Fandom: Bleach
Pairing | Género: Kurosaki Ichigo | Gen/Angst/Drama.
Palabras: 1.449.
Rating | Advertencias: T | Spoilers hasta el cap 186 del manga / cap 111 de anime.
Notas: Escrito para el primer
quinesob.
4 - Confianza
Isshin estaba tumbado en una camilla, intentando relajarse un rato. El día había sido bastante ajetreado, por culpa de la lluvia. Pese a que no había habido nada grave (varias torceduras, alguna caída aparatosa, un accidente leve de coche) el tener la clínica llena todo el día cansaba a cualquiera.
Además, tenía que reconocer que últimamente tenía la cabeza en otra parte. Hacía ya unos cuantos días que quería hablar con su mujer, pero no sabía como planteárselo. Al fin y al cabo, remover recuerdos que llevaban enterrados casi diez años no era plato de gusto de nadie. Sabía que ella también lo había notado, en Karakura había, o estaba a punto de llegar, algo que iba a por ellos.
No era algo que pudiera ver era… un presentimiento, una sensación de que alguien, algo lo perseguía, sin que pudiera detectar de donde venía, algo extraño en él. Era aún mayor cuando estaba con Masaki, eso era lo que verdaderamente le asustaba. Al fin y al cabo, él sólo necesitaba quitarse el gigai, e, incluso con él puesto, podría hacer algo de kidoh. Era cierto que nunca se le había dado demasiado bien, pero esperaba tener el suficiente poder como para ralentizar al enemigo mientras el se convertía en shinigami. Pero ella, aunque tenía suficiente fuerza espiritual como para verlos, no se podría defender de un hollow.
Lo mismo les pasaba a Ichigo, Karin y Yuzu. Bueno, por lo menos dos de ellos podían ver fantasmas, así que podrían ver al hollow (si es que la amenaza era esa, algo de lo que Isshin estaba bastante seguro), antes de que éste les fuera a atacar, si es que eso les servía de algo.
De todas formas, no podía postergarlo más. Esa noche, cuando ella volviera con Ichigo de kárate, o después de cenar, cuando estuvieran solos y tranquilos, tendría que sacar el tem, e intentarían buscar una solución. Quizá Urahara les podría proporcionar algún tipo de protección. Ahora que pensaba… era raro que no anduviera por ahí, a no ser que no hubiera notado nada, cosa que dudaba, conociéndole. Probablemente era que él no le había visto, si había alguien experto en ocultarse, era Kisuke Urahara.
De repente, oyó unos pasos apresurados que resonaban por el pasillo. Sin previo aviso por su parte, una enfermera abrió la puerta. Isshin se levantó tan rápido de la camilla que le dio un ligero mareo.
- ¡Natsuo-san! ¿Qué ha pasado?
- No sabemos, Kurosaki-san, nos acaban de llamar y no han sido muy claros - hablaba entrecortadamente - Una mujer ha sido atacada cerca del río, la ambulancia viene hacia aquí, la están intentando reanimar por el camino pero de momento no hay resultados.
Mientras hablaban, fueron hacia la sala de operaciones, la enfermera le seguía explicando mientras la preparaban. Isshin sentía el agujero de su estómago tan grande que parecía que estaba vacío. Notaba como si su corazón hubiera dejado de latir, y sus manos se movían por pura inercia colocando los utensilios esterilizados en la bandeja.
Apareció una nueva enfermera en la sala. Le llamó para que saliera un momento.
- Kurosaki-san… mire… no sé como decirle esto…- la pobre enfermera miraba a todas partes, Isshin sólo rezaba porque no le dijera lo que ya estaba seguro que iba a escuchar.
- Hay bastante prisa, ¿vas a decirlo ya? - con los nervios, no fue capaz de mostrar el usual respeto que se tenía con sus trabajadoras.
- Bueno, dicen que viene en la ambulancia un niño, parece estar bien, sólo en estado de shock. Han dicho que tiene unos… eh… nueve años, y - terminó de clavar la noticia con un suspiro - que tiene el pelo más naranja que han visto nunca.
A Isshin le empezaron a zumbar los oídos, veía a la enfermera que le hablaba pero no era capaz de escuchar nada. Las piernas le flaqueaban, le temblaban las manos, necesitaba recuperar ya el control de su cuerpo porque si no se iba a caer al suelo. No, por favor no, Masaki Ichigo no puede ser por favor. Maldijo no tener ningún gikongan en ese momento.
Se apoyó en la pared, respiró un par de veces profundamente y pareció recobrar el temple. No podía permitirse perder ni un segundo más. Miró a la enfermera, que tenía lágrimas en los ojos, y le puso las manos en los hombros.
- Tomoko-san, lo primero, necesito que recupere la calma, y que entre en la sala a ayudar a Natsuo-san a preparar la sala. Yo voy a ir a la entrada de urgencias - al ver que ella iba a añadir algo - No, no. Shh. Y haz lo que te digo.
La enfermera asintió y entró en la sala.
Isshin fue hacia la entrada de las ambulancias, a estas alturas estaría a punto de llegar. Le sudaban las manos, intentaba serenarse pero le estaba costando. Cuando llegó ya había otras dos personas allí, uno de sus mejores enfermeros, y otra de sus veteranas.
Al parecer, todos sabían ya que quienes venían eran la familia de Isshin, a juzgar por la aprensiva mirada de él, y la mano de ella en su brazo en señal de apoyo. Él simplemente hizo un vago gesto de agradecimiento, estaba demasiado concentrado en intentar escuchar el sonido de la ambulacia.
Al fin apareció, y, en cuanto frenó, Isshin se abalanzó a la parte de atrás, de donde se abrieron las puertas. La imagen que vió le golpeó como un mazo.
A un lado, uno de los médicos de emergencias estaba encima de su mujer, prácticandole el masaje cardíaco, en un desesperado intento de devolver a la vida a su esposa. Al otro, Ichigo miraba sin ver hacia donde su madre, con los ojos fijos, vacíos, muertos. Estaba completamente en shock.
Bajaron la camilla y vio a su mujer. Al momento supo que estaba muerta, que ya no había nada más que hacer. Contuvo las ganas de romperlo todo (dio gracias a que los gigais de Urahara contenían el reiatsu) e hizo una seña a la enfermera. Ésta asintió y, junto con el otro, y un tercero que venía en la ambulacia, introdujeron la camilla en el hospital.
Isshin se acercó a Ichigo. Le cogió en brazos mientras le susurraba palabras tranquilizadoras y lo llevo a una habitación. Una vez administrado un potente calmante, el niño se empezó a dormir, sin haber pronunciado todavía ni una palabra.
El hombre se fue hacia la sala de operaciones, y allí encontró lo que ya se esperaba. Caras desoladas, miradas que le evadían, tristeza en el ambiente. Les indicó que se marcharan, necesitaba pasar unos minutos a solas con su mujer.
Cuando se fueron todos, se acercó a la camilla. Levantó la sábana que cubría el cuerpo y rostro de la persona que más había amado en su larga vida, y la observó. Cuidadosamente, apartó el pelo de su cara, pensando en que había sido la mujer más guapa que había visto nunca.
Inevitablemente, empezó a recordar todo el tiempo que había estado con ella. Nunca se enfadaba, siempre tenía una sonrisa con la que obsequiarle, siempre la palabra perfecta, siempre el gesto que necesitaba. Se había convertido en el centro de su familia, en el centro de su vida. Llevaba vividos más de cuatrocientos años, y nunca había sido tan feliz como en los últimos nueve.
Pasado un rato, después de haberse permitido llorar lo que necesitaba, tapó de nuevo a su mujer con la sábana y se llevó la camilla. Salió a fumarse un cigarro, y la sensación de melancolía fue tal, que no volvió a fumar excepto en el aniversario de ese día.
Unos días después, en el entierro, vió, a lo lejos, tapado a medias por un árbol, un sombrero blanco y verde. Esa misma noche Urahara apareció en su ventana.
- Lo siento, Isshin-san. No conseguí llegar a tiempo. Quizás tendría que haber… - el moreno le interrumpió.
- No, Kisuke-san. Lo sabíamos, ambos. No necesitabas avisarnos, fuimos demasiado descuidados. Ahora lo más importante es que Ichigo y las crías estén bien. Nada más.
Urahara inclinó la cabeza, en señal de respeto, y se dispuso a salir por la ventana. Antes de dar el último salto, se giró.
- Para lo que necesites… ya sabes dónde encontrarme - Y desapareció antes de darle opción a responderle.
Con el tiempo, todo volvió a su rutina, pero Isshin empezó a visitar de nuevo a su amigo con regularidad. Puede que otros enemigos vinieran, pero esa vez no iba a confiarse. No iba a permitir que su familia sufriera otra vez. No mientras él tuviera un ápice de fuerza.
No podía perder a nadie más.
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