Fandom: Assassin's Creed
Título: Encuentro
Tabla: Momentos # 3
Claim: Altaïr/Maria
Extensión: 893
Resumen: El destino es a veces caprichoso, pero siempre sabe lo que hace.
X Diciembre 1196 d.C.
Acababa de llegar de Chipre después de tres semanas en las que una tormenta bastante fuerte había retrasado la llegada de su barco al puerto. Había tenido que ir al antiguo archivo porque unos espías de la Orden del Temple se habían introducido en la ciudad, lo normal sería que los asesinos de allí se encargasen del asunto, pero después de la muerte de tres de estos decidió que él mismo era quien debía de acabar con ellos antes de que mermaran más sus filas.
Los templarios se encontraban por las montañas de la isla y de vez en cuando bajaban a la ciudad a espiar sobre el movimiento de los asesinos, eso había dificultado las cosas, ya que era complicado seguirlos hacia su guarida y en dos ocasiones los había perdido de vista debido a la espesura del bosque. La tercera vez pudo encontrar su guarida y hacer hablar a uno sobre los planes que tenían en la ciudad, al parecer el nuevo maestro del temple Gilbert Hérail estaba interesado en volver a recuperar el archivo. Ricardo había pactado una tregua con Saladino antes de marcharse, por lo que los templarios no deberían de estar en tierra santa, pero un grupo se había quedado con el pretexto de que era para proteger a los peregrinos en su viaje a tierra santa. Él estaba seguro de que era sólo una excusa para permanecer allí esperando el momento para volver a tener el fruto en sus manos.
Después de aquello su vuelta a Acre había resultado fatigosa y cansada, nunca le había gustado el mar ni navegar. Tal vez que no supiera nadar aumentaba ese malestar que le hacía sentir el bamboleo de las olas en medio de los truenos y la lluvia. Por suerte ahora se encontraba en tierra firme y se dirigía a la casa de los asesinos que ahora era dirigido por un joven nuevo, ya que había seleccionado a Jamal para que dirigiera el enclave en Chipre. Entró por el techo suspiró aliviado, ese era un lugar donde no tenía que tener sus defensas al máximo.
-La paz sea contigo, Ahmed -dijo llamando la atención del chico.
-Maestro -inclinó la cabeza-. Le esperábamos desde hace tres días, ella se alegrará de verle.
-¿Ella? -preguntó confuso.
-Su esposa, Maestro -contestó-. Lleva en Acre tres días esperándole, me dijo antes de irse que le esperaría delante de la Ciudadela si venía.
-Gracias por la información -el joven asintió y volvió a sus quehaceres.
¿Qué hacía Maria en Acre? Sabía que esa mujer no seguía las reglas del gremio y viajaba sola cuando quería, pero que dejase a su hijo en Masyaf sólo durante tres días le resultaba bastante extraño. Salió de la casa y se dirigió hacia la ciudadela, hacía mucho tiempo que no hacía una misión en la ciudad, por lo que nadie le llamaba la atención lo cual era un alivio.
Entonces vio una silueta que le resultó familiar, esta se giró y lo vio directamente. Su rostro mostraba diferentes emociones, sorpresa, alegría, alivio… pero sin embargo no se acercó a él, simplemente sonrió haciéndole un gesto de que le siguiera y empezó a correr.
Realmente jamás entendería a esa mujer, estaba esperándole durante tres días en aquella ciudad y cuando por fin lo encontraba salía corriendo. Subió por las escaleras hasta la muralla de aquel lugar, en ese mismo sitio Guillermo de Montferrat había conocido la muerte, aún pensaba que si injusta o justamente, pues aquellas muertes aunque necesarias seguían pareciéndole algunas vacías. Al llegar al final de la muralla le dirigió una sonrisa traviesa y se metió dentro de la torre cerrando la puerta a cal y canto detrás de ella. Entendía el significado de aquel movimiento, le había estado esperando más tiempo de lo normal, ahora era él quien tenía que cazarla ¿no?
Empezó a subir la torre con pasmosa facilidad, algo como aquello no lo consideraba un desafío después de haberla escalado con anterioridad para contemplar la ciudad hacía ya tres años… El tiempo pasa rápido y veloz en momentos así. Cuando llegó arriba del todo ella se encontraba dándole la espalda, mirando ensimismada a la ciudad.
-Siempre me gustó esta ciudad, tiene unas vistas preciosas -no se giró pero se quitó la capucha- ¿Verdad?
Entonces sí que se dio la vuelta mientras lo miraba con esa sonrisa desafiante y le indicara que se acercara. Hacía mucho tiempo, demasiado a su parecer, que no la veía. Estaba tan acostumbrado a permanecer a su lado que le resultaba bastante duro separarse más de lo necesario, por eso tenía que estar con ella, al menos ahora. En la soledad de la torre, siendo observados únicamente por las aves permanecieron juntos hasta que la luz dio paso a las sombras y el viento se volvió más fresco de lo normal.
-Tenemos que volver -susurró a su oído-. Darim nos estará echando de menos -pronunció lentamente y le dio un beso en la frente.
A él también lo echaba de menos, apenas un año y medio ya era un muchacho fuerte y saludable, muy curioso y juguetón como todos los niños. Se alejó de su esposa, ella bajaría por la escalera y él saltaría hacia el abismo, abajo ambos se encontrarían y volverían a su hogar. Sin saber que pronto se ampliaría un poco más.