres... darme el abrigo, Mini lo guardará. Mini es la elfina doméstica-, dice él, caballeroso.
Biddy entra detrás de Mordred, mirando fijamente su espalda, aún sintiendo las mariposas revoloteando. Pero se olvida en seguida de ellas cuando entran a la casa, y los ojos de Biddy pasan de la espalda de Mordred a... bueno, a todas partes.
Cuando estaban fuera con todo lo de las mariposas no se había dado cuenta de lo grande que era la casa. La mansión.
Se quita el abrigo distraídamente, y se lo tiende a Mordred lanzándole una mirada rápida de sorpresa e ilusión. Pero está tan emocionada con la casa que no repara ni siquiera en sus mejillas.
Una sonrisa curva los labios de Mordred con ese "woooooow", y se queda mirándola, alelado, y de qué no se le cae el abrigo al suelo. Suerte que Mini, la elfina, aparece un segundo y se lo lleva, y el suyo también. Es que Mordred quiere mucho su casa, le gusta que... que le guste a la gente. No por ser grande, sino porque a pesar de ser grande es... una casa, donde vive una familia (la suya) y eso se nota. O al menos él cree que se nota, claro.
-¿Te... gusta? - porque si le gusta está invitada tanto como quiera. Cada día, a poder ser. Biddy podría tener su propio cuarto, que hay de sobras, o... eh... no, bueno, que se quedara en su cuarto no sería... decoroso.
-Si quieres... antes de merendar te enseño un poco... todo esto. Los salones y tal-, dice con un hilillo de voz. Le po... le encanta cuando Biddy pone esos ojitos de ilusión.
Como están en su casa, lejos de miradas indiscretas (y lejos de la propia mala consciencia e inseguridad de Mordred, que después del abrazo de antes se ha quedado como atontada), él la coge por la muñeca (que es más bien de la mano) y la guía a través del recibidor, primero hasta el salón principal, donde hacen las fiestas y todo, y luego a otra salita mucho más pequeña que es donde la familia hace vida normalmente, con la chimenea, el sofá y la tele y tal, y luego, pues hacia la gran escalinata que preside la planta baja y que lleva a las habitaciones de arriba.
Biddy no deja de mirarlo todo todo absolutamente todo (aunque a medida que se va a acostumbrando al todo tan todo que es la casa de Mordred va perdiendo interés por la casa y volviéndolo a ganar en Mordred, claro, y lo mira también a él) ni de murmurar "Ooohs" y "Uuuhs" y "Wooows", porque la casa de Mordred además de ser muy grande, es muy bonita, pero sobre todo, muy acogedora. Además está llena de cosas mágicas y muggles, y eso a Biddy le gusta mucho.
Por cierto, que las mariposas, que parecían haberse calmado, han empezado a aletear enérgicamente cuando Mordred la ha cogido de la muñeca-mano.
-¿Por ahí se va a tu habitación? -pregunta, a los pies de la escalinata. Y por supuesto no lo hace con ninguna intención, sólo por curiosidad. Es Biddy. No tiene malicia ninguna.
-Eh... sí. Bueno, a las habitaciones en general, ¿sabes? Están todas.. todas en el primer piso, sí. Ya sabes, en el mismo ala de la casa. Bueno, la de mis padres está en un extremo y la mía y la de Igrayne están... pues en el otro lado, pero básicamente sí, sí, quieres... verla?
No es que él pretendiera llevarla a su habitación. Bueno, es decir, sí, pero sólo por... puro turismo. No pasa nada, es sólo una habitación. Vale, es la habitación de Mordred, que es como... lo que decíamos antes de enseñarle a Biddy cosas que él no se atrevería a contar. Bueno, su habitación es... una parte de él. Una parte de cómo es de verdad, muy en el fondo, donde nadie puede llegar. No es sólo un lugar lejos de las miradas indiscretas, y en todo caso en la mansión parece que no hay nadie así que... así que estarían solos en cualquier otra parte.
Y mucho preguntar mucho preguntar, pero Mordred ya la ha guiado hasta allí y abre la puerta, aguantando la respiración. En realidad, lo que hay detrás de la puerta no es la habitación en sí, sino la antecamara. Son así de pijos, los Finch-Fletchley, que tienen cámara y antecámara, y la de Mordred tiene las paredes forradas de libros, un sofá, una tele, un escritorio grande y cuadros en las paredes. Desde la puerta abierta al fondo sí que se puede ver la habitación en sí, donde sólo hay la cama grande y una ventana que da al balcón.
¿Sinceramente? ahora sí le han empezado a temblar las piernas. No por que Biddy esté en su habitación, no. No es por eso. Lalalala.
Ellos dos solos.
Como siempre, Biddy se ha pasado todo el rato corriendo de un lado al otro de la galería, viendo las fotografías, exclamándose cuando una le gustaba especialmente y de vez en cuando iba a buscar a Mordred, que es más clasicón y él se mira las exposiciones por orden, una obra después de la otra, para que fuera a ver esta u otra fotografía que mira qué genial, qué luz, qué composición.
Cuando salen, a él le duele un poco la cabeza y un poco el corazón. La cabeza por los focos y porque no ha dormido mucho hoy (ha estado nervioso porque ¡eh! ¡ha quedado con Biddy!) y el corazón porque... por lo mismo, que ha quedado con Biddy porque son cosas que hacen los amigos.
Mordred odia ser sólo el amigo de Biddy.
Y a la vez, sin embargo, está contento y todo, porque podrían no ir a la TATE y no ser amigos, por ejemplo, y eso sería peor.
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De todas formas, aunque esté tan emocionada, ha recorrido la exposición como tres veces con eso de verlo todo sin seguir el orden lógico (al final Mordred tenía un poco de razón y todo) y le duele los pies. Así que tira de Mordred hacia un banco, y se deja caer, arrastrándolo a él a su lado. Suelta un suspiro y apoya la cabeza en su hombro.
-Gracias por taerme, Mor.
Bueno, que él no la ha traído, que ha llegado sola hasta allí, pero ha venido con ella.
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Bueno, cuando estaba colgada de su brazo Mordred ya iba sintiendo un estrechamiento general de garganta, pero lo de la cabecita ya ha sido el colmo.
Es que desde que decidieron que serían amigos (y sólo amigos), Biddy está... como cariñosa con él. Es un tipo de cariño como el que tienen con él Camilla o, más bien, su hermana. Sí, es como un cariño fraternal, de dar abrazos, apoyarse sobre él, y cosas así. Ese tipo de cariños a Mordred le gustan mucho, porque es tímido y retraído y a veces necesita ese tipo de cosas para sentirse un poco más normal.
¿Problema? Que si por él fuera, ahora mismo se giraba y le daba a Biddy un morreo que...
Sí, un morreo, qué pasa.
Mueve un poco la cabeza, con cautela, hasta que la deja apoyada en la coronilla de Biddy y cierra los ojos.
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-¿Vamos a hacer algo ahora? -pregunta.
Podrían ir a merendar, o a algo, no sabe, merendar suena bien.
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-Pues... no sé, como quieras. No tengo nada que hacer, no sé... pensaba ir a casa ya, pero, pero... como tú quieras. Me da igual. Si quieres vamos a merendar algo, te invito.
Gira la cabeza un poco más, hasta que la mejilla le queda apoyada en la frente de Biddy. Ella tiene el pelo suave (y lleva esas coletas que a él...) y si por Mordred fuera, se quedaban así hasta mañana.
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No, probablemente Mordred no quería decir eso, pero Biddy lo interpreta así y se autoinvita sin darse ni cuenta. Y ya se está preguntando cómo será la casa de Mordred, si estará Igrayne allí también, si verá a Uther o se habrá quedado en Hogwarts. También piensa que la próxima vez que queden en Londres va a ser ella quien lo va a invitar a su casa a merendar.
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-Una: les da un pasmo de la alegría, porque por fin Mordred es una persona sociable.
-Dos: Se están pitorreando de él hasta el día del juicio final.
De todos formas, Mordred, tras el susto inicial, se apresura a asentir y dice con voz ahogada: - sí, claro... claro, por qué no, seguro que encontramos algo para comer-, porque cualquiera le niega algo a Biddy cuando pone esos ojillos de ilusión. Desde luego, él no.
Se pone en pie, todo apurado y rojo, pobre, y mira a su alrededor para orientarse.
-Podemos... ir en metro. O nos podemos aparecer, no sé, depende del hambre que tengas y de las ganas de pasear.
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-Yo es que aún no puedo aparecerme...
De todas formas, a ella siempre le apetece pasear con Mordred. En realidad, siempre le apetece estar con Mordred, haciendo lo que sea. Pasear con Mordred, le apetece. Ir en metro con Mordred, le apetece. Merendar con Mordred, le apetece. Ver fotos con Mordred, le apetece. Hablar con Mordred, le apetece. Mirar a Mordred, le apetece. Besar a Mordred, le apetece.
Lo malo es que hay cosas que puede hacer con Mordred y otras que, ya lo ha comprobado, no. Qué pena.
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Pero como también tiene hambre y... y algo por dentro, como... como... ganas de que ella vea su casa, que le conozca un poco más, que sepa... que sepa cosas de su vida que él nunca se atrevería a contarle pero que, por lo menos, puede enseñarle.
Todavía están sentados en el banco, pero no hay nadie por los alrededores. Mordred se levanta, y tira de la muñeca de Biddy para que haga lo mismo. Entonces pasa lo que tenía que suceder por lógica: que Mordred se pone nervioso y no consigue aparecerles a los dos a la primera, lo intenta otra vez. Se da cuenta de que todavía no tiene suficiente práctica como para hacerlo sólo sujetando a Biddy por la muñeca, así que, muy rojo, susurra:
-Espera, tengo que... con tu permiso.. - y entonces se adelanta un poco, haciendo el primer intento para abrazarla, pero se acojona y se aparta cuando está a punto de rodearla con ambos brazos. Y luego decide que no, que es un hombre, que tiene que hacerlo, y ahora sí que la rodea con los brazos en la cintura y dice - cierra los ojos-, y los cierra él también y vualá, ya están en casa, delante de la puerta del jardín.
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Y con eso no se refiere al abrazo. El abrazo sí que se lo esperaba después de que Mordred dijera que él los llevaba a los dos, que para hacer dobles apariciones hace falta contacto, y más contacto aún para los principiantes.
Con el eso se refiere a las mariposas que han echado a volar en su tripa cuando ha ocurrido el abrazo.
Cierra los ojos como él le indica, rodeándolo ella también con los brazos, y cuando los vuelve a abrir le da un poco de rabia, porque ya están delante de la puerta de la casa de Mordred (si es que él no se ha equivocado de dirección, que lo duda), y se va a tener que soltar de él. Tarda un poco, de todas formas.
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En fin, reconozcámoslo: Mordred también ha alargado el abrazo todo lo posible dadas las circumstancias, y cuando se sueltan es como si tuviera las manos cargadas de electricidad estática, porque le pican los dedos de ganas de abrazarla otra vez.
-Bueno, pues... ya estamos-, dice, mientras sus mejillas alcanzan un rojo supernova y se le erizan los pelillos de la nuca. Están delante de la puerta principal y Mordred simplemente empuja, que tiene un hechizo para abrirse a los miembros de la familia Finch Fletchley. Espera que a Biddy le guste su casa. A él le gusta mucho.
-Bien... bienvenida- ¿está tartamudeando, en serio? - si quieres... darme el abrigo, Mini lo guardará. Mini es la elfina doméstica-, dice él, caballeroso.
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Cuando estaban fuera con todo lo de las mariposas no se había dado cuenta de lo grande que era la casa. La mansión.
Se quita el abrigo distraídamente, y se lo tiende a Mordred lanzándole una mirada rápida de sorpresa e ilusión. Pero está tan emocionada con la casa que no repara ni siquiera en sus mejillas.
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-¿Te... gusta? - porque si le gusta está invitada tanto como quiera. Cada día, a poder ser. Biddy podría tener su propio cuarto, que hay de sobras, o... eh... no, bueno, que se quedara en su cuarto no sería... decoroso.
-Si quieres... antes de merendar te enseño un poco... todo esto. Los salones y tal-, dice con un hilillo de voz. Le po... le encanta cuando Biddy pone esos ojitos de ilusión.
Como están en su casa, lejos de miradas indiscretas (y lejos de la propia mala consciencia e inseguridad de Mordred, que después del abrazo de antes se ha quedado como atontada), él la coge por la muñeca (que es más bien de la mano) y la guía a través del recibidor, primero hasta el salón principal, donde hacen las fiestas y todo, y luego a otra salita mucho más pequeña que es donde la familia hace vida normalmente, con la chimenea, el sofá y la tele y tal, y luego, pues hacia la gran escalinata que preside la planta baja y que lleva a las habitaciones de arriba.
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Por cierto, que las mariposas, que parecían haberse calmado, han empezado a aletear enérgicamente cuando Mordred la ha cogido de la muñeca-mano.
-¿Por ahí se va a tu habitación? -pregunta, a los pies de la escalinata. Y por supuesto no lo hace con ninguna intención, sólo por curiosidad. Es Biddy. No tiene malicia ninguna.
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No es que él pretendiera llevarla a su habitación. Bueno, es decir, sí, pero sólo por... puro turismo. No pasa nada, es sólo una habitación. Vale, es la habitación de Mordred, que es como... lo que decíamos antes de enseñarle a Biddy cosas que él no se atrevería a contar. Bueno, su habitación es... una parte de él. Una parte de cómo es de verdad, muy en el fondo, donde nadie puede llegar. No es sólo un lugar lejos de las miradas indiscretas, y en todo caso en la mansión parece que no hay nadie así que... así que estarían solos en cualquier otra parte.
Y mucho preguntar mucho preguntar, pero Mordred ya la ha guiado hasta allí y abre la puerta, aguantando la respiración. En realidad, lo que hay detrás de la puerta no es la habitación en sí, sino la antecamara. Son así de pijos, los Finch-Fletchley, que tienen cámara y antecámara, y la de Mordred tiene las paredes forradas de libros, un sofá, una tele, un escritorio grande y cuadros en las paredes. Desde la puerta abierta al fondo sí que se puede ver la habitación en sí, donde sólo hay la cama grande y una ventana que da al balcón.
¿Sinceramente? ahora sí le han empezado a temblar las piernas. No por que Biddy esté en su habitación, no. No es por eso. Lalalala.
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