Esta mañana he leído
la noticia sobre la muerte del inventor del
futbolín y desde aquí le quiero hacer un pequeño homenaje a este señor y agradecerle los horas y horas de mi infancia que he pasado disfrutando de su gran invento.
Todo empezó en los recreos del instituto, entre mordisco y mordisco al bocadillo envuelto en "papel de plata", que dejábamos reposando, entre gol y gol, donde más tarde pondríamos los cigarros y las copas. Competíamosa grito de "Se puede entrar", en la famosa modalidad "pierde-paga", en la que el que ganaba se quedaba en el futbolín y la pareja nueva pagaba la partida.
Era un deporte social, de esos que a uno le daban popularidad entre sus compañeros. Ser un gran jugador de futbolín, en la infancia, suponía elevarte al nivel del que era bueno en algo, como el fútbol o baloncesto. Todos los demás te obsequiaban con elogios, alabanzas, envidias o rabia. Si eras bueno te temían cuando llegabas, e incluso a veces no te querían dejar jugar. Si eras malo, se aprovechaban de tu generosidad regalando tus monedas.
Recuerdo como antes, no había bar que no tuviese un futbolín, no había bar que no reuniese a los jóvenes de su barrio por las tardes para pasar las horas en grupo jugándose sus monedas de cinco duros, pasando un rato divertido.
El juego del futbolín era como un ritual. Lo primero cuando se llegaba, si el futbolín estaba vacío, era pagar la partida a medias. Se procedía a escupir en las barras de acero que en muy pocos sitios engrasaban debidamente para que fluyesen los movimientos, se echaba la moneda y se sacaban las bolas, si había suerte, claro está, por que la mayoría de las veces salía una menos y tenías que llamar al camarero para que abriese el futbolín y te diese las bolas que no habían salido.
Empezaba el juego. La pelota se tiraba al medio para que rebotase y se pudiese empezar a jugar. Las reglas, que cambian según la zona, eran tácitas. No había unas reglas escritas en ningún sitio pero todo el mundo las conocía. Si jugabas con desconocidos, se aclaraban antes de empezar para que no hubiese luego malentendidos. Las principales eran: No se puede arrastrar la bola; no valía rematar el tiro del contrario; valía hacer globos y si los hacías, el jugador delantero contrario podía darle con la palma de la mano a la bola y meterte gol; si la bola salía por el fondo de la portería, fuera del futbolín, el que jugaba atrás podía hacer saques especiales, como hacer botar la pelota en la madera de la portería y bombearla hacía su delantera o hacer un globo poniendo el dedo delante de la bola y sacando con el portero y alguna más.
Luego ya solo había que disfrutar del juego. Creo que no hay nada comparable al sonido que hacía la bola cuando picaba dentro de la portería después de un golazo. Todo era cuestión de práctica y habilidad. Se podían hacer jugadas, llamadas "cambios" y los había de muchos tipos. Cambios de dos, de tres, incluso de cuatro, hacer "eles", hacer croquetas (se pasaba a un jugador y este se la devolvía al primero para marcar gol), pasar a la media para meter gol, tirar con la defensa directamente a portería o rebotando la pelota por las paredes del futbolín, e infinidad de cosas más que seguro os acordareis los que habéisjugado alguna vez.
Como detalle curioso, explicaros que una de las cosas que más impresión me causó, a la vez que decepción, fue cuando jugué por primera vez a un futbolín en Madrid. Allí los futbolines, son diferentes a la mayoría de los sitios. Para empezar, la distribución de los jugadores en el campo es totalmente contraria a la lógica. Solo dos defensas, que no tapaban completamente los huecos de la portería, por lo que existía la regla que no se podía nunca meter gol por ahí siendo de jugada pero sí si venía rebotada desde atrás. Los muñecos eran de madera y en vez de piernas, tenían un taco (también de madera) con el que se podía "pisar" la bola para hacer los cambios. Además, eran futbolines pequeñísimos, comparados con los que yo acostumbraba a jugar, y su peso era ridículo, con lo que si jugabas contra algún "burro" o se le daba muy fuerte a la bola, lo más fácil era mover el futbolín de sitio. No hay que decir, que la bola se pasaba más rato fuera que dentro del campo (
futbolínde madera /
futbolín de hierro). En cambio si me gustaba que en muchos sitios si te dejaban a cero tenías que pasar por debajo del futbolín (estos tenían hueco) lo que era humillante para el perdedor y un plus de estatus para el vencedor.
De todas formas, salvando las diferencias de futbolín y reglas empleadas según la zona, este "juguete", ya desaparecido casi por completo en los bares de nuestro país, ha sido y siempre será una de las mayores diversiones de los chavales de aquella época. Lo único que no echo de menos, eran los callos que salían en las manos después de pasarte una tarde entera jugando jejeje