Oct 19, 2005 14:54
Novecientas noventa y nueve cosas tras cero coma cero cero cero dos cosas.
Las cosas no están saliendo mal. Algunas están saliendo muy bien.
Surrealismo y patafísica, como en todas partes.
Me gusta que aquí haya tantas floristerías y tan baratas, tantas fruterías y tan baratas. Que todo esté cerca, cojas el metro o cualquier bus y en media hora o menos te plantes en cualquier parte. Que mis compañeros de piso hayan sido una agradable sorpresa, aunque dure tan poco, y esa conexión de formas de vida y cenas en común sean historia en un par de semanas. Aun así, me gusta el siguiente piso, que parece una biblioteca llena de libros y cuarto sin ascensor de edificio viejo y vistas de casas pobres si te asomas por la ventana pintada de un azul tan bonito. Aunque ya no será lo mismo de nada de antes, vivir con otra gente que está medio amargada, o esa es la impresión, aunque oliera a incienso y todo tan desordenado y limpio y cómodo. Ya veremos.
Me gusta conocer a gente nueva, ha sido tan curioso meterme en casi una docena de pisos y acumular anécdotas y vistas y pereza y cafés y cigarrillos y barrios y algunos besos. Argentinos por todas partes, italianos, franceses, gallegos adorables y pasear sin rumbo y nada que hacer, un poco agobiado por el no saber si todo va a salir bien, es normal. Las clases se suponía que empezaban el lunes pero luego cambiaron al miércoles y ahora hasta el lunes que viene nada, quiero empezar ya...
Pero beber lambrusco, fumar porros con Sole y Juan Carlos y la hermosísima Nuria, tocar con un palo a las ratas gordas y ahogadas de la playa, visitar el parc Güell por primera vez en plena noche y morirse de risa y de miedo por los ruidos nocturnos y la oscuridad y la luna llena envuelta en bruma y vivir como si la vida fuera una obra de arte que hay que ir improvisando, capa sobre capa de vivencias tapando las malas con belleza y todas esas cosas.