Voldie (su sapo) se lo tiene dicho (él está seguro de que Voldie le habla): Es peor cuando no está colocado. ¿Que qué es peor? Pues todo. Primero, que las rimas no le salen de natural y tiene que pensarlas y para pensarlas pues es que mejor no las dice; segundo, que todo tiene mucha menos gracia; tercero, que su estado natural ya es estar colocado y cuando no está colocado pues es como si fuera otra persona.
Hoy precisamente no está colocado. Y ha acabado perdido en el medio de algún pasillo.
Mira a un lado, a otro, a las armaduras (que se ríen), y no tiene ni idea de por dónde pillar para llegar a la sala común.
Lleva exactamente ocho días, seis horas y cuarenta y tres minutos planeando el plan perfecto para que Terminus Fletcher al menos sepa que existe en el mundo. Ese plan implica conocer los horarios de Gryffindor de séptimo (los conoce), las coincidencias entre éstos y los de Ravenclaw de quinto (los conoce, obviamente, son los suyos), física básica sobre choques y colisiones (los conoce), y comportamiento humano natural de Terminus Fletcher (puede hacerse una idea, es el hombre de su vida).
Por eso está ahora allí, en mitad de un pasillo, después de haber salido deprisa y corriendo de la clase de Aritmancia en dirección a la salida de Estudios Muggles, haciendo cálculos rápidos para saber cuánto habrá andado Terminus desde que salió de la clase y por dónde estará ahora.
Antes de girar una última esquina, se asoma disimiladamente, y sonríe. Los cálculos le han salido bien.
Ahora sólo le queda respirar y esperar. Respirar y esperar.
Uf, hay mogollón de niños de primero correteando por sus lados. Terminus los observa, con el ceño fruncido, y piensa en los brownies de orchis que se va a preparar en cuanto llegue a la habitación.
Y le entran tantas tantas ganas de comerse ya los brownies que echa a andar hacia el primer sitio que se le ocurre. Total, ya llegará a algún sitio que le suene o se encontrará a alguien que le diga por dónde ir a la Torre de Gryffindor.
Corre a ayudarla con efecto retardado, así que sólo la agarra un poco del brazo cuando se está terminando de poner en pie. Luego se agacha a recogerle papeles.
Mira que es torpe cuando no va colocado.
-En serio, tía, sarmiento... Quiero decir, que lo siento.
Y a pesar que le duele todo de la caída y que se siente estúpida, no puede evitar sonreír levemente.
Es Terminus Fletcher. Hablándole a ella. Recogiendo sus papeles. Hablándole a ella. Pidiéndole disculpas.
TERMINUS FLETCHER HABLÁNDOLE A BRUNA OGDEN.
Suerte que el atontamiento sólo le dura un momento, el suficiente como para que suelte la risita más estúpida y fuera de lugar del mundo, antes de ponerse a recoger los papeles ella también.
- Sí. - dice, sin ningún tono, sin ningún gesto. Sólo se limita al monosilábico, y a coger un par de pergaminos más que quedaban en el suelo.
Le tiemblan las manos, los pies, los dedos de los pies, y hasta incluso podría decirse que las orejas. Ni sus cálculos de física básica sobre choques y colisiones le han servido, ni su autocontrol.
- ¿Tú? - suelta, después de un momento en silencio. Le va a dar algo.
-Yo sí, yo sí, yo sí -asiente él, frunciendo el ceño con seguridad, y la mira y la verdad es que no le parece que ella esté bien, a pesar de que ella diga que sí- ¿En serio estás bien? Estás temblando...
Apoya una mano en su hombro, y la mira, serio, alzando las cejas.
Colapso pero no de esos de desmayarse, no. Es un colapso de los de quedarse en blanco, con media sonrisa inevitable y el corazón en un puño, sintiendo prácticamente sólo el hombro que Terminus le toca.
Y, entonces, sin querer, se le escapa algo así como un:
- Mehee... - Que no es ni una risa, ni obviamente una palabra, ni siquiera un idioma extranjero.
Es el amor, seguramente, hecho palabra. O ruido estúpido, o lo que sea.
Por un momento la sonrisa de Terminus se le contagia. Pero por un momento corto porque, al fin y al cabo, ella es Bruna Ogden y es Ravenclaw por razones obvias, y su cerebro ha reaccionado y ha procesado con detenimiento la frase del amor de su vida.
- ¿Qué? Nonono. No, no. Yo no estoy... eso. No, por favor. - dice, casi asustada por la idea de Terminus.
Y qué vergüenza. Se siente como una estúpida. ¿Qué imagen se está llevando de ella? Así nunca querrá ser el padre de sus hijos, pensando que es una drogadicta. Ella, que no le gustan ni los dulces que llevan dos gotas de alcohol.
-¡Seeeeeeeeeeeeeeeeeeeh! -insiste él, soltando una carcajada socarrona y pegándole un codazo suave (no sea que, colocada como está, pierda el equilibrio y se vuelva a caer y él tenga que volver a recoger y desordenar papeles)- Tranqui, que yo no digo nada -añade, poniéndose serio para que lo crea, y hace como si cerrara una cremallera sobre sus labios.
El toque de labios de Terminus la distraen un poco, pero la preocupación (y el dolor de la caída, también) hace que se centre rápidamente.
Ya no tiembla, pero tampoco es capaz de articular palabra. Sólo boquea un par de veces, y de pronto algo que se parece mucho a lo que siente cuando saca una nota baja (entiéndase algo menos de 9) le baila en el estómago.
Ah. Es la vergüenza, sólo que en niveles tan grandes que la hacen salir corriendo a lo largo del pasillo.
El mejor plan de su vida, y lo estropea comportándose como una idiota descerebrada.
Hoy precisamente no está colocado. Y ha acabado perdido en el medio de algún pasillo.
Mira a un lado, a otro, a las armaduras (que se ríen), y no tiene ni idea de por dónde pillar para llegar a la sala común.
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Por eso está ahora allí, en mitad de un pasillo, después de haber salido deprisa y corriendo de la clase de Aritmancia en dirección a la salida de Estudios Muggles, haciendo cálculos rápidos para saber cuánto habrá andado Terminus desde que salió de la clase y por dónde estará ahora.
Antes de girar una última esquina, se asoma disimiladamente, y sonríe. Los cálculos le han salido bien.
Ahora sólo le queda respirar y esperar. Respirar y esperar.
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Y le entran tantas tantas ganas de comerse ya los brownies que echa a andar hacia el primer sitio que se le ocurre. Total, ya llegará a algún sitio que le suene o se encontrará a alguien que le diga por dónde ir a la Torre de Gryffindor.
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Y respira por una última vez, antes de hacer lo que lleva planeando hacer tanto tiempo:
Darse de bruces contra Terminus Fletcher. Como lo ha hecho ahora.
Sin embargo, con lo que no contaba Bruna era con tanto impacto. Demasiado.
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Por suerte, Terminus está acostumbrado a chocarse, tropezarse y caerse, y también está acostumbrado a que normalmente sea su culpa.
El normalmente implica a Terminus colocado, y hoy no lo está. Pero es igual.
-¡Losientolosientolosiento!
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Y le duele, y además ahora se le han desparramado algunos de los papeles de la carpeta, que no sabe por qué no la metió en su bolsa.
Bueno, sí, porque llevaba prisa para chocarse contra Terminus Fletcher, quien seguramente piense que es tonta perdida.
- Perdón... - dice, con un hilo de voz, levantándose con cuidado para no volver a caer.
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Corre a ayudarla con efecto retardado, así que sólo la agarra un poco del brazo cuando se está terminando de poner en pie. Luego se agacha a recogerle papeles.
Mira que es torpe cuando no va colocado.
-En serio, tía, sarmiento... Quiero decir, que lo siento.
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Es Terminus Fletcher. Hablándole a ella. Recogiendo sus papeles. Hablándole a ella. Pidiéndole disculpas.
TERMINUS FLETCHER HABLÁNDOLE A BRUNA OGDEN.
Suerte que el atontamiento sólo le dura un momento, el suficiente como para que suelte la risita más estúpida y fuera de lugar del mundo, antes de ponerse a recoger los papeles ella también.
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Se lo está desordenando todo. Resopla. La chica tiene una letra muy bonita pero escribe mucho.
Seguro que si fuera colocado no se sentiría tan torpe.
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Le tiemblan las manos, los pies, los dedos de los pies, y hasta incluso podría decirse que las orejas. Ni sus cálculos de física básica sobre choques y colisiones le han servido, ni su autocontrol.
- ¿Tú? - suelta, después de un momento en silencio. Le va a dar algo.
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Apoya una mano en su hombro, y la mira, serio, alzando las cejas.
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Bruna. Colapso.
Colapso pero no de esos de desmayarse, no. Es un colapso de los de quedarse en blanco, con media sonrisa inevitable y el corazón en un puño, sintiendo prácticamente sólo el hombro que Terminus le toca.
Y, entonces, sin querer, se le escapa algo así como un:
- Mehee... - Que no es ni una risa, ni obviamente una palabra, ni siquiera un idioma extranjero.
Es el amor, seguramente, hecho palabra. O ruido estúpido, o lo que sea.
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De pronto se enciende una lucecita en el cerebro de Terminus, que ya sabe lo que le pasa a la pobre. Y le entra la risa.
¡Está colocada!
-¡Estás colocada, tía! -exclama, feliz.
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- ¿Qué? Nonono. No, no. Yo no estoy... eso. No, por favor. - dice, casi asustada por la idea de Terminus.
Y qué vergüenza. Se siente como una estúpida. ¿Qué imagen se está llevando de ella? Así nunca querrá ser el padre de sus hijos, pensando que es una drogadicta. Ella, que no le gustan ni los dulces que llevan dos gotas de alcohol.
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Ya no tiembla, pero tampoco es capaz de articular palabra. Sólo boquea un par de veces, y de pronto algo que se parece mucho a lo que siente cuando saca una nota baja (entiéndase algo menos de 9) le baila en el estómago.
Ah. Es la vergüenza, sólo que en niveles tan grandes que la hacen salir corriendo a lo largo del pasillo.
El mejor plan de su vida, y lo estropea comportándose como una idiota descerebrada.
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