Séptimo Vicio Ichiruki (Límite)

Jun 15, 2008 22:37

Me duele el cuello horrores (maldita tortícolis) y ahora mismo debería estar estudiando para un examen… Supongo que tengo uno de esos "días tontos"… Bah, qué más da. Otro vicio Ichiruki.

Fandom: Bleach

Pareja: Ichigo/Rukia

Tema: #1 - Límite

Número de palabras: 668

Resumen: "De nuevo están juntos. Todo ha vuelto a la normalidad, a excepción de una pequeña -y desagradable- diferencia: no pueden dormir en la misma habitación."

Género: Romance


"Límite"

- Es tarde, necesitas descansar.

Tras decir esas palabras, dio un par de vueltas en su nueva cama, con resultados inútiles. Por más que se ordenara una y otra vez quedar profundamente sosegada no lo conseguía. En aquella habitación hacía un calor insufrible, se filtraba la luz procedente de una de las farolas de la calle y se escuchaban las respiraciones, lentas y pausadas, de Yuzu y Karin. Sin embargo ésa no era la causa por la que se mantenía despierta. El motivo por el que no podía dormir era, simple y llanamente, que echaba en falta la habitación de cierto muchacho de cabellos anaranjados. Y para qué negarlo, también lo extrañaba a él.

- Duérmete de una jodida vez.

Se impuso a sí mismo Ichigo, con nula utilidad. Aquel mandato únicamente le sirvió para desvelarse aún más. Definitivamente, tampoco podía dormir. Aunque le costase admitirlo aquella primera noche tras el rescate de Rukia no era para nada divertida si ésta no se encontraba en su armario. Porque estaban en la misma casa, en la misma planta, pero no en la misma habitación. Y eso no le agradaba. En absoluto. Así que tras unos cuantos e interminables minutos de profunda reflexión, en los que tuvo una dura lucha contra su enorme cabezonería, se levantó de su cama.

La chica, con pasos sigilosos, atravesó la habitación. Apenas había pensado acerca de lo que estaba a punto de hacer. Sólo se dejaba llevar por lo que le dictaban sus más profundos instintos, y éstos decían que salir de allí era una prioridad. En ellos recaía toda la culpa.

Poco a poco abrió la puerta del diminuto dormitorio y, como siempre, se encontró con el pequeño pasillo que separaba su nuevo cuarto del de Ichigo. En otra ocasión lo habría recorrido sin pudor alguno, pero en aquellos instantes se le hacía increíblemente complicado. De repente un chirrido alarmó a la morena.

La entrada de la habitación de su compañero se estaba abriendo. No tardó mucho en asomarse y caminar hasta el centro del pasillo, quedando justo delante de la pequeña Shinigami. Ichigo parecía haber tomado la misma decisión que ella.

Quedaron uno en frente del otro, y durante una larga pausa se miraron fijamente, sin saber muy bien qué pretexto soltar para justificar sus actos. No era propio de ninguno de los dos decir "quiero dormir contigo" o "quédate en mi armario", así que no lo hicieron.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó molesto el muchacho, en un pésimo intento de romper el hielo.

- Iba al servicio - mintió, señalando el pequeño aseo situado en frente del dormitorio del chico, a la vez que se acercaba a él -. ¿Y tú? ¿A dónde ibas?

- A la cocina. Tenía hambre - se excusó, mientras empezaba a alejarse de ella, dispuesto a bajar las escaleras que conducían a la planta más baja.

Rukia, en cambio, se quedó delante del cuarto de baño, inmóvil como una estatua. Acto seguido un silencio digno de velatorio inundó el pasillo.

Ambos sabían muy bien lo que querían, pero había una especie de barrera entre ellos, construida a base de ladrillos de orgullo y reforzada con una mezcla de timidez y vergüenza, que impedía que pudiesen acercarse.

La situación se prolongó durante incómodos segundos, hasta que Ichigo decidió que lo mejor sería romper de una vez con aquella maldita molestia. Las barreras nunca le habían agradado demasiado.

Sin mirarle a los ojos, y sonrojado como nunca antes lo había estado, recorrió el pasillo lo más rápido que se lo permitieron sus largas piernas. Agarró uno de sus delgados brazos y casi de un tirón la arrastró hasta su habitación.

- ¡¿Pero qué coñ…?! - inquirió, sorprendida por su repentina reacción.

- A la mierda los límites - respondió él, cerrando la puerta de una patada.

La chica sonrió complacida. Por una vez el idiota de Ichigo tenía razón. Los límites sólo existían para dos cosas: molestar y ser rotos.

Personalmente, ellos preferían la segunda opción.

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