Título: Adiós al Ayer.
Autor:
furiosityTraducido por:
azazelblackGénero: Drama/Romance
Rating: NC-17
Pairing: Harry/Draco; Draco/Otro; Harry/Ginny
Disclaimer: Todo pertenece a JKR. Yo sólo juego. Tú no me demandas.
Summary: Draco se sentía listo para enfrentarse incluso a un millón de años en Azkaban siempre y cuando eso significara que al final, haría que Potter pagara.
Link al original:
Good-bye to Yesterday Notas de la autora: Escrito para
mijan como parte de
hd_holidays 2006. Muchas gracias a
nqdonne por betearlo y aguantarme. Gracias también a
kriken por venir a mi rescate cuando esta historia aún era un esbozo.
Notas de la traductora: Gracias mil a
furiosity por darme su permiso y otro mil de gracias (¿existe esa expresión, siquiera?) para
sirem por betearlo. Si aún quedó algún error, todo culpa mía!
Primera parte en
[1/3]; parte I El encarcelamiento de Draco había terminado a últimos de septiembre. Para principios de noviembre, estaba listo para dejar Malfoy Manor y enfrentarse el mundo.
Durante esas semanas, Dolores había sido una visitante frecuente, siempre dispuesta a discutir planes para minar la influencia de Granger. Tres semanas después de la puesta en libertad de Draco, finalmente había admitido que no tenía ni idea de lo que Davies le había hecho al prisionero que había mencionado. Sólo sabía que le había hecho algo, pero la memoria del prisionero había sido modificada, e incluso los mejores expertos de San Mungo no habían sido capaces de restaurar los recuerdos perdidos. Draco no le contó nada. Había habido varias peticiones de entrevistas de reporteros, pero Draco se negó a ver a nadie hasta que estuviera preparado. No sabía aún lo que contarles.
Su madre aún seguía bebiendo demasiado, pero Draco no podía hacer nada sobre eso. Era su madre y hacía lo que le placía. Si le placía beber hasta el estupor a primera hora de la tarde, no era el puesto de Draco tratar de disuadirla de ello. Ni si quiera lo era el desaprobarlo. No después de lo que había hecho, después de en lo que se había convertido. Los recuerdos de Azkaban impregnaban sus pesadillas, pero nunca era a Davies a quien se estaba entregando. Davies había sido una insignificante, pequeña pulga que tenía poder cuando Draco no tenía nada. En los sueños de Draco, era Potter quien se lo follaba, Potter quien le negaba cualquier cosa a menos que Draco se pusiera de rodillas para él.
Con la ayuda de Dolores, Draco reunió una enorme biblioteca de artículos mediáticos sobre Potter, incluso si meramente lo mencionaban de pasada. Draco estudió la red social de Potter, sus hábitos, sus expresiones faciales, hasta que tuvo una imagen razonablemente clara del tipo de vida que llevaba Potter ahora que sólo tenía que descansar en sus laureles. Todas las fotografías de la temporada del encarcelamiento de Draco lo enfurecían, especialmente si Potter estaba sonriendo. Ahí estaba Potter con su brazo rodeando a su novia. Ahí estaba cortando un lazo en la inauguración del orfanato para magos Tom S. Ryddle. Draco se preguntó quién coño se suponía que era Tom S. Ryddle. Algún corazón bondadoso amante de los muggles, sin duda. Ahí estaba Potter con la snitch después del famoso torneo de Quidditch. Los ojos de Potter brillaban con alegría y Draco quiso que esa luz se fuera, quiso que se marchitara lentamente en el apagado brillo del dolor.
En el día que Draco terminó su auto impuesto arresto domiciliario, el sol brillaba alegremente sobre las copas de los árboles cerca de Malfoy Manor. Draco tomó eso como una buena señal, y partió hacia el Callejón Diagón. No había estado allí en más de un año, pero nada había cambiado. De eso, al menos, Draco estaba agradecido. Paró en Gringotts para comprobar las bóvedas familiares -era un consuelo que el hábito de beber de su madre no hubiera afectado a la cuenta para gastos menores aún. Compró un helado en Fortescue’s y lo comió en la terraza de la tienda, apoyándose en una de las barandillas y mirando el mundo seguir.
Nadie parecía reconocerlo, lo que era casi mejor. Draco estaba ahí por una razón muy específica, y no quería ser distraído. Todos los días de semana, por la tarde, Potter tomaba algo en el Caldero Chorreante. Mientras bebía, Potter hacía el crucigrama del Profeta, y luego caminaba hacia el Ministerio y esperaba a que su novia saliera del trabajo. Ella trabajaba como algún tipo de ayudante junior para uno de sus hermanos; Draco nunca pudo recordarlos bien.
Si todo iba bien, la cuidadosa rutina de Potter sería interrumpida hoy.
A las tres menos diez, Draco se sentó en el bar El Caldero Chorreante, cerca del asiento usual de Potter, y observó la entrada desde debajo de sus pestañas. Su bebida se mantenía intacta; había desarrollado repugnancia por el alcohol en las últimas semanas. El camarero puso una copia de El Profeta cerca de Draco. Draco se movió para cogerla, pero el camarero dejó caer una mano sobre él con una mirada de disculpa.
-Este es para Harry Potter, señor. Estará aquí en un minuto. Puedo conseguirle otra copia, si lo desea.
-Oh, sólo quería echar una hojeada a los titulares, -dijo Draco. -No te preocupes.
-Lo siento -dijo el camarero. Bajó su voz un poco. -Hace el crucigrama todos los días y después se va. No tienes ni idea de cuánto me dan por esos crucigramas.
Draco estaba horrorizado.
-¿La gente te paga por ellos? -El camarero le dirigió una mirada indiferente.
-Es el héroe de la gente. Todo el mundo quiere sentirse cercano a él.
-Yo no -dijo Draco con un pequeño encogimiento de hombros.
-Entonces quizá quiera quitarse de esa silla, porque aquí viene -dijo el camarero, sonriendo ampliamente. -Siempre se sienta en la silla al lado de la suya.
Draco se giró para mirar hacia la entrada y efectivamente, allí estaba Potter. La respiración de Draco se congeló. Había imaginado ese encuentro tantas veces desde que había salido de Azkaban, y ahora finalmente estaba pasando. Potter dirigió a Draco un breve asentimiento de forastero, se sentó en la silla al lado suyo, y acercó el periódico hacia él.
La proximidad de Potter estaba haciéndole cosas desagradables, cosas con las que él no había contado. Quería cerrar sus manos alrededor de la garganta de Potter y apretar hasta el último aliento. Quería lamer un lento, húmedo camino a lo largo del delgado cordón de músculo en el cuello de Potter y hundir sus dientes justo debajo de la oreja de Potter hasta que ambos chillaran. Quería...
-Yo también me alegro de verte de nuevo -murmuró Draco, forzándose a regresar al presente.
Potter le lanzó una leve mirada de irritación, la cual se tornó en confusión tan rápido como vio la cara de Draco.
-Tú.
Había líneas en la frente de Potter que no habían estado ahí antes. Parecía cansado, notó Draco con asombro. Cansado y abatido y demasiado viejo para su edad. Tenía el aspecto de un hombre que no tenía nada que perder y nada por lo que vivir. ¿Había llegado alguien a él antes de que lo hiciera Draco? Imposible. Impensable.
-Veo que tus poderes de observación son espléndidos, como siempre, -dijo Draco.
Potter miró hacia el crucigrama y escribió TRAVESURA en el dos horizontal.
-¿Qué quieres?
Draco hizo su mejor esfuerzo por no acobardarse. Observó la punta de la pluma de Auto-Entintado de Potter pasear por encima de una definición, luego moverse ligeramente hacia abajo.
-¿Qué te hace pensar que quiero algo?
-Estás aquí. Estás hablándome. Te conozco, Malfoy.
-¿Ahora lo haces? Supongo que las mentes eruditas como la tuya, no dedican muchos recursos a pensar en la novedosa idea de que algunas personas vengan a este lugar meramente a tomar algo, y no para quedarse embobados con su eminencia. -Potter posó su pluma y encaró a Draco.
-¿Estás tratando de decirme que simplemente resulta que estabas aquí? ¿A esta hora? ¿En este silla? No me tomes por idiota, Malfoy. Todos saben mis costumbres. Todos.
-Excepto la gente que pasó el pasado año sin acceso al Profeta, -dijo Draco con indulgencia. -Las autoridades de Azkaban olvidaron renovar la suscripción del bloque de celdas H8, ya ves.
-Oh, ¿es eso de lo que se trata?. ¿Mi terrible traición hacia... cómo lo puso Skeeter... nuestra amistad en ciernes?. No me digas que tú empezaste ese rumor porque he prometido estrangular a la persona que lo hizo. Nosotros nunca fuimos amigos.
-Hubo un tiempo en el que yo pensé que podíamos haberlo sido, -dijo Draco, controlando su voz incluso a pesar de la furia que crecía en él con el tono burlón de Potter. -Pero no, yo no empecé ningún rumor.
La expresión de Potter cambió de dura hostilidad a algo parecido a alarma.
-¿En serio pensaste que podíamos ser amigos? -Draco frunció los labios, fingiendo pensar.
-No en serio.
-Bien. -Potter se volvió hacia el crucigrama. -¿Una palabra de trece letras para decepción?
-Remordimiento. ―Potter resopló.
-Buena elección. Podría llenar un libro con frases que lo implicaran.
-Oh, Potter. Eso es tan conmovedor. Discúlpame mientras voy a por un pañuelo.
-Vete a la mierda.
-No, tú te vas. Yo estaba aquí primero. ―Potter resopló de nuevo.
-No cambias, ¿verdad? Había pensado que Azkaban te había enseñado una cosa o dos.
No tienes ni idea de lo que me ha enseñado Azkaban, lamentable hombrecito. Draco sonrió sarcásticamente.
-Me alegra decepcionarte. ―Potter escribió ESPUMA, miró a Draco.
-¿Qué coño quieres de mi?
-Nada, Potter. Lo creas o no, de verdad resulta que estaba tomando algo. Te aseguro que si hubiera sabido que estarías aquí, nunca hubiera venido. ¿Por qué querría verte?
Potter parecía escéptico.
-Estaba esperando que lo supieras.
-Me temo que te das a ti mismo demasiado crédito. La fama se te ha subido a la cabeza finalmente, supongo.
-Eso no es verdad -dijo Potter con vehemencia, y Draco supo que había dado con un punto débil. -Todo el mundo dice eso, pero estáis todos equivocados. -Las gafas de Potter hacían a sus ojos parecer más pequeños y la luz febril en ellos hacía a Potter lucir positivamente mezquino. A Draco le recordaron a los cerdos que había odiado cuando era niño... habían tenido el mismo pequeño destello malvado en sus diminutos ojos. Se estremeció.
-No tienes que pillar una rabieta o algo -dijo rápidamente. -Sólo estaba tratando de hacerte perder los estribos.
Potter volvió a su crucigrama, murmurando,
-Como siempre. -Escribió PRECISO en el seis vertical, luego lo tachó. Las letras se desvanecieron. -Ya que estás aquí, podrías hacer algo útil.
-Oooh, estoy al a punto de saltar de la emoción. ¿Cómo podría Draco servir al gran Harry Potter? -dijo Draco en un tono alto, imitando a un elfo doméstico.
-Tengo un amigo, -dijo Potter, ignorando la burla de Draco. -Tiene un problema y ha agotado sus ideas para resolverlo legalmente. -Tengo un problema y he agotado mis ideas para resolverlo legalmente.
-Debería resolverlo ilegalmente, entonces -dijo Draco.
Estaba experimentando algo parecido a un déjavù: ese era exactamente el tipo de conversación que ellos dos solían tener durante la guerra, cuando Draco había sido un espía. Se irritaban uno al otro infinitamente pero aún así terminaban hablando. Que Potter cayera en la costumbre tan rápido, a pesar de todo lo que había pasado, llenó a Draco con rabia silenciosa; pero Draco había aprendido a controlar su rabia en Azkaban. Oh, sí, lo había hecho.
Potter rodó los ojos.
-Muy divertido. Ha estado saliendo con esta chica, ¿ves?. Y acaba de enterarse de que está embarazada de dos meses. -Acabo de enterarme de que Ginny Weasley está embarazada de dos meses.
-¿Es suyo el niño?
-Sí. -No hubo vacilación.
Draco frunció el ceño.
-¿Cuál es el problema aparente? -Lo ponía mortalmente furioso que Potter produjera un heredero antes que él. El pensamiento de que Draco no estaba ya particularmente interesado en un heredero lo ponía absolutamente furioso, pero ahí estaba. No había pensado en tener sexo con una mujer por meses, y ahora repentinamente descubría que la simple idea le hacía sentirse mareado. Prefería pasar la eternidad chupando la polla de Potter, ahora que lo pensaba.
-El problema es que mi amigo no quiere el niño. -El problema es que yo no quiero el niño.
-¿Por qué coño no lo querría?
-Eso no es asunto mío. -Eso no es asunto tuyo.
-Hay pociones que inducen el aborto, -dijo Draco. Había hecho ese tipo de poción para Pansy más de una vez. Para ser una Parkinson, había sido sorprendentemente fértil incluso a los quince. Por supuesto, en su caso, Pansy prácticamente había rogado a Draco para que la hiciera; ella nunca había sido buena en Pociones.
Potter parecía golpeado por el horror.
-Eso sería horrible. -Draco se encogió de hombros.
-A veces el precio que tienes que pagar por la libertad no es bonito.
-Qué profundo. ¿Te enseñaron eso en Azkaban mientras te daban por el culo? -El mundo entero de Draco pareció congelarse y girar fuera de órbita.
-¿De qué coño estás hablando? -Potter sonrió con satisfacción.
-No nos pongamos susceptibles. Sólo estaba bromeando.
-Oh, sí. He olvidado tu apreciación del humor negro. Pero supongo que el que se da por aludido... -la voz de Draco se fue apagando y luego saltó de la silla. Estaba peligrosamente cerca del punto límite y necesitaba salir de allí antes de que asesinara a Potter con sus propias manos. -Bueno, ha sido fascinante, como siempre, pero me temo que tengo que volver a una vida en la que te ignoro.
-No has cambiado para nada, Malfoy.
-Tampoco tú, Potter.
Se quedaron mirando el uno al otro y luego una voz estridente perforó el aire.
-Eh, ¿no es ese de ahí Draco Malfoy? ¿Con Harry Potter?
Draco giró para encontrar la fuente de la voz. Un flash de cámara lo cegó.
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¿PUEDEN SER REPARADOS LOS PUENTES ROTOS?
Por Rita Skeeter, peridista titulada.
Los visitantes del Caldero Chorreante están acostumbrados al héroe nacional, Harry Potter, pasando sus tardes allí. Él acude al lugar sobre las tres todos los días y hace el crucigrama del Profeta. Ocasionalmente, firmará autógrafos o charlará con otros clientes hasta alrededor de las cinco en punto, cuando se va a recoger a su novia -y, dicen algunos, futura esposa- al Ministerio de Magia.
Ayer por la tarde, sin embargo, la rutina cambió porque, el antiguo Mortífago y ex-convicto de Azkaban, Draco Malfoy estaba por casualidad en el Caldero Chorreante. Los lectores recordarán que fue Potter quien puso a Malfoy tras las rejas durante el dramático, emocionalmente cargado juicio donde Malfoy estaba acusado de conspiración para derrocar al gobierno, intento de asesinato, múltiples cargos de robo y no autorizado uso de Polijugos, así como traición.
Las tensiones crecían mientras prueba tras prueba, todas irrefutables, establecían que Malfoy había trabajado como espía para el Ministerio de Magia durante los años de la guerra. Con un considerable riesgo para su vida y el bienestar de su familia, reportaba los movimientos y planes de Lord Voldemort al gobierno mágico. Alguna de la información que proporcionó Malfoy fue decisiva en el audaz rescate de los Aurores de la amiga de Harry Potter, Hermione Granger -actualmente trabajando como Inefable en el Departamento de Misterios del Ministerio.
Aún cuando Malfoy enfrentó sus cargos finales -los tres cargos de intento de asesinato databan del segundo año de la guerra- alegaba haber estado actuando bajo la Maldición Imperius. Habría conseguido escaparse si no hubiera sido por Harry Potter, quien testificó ante el Wizengamot con pruebas de que Malfoy no podía haber estado bajo la influencia de la Imperius. La evidencia llevó a la condena de Draco Malfoy y subsiguiente sentencia de un año sin libertad condicional en Azkaban.
Algunos creyeron -y aún lo hacen- que el testimonio de Potter reveló el lado más oscuro de nuestro héroe nacional, un golpe vengativo que probó que él, como el resto de nosotros, es sólo un humano, y no el cercano dechado de virtudes que la mayoría de la gente parece creer que es. Draco Malfoy, sin embargo, parece haber perdonado a su acusador. Una fuente innombrable nos dice que había llegado al Caldero Chorreante diez minutos antes que Potter, y ambos mantuvieron una, según le pareció a nuestra fuente, conversación amistosa. La foto, tomada poco antes de que Malfoy abandonara el local, muestra a los dos hombres girándose cuando alguien llamó a Malfoy. La experta en lenguaje corporal, Katrina Bradshaw, tiene un detallado análisis de la fotografía en la página diecisiete...
-¿Cuál es el significado de esto? -preguntó Narcissa, empujando una copia de la primera página del Profeta debajo de la nariz de Draco, justo sobre sus bollos.
Draco volvió su mirada lejos de la página, pero era inútil; había memorizado la fotografía hacía una hora. En ella, él y Potter estaban justo al lado del otro, luciendo igual de sorprendidos y horrorizados. La mano de Potter estaba en el aire encima del hombro de Draco; Draco no estaba seguro de lo que Potter había estado tratando de hacer, pero ciertamente les hacía parecer de lejos más amable de lo que de hecho habían sido. Malditos periodistas.
-¿Qué quieres decir, Madre?
-¡Ese chico te encerró, Draco! ¡Escupió en todo lo que habías hecho por él! Y aquí estás tú, ¿humillándote ante él?
Una vergüenza blanca y caliente atravesó a Draco. Si ella supiera lo que su único hijo había hecho por unos pocos meses de comodidad. Dios, semejante fracasado.
-No estaba humillándome ante él, -dijo Draco pacientemente. -Sólo estaba tomando algo. No tenía ni idea de que él iba a aparecer.
-¡Eso no es lo que dice el artículo! -los ojos de Narcissa estaban inyectados en sangre, desenfocados.
Draco se cruzó de brazos.
-¿A quién prefieres creer, a unos mierdas de reporteros pisoteados por ese miserable periodicucho o a tu propio hijo?
Narcissa parecía vacilante, y luego su cara se arrugó.
-Oh, Draco, lo siento tanto, -su voz se ahogó. -Lo siento. ¿Cómo pude si quiera pensar... Dios, necesito una copa antes de que diga alguna tontería más. Tú sólo continúa y termina tu desayuno, niño. Mamá va a tomar una copita y quizás echar una siesta...
Se tropezó al salir de la sala, agarrando el marco de la puerta brevemente como apoyo. Draco la observó irse con el corazón pesado. Había perdido el apetito completamente, y había lágrimas en sus ojos; habían llegado espontáneas. Observar a su madre desenmarañarse de esa forma era peor que nada que hubiera experimentado... peor que la humillación que había sufrido en Azkaban. Peor que la celda de la niebla de sus pesadillas, donde las voces le murmuraban y llenaban su mente con imágenes violentas con las que aún soñaba cada noche.
Draco se sentía dividido entre su necesidad de vengarse de Potter y la necesidad de cuidar de su madre. No sabía cómo cuidarla, sin embargo. Y el encuentro de ayer con Potter lo había dejado tan desequilibrado que ni siquiera tenía la certeza de cómo iba a lidiar con su venganza. Claramente, Potter nunca había lamentado su elección de dejar a Draco como un mentiroso para el Wizengamot. Claramente, nunca había dedicado a Draco ni un pensamiento a través de los años.
Pero Draco sabía algo de Potter, ahora. No sabía por qué Potter le había contado lo del embarazo de Weasley. Probablemente por la misma razón por la que Potter le había dicho todas esas otras cosas sobre sí mismo, tiempo atrás durante la guerra. Usaba a Draco como un receptáculo de sus problemas personales porque no quería que nadie más supiera de ellos, y porque sabía que nadie creería a Draco si alguna vez hablaba.
Pero sabiendo lo que sabía, claramente había problemas en el paraíso para dos de Potter y Weasley. Draco podría usar eso de alguna forma. Volvió al retiro en Malfoy Manor. Claramente no estaba tan preparado para volver a la vida pública como había pensado que estaba. Necesitaba más tiempo para trabajar en lo que iba a hacer.
Pasó mucho tiempo con su madre, pero eso lo hacía preocuparse más y más por su bienestar. Ella bebía vino como agua y lo seguía con brandy. Draco prácticamente podía ver el alcohol comiéndosela desde dentro. Estaba más pálida cada día, y los círculos bajo sus ojos estaban haciéndose incluso más grandes. Draco no podía simplemente sentarse desesperanzado y observar eso; no podía.
Un día, ordenó a los elfos diluir su brandy preferido con zumo de manzana, pero el plan fracasó... Narcissa simplemente ordenó a los elfos castigarse durante tres días seguidos y bebió dos veces más. Draco les dijo a los elfos en voz baja que dejaran de golpearse la cabeza contra las paredes y se encerró en el estudio de su padre. Se acercó a zancadas a una de las estanterías y cogió un pesado tomo. Con un grito frustrado, lo arrojó contra la pared encima de la chimenea. El estruendoso sonido fue satisfactorio, pero no hizo nada para reducir el estrés de Draco. Se estaba rompiendo. Nada estaba yendo bien.
Un pedazo de pergamino voló fuera de la chimenea, se dobló a sí mismo pulcramente en un avión de papel y continuó avanzando hacia Draco, quien lo atrapó. Era uno de esos memorándums del Ministerio, de color rosa, lo que sólo podía significar una cosa.
Draco,
Estate en el estudio de tu padre en cinco minutos.
Dolores.
Draco ondeó su mano sobre la silla de escritorio de su padre y la hizo rodar hacia la chimenea. Se sentó y cerró los ojos. ¿Qué podía querer Dolores?
-Ah, puntual como siempre, -dijo Dolores.
Draco abrió los ojos y vio su cabeza en la chimenea, rodeada de llamas verdes.
-No es como si tuviera algún sitio más al que ir -dijo, un poco hoscamente. Habían pasado tres semanas desde el fiasco en el Caldero Chorreante, y Draco no había dejado la mansión ni una vez desde entonces. -¿Qué ocurre?
-Esta conversación nunca ocurrió -dijo Dolores, -pero te diré que El Profeta va a lanzar una historia mañana por la mañana. Una historia que va a contestar algunas preguntas respecto a cierto guardia de Azkaban.
Draco sintió la sangre irse de su cara y esperó que Dolores no lo notara.
-¿De qué está hablando?
-¿Realmente no lo sabes? Fuiste afortunado, entonces. Va a ser un escándalo. -Sonaba encantada. -Resultó que el apuesto Roger Davies ha estado sodomizando a sus prisioneros durante años. Supongo que sabía que era mejor no tocarte... por supuesto que lo sabía... Como sea, los ha estado forzando a tener sexo con él en intercambio por necesidades básicas como comida normal o letrinas autolimpiadoras.
Draco parpadeó. ¿Necesidades básicas?
-Espere, ¿intenta decirme que el pan duro como una piedra y el queso rancio no son comida normal de Azkaban? -se oyó decir.
Los ojos de Dolores se ensancharon.
-Por supuesto que no. Azkaban está enfocada a hacer sufrir a los prisioneros lentamente, no a matarlos rápidamente -sonó completamente realista. Draco aún no podía decidir si le gustaba su vena sádica o la temía. -Draco, ¿estás tratando de decirme que él te alimentó... oh, no me sorprende que estés aún tan delgado. Oh, qué horrible. Merlín bendito. Mira, alguien viene. Me dejaré caer a última hora y te lo contaré todo.
Desapareció, y Draco se quedó solo. Un gran vacío ocupó el espacio donde su corazón había estado una vez. Se había rebajado completamente, se había convertido en una puta, creyendo que había estado tratando de mantenerse con vida... para nada. Todo había sido un gran chiste, y no había duda de que Davies se había echado unas buenas risas con la impaciencia de Draco por complacerlo sólo para poder comer...
Draco escondió la cara en las manos, pero las lágrimas no llegaron. Se sentía inútil, vacío, roto. Odiaba a Potter, a Davies, al Señor Tenebroso. Pero más que a ninguno, se odiaba a sí mismo por no ser astuto y mundano como su padre. Su padre debía haberlo sabido todo sobre los procedimientos en Azkaban. Su padre no habría permitido a nadie como Davies abusar de él.
Dolores llego a tiempo para el té. Draco y su madre estaban sentados en los extremos opuestos de la mesa del comedor. Cuando Dolores entró, escoltada por uno de los elfos, Narcissa murmuró algo disculpándose y salió majestuosamente del lugar. Paró el tiempo suficiente para darle a Draco un beso infundido en brandy en la mejilla.
-Recibiendo gente importante del Ministerio, justo como tu padre -susurró, las palabras empapadas.
Draco la observó irse con el ceño fruncido y se giró hacia Dolores, quien mientras tanto había dejado que un elfo le sirviera el té.
-¿Y bien? -preguntó Draco.
-Ha habido rumores desagradables sobre el chico Davies durante años -dijo Dolores. Se ajustó el chal rosa innecesariamente y cogió un pedazo de quiche. Después de masticar y tragar, posó su taza con aire de determinación. -Por un largo tiempo, hemos sospechado que algo estaba pasando, pero no pudimos probar nada ya que los prisioneros del H8 nunca dijeron si quiera una palabra a nadie. Poca sorpresa eso, considerando que todos habían sido hábilmente Obliviateados.
-Yo no lo he sido. -Una lástima, eso.
-Estamos casi seguros de que él estaba demasiado temeroso de tus conexiones en el Ministerio, -dijo Dolores. No parecía que hubiera ninguna vacilación en su tono. Así que creía a Draco. Bien. -Pero los otros... -cogió su taza y la apuró, luego chasqueó los dedos. Un elfo doméstico se materializó a su lado instantáneamente para servirle más té. -Sacamos a un prisionero de la H8 inesperadamente pronto, sin advertirle al contingente de guardias. Su nombre es Blaise Zabini. Quizá lo recuerdes.
Draco lo recordaba, pero sólo vagamente. Zabini había sido de poca utilidad durante la guerra; era sorprendente que hubiera terminado enfrentándose a tiempo de cárcel. Había sido demasiado desdeñoso para ensuciarse las manos y demasiado vago para buscar liderazgo.
-No sabía que había hecho algo que mereciera encarcelamiento -dijo Draco.
-No lo hizo, realmente. Pero tú sabes mejor que yo que el Wizengamot era un tribunal improvisado la mayoría de las veces. Cualquiera con conexiones mortífagas ha pasado tiempo en prisión. Zabini fue sentenciado a dos años porque no fue capaz de proporcionar una coartada para el tiempo en que ejecutaron a Lupin.
Draco se encogió de hombros. Zabini había estado en esa ejecución, de acuerdo.
-Vomitó en los arbustos después de que Greyback abriera a Lupin en canal, Dolores. Esa es difícilmente una ofensa que merezca dos años en Azkaban.
-Estás predicando en el desierto -dijo irritablemente. -Entró poco después que tú, así que aún tiene otro año por delante. He convencido al Ministro para que le conceda un indulto por buen comportamiento...
-No sabía que eso fuera posible -interrumpió Draco.
-Todo es posible cuando estás trabajando para un cansado, ocupado ministro que firmará cualquier cosa que le des si confía en ti -dijo Dolores, pareciendo complacida consigo misma. -Fui a recogerlo yo misma. El pobre chico prácticamente se arrojó sobre mí cuando me vio y me rogó que me lo llevara. Estaba mugriento y medio muerto de hambre.
El corazón de Draco cayó en picado. Así que Zabini había resistido. Todos esos meses, había resistido las propuestas de Davies, negándose a sí mismo incluso las necesidades básicas. Era tan increíblemente irónico que al final de todo, la fuerza de carácter de Zabini superara la de Draco. No creyó que nunca fuera a dejar de sentirse avergonzado.
-Continúe, -murmuró.
Los ojos de Dolores centellearon malévolamente.
-Davies trató de Obliviatear al chico en mi presencia, ¿te lo puedes imaginar? Oh, deberías haber visto la mirada en su cara cuando me vio llevarme a Zabini.
-¿Le hizo daño? -preguntó Draco.
Dolores se carcajeó.
-Venga, Draco. Sabes que es difícil dañarme a menos que me pilles desprevenida. -Sus ojos se nublaron por un momento e hizo un extraño chasqueo con la boca, luego sacudió la cabeza como si tratara de deshacerse de un persistente, desagradable recuerdo. -El Sr. Davies hizo el viaje con nosotros. Ahora está encerrado en una celda bajo el Ministerio, esperando el juicio.
La boca de Draco estaba seca.
-¿Qué le ha contado?
-Todo. Dijo que no había ido a por todos los prisioneros en el bloque de celdas H8... lo que explica tu caso. Fuiste afortunado.
Afortunado.
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[2/3]; parte II