Fandom: Pereza (RPS)
Pairing | Género: Rubén Pozo/Leiva | Angst/Fluff.
Palabras: 670
Rating | Advertencias: K+.
Notas: Escrito para
firulais hace la tira, encontrado en un mail y repasado.
Tres veces en las que Leiva despierta a Rubén
...y una en la que Rubén duerme a Leiva
1.
Seis de la mañana, y la luz de un sol aún sin salir se cuela por las rendijas de la persiana. Rubén siente un dedo que le recorre la espalda. Perezoso, se da la vuelta y está Leiva medio apoyado en un codo, mirándole soñoliento y con un mar de rizos despeinados en la cabeza.
-¿Mmqpasa?
-Hey, princesa-ignora el ceño fruncido de Rubén con la comodidad que da la costumbre y acerca los labios a su oreja, provocándole un escalofrío-. Vamos a ver el amanecer.
Lo miran desde la azotea, envueltos en la misma manta.
2.
Leiva tarda unos segundos en darse cuenta de donde está, lo que tarda en reconocer la habitación de hotel que han acabado compartiendo.
Se pregunta qué es lo que le ha despertado hasta que siente de nuevo el golpe en su hombro, esta vez acompañado de un balbuceo. A su lado está Rubén, inquieto, y Leiva se gira y le despierta, suave.
Abre los ojos tan rápido que el susto es inevitable, pero no le da tiempo sorprenderse cuando Rubén habla.
-¿Qué hora es?
Lo pregunta con tanta urgencia que Leiva casi corre a mirar en el reloj de la mesita.
-Las cuatro y media casi, ¿por qué?.
Rubén le quita el reloj de las manos y lo mira, con expresión frustrada.
- Las cuatro y ventiséis, lo sabía, joder.
- ¿Qué pasa con las cuatro y ven-? - y de repente lo recuerda - oh, joder, ¿te sigue pasando?
Asiente. Y a Leiva se le ilumina la mirada, de un momento a otro, la habitación deja de estar oscura.
-Escríbe, tio-hace caso omiso a su expresión interrogativa y se levanta, cogiendo la guitarra de la funda apoyada en la esquina de la habitación. Se la ofrece tras encender la luz-. Cántalo.
Leiva sale de la habitación porque Rubén casi siempre tiene que empezar solo, aunque luego le deje estar con él y mirar, cuando los dedos vuelan solos sobres las cuerdas.
Y a Leiva le gusta mirar.
3.
El sol de mediodía pega fuerte en el patio, fuera del estudio. Hace calor, y acaban de terminar de grabar una canción y Rubén está tumbado en la sombra. Se ha quedado dormido mientras intentaba que le viniera a la cabeza alguna idea para el disco.
Pero por supuesto, eso cambia en el momento que aparece Leiva.
Rubén refunfuña y se le escapa por lo bajo una retahíla de insultos cuando escucha su nombre sacándole del sueño.
-Shhh, calla. Rubén, tío, escucha, he encontrado el nombre.
Rubén no oye nada, solo quiere matarle en este preciso momento.
-¿Pero qué nombre ni qué cojones...?
- Shhh. Ahora.
Y se oye el gruñido bajo, ascendente de un avión que cruza el cielo. Es por lo menos un par de minutos largos lo que dura y ejecuta una parábola perfecta en los oídos de Rubén y piensa en ese momento cuántas veces lo han escuchado durante toda la grabación.
Se incorpora un poco y mira a Leiva, que le sonríe, consciente de que han pensado en lo mismo.
Aviones.
+1
No le sorprende cuando escucha su nombre susurrado en la oscuridad. Es la última noche y lo estaba esperando porque es casi una rutina.
Nunca se despiden, pero siempre se despiden.
Rubén se da la vuelta, completamente despierto, deja que Leiva una sus frentes mientras agarra su cuello con las manos y recorre la mandíbula con los dedos pulgares.
Rubén sonríe y le besa, una y otra vez, los párpados, las mejillas, la línea del cuello, las clavículas. Le besa los labios durante minutos, eternidades enteras, hasta que le duelen, y cuando a Leiva se le empiezan a cerrar los ojos, hace que baje la cabeza y la entierre en el hueco entre su brazo y su pecho.
Entonces juega con sus rizos hasta que siente cómo relaja todos los músculos y su respiración se acompasa.
Él no llega a pegar ojo.