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Nov 02, 2010 12:12

El trigésimo quinto año de vida tocó a su fin el pasado domingo. Pasado ese hito, no queda otra que seguir hacia delante. Los treinta y seis están aquí para quedarse durante 364 días.

Sin duda, este último año ha sido, por muchas razones, un buen año. Mirado en perspectiva, ha sido un año de crecimiento, de progreso y sobre todo, de simplificación. Creo que por primera vez en mi vida he realizado una verdadera catarsis de muchas cosas, de muchas vivencias y sobre todo, de demasiados recuerdos y experiencias que , aún oxidados, inservibles e inútiles, seguía almacenando casi de forma obsesiva.

Ha sido extraño, raro y complicado, y tampoco ha sido un camino fácil. Ciertos engranajes de mi cabeza, aún funcionando, estaban tan anquilosados que apenas eran capaces de moverse, y el trabajo de aceptación y sobre todo, de arreglar, cambiar y sobre todo, reparar ciertas cosas, ha sido realmente arduo. Y todavía no ha terminado, ya que un año es apenas poco tiempo para cambiar ciertas tendencias y actitudes que he ido cultivando de forma malsana durante mucho tiempo.

Poco a poco, con bastante esfuerzo, he ido vaciando la mochila, para que así, pueda llegar a llenarla algún día, y eso además de aligerar mi camino, ha cambiado mi visión y mi actitud ante muchas más cosas de las que nunca me hubiese imaginado.

Es mucho más fácil culpar a otros, o a "la sociedad", de los propios problemas en inseguridades, y muchísimo más fácil caer en la autocompasión, que con el paso del tiempo se convierte en una falsa aceptación del los problemas y de las circunstancias.

Intentar navegar entre dos aguas, es un ejercicio falsario que en general, nunca conduce a ningún sitio. Y no se puede pretender aprovechar el tiempo si no se tiene ni idea de a donde se va y simplemente se dan palos de ciego.

En mi momento actual, estoy hollando sitios que jamás había visitado. Quizá, poco a poco, y esta vez de verdad, comienzo a estar donde de verdad quiero.

Todas estas cosas han contribuido a tranquilizar y sedimentar ciertas obsesiones repetitivas y machaconas que durante estos últimos años habían parasitado mi mente hasta tal punto de creérlas verdaderas y sobre todo legítimas. Sin duda, no hay mayor engaño que el que nos aplicamos a nosotros mismos.

Tengo el firme deseo de que este nuevo año que empieza para mi sea mejor que el que acaba de expirar. Esto es una carrera de fondo, y yo creo que apenas he hecho más que aprender a ceñirme las zapatillas. Todavía hay muchas cosas sobre las que debo pasar, y sobre las que tengo que reflexionar, pero la forma de hacerlo será diferente.

A pesar de estas diatribas, la celebración del cumpleaños fué agradable, apacible y bien rodeado de gente a la que aprecio, y poco más se puede pedir.

Como nota ligeramente negativa, quizá nostálgica, decir que este año no participo en esa especie de locura controlada que es el nanowrimo. Otros compromisos requieren mi total y absoluta atención y dada que en mi eso es un bien escaso, tengo que focalizarla.

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