Bueno, tercer reto en el que participo. Yo no sé por qué me meto en estos charcos, de verdad. El tema es "cocina". Una viñetita muy corta, espero que os guste.
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Ziva siempre había querido parecerse a papá. A sus 8 años tenía claro que cuando fuese mayor sería Oficial del Mossad. Por eso se esforzaba todas las tardes que Eli la llevaba al bosque, tenía que ser más rápida y más lista que Ari para poder ganarle.
A mamá no la gustaba que el padre de Ziva se la llevase a competir con su medio hermano por el bosque, la parecía peligroso, no quería que su niña se convirtiese en uno de los muchos asesinos que trabajaban para su marido, quería que Ziva estudiase una carrera y viviese en paz. Pero la mamá de Ziva hacía tiempo que había asumido que su hija se desvivía por conseguir que Eli David se sintiese orgulloso de ella.
Todos sus intentos por hacer de ella una niña normal habían sido inútiles, las muñecas se apilaban dentro de un armario, Ziva ni siquiera se molestaba en sacarlas de sus cajas. Ziva siempre había preferido los juegos de acción, de intriga y de estrategia. Eso y los libros ocupaban todo su tiempo libre.
Nunca había demostrado el más mínimo interés por nada que no estuviese relacionado con el Mossad, las armas, la guerra. La madre de Ziva a ratos sentía que esa niña no podía llevar también genes suyos, parecía que todos pertenecían a Eli David.
Sin embargo, existía una cosa en el mundo que a Ziva le gustaba casi tanto como salir al bosque y pelear: hacer galletas con mamá. Los domingos, cuando Ziva se levantaba de la cama, preparaban en la cocina un auténtico arsenal de moldes de distintas formas. A menudo terminaban embadurnadas en harina, riendo y haciendo un montón de pastas que Ziva compartía con sus amigos del colegio.
Su momento favorito llegaba cuando las galletas entraban en el horno, entonces se sentaba en el suelo, justo enfrente de la puerta, para controlar que no se quemaba ni un trocito pequeño. Después, mamá llamaba a papá, a Ari y sacaba de la cuna a la pequeña Tali y juntos desayunaban las galletas recién salidas del horno.
En la casa el aroma a mantequilla llegaba a todos los rincones y, justo en ese momento, Ziva deseaba ser como mamá, la encantaba pensar que se convertiría en una gran cocinera y que desayunaría los domingos con su familia galletas recién hechas.