Today I woke up to find this picture of Fernando Llorente on the cover of El Correo. The picture is great, but so is the article inside! I'm sorry it's in Spanish, but I'm not capable of translating that into English. My English level is not that good, sorry... I could highlight some bits, though.
* He used to cry when they took him to the hairdresser. «I used to cry my heart out. I didn't like it at all. I've always been concerned about appearance»
* He sleeps 8 or 9 hours, not forgetting the siesta... 2 or 3 hours more! Now he can only close his endless eyelashes (the reporter dixit, not me) for a few minutes after eating a salad with fruit. His specialty. He spends the after-lunch time learning English. He travels more and more each day and he's annoyed he can't understand other people.
* What he doesn't get used to is the interviews of the most famous female sport reporter in the world. «She's guapííísima. She's the girlfriend of a fellow team member and I don't like talking about that, but when she asks you something and look you in the eye... she inspires respect»
* When he got off the bus last week at the Sánchez-Pizjuán stadium (Sevilla) he heard things such as: «Llorenteeeeee I want to have your baby!!!». He remembers it with no jokes. «To say such a thing is outrageous!». In Facebook hundreds of girls call him «wapo» and he has a female fanclub on its way.
If anyone feels like translating something else...
El rey de la selva Le cortejan los mejores clubes, le persiguen las fans, será la nueva imagen de 'La Roja'... Llorente digiere este cambio tan radical agazapado en casa, con su novia de siempre y la familia, «para no olvidar quién soy»
De puta a monja, en cinco minutos. De puta a monja, en cinco minutos. El nuevo icono del fútbol español se lo repite a todas horas. Con decisión y miedo. Cuando le vitorean miles de fans en el campo y la calle; cuando su nombre se repite en la prensa nacional, los tabloides ingleses o en la revista deportiva con mayor tirada mundial ('Sports Illustrated'); cuando revisa su agenda, sin un hueco hasta dentro de 15 días, preñada de compromisos mediáticos tan dispares como 'Cosmopolitan' y Al Yazira. Está naciendo por segunda vez, y para salir entero de ésta recuerda una y otra vez la castiza advertencia de Caparrós, el hombre que le sacó del banquillo y supo ver en él a la principal referencia ofensiva del Athletic. Fernando Llorente es tan correcto que jamás hablaría en público como el míster. Lo traduce a su manera: «De arriba abajo, en cinco minutos. De arriba abajo. El fútbol es así. Ahora estás arriba, y por nada estás abajo. Puedes llegar a creerte Dios. Como no controles un poco eso, te olvidas de quién eres, de dónde vienes y adiós, se acabó».
Conduce un Panamera -«la primera berlina de Porsche», detalla como queriendo quitarle caballos al asunto-, come bastante más pescado y menos carne de lo que le gustaría y le regalan la ropa. No compra ni un vaquero. El resto de las manías y caprichos del punta español del momento son calcados a las del Fernandito de Rincón de Soto que machacaba la puerta de casa. «Su padre la tuvo que arreglar varias veces. Siempre andaba con el balón en el pie, la abollaba una y otra vez», añora David Pinilla, Pini. Allá todos tienen mote. Llorente es Conrao, como el padre y el abuelo. No se cansaba de meter goles. Ni en la cochera familiar, entre cuernos indultados del matadero y los gatos que criaba con biberón para que le siguieran, ni en las pistas rojas bajo el silbato del Rufino, en una alineación que en este pueblo riojano recitan con más facilidad que la de 'La Roja': Pinilla, Litri, Santi, Rubén, Puchu... y el Conrao.
Los buenos jugaban en un equipo y los malos en el otro, con él al frente. Las enganchaba todas. «No había manera de cogerle, pero tampoco había problemas. En realidad no nos daba tiempo a meter una patada. Nos hacía enseguida un ocho. Si alguno se enfadaba, él nos separaba. Siempre ha sido bueno, un pacificador», presume Pini. También, muy alto, guapo y presumido. Cómo lloraba cuando le llevaban a que Danielín, el barbero, le pasara la tijera. «Sí, sí, me pegaba unas lloreras que no veas. No me gustaba nada. Siempre he sido presumido». Ahora se recorta su frondosa melena de león en la peluquería Arco de Bilbao.
Como el segundo felino más grande del planeta tiene garras retráctiles -las puede sacar para rematar seis tantos en ocho jornadas y guardarlas para correr-, prefiere habitar en lugares abiertos -él lo hace en Berango, donde se refugia del bullicioso Bilbao- y no puede sobrevivir en una sociedad compleja sin la manada, la familia, el equipo. Su padre, Fernando, el matarife ya jubilado de Rincón, le ha demostrado que se puede ser feliz deslomándose de sol a sol y llegar a casa para atender a un hermano ya anciano e impedido desde joven. Le lava, le da de comer, le cuenta algo. Su madre, Isabel, la librera que echará la persiana este año, cuida de la abuela, también mayor y pachucha.
En los pucheros de los Conrao se ha cocinado siempre buena carne y valores que a muchos les sonaron a ciencia ficción cuando los enumeró Vicente del Bosque con el Premio Príncipe de Asturias en la mano: «Esfuerzo, sacrificio, talento, disciplina, solidaridad, modestia». Sólo si los mamas desde pequeño puedes mirar con la serenidad de un mar en calma cuando miles de niños y adolescentes gritan tu nombre en las calles de Oviedo o cuando explicas cómo es eso de ganar un Mundial. «Es increíble, algo que lo puedes llegar a soñar de pequeño y parece mentira que se haya cumplido. Desde entonces, me sorprende que todo esto haya pegado un cambio tan radical... para bien».
Inglés y tres horas de siesta
El delantero de 25 años, maneras suaves de otro tiempo y ojos que atraviesan como goles, se sabe en el escaparate del mundo donde la gente se fija mucho cuando haces las cosas mal. «Tienes que intentar que no pase eso, y tienes que poner todos los medios disponibles para descansar». Él no se corta. Duerme ocho o nueve horas, sin olvidar la siesta...¡de dos o tres! «Es que soy de dormir bastante». Ahora sólo puede cerrar esas pestañas interminables unos minutos después de zamparse una de sus ensaladas con fruta. Su especialidad. Aprovecha la sobremesa para aprender inglés. Cada vez viaja más y le repatea no entenderse con la gente. De paso, se prepara para lo que venga. Se resiste a ponerle nombre y país. «Los periodistas quieren salseo, pero yo estoy a lo que estoy. En un futuro, veremos...».
Parece asustado y quiere discreción. Pero si mides 1,94 y metes todo lo que tocas es complicado. En el Mundial, desde su irrupción en el partido de octavos contra Portugal, el panorama cambió de forma radical. Demostró que sus centímetros son un arma a tener en cuenta, que 'La Roja' puede jugar en vertical, que está dotado técnicamente y que se puede ser de Rincón de Soto y lucir porte californiano con naturalidad.
«Está a punto de nacer una estrella mediática. Hay muchísimos buenos deportistas, pero poquísimos que sean figuras de masas. Y subir ese escalón no depende de ellos, sino de la audiencia, de la sociedad. De pronto te adjudican una serie de atributos extradeportivos y saltas ese escalón», razona Borja Puig de la Bellacasa, consejero delegado de Bassat Ogilvy Comunicación. Llorente tiene ahora un pie en alto, a punto de posarlo en ese escalón, y no dependerá de él que lo haga. «Él va a pasar a ese escenario porque las audiencias lo quieren. Debe ser consciente de eso y saber medir muy bien porque es un salto con riesgos».
Llorente tiene dos buenos amortiguadores. Su hermano Chus, quince años mayor, le da «caña». Es el que engrasa y aprieta las tuercas. Con su novia de toda la vida, una endocrina guipuzcoana, va al cine y trata de buscar algún rincón donde pasar desapercibido. Son los dos hombros en los que más ha llorado. Ahora nadie concibe un Athletic sin su '9', pero hace tres años le pitaban en 'La Catedral'. El chaval que aterrizó en Bilbao con 12 años, que vivió con una familia que no era la suya, que debutó con Valverde en 2005, chupó banquillo con Clemente y resucitó con Caparrós, ha tenido que esperar hasta este año para abandonar San Mamés con el público en pie gritando su nombre. Fue el lunes 29 de marzo, frente al Racing. «Inolvidable». Marcó dos y dio en bandeja un tercero a Toquero.
Una foto suya gigante preside ahora la fachada exterior del campo. Él no la mira. «Trato de olvidarme de todas esas cosas. No salgo, no ando por Bilbao. Lo importante es el trabajo, el equipo, el esfuerzo, la constancia». Ya, ya, pero cuando la semana pasada bajó del autobús en el Sánchez-Pizjuán escuchó cosas como: «¡Llorenteeeeee queremos un hijo tuyo!». Lo recuerda sin bromas. «¡Joe, decir eso es una barbaridad!». En Facebook cientos de chicas le llaman «wapo», tiene un club de fans en camino y dos peñas: la del club rojiblanco y la de sus quintos, en Rincón de Soto. Carlos Jiménez, amigo desde la guardería y las clases de solfeo con la Piluchi, quiere presentarla cuanto antes, pero igual espera a que el país haga la digestión navideña. Suman ya 50 socios y no falta nadie de la cuadrilla. «Cuando juega y no vamos a Bilbao, nos juntamos en el bar La Cantina al toque de 'oye, vamos que juega el quinto'». Todos los amigos son del mismo año. «Ahora es mucho más difícil hablar o verle. Pero siempre vuelve. Es de sofá y tele. Si le queremos ver en Rincón, vamos a su casa. La puerta está abierta para todo el mundo. Te reciben con jamón y chorizo», invitan Pini y Carlos.
Guardan horas interminables de recuerdos. Cuando le dejaban llorando en San Mamés, cuando se metió tantos chicles en la boca -traían cromos de futbolistas- que le produjo una reacción alérgica, cuando le zumbó con un tirachinas a una marquesina recién puesta por el Ayuntamiento, cuando les pasó a la sala vip en el multitudinario recibimiento de Madrid tras el mundial y pudieron manosear la copa ... En este imborrable verano, el delantero rojiblanco no aparecía en las campañas publicitarias más potentes de la selección. Dentro de unos días, promocionará junto a otros cuatro elegidos la nueva camiseta de 'La Roja'. Lo cuenta con normalidad. A lo que no termina de acostumbrarse es a las entrevistas de la periodista deportiva más famosa del planeta. «Es guapííísima. Es la novia de un compañero y no me gusta hablar, pero cuando te pregunta y te mira a los ojos...glups...impone».