Sirius/Remus - Nessun Dorma

Jan 06, 2007 13:55

Este fic lo escribí hace ya unos meses (creo que en Junio) pero lo saco de mis baúl para regalároslo a vosotras y deciros: Los Reyes Magos han pasado por mi LiveJournal. Como inspiración para él tomé Nessun Dorma (de Puccini) y Moonlight Shadow (de Mike Oldfield). Romance, humor y nada de lemmon porque por aquel entonces no me atrevía (y, eh, vuestras imaginaciones siempre serán mejores). Mis puppies también regalan y tienen insomnio.

Fandom: Harry Potter
Claim: Sirius/Remus
Clasificación: PG (y lo que dicte vuestra perversa imaginación). Romance/Humor
Summary: Mientras algunos luchan contra el insomnio, otros se meten demasiado en sus sueños. Sobre Hogwarts y sus nocturnos insquilinos.

Nessun Dorma

Vuelta, patada, puñetazo. Vuelta, gruñido, giro. Se encoge, mordisco a la almohada, patada. ¡Perfecto, Sirius! Espléndida demostración de cómo ahorcarse con una sábana sin darte prácticamente cuenta.

Cuando se zafó de ese agarre de la sábana y después de algún que otro golpe con el cabecero, el moreno pudo volver a colocarse decentemente en la cama. Abriendo el dosel pudo ver la luz del reloj muggle de Peter, el cual habían hechizado, que decía que eran las 1 y 47 minutos. Genial, y al día siguiente había clases desde las 8 de la mañana. ¡Maldito insomnio! Aunque en el fondo supiera que podía utilizar algún hechizo para el sueño, decía a los demás que con él no funcionaban. Pero la verdadera razón era muy lejana a esa…

Lejana, y a apenas dos metros de la cama que estaba ocupando. Negó con la cabeza, apartándose esas ideas de la mente, y se colocó la almohada sobre la cabeza para intentar así dormir… cosa que fue imposible cuando el causante de su desvelo llegó a sus oídos: un suspiro. Tan imperceptible que ni aquellos que alardeaban de audición podrían haberse dando cuenta. Pero Black había desarrollado un sentido capaz de captar cualquier vibración proveniente de los labios de aquel chico a quien tanto quería. De nuevo otra vez aquel sonido, que ni los ronquidos de James podían aplacar. Un suspiro como materialización de los sueños de Remus Lupin, que hacía estremecer toda la espina dorsal de Sirius.

Con esta eran ya 4 las noches seguidas en las que no había podido conciliar el sueño hasta que el castaño dejara de emitir sonidos típicos de alguien que dormía, lo que conllevaba que este se levantase. Una media de hora y hora y cuarto era lo máximo que podía dormir, el lapso temporal entre que Remus el madrugador se despertaba y James el dormilón se levantaba gritando que le prohibirían jugar al quiddich si volvía a llegar tarde a transformaciones, lo que ya era toda una rutina.

Algo lo volvió a hacer salir de sus cavilaciones. Esta vez no era un suspiro, sino algo mucho más hermoso: su nombre. Juraría que el chico de ojos dorados acababa de murmurar su nombre, aún en el país de los sueños. No pudiendo evitarlo salió del cobijo de sus mantas para acercarse al lugar que ocupaba su lobito, el cual dormía plácidamente acurrucado y con las piernas levemente encogidas, según parecía a través de la colcha.

Un poco más y Sirius tuvo que ir a por una fregona para recoger toda la baba que se le estaba cayendo. ¿Cómo podía existir alguien tan extremadamente adorable? Por un momento dudó que su nombre hubiese sido pronunciado en realidad y maldijo a su subconsciente ya su depravado insomnio. Pero cuando pensó en volver a su cama, algo le hizo volver a quedarse en cuclillas como estaba.

-Sirius… -esta vez había sonado en un gemido y al animago le sorprendió enormemente aquello. ¿Su santo, puro y casto Moony tenía sueños húmedos como el resto de los mortales? Se fijó en aquellos labios que acababan de gemir. Estaban entreabiertos, causando inocentemente un deseo irrefrenable a todo aquel que los mirase.

No pudo contenerse más, Padfoot volvió a reclamar como suyos por enésima vez aquellos que tan loco lo tenían. Esos labios indescriptibles que tan solo él tenía la fortuna de probar. Los recorrió con una lentitud nunca demostrada, lo último que quería era que el muchacho despertase por su brusquedad. Lo que no sabía era de la ligereza de sueño de su amado, hasta que sintió que su beso era correspondido. Tras unos milisegundos de consternación, profundizó aquel contacto, incorporándose un poco para poder estar al alcance del hombre lobo con mayor facilidad.

La ausencia de oxígeno, seguida por la ley de la gravedad, obligó a que se separaran. Un segundo más y Black habría caído aplastando como consecuencia a su frágil y adorable licántropo. Cuando estuvo a una distancia considerable del rostro contrario, fue capaz de ver en la penumbra el destello dorado que provenía de los ojos recién abiertos del objeto de su afecto.

-Sirius… -esta vez su nombre no provenía de ningún sueño, sino de un muy despierto Moony- ¿se puede saber qué haces a estas horas aquí, pervertido? -susurró el prefecto, fingiendo molestia. El otro no pudo contener una sonrisa divertida.

-¿Yo, pervertido? ¿Y usted qué, señor Moony? ¿Se puede saber en qué soñabas? -Lupin se extrañó por la pregunta, no sabiendo a qué se refería. En cuanto hizo un poco de memoria y recordó lo que había pasado por su cabeza mientras dormía, toda la sangre se le fue a la cabeza, hasta el punto de que en ese momento no era la luna lo que mas iluminaba en la habitación- ¡Lo sabía! Eres un lobito lujurioso, por mucho que lo intentes esconder con tu sonrisa de niño bueno.

-De todas formas, ¿qué demonios hacías despierto a estas horas? -recibió una mirada que lo único que podía significar era “tú”. Suspiró rendido, conociendo ya las manías de su novio, e hizo un hueco en la estrecha cama para que el otro cupiera- No te veo dispuesto a irte, y como sigas ahí mucho más rato pillarás un resfriado. Y caerá en mi conciencia, así que no voy a permitirlo

Un muy sonriente Sirius se metió en la cama junto con el castaño, mientras pensaba en lo mucho que se preocupaba Remus por él. Cuando se encontró tapado hasta el cuello, dejó que sus manos viajaran hasta la estrecha cintura del licántropo, el cual se había resignado puesto que dudaba que volviese a dormir. Dejó escapar una exhalación, esta vez conscientemente, cuando se sintió en contacto con el cuerpo del moreno a través del pijama. Este lo único que hizo fue apegarlo aún más a él, con la excusa de que si no se caerían.

Remus solía mantener la distancia, ya tenían bastante con el descontrol de Sirius como para que él también se convirtiese en un obseso y calenturiento. Pero había momentos en los que ni su moral podía frenarle, y ese era uno de aquellos momentos. El sentirse completamente protegido por Padfoot, con su respiración moviéndole algunos mechones de pelo y tan cerca que podía sentir el compás de sus latidos.

Y no se contuvo. Estaba harto de ser siempre el recatado y sumiso, al que por no ser un extrovertido ligón le tachaban de callado. Atrapó con necesidad y pasión los labios de su novio, quien mejor sabía que las apariencias exteriores no eran precisamente la realidad. De la sorpresa este ahogó un gemido que expresaba de todo menos descontento. El animago no quería ser a quien controlaran y con un rápido movimiento y sin romper el contacto se colocó sobre su compañero. En un impulso, su mano se adentró por debajo de la camiseta, haciendo que Remus fuera quien en esta ocasión ahogara su gemido, que acompañó con un escalofrío, el cual no se debía precisamente al frío.

Cuando con mucho trabajo se separaron, Sirius contempló con devoción los labios que acababa de dejar, los cuales ahora se encontraban enrojecidos, hinchados y húmedos. Todo esto junto con el sonrojo que presentaba en las mejillas, que contrastaba mucho con su perenne estado de palidez.

-¿Te he comentado alguna vez lo sexy que te ves así, Moony? -el aludido se sonrojó aún más, aunque acompañando el gesto con una sonrisa nada santa que se podría haber podido calificar como “pervertida”. Antes de que volviesen a unirse, un carraspeo muy mal simulado y dos voces los sacaron de su mundo de amor empalagoso adornado con toques de depravación.

-¡¿Queréis parar de una vez?! ¡Cortaos un poco, hombres! No sé si me saldrán caries de tanto besuqueo o si tendré que mandar a los elfos a que arreglen el somier de… creo que sabéis de qué -soltó de repente Peter, el cual estaba harto de despertarse con ganas de ir al baño casualmente cuando esos dos se encontraban mimosos.

-Por favor, iros a la sala común, a un aula vacía, al baño de prefectos, a un motel de carretera o yo que sé, pero no hagáis que presenciemos una escena de… ugh, ¿dónde estará Lily ahora? -sollozó James bastante necesitado. Dos cuartos de los ocupantes de la habitación se preguntaban qué demonios sería un “motel de carretera”, tomando nota mental de preguntarle a Lily al día siguiente sobre lo que era. Ella debería saberlo, venía de familia muggle.

-Vamos Moony, se ve que aquí no nos quieren -y Padfoot literalmente arrastró a Lupin fuera de la estancia, dejando a uno de los chicos bastante traumatizado y a otro que deseaba que su novia también compartiese cuarto con ellos.

Sin tan siquiera preocuparse de coger una capa, bajaron a la Sala Común, donde en uno de los sillones continuaron lo que habían dejado cuando fueron interrumpidos. Aunque tampoco estuvieron mucho tiempo más, cuando alguno soltó un suspiro más alto de lo recomendado, escucharon la voz de una chica en la sala.

-No se quiénes sois ni me interesa, pero esto está ya ocupado. Y en los baños están Frank y Alice, así que tampoco os esforcéis -la cara de Remus estaba en un peligroso punto de incandescencia, ¿qué pasaría si alguien los encontrase en esa situación? Sirius Black, el rompecorazones de Hogwarts, y Remus Lupin, el santo prefecto con cruel imaginación si de Slytherins se trataba. Haciéndole un gesto de que no hablara, el primero le condujo a través de la Sala (chocando de paso con algún que otro zapato y enredándose con la túnica de alguno de los desconocidos) para salir a través del retrato.

Ahorra lo principal era encontrar un pasillo sin retratos. Ambos eran muy conocidos en todo el colegio y como les tocase algún cuadro cotilla, no tardaría ni media hora en saberse en todo el castillo que estaban juntos. No les importaba, claro, pero tampoco era como para que sus profesores supieran que andaban haciendo indecencias en las esquinas.

Por fin llegaron a un corredor donde el único decorado era un par de tapices y una armadura. Padfoot aprisionó contra la pared al licántropo, el cual hizo un gesto de molestia cuando el frío de la pared de piedra penetró por la finura de su pijama. El otro merodeador le miró pidiéndole disculpas, que no tardaron en ser compensadas con una dulce sonrisa del hombre lobo. El prefecto le abrazó dulcemente, para mirarle a los ojos expresándole todo lo que innumerables veces ya le había dicho.

Fue a contestarle, esta vez con palabras, un “yo también”, pero por tercera vez en la noche, algo rompió su atmósfera de novela rosa. Unos susurros.

-Vamos, no seas mala, vamos ya a los baños -risas acompañaron esa frase.

-Sé paciente, primero tenemos que comprobar que nadie se nos haya adelantado… -tras eso pudieron escuchar lo que podría tomarse como un empalagoso beso. Ambos chicos se miraron. ¡¿Es que de daba la casualidad de que a todo Hogwarts le había dado el calentón a la vez?! Cuando se dispusieron a abandonar el pasillo, alegando que aquella pareja necesitaba de intimidad, escucharon unas palabras incomprensibles (o más bien irrepetibles) de el chico que estaba siendo besado.

-¡Pero si es Albertsen! -Exclamó Sirius ahogado por la mano de su novio, quien no quería que le descubrieran- Vaya con el chico, sí que se lo monta bien, con una prefecta… ¿Tienes idea de quién es? -preguntó cotilla a su amigo, quien probablemente hubiera reconocido a su compañera prefecta por la voz. Este se acercó al otro para susurrarle.

-Janette Vassbotn, de Hufflepuff -el otro le miró con la boca abierta, también le parecía increíble que aquella cortada y reservada estudiante pudiera ir al baño de los prefectos a “desfogarse” con un chico dos años mayor-. Sí, sorprendente.

-Quizás tanto como les puede parecer a ellos que estemos juntos -dijo riéndose. No mucha gente sabía de su relación, pero ninguno había demostrado la misma reacción que los demás. Podrían haber escrito libros enteros con las diferentes caras de poema que sus compañeros ponían al enterarse.

-Venga, tenemos que irnos, no me apetece que tengamos que quitarnos puntos mutuamente si nos encontramos Janette y yo en la misma situación -tiró del pijama de Black para llevarlo por los pasillos. Fueron con extremo cuidado para no despertar a los cuadros que dormían ni para llamar la atención a los que no lo hacían. Denunciarían al colegio por tener tantos retratos, así no había quien pudiera. Al final acabaron en la primera planta, donde frenaron en seco al oír una voz bastante conocida.

-Ya se lo he dicho, soy su profesora, debe dejar de venir a estas horas de la madrugada… Se lo estoy dejando pasar pero debería quitarle 5 puntos por cada paseo que se da hasta mi despacho -la voz de Madame Hooch fue las que les hizo olvidarse nuevamente qué es lo que iban buscando hacer.

-Pues en ese caso ya debería haberme quitado más de 100 puntos, profesora -un chico, sin duda alumno, contestó con una voz que se podría definir como burlona, haciendo especial énfasis en el término para dirigirse a su acompañante-. Pero nadie sabe de esto, y a no ser que sea usted quien diga algo, no tiene por que saberse… -ahora su tono de voz cambió a uno más… cómo decirlo… “Sirius”.

-¡Pero señor… -no llegaron a oír el nombre del estudiante pues algo le impidió a su entonces joven profesora el seguir hablando.

-“Larguémonos de aquí, ¡ya!” -dijo mentalmente Padfoot de una manera que ninguno de los dos se explicaba pero que siempre funcionaba. Lo último que querían en ese momento era ser testigos de un acto de relación profesor-alumno demasiado íntima.

Tras cruzar un par de pasillos se encontraron con la odiosa Sra. Norris, que les perforaba con sus gatunos ojos. Huyeron antes de que el celador pudiera encontrarles, acabando así fuera del castillo casi sin quererlo. Para cuando se dieron cuenta, estaban junto al Bosque Prohibido. Se recostaron en el tronco de un árbol para así poder recuperar la regularidad de su respiración.

-Te… juro… que… mañana… mataré a James… y a Peter… como se atrevan… a echarnos de la habitación -pudo articular el animago mientras se sujetaba el costado con una mano.

-Eso te pasa por ser un salido… y un obseso, que no puede aguantar a que estemos solos -el ojidorado tenía la cabeza recostada en el árbol y los ojos cerrados.

-Ah, se siente. Es la pasión de los Black, que pasa de generación en generación, y que tú como buen novio aprobaste al aceptar ser mi pareja. Debiste haber leído la letra pequeña, Remsie -dijo en tono de burla el moreno-. Ya sabes: En la salud y la enfermedad, en las transformaciones y calentones, en las rabietas de Prongs y sus celos, hasta que la muerte nos separe.

-Sí quiero -finalizó, con la misma mezcla de solemnidad y chiste que había utilizado Padfoot anteriormente-. De veras, este sitio ha acabado por convertirse en un burdel… en menudo colegio estamos -y, como para corroborar sus palabras, sintieron que algo se movía en los inicios de la espesura.

-¡Firenze! Sabía que vendrías, los astros me lo advirtieron. Debía venir a tu espera hoy, la oportunidad perfecta para declararnos nuestro amor -escucharon como una mujer corría hasta abrazarse a cierto semi-humano de 6 extremidades. Sus cascos fueron sofocados por la hierba, así que hasta que escucharon el nombre del ser no supieron de quién se trataba.

-¿Firenze no es uno de los centauros del Bosque? -el moreno recibió un asentimiento como respuesta- Y la voz de la mujer… ¿no es de Sinistra, la nueva profesora de Astronomía? -de nuevo asentimiento- ¿¡Tanto trabajo cuesta hacer el amor con tu novio en este puto castillo, joder!? -casi gritó Sirius, al borde de la histeria. El licántropo sonrió complacido e interesado ante la declaración.

-No sabía que tuvieras tantas ganas, Pad -dijo inocentemente y bajando el volumen, recordándole de la historia de amor imposible que sucedía a sus espaldas.

-Moony, no me jo… fastidies, por favor -rectificó al encontrarle el doble sentido que el sonriente hombre lobo podía encontrar en la palabra que iba a usar en un principio-. Gimes cuando duermes. Cuando te despiertas, me metes en tu cama. Aceptas que te bese y meta mano con esa carita de santito que tienes… ¿¡Y AHORA PRETENDES DEJARME A MEDIAS!? -exclamó totalmente exasperado. En un intento de calmarle (psicológicamente, físicamente estaba de todo menos calmado) le besó dulcemente, para después cogerle de la mano y guiarle por los límites del Bosque.

Entonces supo cuáles eran las verdaderas intenciones de Lupin. Pudieron ver el Sauce Boxeador, que no rompió su placidez debido a un hechizo que acababa de lanzarle el castaño. Tras unos interminables minutos llegaron a la habitación mejor acondicionada de la Casa de los Gritos, donde se acomodaron en uno de los sofás. Esa casa era aún más fría que el exterior, y Remus “no tuvo más remedio” que acurrucarse junto a Sirius para que no tuviéramos que comprobar si el punto de congelación de los hombres lobo era el mismo que de los humanos.

Ante esto, el animago abrazó a su Moony y haciendo que este se recostara en su pecho. Sonriendo al ver que este se dejaba lo abrazó de una manera mucho más sobre-protectora. Entonces recordó lo que les había llevado a esta situación.

-Moony, ¿quieres decirme qué demonios fue lo que soñaste? -la temperatura corporal de este aumentó varios grados, agolpándose en su cara- ¡Ja! Moony tiene sueños húmedos -canturreó feliz como niño antes de Navidad.

-Soy humano, por si no lo sabías -le contestó en un tono molesto, sin poder aún superar la vergüenza-. O acaso ahora me dirás que tu no los tienes -dijo sarcástico.

-Por supuesto, y con más frecuencia de lo que creerías -sonrió como si fuera un don-. Y sobre todo porque cierto lobito no hace más que darme razones para que sueñe con él -el sonrojo de Remus volvió a subir. Estaba claro que con quien soñaba era con él, no iba a ser con Peter, pero que se lo dijera de una forma tan directa le incomodaba-. Pero pensaba que tú no eras de esos, como eras tan puro, virtuoso, inocente, casto, angelical…

-¿Le robaste el diccionario de sinónimos a Lily? Y tu mejor que nadie sabes que eso no es cierto… -al moreno le encantaba meterse con el sobre ese tema. Le sorprendía lo mucho que podía cambiar alguien de una situación a otra. Y decidió vengarse- ¿Sabes? Pensaba contarte mi sueño, ya que te veía tan interesado, pero ya que soy tan santo, virgen e ingenuo, no creo que deba -ante la cara de “San Moony, patrón de los inmaculados” que había puesto, el animago temió por que en verdad no fuera a dejarle hacer nada esa noche. O lo que más le preocupaba: que hubiera usado su gran imaginación para algo con lo que contraatacar.

-Vamos Moony, si es broma, ya lo sabes… -dejó de hablar cuando se vio impulsado hacia el costado del sofá. Acabó apoyando la espalda en el brazo del sofá, con un licántropo sentado en su regazo y a escasos milímetros de su boca.

-Pero me apetece compartir con alguien el sueño. Fue muy… interesante -y ahora sonrió con su irresistible cara de niño bueno-. Aunque claro, si no te queda claro, siempre podríamos…

-¿…Llevarlo a la práctica? -completó por él, imitando su inocencia, con expresión de “soy un cachorrito abandonado; Moony, quiéreme”. Aquella que tan practicada tenía y que contra nadie perdía.

-¡Eh, no me leas la mente! -rió fingiendo estar molesto. Dejó vagar su mano, que acabó en cierto punto del merodeador- Juro solemnemente que fue involuntario -pensó, para después decir-. ¿Y ahora quién es el de los pensamientos húmedos?

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