Un buen amigo me cuenta que siempre deja la puerta abierta a su gato. Puede que salga, la primera vez, la segunda; necesita saber lo que hay fuera. Al no haber visto antes la puerta abierta, teme que no vuelva a pasar. Y entonces sale. No es traición, no es falta de devoción, sólo es instinto. Pero si estaba a gusto dentro, volverá.
Llega un momento en el que, al comprobar que puede salir, pero también volver, ya no siente necesidad de inspeccionar nada. Y decide quedarse porque, con la puerta abierta o cerrada, no le interesa más que el calor de su hogar.
*Si amas algo, déjalo libre*. Si se aleja no es traición, no es falta de devoción, sólo es instinto.
Volverá.