Nov 11, 2006 14:21
Esta vez la palabra es a elección mia, y no hay nada como la monogamia. Los sentimientos que confunden. Pandora, Justiniano El Grande y las estupideces que se oblighan a hacer. Para los que piensan que el humor y la profundidad no pueden unirse en una misma atmósfera.
10 - Monogamia
Siempre sería el tema tabú. La palabra prohibida. Mencionarlo sería como abrir la caja de Pandora: no sabes qué puede salir, hasta que sale… y te arrepientes. A James le gusta arrepentirse, si con eso saca las espinitas que forman su curiosidad. Preguntó a Lily qué le pasaba un domingo en el que se retorcía en los sillones de la Sala Común (con lo que se ganó una extensa y detallada explicación de la menstruación) o a su madre que por qué estaba en crisis (menopausia, hijo, menopausia). Sí, las mujeres tienen muchas cosas sobre las que se puede preguntar, pero los licántropos… La mencionada Pandora hubiera tenido un orgasmo de tan solo oír todo lo que escondían.
La monogamia era una de aquellas cosas.
Mencionárselo a Remus (cosa que solo había sucedido dos veces en la vida) era un espectáculo digno de inmortalizar. Se volvía blanco (aún más de lo normal), luego rojo y por último adquiría una tonalidad verde que combinaba a la perfección con su temblor tipo-gelatina.
La primera vez fue Lily, que después de averiguar -intuición femenina sumada a inteligencia innata- lo de Remus, buscó toda la información posible. “Solo puedes tener una pareja en la vida”. “Ya lo sé”, le contestó Lupin, casi una hora después, tras haber sufrido los dichos síntomas.
La segunda vez, Snape, después de que averiguase también su secreto con todo el lío de la broma. Fue un día tras Encantamientos, donde se acercó al grupo. “He leído que solo puedes tirarte a una persona en tu vida, Lupin”. Sirius le rompió la mandíbula de un puñetazo milésimas más tarde.
Ahora se precisaba una tercera vez y, sorprendentemente, era el propio Remus quien la buscaba. Porque salir con Sirius Black -propósito de ninfomanía- tenía sus consecuencias. Desear que no parase y que, por una vez, llegara a aquel momento en el que estuviera tan caliente que no se hiciera responsable de sus actos, también las tenía. Tener vergüenza y no ser capaz de hablar de esas consecuencias, traía aún más consecuencias. “Puta licantropía y puta monogamia”, se sorprendió un día el castaño escribiendo entre sus apuntes.
A veces el deseo era demasiado fuerte. Otras veces parecía decidido, pero se derrumbaba al momento. Y tenía muchas dudas, algunas que no podía compartir con Lily. Cierta mañana de desesperación, decidió compartirlo con la persona que parecía más indicada… y con la que más le avergonzaba hablar de ello. James.
- Monogamia -dijo sin tan siquiera sentarse. La cuchara del buscador cayó de golpe sobre las gachas, salpicándose a sí mismo. Ni siquiera pensó en limpiarse cuando se levantó y llevó del brazo a Remus a la Sala de los Menesteres.
- ¿Sirius te ha insinuado algo? -preguntó mientras se acomodaban, con la puerta convenientemente cerrada.
- Conoces a Sirius, lleva “insinuación” implícito en el nombre. Pero no, no me ha dicho nada -hizo un esfuerzo por sujetar su pierna, que no dejaba de temblar y rebotar en el suelo.
- ¿Entonces? ¿Y este repentino ataque?
- Yo… -intentó comenzar Remus. Se sentía estúpido y había olvidado totalmente la finalidad de la conversación.
- Quieres entregarte a él -afirmó, tras deliberar unos instantes, el de gafas.
-Bueno, sí… pero… ya sabes… no sé si… es que… no estoy seguro y también… -si no se hubiera mordido su propia lengua -cosa que en otras circunstancias hubiera hecho muchísima gracia a James- no hubiera parado de balbucear.
- No entiendo a qué vienen las dudas. Sois almas gemelas, y lo sabes. Sois perfectos juntos, y también lo sabes. Sois unos malditos viciosos, y eso lo sabe todo el mundo. Deberíais haberos… -un resplandor dorado, los segundos que Remus se atrevió a levantar la mirada, le hizo comprender todo- Oh, no. Dime que no es por eso, por favor.
- Lo siento -apenas murmuró. No se sentía tan afligido e indefenso desde… Desde que le mordieron. James se levantó de su sillón para sentarse junto a su amigo.
- Sabes que esto… Dios, no puede ser. Idiota, idiota, idiota -se dijo a sí mismo mientras se golpeaba la frente, intentando encontrar una de las soluciones que normalmente no le costaba ingeniar. Normalmente-. Sabes que es Sirius. Que es el único. Lo mejor que puedes conseguir y el único que te merece. No quiero que cometas una estupidez.
- Me haces cometer estupideces -dijo Remus simplemente. James recordó unos instantes: la verdad es que sí, le hacía cometer estupideces.
- Admite que la de firmar como Remus Justiniano Lupin en el examen de Pociones fue divertida.
- Está bien. Ésa tuvo ALGO de gracia. Pero ese no es el caso.
- Tienes razón -volvió a ponerse serio-. No pienso aceptar que no hagas algo que quieres hacer.
- Es MI monogamia, James -empezó a mosquearse.
- Y tú eres MI licántropo, y no pienso permitir que amargues tu vida solo porque te sientas culpable por mí -tal vez he sido demasiado duro, pensó al ver cómo la mirada ambarina se perdía en un indefinido punto de la habitación.
- …James -dijo con voz algo queda entonces.
- ¿Sí?
- Serás tú quien firme como Justiniano Potter en el próximo examen de Pociones.
- Si tú pierdes tu virginidad con Sirius.
- Trato hecho.
En ocasiones debes dejar parte de los sentimientos guardados, ya que sacarlos a la luz sería terrible. Y en ocasiones, el humor es la mejor solución a los problemas. Remus se entregó, Sirius lo amó, James se sintió satisfecho y Lily comenzó a olerse algo raro. Pero Justiniano dejó de ser un emperador romano para volverse una especie de código anti-apocalíptico. Se inculcó la monogamia y nadie se sintió culpable o arrepintió. Porque eso era lo correcto, ¿saben? Que Remus y Sirius hicieran cosas indecentes en los baños de prefectos mientras que James sonreía con picardía al verlos aparecer.
Y tal vez pasarían malos momentos y el futuro les hiciera dudar, separarse o caer, pero en aquellos momentos eso era lo correcto.
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