París bien vale una misa...

Oct 23, 2008 10:49

El lunes por la noche volví de mi viaje de cinco días a París. Cansada y con sueño, pero el martes pude dormir algo antes de entrar a trabajar. Hemos visto cosas nuevas, pero también hemos repetido lugares que creo que se deben ver cada vez que se vaya a París: Notre-Dame, el Louvre, el barrio latino, Montmartre...

Estuve en el cementerio de Montparnasse y pude dejarle flores a dos de mis escritores favoritos, Samuel Beckett y Charles Baudelaire. También vi las tumbas de Simón de Beauvoir y Sartre, enterrados juntos. Ah, y la de Marguerite Duras.

Pasamos también la tarde del domingo en Montmartre paseando por la plaza repleta de pintores y recreando escenas de Amelie. Por supuesto no faltó canción de Molin Rouge en el Molin Rouge (vídeo sensacional en el que María interpreta a una cabaretera) y visita a Versalles. Grandioso, enorme... recargado a más no poder. No me extraña que el pueblo se sublevara con tanta taradez de Luis XV.

Y volví a la fantástica y preciosa librería Shakespeare & Co. donde me compré el Ulises de James Joyce (en inglés, si consigo leerlo de cabo a rabo me mereceré un pedazo de premio) y un libro para Mari de H.G. Wells. Además, el chico de la librería era un irlandés muy simpático y mono, particularmente "preocupado" porque ese mismo día había vendido ya tres Ulises... Además nos regaló una bolsa de tela de la librería. Me encanta ese lugar...

También bajamos a las catacumbas de París. Una experiencia única (kilómetros de galerías con un osario calculado en más de 6 millones de cuerpos) y con una inscripción, a la entrada, que reza así:

DETENTE
ESTÁS ENTRANDO EN EL IMPERIO DE LA MUERTE

Aunque, como punto negativo, hay que decir que, aunque la organización indica que sólo dejan pasar 200 personas al día, a 100 metros bajo tierra había más gente paseando que en las Ramblas. Y la subida a la Torre Eiffel fue espectacular. París parecía una maqueta pequeñita e impresiona mucho ver que la ciudad no tiene fin...

El tiempo, estupendo: mucho sol aunque con abrigo puesto. Ni un solo día de lluvia...

Y se me olvidaba: en el albergue al que siempre vamos nos dieron el estudio, situado en la quinta planta, con cocina propia y con vistas a Montmartre. Todas las mañanas, nada más levantarme, veía París cómo amanecía con la sombra del Sacre Cor de fondo.

Una pasada.

paris, viajes

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