Jean Pierre se acomodaba las ropas mientras corría presuroso hacia su cita con la directora. Terminó de arreglarse frente a un espejo del pasillo
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Le ordenó a una de sus criadas que lo hiciera pasar. Adolphe se encontraba en el gran balcón de su despacho. La merienda ya estaba servida: el té reposaba caliente en la tetera de porcelana, rodeado de brioche y de bocadillos salados. También había mantequilla y algunos dulces en pequeños platitos.
-Lo estaba esperando, monsieur. Ya había meditado la posibilidad de comenzar yo sola -le sonrió.
-Me imagino -respondió. Sabía que el conde Francois tenía sus propios ritmos; y su manera relajada, lejos de escandalizarla o molestarla, la divertía-. A veces no estoy segura de si para mí pasa demasiado rápido o demasiado lento. Temo relajarme en algún momento y que todo se desmorone de pronto como un castillo de naipes en medio de una tempestad.
Decía aquello en tono jocoso, aunque en verdad lo pensaba.
-¿Me había dicho que tenía un mensaje de Su Majestad para mí?
Dejó la brioche de lado. Y rebuscó en su saco rogando que no se le hubiese caído el sobre con la carta del rey. Finalmente sacó un sobre algo arrugado.
-No se preocupe -lo tranquilizó, aunque la sonrisa se le endureció en los labios. "Bueno, quizás este hombre necesitaría saber que debe tener un poco más de cuidado con los documentos importantes...".
Tomó el sobre y rompió el sello real. En la carta que contenía reconoció la letra redondeada de su primo, el rey Jean Baptiste VII...
Se hubiese necesitado un ojo muy perspicaz para notar cómo una de las cejas de Adolphe se fue arqueando a medida que avanzaba en la lectura. Al finalizar, volvió a meter la carta en el sobre y se la guardó en el bolsillo del saco; más tarde la rompería o quemaría. No era la primera vez que el rey le proponía casarse con algún noble (todos muy buenos partidos, por supuesto), pero parecía que aún no le había quedado claro que Adolphe no tenía la mínima intención en casarse con ninguno de ellos. Para colmo, no había mencionado el nombre del "joven remarcable". ¿Y ahora cómo sabría a quién tendría que amablemente evitar?
-Le agradezco que se haya tomado la molestia de traérmela -volvió a dirigirse a su acompañante-. ¿Ha tenido un viaje agradable?
-¿El poderoso conde de Francois trabajando en este internado? -preguntó, incrédula-. No sé si eso resultaría escandaloso o halagador. ¿Y por qué tiene tanto interés en quedarse, en qué cree que "podría ser útil"? Le recuerdo que perseguir a las criadas no se considera aquí una tarea de utilidad...
Adolphe se limitó a sonreír. El asunto del inquisidor estaba prácticamente finiquitado, pero la financiación y los gastos del internado siempre le producían dolores de cabeza. La propuesta era en verdad difícil de rechazar.
-No puedo negar que sea usted un buen negociador, monsieur. Sin embargo, me veo en la obligación, como directora de este lugar, de sumar una condición a su estadía: nada de fiestas ni de escándalos públicos. No me meteré en su ámbito privado, pero intente ser discreto. Espero que no sea demasiado pedir.
"Lo es, pero con que sepa lo que no debe hacer es suficiente".
¿De caza? Esperaba que el joven Donatien regresara sano y salvo luego de que el profesor Richter decidiera llevarlo consigo a cumplir la misión que le encomendó.
-Lo estaba esperando, monsieur. Ya había meditado la posibilidad de comenzar yo sola -le sonrió.
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Hizo una pronunciada reverencia.
- Pardon...Cuando estoy en este internado el tiempo vuela.
Le sonrío alegremente y se sentó en la mesa dispuesto a tomar un brioche.
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Decía aquello en tono jocoso, aunque en verdad lo pensaba.
-¿Me había dicho que tenía un mensaje de Su Majestad para mí?
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Dejó la brioche de lado. Y rebuscó en su saco rogando que no se le hubiese caído el sobre con la carta del rey. Finalmente sacó un sobre algo arrugado.
Río excusandose.
- Esta algo arrugada....fue un largo viaje...
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Tomó el sobre y rompió el sello real. En la carta que contenía reconoció la letra redondeada de su primo, el rey Jean Baptiste VII...
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" Querida Prima ( ... )
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No era la primera vez que el rey le proponía casarse con algún noble (todos muy buenos partidos, por supuesto), pero parecía que aún no le había quedado claro que Adolphe no tenía la mínima intención en casarse con ninguno de ellos. Para colmo, no había mencionado el nombre del "joven remarcable". ¿Y ahora cómo sabría a quién tendría que amablemente evitar?
-Le agradezco que se haya tomado la molestia de traérmela -volvió a dirigirse a su acompañante-. ¿Ha tenido un viaje agradable?
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- Eh...Oui, oui...Muy agradable.
Terminó su brioche pensando como plantearle el tema de su estadía a la directora.
- Madame, no solo he venido a traerle esta carta...Yo me preguntaba si sería posible que hubiese un puesto para mi en este internado...
Rió a carcajadas nerviosamente.
- Ya se que los nobles no deberían trabajar, pero quizás haya algo en lo que pueda ser útil...
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- De verdad, Madame. Si usted aún investiga este asunto de...
Se aclaró la voz y susurró.
-... el inquisidor...yo puedo ayudar. Además puedo aportar dinero para mejoremos la seguridad.
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-No puedo negar que sea usted un buen negociador, monsieur. Sin embargo, me veo en la obligación, como directora de este lugar, de sumar una condición a su estadía: nada de fiestas ni de escándalos públicos. No me meteré en su ámbito privado, pero intente ser discreto. Espero que no sea demasiado pedir.
"Lo es, pero con que sepa lo que no debe hacer es suficiente".
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- Merci madame, le aseguro que mi comportamiento será intachable.
Se terminó apuradamente el té y se puso de pié.
- Ahora si me permite madame iré a ver a mi hijo. me habían dicho que había salido de caza con otros estudiantes pero ya ha de haber regresado...
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¿De caza? Esperaba que el joven Donatien regresara sano y salvo luego de que el profesor Richter decidiera llevarlo consigo a cumplir la misión que le encomendó.
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