Una cosilla que escribi ayer

Jun 12, 2004 19:46

No tiene título, pero bueno. Espero que os guste, si os animais a leerlo.

Esta es la historia de N. N tiene veinticinco años y cumplirá los veintiseis en agosto. N es un prestigioso abogado. Resuelve casos que ni la mayoría sueña ni siquiera con tratar. N es un chico muy inteligente. Tiene manías, claro, como todo el mundo: le gusta el café sólo y sin azucar, odia las camisas de cuadros y le gusta la música extranjera. N tiene madre. Ya no tiene padre. Lo perdió cuando tenía diez años. Al parecer fue un accidente, aunque a él siempre le dijeron que fue un ángel de visita, que lo conoció y se llevaron tan bien, que cojieron una buena y decidieron terminarla en el cielo. Pero, claro, obviamente eso no paso, aunque es más bonito pensar eso, a pensar que tu padre murió sólo, con una cirrosis mortal, en una habitación de mala muerte, de una pensión de mala muerte. N solo tenia ya madre. Su madre era una madre de los pies a la cabeza. Regordeta, bajita, hacía la mejor comida del mundo, como todas las madres. En cuanto N podía, iba a visitarla, para verla, claro, pero también para poder comer caliente de vez en cuando. La madre de N sabia que no era muy buen cocinero, y a veces se lo recriminaba. Como madre que era de pies a cabeza, siempre le repetía: ¡A ver si al menos un día te casas! Pero no había manera. N era, como decirlo, un crápula misántropo: no, no odiaba a nadie, pero todos parecían odiarlo a él. Lo llaman envidia.

Un día como hoy, o sea como antesdeayer o pasado mañana, N chocó con L en plena oficina. Solo advirtió que desprendía un intenso olor a lavanda cuando alzó la vista y la vió, ya si, entera, de los pies a la cabeza, como su madre. L era una cliente, y era una cliente que quería divorciarse. Ya ven, otra pareja más que se rompe. L aparte de cliente, era una chica de unos treinta años, pero que aparentaba unos veinte, sí, de esas chicas que parecen metidas en formol, no bajitas sino concentradas, una de esas chicas que van por la calle y nadie las mira, que pasan desapercibidas: “Me gusta pasar desapercibida” siempre le decía a su peluquero cuando éste intentaba hacer experimentos con su corto pelo rubio.A L le gustaba ver cine francés y leia libros en francés. L era secretaria de un famoso político que todos ustedes conocen, pero del que no diré el nombre. A L le gustaba escuchar música extranjera y apenas tenía manías. L tenía papá y mamá. Viejitos, pero aún andaban solos y se mantenían en forma, aunque menos que cuando tenían menos años, claro. L era una chica especial, eso se notaba a legua. N era un chico de esos que se dan cuenta de las cosas. Sí, asi en general. N siempre decía: “Yo siempre me doy cuenta de las cosas”. Y era cierto. L tambien era una chica de esas que se dan cuenta de las cosas. Claro, y así, se dieron cuenta en seguida que se habían enamorado, que tenían que estar juntos el uno para el otro, por lo menos de momento, que eso de las eternidades siempre trae mala suerte.

Después de por lo menos por lo menos cuatro meses de relación, con sus más y sus menos, con más más que menos, que por algo los primeros meses suelen ser los más bonitos, decidieron vivir juntos, porque es lo lógico y normal que, cuando dos personas se quieren, se vayan a vivir juntas. L hizo las maletas, bueno, la maleta, porque L era tan pequeña y N tenía tanto trabajo, que ella sola tenía que cargar sus cosas hasta el taxi, y bajar las maletas, bueno, la maleta, desde un ático (que los áticos suelen estar muy altos) hasta el taxi, que suele estar abajo, en la calle, y, claro, desde un ático hasta la calle, pues hay un trecho y cargar con maletas, bueno, con una maleta, aunque solo sea una, cansa.
Vivieron uno al lado del otro, excepto cuando no estaban juntos , unos cuatro años. Habían llegado al punto de que era más facil verlos separados que unidos. Fíjense qué cosas, cuando antes era al contrario, pero eso suele pasar. Y un día, los dos se pusieron de acuerdo para no darse cuenta de las cosas, y no ver que lo mejor era irse cada uno por su lado, porque cuando las cosas se estiran, empiezan a perder color, y se desgastan y acaban rompiendose. Pero no se dieron cuenta. Y de casi no estar juntos pasaron a no mirarse a la cara, ni a hacer el amor, que es lo que todos los novios deben hacer, se llama amor, por algo será. Y de no hacer el amor, pasaron a los reproches, y a las recriminaciones, y a todas esas palabras feas que tan poco gusta de decir a los que aún estan enamorados. Y pasaron de esas palabras tan feas, a dejar de vivir juntos, por supuesto, y a terminar su relación de inmediato. Pero eso no les bastaba ni a L ni a M, que ya empezaban a darse cuenta de las cosas, de nuevo, y decidieron que lo mejor era ir a una clínica de esas tan de moda en las que te eliminan los recuerdos, y borrarse de la cabeza el pensamiento que de cada uno tenían, para no tener que pasar por traumas dolorosos, ni por el “quedar como amigos”. Era mejor hacer como si nada hubiese pasado, porque si nada ocurre, nada puede hacer daño, eso hasta una persona que no se de cuenta de las cosas lo sabe

Y un día nublado a veces, a veces soleado, de esos de luz de candilazo, fueron a la clínica y un día salió L, y otro día salió N. Salieron sabiendo que algo no recordaban pero claro, comono sabían de que no se acordaban, pues salieron con una sonrisa de oreja a oreja, L para su oficina y N para su oficina. Y ya no sabían nada, seguían siendo los mismo, concentradita ella, maniatico él, pero felices porque se habían saltado muchas cosas que les harían sufrir.

Un día, N salió de casa de su madre, de ir a comer caliente otra vez, corriendo porque llegaba tarde al trabajo, que desastre. El portafolios negro iba dando bandazos contra su pierna hasta que lo depositó en el piso del ascensor, porque debía atarse los mocasines, que con las prisas no le había dado tiempo a atarlos, y corría el riesgo de caerse, y eso no esta bien. Se abrieron las puertas del ascensor y ya eran las nueve y diez, y ya había alguien esperandolo en la oficina. Qué apuro. Abrió la puerta y se excusó. A las nueve tenía cita con una cliente que iba a divorciarse. Ya ven, otra pareja que se separa. Y allí estaba L, con olor a lavanda, concentradita y rubia. Y como L y N son dos personas que se dan cuenta de las cosas, enseguida notaron que se habían enamorado, que tenían que estar juntos el uno para el otro, por lo menos de momento, que eso de las eternidades siempre trae mala suerte.
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