El reflejo de Islandia
Título: El reflejo de Islandia.
Claim: Islandia
Prompt: “Ya no soy un niño”
Extensión: 391.
Advertencia: Quizás “angst” ._.
Nota: Escrito para el drabblethon de musa_hetaliana
Cuando Islandia se miró en el espejo de su habitación una sensación de amargura le llenó, una muy conocida. Su casa, no estaba demasiado mal, o bueno, estaba lo mejor que se podía después de la erupción de aquel volcán.
La imagen del espejo, lo reflejaba tal y como él se veía. Independiente, autosuficiente, libre y fuerte a su manera. Porque así era. Era la República de Islandia, libre de la soberanía de Dinamarca y de cualquier otro… entonces, no los entendía. No entendía por qué al verse en los ojos del resto de sus hermanos, estos le reflejaban la imagen de un niño pequeño pidiendo protección y atención. Especialmente a ojos de Noruega y Dinamarca.
Noruega, su querido hermano mayor. Sí, lo adoraba, era su hermano. Pero a veces, lograba molestarlo. Noruega tenía formas raras de demostrar cariño, a veces, mientras Islandia comía algo, Noruega iba y se sentaba a su lado, pasándole cualquier cosa que él país más joven pudiese necesitar, sin si quiera pedirla. Como cuando era un niño.
Otras veces, cuando Dinamarca y Suecia discutían y él pasaba por ahí por casualidad, el danés se volvía todo sonrisas y olvidaba, de momento, su molestia contra el sueco. Cómo cuando aún vivían juntos y él era muy joven para entender porque peleaban. Pero ya no lo era, y no conseguiría un trauma si escuchaba a Dinamarca maldecir al sueco, tampoco si los veía llegar a los golpes para aprensión de Finlandia.
Pero ellos no entendían. Lo dejaban vivir por su cuenta, lo dejaban manejar su casa a su entera disposición sin entrometerse de más en sus asuntos, y nunca le reprochaban sus decisiones si él no pedía una crítica constructiva. Pero no dejaban de verlo como un niño.
E Islandia se sentía frustrado. Porque ya no era aquel niño que corría a los brazos de Noruega en las noche de tormenta, temeroso de ser alcanzado por un rayo. Ni tampoco aquel ingenuo adolescente que creía que vivirían por siempre juntos en casa de Dinamarca. Tenía sus propias opiniones, y le molestaba saberse lo suficientemente grande para ir con ellos a un bar, más no para ser escuchado y tomado en cuenta cuando ellos, los que se hacían llamar adultos, conversaban.
Porque él podía ser el hermano pequeño, pero había crecido y ya había dejado de ser un niño.
Claim: Islandia
Prompt: “Ya no soy un niño”
Extensión: 391.
Advertencia: Quizás “angst” ._.
Nota: Escrito para el drabblethon de musa_hetaliana
Cuando Islandia se miró en el espejo de su habitación una sensación de amargura le llenó, una muy conocida. Su casa, no estaba demasiado mal, o bueno, estaba lo mejor que se podía después de la erupción de aquel volcán.
La imagen del espejo, lo reflejaba tal y como él se veía. Independiente, autosuficiente, libre y fuerte a su manera. Porque así era. Era la República de Islandia, libre de la soberanía de Dinamarca y de cualquier otro… entonces, no los entendía. No entendía por qué al verse en los ojos del resto de sus hermanos, estos le reflejaban la imagen de un niño pequeño pidiendo protección y atención. Especialmente a ojos de Noruega y Dinamarca.
Noruega, su querido hermano mayor. Sí, lo adoraba, era su hermano. Pero a veces, lograba molestarlo. Noruega tenía formas raras de demostrar cariño, a veces, mientras Islandia comía algo, Noruega iba y se sentaba a su lado, pasándole cualquier cosa que él país más joven pudiese necesitar, sin si quiera pedirla. Como cuando era un niño.
Otras veces, cuando Dinamarca y Suecia discutían y él pasaba por ahí por casualidad, el danés se volvía todo sonrisas y olvidaba, de momento, su molestia contra el sueco. Cómo cuando aún vivían juntos y él era muy joven para entender porque peleaban. Pero ya no lo era, y no conseguiría un trauma si escuchaba a Dinamarca maldecir al sueco, tampoco si los veía llegar a los golpes para aprensión de Finlandia.
Pero ellos no entendían. Lo dejaban vivir por su cuenta, lo dejaban manejar su casa a su entera disposición sin entrometerse de más en sus asuntos, y nunca le reprochaban sus decisiones si él no pedía una crítica constructiva. Pero no dejaban de verlo como un niño.
E Islandia se sentía frustrado. Porque ya no era aquel niño que corría a los brazos de Noruega en las noche de tormenta, temeroso de ser alcanzado por un rayo. Ni tampoco aquel ingenuo adolescente que creía que vivirían por siempre juntos en casa de Dinamarca. Tenía sus propias opiniones, y le molestaba saberse lo suficientemente grande para ir con ellos a un bar, más no para ser escuchado y tomado en cuenta cuando ellos, los que se hacían llamar adultos, conversaban.
Porque él podía ser el hermano pequeño, pero había crecido y ya había dejado de ser un niño.