Fic Crack, eh propio ;D

Nov 06, 2010 13:38

Yo, que apenas se escribir mi nombre, y de la ortografía eh hecho un insulto publico, me lance a escribir para el Amigin Secreto de kddchile  <3. Razones: que dibujarlo me tomaba más tiempo, y para esta idea, estaría hasta el próximo siglo.

REGALO PARA snigglestar

Que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste....

Esto va de Padma y Bill, la pareja más loca e incendiaria del siglo. Invitados especiales (y como no podía dejar de meterme con ellos): Fleur, Dobby, Dumbledor, Molly, Arthur, Harry, Draco, el Señor Tenebroso (s) y el grandioso Bob <3<3<3

Titulo: El poder de las nueces Holandesas.

Resumen: Bill Weasley se había vuelto sanador, y era tan bueno, que muchos decían que algún día, llegaría a revivir a los muertos. Padma Patil era botánica, y estaba segura que la respuesta a los grandes cuestionamientos médicos, radicaba en las propiedades de la menta.

Personajes: Padma Patil y Bill Weasley principalmente. De invitado especial Bob.

Advertencias: Que estoy escribiendo. Crack. Muerte personajes, spoiler, pero no mucho, creación de personajes, etc. No se si me salgo de alguna caracterización, para mi suerte, de Padma y Bill mucho no se sabe. Y yo no se mucho de    :(

Beta (Wii, tengo beta <3): Gaviota Rebelde .

Y nada es mío, aparte del crack.


El Poder de las Nueces Holandesas

Bill Weasley, se había vuelto sanador. Fue una idea loca, se le vino a la mente después de la guerra. Quería ayudar, quería ser útil, quería dejar a los duendes y en fin, sólo quería hacerlo. Fleur fue la más contenta. Ella ya era sanadora, así que el resto fue historia.

Cuando Bill se gradúo de la academia de Sanadores de Gran Bretaña, hubo champaña, hubo fiesta y celebración por doquier. El primer sanador de los Weasley hace décadas.

Bill supo que lo suyo era la investigación, la observación y la evaluación mientras desarrollaba el proyecto de título. Crear posiciones, ungüentos, hechizos y friegas sanadoras se volvió casi una obsesión, la botánica lo llamo a gritos desesperados, y antes de que Fleur considerara la idea, ya estaba construyendo un invernadero en el jardín, cerca de la tumba de Dobby.

Durante años, ambos se enfrascaron en la búsqueda de curas para diversas afecciones mágicas. Esa facilidad con la que trabajan, y el hecho de que cada mañana se volvieran a enamorar uno del otro hacia todo más fácil y más llevadero.

Encontraron la cura para los piojos mágicos, la Fiebre de Troll y esa extraña alergia al pelo de centauro.

Hacia algunos meses, Fleur había puesto en el tablero de investigaciones “pociones para combatir la licantropía”. Bill jamás preguntó el porqué de ese interés, porque intuía la respuesta. Cada luna llena, Bill tenía cambios de humor, dolores musculares y en las encías, acompañado de crecimiento aislado de montones de cabellos en las zonas más irrisorias, como la nariz. El puente de la nariz.

Los avances fueron lentos. Ese campo estaba saturado de investigadores, sanadores y botánicos, que hace décadas buscaban alguna cura. Todos querían la franquicia de esa poción, que junto con la cura del vampirismo, podría cambiar por completo la economía mágica, y volverlos ricos.

Bill y Fleur eran positivos. Hasta donde sabían, eran uno de los primeros magos en mezclar los modelos mágicos con los muggles en la investigación. Bill sentía una fascinación casi obsesiva por el microscopio y las antiparras, Fleur en cambio había encontrado a su real compañero de investigaciones en el computador. La idea de poder guardar ahí los avances, tenerlos ordenados y con respaldos por todas partes le había cambiado la vida, y el humor (según Bill).

Una mañana de otoño, mientras Bill desayunaba en la cocina esas tostadas con mantequilla y tocino crudo que tanto amaba, Fleur entró veloz, despeinada y con una sonrisa radiante por la puerta que daba al jardín. Venía del invernadero, la tierra que ensuciaba los pliegues de su tunica lo delataban.

-¡Bill! ¡Tienes que veg esto!- y con una enorme sonrisa lo tomó de la mano y lo arrastró por el prado ya casi seco.

La poción que llevaban meses desarrollando, tras una larga investigación y múltiples teorías y fracasos, había tomado el color y la consistencia que esperaban.

-¿Quién diría que sólo había que dejarla macerar a la luna menguante? -Bill le preguntó a la nada, sonriendo.

-Nog olvides el jugo de pomelo- completó su mujer, aún más risueña.

Si todo salía según la teoría, esa poción debilitaría, en su mayoría, la transformación de hombre a lobo. La idea era bloquear todos los receptores corporales susceptibles al influjo lunar, y así lograr que ese trauma y dolor no se diera.

Fleur se había quitado las antiparras para poder besar a su marido con propiedad, y entre risas se acercó una vez más al caldero, tomando el olor de esa nueva poción, color crema, de textura gelatinosa. Bill estaba entre los estantes, buscando las mini botellas de champaña que tenían guardas para ocasiones como esas.

Pero la celebración nunca fue.

Una fuerte explosión hizo volar los vidrios del invernadero. Bill salió despedido por la onda expansiva, chocó contra las estanterías, que cayeron sobre él y perdió el conocimiento.

De haberlo tenido, habría sabido que se activaron los censores que el ministerio coloca en todos los laboratorios certificados. Habría visto consumirse en menos de un segundo todas las plantas, hiervas, helechos, flores y árboles que tenían dentro del invernadero. Habría visto incendiarse y consumirse todos los libros mágicos y muggles que tenían sobre ciencias, botánica, química, anatomía y pasteles de mora.

Y también habría visto a Fleur consumirse.

Cuando despertó en San Mungo, con vendas por todos lados, con Molly tomándolo de la mano, supo de inmediato que algo estaba mal, pésimo, horrible.

Fleur había muerto al instante, la investigación del departamento de Desastres Mágicos determinó que la poción que habían creado había hecho una reacción explosiva al contacto con el cabello de Fleur. No se encontraron muestras de la poción, pero un grupo de botánicos de los tiempos de Dumbledor analizaron todos los ingredientes y el veredicto fue confirmado.

Las nueces holandesas fueron un factor decisorio.

-Debió ser una pestaña, tenía el cabello tomado - dijo a la nada el chico que le dio el informe.

Nadie se extrañó cuando Bill clausuró su antiguo laboratorio e invernadero, cuando lo reparó y lo dejó como un tipo de monumento a su esposa ni cuando bajó de peso, y se le marcaron las ojeras. Incluso su repentina alergia a las duchas, Molly la entendía. Sin embargo, eso de dormir en el primer piso, cerrar la habitación y conservar todos los objetos de Fleur lejos de miradas, y con complejos hechizos de conservación ya era un poco más extraño. Arthur sintió una profunda tristeza cuando vio como la última taza de té de su difunta nuera, aún descansaba sobre la mesa de la cocina, con un poderoso hechizo de protección y conservación.

Nadie lo dijo, pero todos sabían que Bill había enloquecido.

Lo decía su mirada perdida, sus murmullos en la oscuridad, su bata sucia y esa nueva obsesión por coleccionar tapas de botellas.

Pasó el tiempo, mucho tiempo y cierto día, Bill Weasley se presentó ante el ministerio, con todo el papeleo al día, pidiendo permiso para colocar un nuevo laboratorio. Tenía la escritura de una bodega emplazada en una calle muggle. Tenía los fondos y las tres cartas de referencia de antiguos profesores. Tenía además más de diez investigaciones y proyectos en fase teórica.

A consideración del encargado de Permisos Para Laboratorios y Pastelerías Mágicas, lo tenía todo. A consideración de Bob, el que barría la oficina donde se estaba llevando a cabo la petición, ese sanador, se veía incluso más loco que todos los que había visto haciendo peticiones similares. Si Bob hubiese sido el encargado, habría dicho que no, si el encargado hubiese sido Bob, no le habría importado.

En menos de 3 meses, Bill ya mostró ante el consejo de Sanadores y Botánicos, encargados de dar el visto bueno a pociones y demás potingues curativos, una poderosa y efectiva poción contra el insomnio mágico, producido por el polvo de hada con infección respiratoria. Y en menos de un año, había desarrollado dos hechizos para erradicar hongos resistentes al hechizo Defungo. Sin embargo, todos esos logros eran eclipsados, por las visitas cada vez más frecuentes de los encargados de Desastres Mágicos.

-Debes buscarte un ayudante, y mostrar tus proyectos de investigación al comité, Weasley o te terminaran clausurando - solía decirle Bob, que de hecho, había sido ascendido, por sacar 100 en su prueba de Criterio Mágico.

Bill jamás parecía muy atento, pero tenía buenos modales, y aún sonreía.

Esa mañana, Bill estaba de buen humor. La poción que llevaba revolviéndose hace 10 días, por fin había cambiado de color, y lo mejor, al color que él esperaba. Los golpes en la puerta lo sacaron de sus enajenas anotaciones y observaciones al respecto.

Seguro es Eric, el tonto de arriba, muggle molestoso ¿Por qué huele a azufre Bill? ¿Por qué tienes bata, Bill? ¿Por qué no me dejas entrar a husmear en tu supuesta casa, Bill? Ñiñiñiñ…

Pensó en no abrir, luego cayó en cuenta que si era alguien del ministerio, tendría una amonestación más, y con doce por semana bastaba.

Al abrir, un chico bajito le sonrío. Y Bill tuvo la impresión de que ese chico estaba por orinarse.

-¡Oh! Bu-buenos días, ¡sanador Weasley! - El chico no espero respuesta, chico listo, y se presentó- Me llamo Aurelio, Aurelio Acasio, sí, Acasio es mi apellido - sonrisa nerviosa- quería comentarle lo mucho que lo admiro. ¿Sabe? Gracias a usted mi madre ya no molesta por los dolores de la cicatriz de esa maldición de hace años, y ¡es fantástico!

Aurelio debió percibir que su ídolo se aburría, por que apretando su tunica violeta, prueba inequívoca de que era del departamento de Regulación de Laboratorios y Pastelerías Mágicas, se hizo a un lado, y dejo ver, por fin, a una chica morena y sonriente.

-Verá, su solicitud de ayudante fue aceptada, y aquí le traigo a su nueva colaboradora. Se llama Padma Patil, está recién egresada de Botánica Avanzada, de la academia Escocesa de Botánicos e Insectologos.

Bill no pudo evitar gruñir. Esa petición la había hecho para evitar papeleo por su última explosión, que había mandado a volar los hechizos protectores, y terminó destruyendo el departamento de Eric. El ministerio había pedido excusas para tamaño descuido, y él había inventado que todo era culpa de la falta de ayuda.

El ministerio nunca respondía a esa solicitud. Maldito Bob, en nada se había vuelto su niñero personal, y encima con influencia.

Barrendero del demonio.

Bill aceptó a la chica por educación, por no agarrarla con quien no tenía la culpa, por esa emoción que había en su cara, y la profunda sonrisa al presentarse.

-Estuve en el Ejército de Dumbledor, ya sabe, ese día…

-¿Gryffindor?

-No, Ravenclaw.

A Bill le gustaban las Ravenclaws. Fue la única sala común, aparte de la de Gryffindor que llegó a conocer.

Padma era ordenada, y muy limpia. Era prolija y observadora, detallista al máximo y muy exigente consigo misma y conmigo.

Bill terminó agradeciéndole mentalmente a Bob, la presencia de aquella chica simpática en su vida, en su laboratorio. Tenía millones de ideas nuevas, se veía joven y alegre. Algunas tardes, Bill tenía el impulso de echarla, tenía el impulso de sacarla de ahí, sabía que estaba hundido en mierda, y ni siquiera la locura había logrado volverlo un ser egoísta.

Bill, a consideración de Padma, era muy silencioso. No hablaba casi nunca, pero al menos prestaba atención, e incluso si había buen día, o el almuerzo estaba bueno, podía llegar a sonreír, (a veces sonreía sin razón aparente, y el laborarlo se llenaba de un olor extraño, a Bill los ojos se le ponían chiquitos, y parecía que eso que dolía siempre, no dolía, tanto) incluso llegaba a hacer una broma o se permitía fantasear con el futuro.

Bill era descuidado, precipitado y algo impulsivo, su largo cabello rojo solía estar enredadísimo, formando greñas, comúnmente llevaba barba y la bata solo la lavaba cuando Padma amenazaba con incendiar la planta que Bill tenia sobre el escritorio.

Padma no era estúpida. Sabía que era la planta, y por qué Bill la cuidaba tanto, y por qué había tardes en las que parecía estar en otro mundo, riendo de las moscas zumbantes que tenían para las plantas carnívoras, y sabía que el olor era por la planta.

A Padma, secretamente, la planta le caía bien.

Al final, Padma se sentía contenta. Bill resultó ser ese genio brillante, bizarro e incomprendido que todos profesaban. Pero también tenía secretos. Bill se quedaba en el laboratorio siempre de los últimos. Tenía gabinetes cerrados con magia, y había toda una zona del invernadero marcada con un hilo rojo mágico, del prohibido pasar. Padma no era preguntona, pero tenía curiosidad, en especial cuando Bill le dejaba la tarde libre o la mandaba a buscar tréboles a Escocia.

Sabes que son mejores.

¡Pero están en Escocia!

Ese día, Bill la mandó, de nuevo, a buscar tréboles a Escocia. Pero el greñudo no sabía que Padma había encontrado una distribuidora de productos mágicos desde Escocia, especialista en tréboles y cerveza negra.

Volvió a lo menos, una hora antes. Bill no estaba en la parte de adelante, seguramente estaría regando los hongos, o cortando hojas secas en el invernadero.

Cuando Padma se asomó, Bill estaba sobre una planta carnívora, mustia y seca, dándole una posición con gotario.

-¿En qué estás?

La reacción de Bill fue tan exagerada, como si lo hubiesen encontrado comiendo del bote de basura, que Padma al momento, supo que lo que dijese, sería mentira.

-Estaba… - sonrisa, Bill escondió el gotario dentro del delantal, se tocó el cabello y se rascó una de sus cicatrices de la cara -Umm… probando una teoría.

-¿Cuál? ¿Algún experimento del tablero?

-¡Sí! Eso, del tablero… je, ummm… la de los furúnculos por contacto con baba de gnomo. Eso. Furúnculos.

Los furúnculos sólo salían en magos alérgicos a la baba de gnomo. Y las plantas carnívoras no podían tener ninguna clase de inflamación. Además, esa investigación recién estaba en fase teórica. Cero pociones. Aún.

La planta, que antes estaba mustia, caída, dio una sacudida. Desde su rama salía líquido claro, y pareció recobrar algo de vida.

-¿Bill? Esa planta estaba muerta, ¿no?

Bill, uno de los grandes sanadores de la década, quizás del siglo, intentó cubrir la planta con su cuerpo, comenzó a hablar rápido, incoherencias, y a empujar a Padma fuera del invernadero.

Padma buscó con la mirada, detestó ser más baja que su jefe, pero de todos modos podía ver como la flor se seguía sacudiendo y votando líquido, moviendo las ventosas del tallo frenética, buscando comida.

Cuando al fin Bill logró sacarla del invernadero, cerró la puerta, y se quedó ahí, impidiendo el paso.

-Reviviste esa planta.

-Padma…

-Tú, lograste que esa planta revivirá… Merlín, ¿fue un error? O… - Padma quedó en silencio. A su mente acudieron cientos de recuerdos, todas las veces que Bill se quedaba en el laboratorio, todas esas plantas carnívoras, y animales que tenía en el invernadero, sin razón aparente.

Quizás nos pueden hacer falta.

Todas esas veces que escondió sus anotaciones y prohibió acercarse a calderos con pociones macerando - Merlín.

-Padma, espera… -Padma tenía muy claro lo que tenía que hacer. Las pociones para revivir muertos estaban absolutamente prohibidas, el decreto estaba incluso con letras más grandes y rojas. Los resultados de esas investigaciones en el pasado siempre habían sido nefastos, y en 1852, cuando una poción logró matar a más de 100 magos, decidieron prohibir siquiera, investigar del tema.

Debía ir al ministerio, denunciar, Bill no estaba bien de la cabeza, y esa información… su esposa, su hermano, amigos… Merlín.

Pero no logró llegar ni siquiera a la puerta de entrada, algo la golpeó en la cabeza, justo en el punto para perder el equilibrio y la conciencia. Lo último que vio Padma Patil fue el rostro compungido de su compañero de investigaciones.

Bill estaba sudando. Padma no debía enterarse, Padma debía estar fuera de eso. Se había impuesto como auto limitación no probar pociones en los horarios en que Padma estuviese. Volvió al invernadero, la planta aún se retorcía. Bill echó una mirada a la jaula con los ratones que hace menos de media hora, habían estado muertos. Y ahí estaban, dando saltos, parecían ligeramente desorientados, pero eran ratas, y Bill ni siquiera lo consideró.

Volvió al laboratorio. Le sudaban las manos, estaba ansioso por más pruebas, por probar que era posible. Había hecho vivir a plantas, mamíferos y aves, incluso ahí, en el laboratorio podía escuchar el canto de media docena de pájaros revividos la noche anterior.

Y estaba Padma, en el suelo. Le lanzó un hechizo para prevenir trombos cerebrales y contusiones, tampoco la idea era matarla…

Aún.

Se le secó la boca, y la perspectiva de esa última idea le llenó la mente de resultados fabulosos, y la demostración empírica de que esa poción, había resultado.

No, mejor no, Padma es una buena chica… Padma quiere encontrar la forma de crear alimento, quiere encontrar la cura para el SIDA e incluso le interesa el reuma de centauro. Padma es buena…

Cuando Padma volvió en si, estaba sentada sobre su escritorio, apoyada en la muralla. Tenía los pies extendidos, le dolía la cabeza y tenía la boca seca.

-Padma, lo siento, te puse un hechizo de mantención -la chica ni siquiera intento moverse, sabía que de ese hechizo no podría salir retorciéndose - Escucha, sé que crees que estoy demente, pero ¡¿No imaginas no fabuloso que sería poder revivir a nuestros seres queridos?!

Padma negó suavemente, pero no dijo nada, sólo lo observaba con profunda lástima en los ojos. Intentó esconder el miedo.

Había leído en un informe psiquiátrico, que ante la locura, lo mejor era no discutir, para no alterar al sujeto.

-Bill, suéltame, conversemos, prometo no irme.

-No. - Bill se levantó, fue al frigorífico, y volvió con dos pociones- Sé que no me crees, por eso… por eso te lo demostraré. - y abrió uno de los frascos.

-¡Bill! ¡¡No!!- Padma decidió que era buen momento comenzar a moverse - Espera, está bien, sí, ¡SÍ!, te creo, ¡te creo!, por favor, no lo hagas… Suéltame, Bill…

¿Ya era buen momento para perder el control, y enviar los estudios sicológicos a la mierda? Absolutamente.

Bill se volvió a sentar. Dejó ambas pociones sobre el escritorio, y con voz muy baja, pero clara, comenzó a explicar, lo que según él, era el descubrimiento del siglo.

-Desde la muerte de Fleur, no, quizás antes, la idea de tener que perder a los seres queridos antes de tiempo me llenó de impotencia… la posibilidad de revivirlos, de traerlos, hasta que mueran de la forma natural ¡de la forma a la que estaban destinados a morir!... comencé a investigar el mismo día que me sacaron de San Mungo… sí, mucha información… encontré una piedra… pero no traía más que seres incorpóreos, y el efecto se perdía cuando la dejaba de tocar… no, no servía, yo quería algo mas físico. Quería volver a sentir a Fleur, quería volver a ver a Fred, quería escuchar la voz de Lupin… - se levantó, comenzó a pasearse, a pasar distraídamente las manos por el cabello de Padma, a hablar más rápido y fuerte - fui a muchos lugares, me contacté con mucha gente, descubrí muchas cosas… Latinoamérica, Asia, Islandia, la magia negra, la blanca y la roja… ninguna… pero pensé ¿y si las junto? - derepente toda su atención se fue con Padma- la explosión que te trajo aquí, fue mi primer gran descubrimiento… esa poción, podía revivir plantas… y aves… pero no mamíferos… le eché sangre de unicornio, pensé que la haría corpórea, pero bueno, explotó…- esta vez tomó los hombros de Padma, sus manos temblaban, y con ellas, Padma también- pero esta no, ¡esta no! ¡PADMA, ESTA VEZ NO EXPLOTÓ! ¡FUNCIONÓ!-sus gritos llenaron el laboratorio, Padma comenzó a llorar de impotencia. Habían poderosos hechizos silenciadores afuera, además de los protectores. Para que alguien viniera, tendría que activar los encantamientos de alarma o hacer estallar algo.

-Bill, escucha… sí, está bien… mira, suéltame, quiero verla... ¿Ya lo probaste con animales? - susurró, intentando no sonar tan asustada como estaba, sorbiendo lagrimas y mocos de la forma más silenciosa posible.

-Claro, ratas, aves y un gato… el de Eric, hace algunos días - Padma recordó el comentario de Eric en el ascensor, mi gato está extraño, no duerme y está más lento… no come, y el otro día lo encontré arañando la puerta del refrigerador… está muy fiero ¿sabes algo de gatos?

-Sabes Padma, quiero hacerte parte de esto- no, Merlín, no.

Bill se volteó, caminó hasta el escritorio, y con una de las pociones en mano, se acercó a Padma- primero yo - y tomó un largo trago, arrugando el seño- y luego tú… tranquila, no dolerá… - apretó las mejillas de Padma, que se rebatió, sin gritar, para poder tener los labios sellados, estaban forcejeando, Padma se movía lo más que le permitía el encantamiento- vamos Padma, creen en mi, confía en mi - que iba a confiar. Padma pensó que el efecto de la poción (cualquiera que sea) debía hacerse notar en algún momento en Bill, así que si rebatía el tiempo suficiente, tal vez podría salvarse de esa locura.

Pero Bill fue más listo, tomó una de las plumas del escritorio de Padma, y con un rápido movimiento se la clavó en la pierna, sabía dónde estaban los nervios, dónde estaba el dolor. El grito de Padma fue corto y ahogado, pero le dio tiempo suficiente a Bill para echar la poción dentro de su boca.

Padma comenzó a escupir con fuerza, era la poción que usaban para matar sin dolor a animales y desahuciados en San Mungo. Tenía una baja posibilidad de no tener más que un profundo sopor.

Mientras Padma escupía, Bill cayó al suelo, y el hechizo que la retenía al escritorio se rompió. Se levantó, con la varita activó la alarma para el ministerio, y se fue a la bodega a buscar vomitivo. Ya sentía fuertes mareos, y tenia la boca dormida.

Derepente lo entendió.

Volvió junto al cuerpo de Bill, y ahí, en el suelo, estaban los dos frascos. Seguro que lo hizo mientras forcejaban, cuando Padma tenía los ojos cerrados por miedo que le lanzara la pócima a la cara.

Bill se había tomado la poción para matar justo en frente de ella, y luego la otra, cuando Padma luchaba contra él.

A ella, sólo le había dado la para matar. ¿Cuál era su plan? ¿Darle la otra cuando en teoría reviviera o sólo matarla?

Luego no pensó en nada más, porque el suelo choco contra su pómulo izquierdo.

Cuando Bob se enteró de que había alarma desde el laboratorio de Bill, accionada con varita, algo nunca antes visto, se asustó. Y mucho.

Formó a su escuadrón en menos del tiempo reglamentario y se apareció en el rellano de ese viejo edificio, pasando por alto el decreto de discreción mágica en lugares muggles. Corrió hasta la puerta A-2, y ni siquiera tocó, la tiró abajo con un hechizo.

En laboratorio, que la joven Patil mantenía prolijo, estaba en caos absoluto. Las estanterías estaban en el suelo, pergaminos, plumas, cuadernos y libros destrozados en el piso. Había pociones formando charcos de colores por todos lados, una roja se mezclo con una lila y juntas formaban un denso humo amarillo. Lanzó hechizos de aspiración, y se abrió paso entre el desastre.

El escritorio de Patil estaba volcado, y justo delante de él había un gran charco de sangre, desde el cual salía un camino, formado por el arrastre de algo sangrante, que se perdía bajo la puerta del invernadero. Bob pensó seriamente en darse la vuelta e incendiar el lugar.

Había mucho ruido, pájaros con un canto enloquecido, chillidos, y jadeos, todo proveniente del invernadero, ligeramente ahogado por la puerta cerrada.

Bob abrió la puerta con magia, mantuvo distancia, y lanzó un escudo protector. Estaba en penumbra, todos los paneles y ventanales estaban ennegrecidos, y entre la oscuridad se podían adivinar las formas de diversas plantas y otros objetos.

Uno de los chicos del escuadrón lanzó un hechizo iluminador. Y justo cuando la esfera de intensa luz blanca se alzó, un poderoso chillido espanto a los 5 magos.

En el rincón oscuro, que Bob había visto sellado con hilo rojo mágico, estaba Bill Weasley, apoyado contra la muralla. Tenía vómito y sangre en la barbilla y en el delantal. Su cabello estaba aún más despeinado, tenía la cara sucia, azulada, y dos plumas y un tubo de ensayo clavados en el pecho. Y estaba inconciente.

Un grito de espanto los alertó a todos, una vez más.

Un cuerpo se había abalanzado sobre uno de los magos, el que estaba más cerca de la hilera de helechos. La luz pudo iluminar el rostro de Padma Patil, manchado de sangre, vómito y tierra. Tenía cortes en la cara, y los ojos enrojecidos, había un mechón de cabello menos, sacado con piel incluida desde la mollera.

Bob no alcanzó a reaccionar, Patil se había lanzado contra uno de los chicos del escuadrón, y le estaba mordiendo el cuello y apretando los ojos. Otro de los chicos le lanzó un hechizo de desarme, que rebotó en la espalda de Patil, quemando el delantal, pero no logró mover a la chica. Bob se movió, lanzó muchos hechizos, pero la bruja no soltaba al muchacho, otro de los chicos se lanzó contra ella, con una pala en alto, comenzó a darle en la cabeza, pero era tarde, el chico atacado ya ni siquiera gritaba.

Padma quedó inconsciente sobre el cadáver de uno de los integrantes más jóvenes del Escuadrón de Emergencias Mágicas.

Bob estaba libido. Mandó a atar a Patil. Con dificultad invocó un patronus pidiendo ayuda. Mandó a uno de los chicos a dar la alarma al ministerio. Lanzó un poderoso hechizo de protección a la puerta, para que nada saliera, y cuando se volvió a observar el cuerpo de Bill Weasley, este ya no estaba.

-Mierda.

Bob ese día no llego a cenar. Ese día se preguntó por que no había seguido siendo el simple barrendero del 9º piso del ministerio.

Esa noche, el escuadrón completo de Inefables, donde Draco Malfoy formaba fila, fue llamado y convocado con urgencia.

Esa noche, Harry Potter y todo el escuadrón de Aurores que comandaba, más todos los de la planta, fueron obligados a hacer juramento de silencio, y llegaron al edificio Los Cielos, a la puerta del departamento A-2.

Un chico que recién había salido de la academia de Hechizos de Memoria, tuvo que borrar todos los recuerdos de Eric Milkan, y evacuar a todo un edificio.

Esa noche, todo el escuadrón de Inefables y Aureres echó de menos a los señores Tenebrosos y Harry Potter lamentó haber tenido tres hijos.

El resto del mundo mágico, al menos esa noche, pudo dormir tranquilo.




Que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste, que te guste.

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