En todo momento tuve en cuenta que esto podía pasar, depositas tu confianza en una persona y esta en ti, estipulas lo que podría llamarse contrato verbal de adopción, una adopción si, la de Ori, el que todos o casi todos conocemos, ese perro que llegó con 32kg, y a base de esfuerzo se convertía ya en el perrazo que siempre debió ser, ese perro que no se mereció la vida que le dieron en Valencia, pero finalmente Ori se ha ido, ha sido vendido, la palabra de una persona hoy en día ya no vale nada, lamentable.
No tengo ganas de volver a casa, a la que siempre he considerado mi casa a pesar de vivir en Coruña, Cospeito. No quiero llegar y ver que no me recibe en la puerta, que no empieza a ladrar y en cuanto entra, se va a buscar su pelota para traérmela y que se la tire, que no golpee mi pierna con su cabeza para que lo acaricie...
Ori ya no está.