Desideratum. William Odergand. Tabla. #15

May 09, 2010 22:52

Tema: 15.- Aburrimiento
Rating: R
Personaje: William Odergand + Youji Izumi
Advertencias: Sexo, slash (hombrexhombre), uso de drogas y tal, nada más.
Notas: William de casi 16 años, Izumi ya con 18. Sería cronológicamente el 7, unos meses antes de Venganza.

A William le parece gracioso, muy gracioso, que su padre le siga llevando a ese tipo de lugares. Que le obligue a vestirse de traje y corbata, arreglándose le cabello, mojándole con colonia para caballero y recordándole mil veces aquellas reglas de etiqueta que él ya conoce lo suficiente como para desear romperlas en cuanto la ocasión se presente. Y podría negarse a ir, por supuesto, porque Keiro no -porque nadie- puede detenerle e ir contra sus deseos. Pero podría resultar divertido.

El lugar es como los demás, un vestíbulo grande, un espacio amplio, adornado con cortinajes gruesos color rojo quemado y varias mesitas cerca de las ventanas con sus hermosas lámparas y adornos de porcelana fina. En lo alto brillan los candelabros con sus miles de reflejos en los cristales que cuelgan y por encima del sonido de los tacones golpeando la madera del piso se escucha la música insistente del violín, la flauta, el cello y algunos instrumentos más, acompañando una voz femenina que canta en un tono alto.

Apenas entran, él y Keiro, acompañados de la familia Leakey, seguidos de cerca por la Eysenck, cuando William se arrepiente de haber aceptado tan dócilmente. Le asquea y no poco el ambiente, la hipocresía tan a la vista y las sonrisas falsas que le dirigen algunas personas cuando ha entrado y se suelta bruscamente de la mano de su padre que sujetaba su brazo. Mejor escapar.

- ¿A dónde crees que vas? - Keiro le sujeta del brazo, con fuerza, una vez más, sin quitar en ningún momento la sonrisa dirigida a otros y William frunce el ceño, apartándole con cuidado, porque sabe que si empieza a armar alguna escena, las cosas se pondrán peor.

- Voy a fumarme un cigarrillo, ¿algún problema con eso, viejo? - Responde, ignorando cualquier respuesta y comenzando a abrirse paso entre la gente, aprovechando para tomar una copa de champagne de la bandeja de uno de los camareros.

Puede escuchar los pasos de quienes le siguen, puede sentirlas, las miradas sobre él y cuando se gira, a medio camino, los ve ahí, deteniéndose también y Rhett sonríe, con un ademán haciendo que el joven Eysenck retroceda, avanzando él unos pasos más.

- William, al menos ven con nosotros un rato… - El aludido alza una ceja, dibujando pronto una sonrisa. - Tenemos que ir con el anfitrión y…

- Iré, con una condición.- Rhett asiente, acercándose más y cuando trata de tomarle del brazo, el menor se adelanta, halándole de la corbata, haciéndole agacharse lo suficiente para rozar, casi sin querer, sus labios con los de él - Dile a mi padre de lo nuestro.

- ¿Lo nuestro? - Y el hombre palidece, mientras la sonrisa se amplía. Ciertamente, a William le duele un poco hacer eso, pero es un dolor merecido, la manera de lastimar y ser lastimado a la vez, escuchando a Rhett negar la existencia de ese algo en lo que él tenía fe. - No hay nada…

- No hay nada entre nosotros. Lo sé. Es sólo follar de vez en cuando, ¿no? - William se ríe, soltándole la corbata, empujándole un poco, sin fuerza, ignorando las miradas que algunos ya han comenzado a dirigirle y bebe la copa entera de un solo trago - Y ni siquiera te gusta. Puto cobarde.

- William, tú sabes que- Pero el menor le corta, con una simple mirada, dura, fría, la que no se parece en nada a la habitual, la que no parece ser la de su William.

- Cierra la boca. - Educado, sí, al menos no le mandó a la mierda. Hace un ademán, dándole la espalda, dejando la copa por ahí y apresurándose a tomar otra, para seguir avanzando, rápido, buscando una salida, aire fresco, libertad.

* * *

Lleva más de una hora ahí, está seguro, en aquel balcón olvidado dentro de esa mansión de alguien desconocido, recargado en el barandal de mármol blanco, observando a lo lejos las columnas jónicas que se yerguen como un simple decorativo, desechando su uso práctico. Van sólo cuatro copas, pero no siente el efecto y poco más de cuatro cigarrillos, pero sabe que necesita algo más. Para que las memorias no vuelvan en medio de su ocio, debe mantenerse activo, moverse, pensar otras cosas y escapar.

Y no hay nada que hacer. El único tío que valdría la pena tirarse, en lo que ha visto de la fiesta, viene con una niñita pequeña, seguramente su hija y al parecer no puede dejarla. Y no es que sea un sentimental, pero les prefiere juntos, de momento. Aunque realmente está considerando emboscarle en algún lugar, alejar a la niña y matar el tiempo de alguna forma.

La ceniza cae sobre su mano, haciéndole soltar un ligero suspiro producto de aquella sensación un tanto dolorosa y bastante tranquilizadora sobre su piel.

- ¿Le gusta? - La voz a su espalda le hace sobresaltarse, sólo un momento y entonces se gira, observándole fijamente. Para un poco mayor que él, diecisiete, dieciocho años tal vez, el cabello castaño largo y sujeto en una cola de caballo y los ojos negros como pozos oscuros, sonriéndole. A William le causa un escalofrío, aunque no sabe por qué.

- ¿A qué te refieres? - Pregunta pronto, recargando la espalda en el barandal, balanceando el cigarrillo entre sus dedos y llevándolo a su boca, dando una calada profunda, sintiendo el humo bajar, entrar y salir por su nariz y su boca entreabierta.

- A la fiesta, ¿le está gustando, señorito? - William se ríe, inevitablemente, ante ese trato, tardando un poco en callar y cuando lo hace el otro chico sigue ahí, con la misma sonrisa, quizá un poco más amplia, esperando.

- No realmente. Estas personas por lo general me dan asco, ¿sabes? Son sólo un montón de pijos idiotas. - De nuevo el cigarrillo a los labios y la copa a su mano, recogiéndola del barandal donde descansaba. - ¿Y tú qué, te diviertes?

- Tampoco - Respuesta escueta, pero William le ve avanzar, buscar algo en sus pantalones y él inevitablemente se pone a la defensiva, tanteando en el bolsillo trasero de su pantalón, porque debe traer algo con qué defenderse, no le jodan. Pero el chico saca un cigarrillo, nada más, deteniéndose a escasos centímetros de él - ¿Tiene fuego?

William sonríe y asiente, colocando su cigarrillo en los labios y atreviéndose a tocar el cuello del otro, halándole un poco y señala su cigarrillo encendido.

- Ahí lo tienes, ¿no te molesta, cierto? Es que se me han acabado las cerillas - Miente, esperando el rápido rechazo, encontrándose al contrario con los ojos oscuros aún más cerca y siente cuando el castaño, con el cigarrillo en sus propios labios aspira profundo, en contacto directo uno con el otro, hasta que se enciende. Curioso. Primera vez que le funciona con un desconocido.

- Para nada.- No es una sonrisa agradable, pero es una sonrisa y está dirigida a él. Es un poco sucia, ocultando otras intenciones que William no tarda en desentrañar, pudiendo sonreír de la misma manera, correspondiendo a esa silenciosa invitación.

Son diez minutos de conversación un poco cortada, preguntas cortas, de carácter impersonal, jugando el viejo juego exigido en esos eventos. Conversaciones aparentemente personales sin pizca de intimidad. William no puede evitar pensar que le agrada, un poco porque al parecer le gusta también la controversial pareja de Scarlett y Rhett, los cuadros de Alfred Sisley y una que otra canción que a él también. Aunque cree que le agrada más simplemente porque le ha dejado en la palma de la mano aquella pastillita pequeña que dice es 2CB.

- ¿Nexus? - William sonríe, metiendo la pastilla en la bolsa del pantalón, dando el último trago a la copa cuyo contenido ya se ha calentado. - ¿Cómo puedo saber que no mientes?

- Pruébela y lo sabrá.

- Qué idiota - Pero sabe bien que lo hará, que tarde o temprano usara lo-que-sea que ese tío le haya dado para colocarse, si le resulta necesario, lo cual es sí.

- Ande, pruébela. Puede ir a alguna de las habitaciones desocupadas de la casa y… - El castaño deja el final de la oración en el aire, divertido, dando una calada al cigarrillo y observándole de soslayo. William apaga el cigarrillo, abandona la copa en el barandal, saca la pastilla, la traga, sin más.

- De acuerdo. - Y se apresura a tomarle de la muñeca, sin encontrar reclamación alguna, entrando de nuevo a la fiesta.

* * *

Ni siquiera es una habitación propiamente dicha. No hay cama ni un baño, no hay una cómoda ni lámparas finas de noche. Es sólo un recinto viejo, cuatro paredes de fría piedra desnuda y muebles viejos cubiertos por sábanas empolvadas.

- Qué romántico.- Musita William, divertido, observando todo el lugar, que pese a todo es amplio, por cuya ventana se cuela la luz de las estrellas. Es noche sin luna y él lo agradece.

Es el desván, le dice el chico, un lugarcillo donde guardan cosas innecesarias, viejas, inútiles y William se ríe mientras acomoda en el suelo un cojín raído y un par de cobijas amarillentas otrora blancas. Han pasado apenas unos minutos de haber tomado lo que sea que fuese esa cosa, pero se va sintiendo, un poco.

- Uh, ¿seguro que es Nexus? - Pregunta una vez más, pero sabe que el chico no le va a responder, porque está muy ocupado besándole, apresándole contra las mantas en el suelo y desvistiéndolo sin cuidado. William sonríe entre el beso, divertido ante la curiosa agresividad recién descubierta en el otro chico. Pero no le molesta, en absoluto.

Y al final resulta que sí es 2CB, porque poco a poco va notando al sensación extraña sobre su piel, una sensibilidad enorme, creciente y placentera, como estar al borde del orgasmo con sólo un respiro, con sólo un tacto superficial y además, frente a sus ojos las formas se desdibujan, se redondean y los pigmentos cobran vida, fuerte y parpadean varias veces, encandilándole de vez en cuando. Mejor que el x-tacy, la sensación se siente bajo su piel y por momentos cree que se purifica, que las manchas se borran por un instante al menos.

El chico le muerde, en el cuello, bajando hasta sus hombros dejando pequeñas marcas rojizas y es tanta la fuerza con la que le toma de las caderas que quedará la marca violácea de sus dedos. Pero William lo disfruta y pide más de ese necesario dolor, negándose a la requerida preparación, forzando él mismo la situación y las acciones, arqueándose y apretando con fuerza, entre sus manos, la camisa blanca del otro, buscando insistentemente su tacto y más de ese calor y ese cosquilleo que reconoce como simple y carnal placer.

- Izumi - Susurra en algún momento el chico, pegándose a su cuerpo, continuando el ritmo imparable pero inconstante de las embestidas dentro de su cuerpo y William apenas puede escuchar y tarda un tanto más en comprender, soltando dificultosamente un “¿uh?” interrogativo - Youji Izumi, ese es mi nombre.

Él quisiera responder, pero al abrir la boca es todo un gemido largo y profundo, un orgasmo más de los varios que ha tenido y no sabe bien si es de esos causados por la droga o realmente ha terminado.

- Y tú eres Odergand - Izumi habla de nuevo, tras unos segundos de silencio prolongado, cortándose un poco por culpa de la respiración agitada y William le mira fijamente a los ojos, negros como pozos, profundos, devorándole por completo haciéndole caer en un abismo. Podría seguir cayendo toda la vida y no importaría, estaría bien.

- William Odergand - Musita entonces, como un murmullo, enterrando la mano en el cabello castaño y forzando un beso más, mordiendo con fuerza el labio inferior del chico hasta sentir el sabor metálico, oxidado, de la sangre contra su paladar. Y le calma, tremendamente, la sensación de que está haciendo algo -inútil, estúpido, pero algo- aunque sea perder el tiempo. Se divierte, al menos, se pierde también y puede olvidarse de todo, absolutamente todo, por unos cuantos minutos más.

* * *

- Odergand - Izumi le llama, extendiendo el cigarrillo encendido con una mano en su dirección y William termina de abotonar la camisa, maldiciendo en silencio lo arrugada que ha quedado. Le mira, nada más y le sonríe, extendiendo la mano para tomarlo y dar una calada poco profunda antes de devolvérselo.

- ¿Qué hora es? - Pregunta y el otro gira la muñeca, observando la hora en el fino reloj. Casi las diez, dice y William frunce ligeramente el ceño.- Tengo que regresar ya.

- ¿No piensa quedarse un poco más? Aún hay tiempo para hacerlo otra vez.

- Eres un maldito caliente. - Se muerde la sonrisa, colocándose el saco lo mejor posible, terminando de limpiar algunas motas de polvo que han quedado en él.

- Y usted una puta. - No, no está irritado, William lo observa de reojo y le sonríe. El tal Youji parece divertido, de buen humor.

- No lo soy, no me has pagado. Anda, ve sacando la pasta.

- Oiga, le regalé el Nexus, ¿no es eso suficiente? - William hace como si lo pensase, llevándose un dedo a los labios y mirando el techo, como si le diese la respuesta, antes de asentir, acercándose y se atreve a tomar un beso más, profundo y dominante con sabor a tabaco y vino. - ¿Realmente tiene casi dieciséis años? Le calculaba unos trece.

- Pederasta. - La risa se le escapa, a ambos y para el menor resulta curiosamente divertido todo eso. Si él fuese diferente, está seguro, Izumi representaría una presencia molesta y sin embargo, siendo como es ahora -tan falto de moral, tan acostumbrado a usarse para buscar placer y nada más- le resulta casi agradable. Podría tomarle cariño, pero no lo hará.

- Hablando en serio, ¿quisiera repetir? - El aire se cuela por la ventana entreabierta y Youji se acomoda con los dedos su despeinado cabello castaño. - Mire, estoy prometido, pero esas son meras formalidades. Y para amantes, usted es todo lo que busco.

- Me halagas. - Le ignora, básicamente, frunciendo el ceño ante la sola petición. Y ya entiende lo que Izumi está buscando, pero no se lo dará. No es algo que le pertenezca, siquiera a él, así que no puede hacerlo. Izumi le hala del brazo, sentándolo sobre sus piernas y eleva una mano, rozando su cuello.

- Es bueno en la cama. - Halago, oh, sí, Izumi eleva su orgullo mientras le susurra contra su cuello, rozando con los labios, vibrando con cada frase - Y parece un niño todavía, pequeño, incluso frágil -Bien, los puntos que elevó acaba de bajarlos- y, de donde vino esa pastillita hay muchas más.

- Sería mejor que te contrataras una puta. O un puto, en todo caso - No está irritado ni enfadado, ni siquiera un poco ofendido. Aceptaría, lo haría, pero no es él el dueño de sí mismo. Ni desea realmente algo, nada.

- ¿Qué cree que hago? - William siente la sonrisa contra su piel y corresponde, sonriendo a la nada mientras busca el cigarrillo y lo toma en su mano, terminándolo, dejando caer las cenizas en la tela vieja del sofá.

- Me veo en la necesidad de declinar tu oferta, Izumi - Finge modales que no siente realmente y un respeto que tampoco lo es. Se separa, despacio, dejándole un suspiro y una caricia burda entre sus cabellos. - Es… demasiado.

- ¿Lo que deja?

- Lo que me ofreces - Se muerde ligeramente el labio. Le falta un zapato, ¿dónde está el puto zapato? Ah, ahí está, ¿cuándo se fue tan lejos? - Ni siquiera me gusta acostarme con la misma persona más de una vez. Con una excepción.

- Oh, entonces, ¿tiene pareja? No lo parece - Es casi burlón el tono en que lo dice, pero William se lo traga, sin prestarle más importancia de la que debe darle.

- Algo así. - Termina de vestirse, al completo y busca el espejo roto que ha visto antes, terminando de acomodarse el cabello y colocar como se debe la corbata. - Se me hace tarde, me voy. Gracias por el viaje.

- Estaré disponible para cuando quieras volar de nuevo. - Anuncia el otro y ya no insiste en lo demás. William sabe que parecerá infantil, pero no importa mucho y mientras baja la escalera, medio cuerpo bajo, la luz entrando desde ahí e iluminando la escena un poco, muestra la lengua.

- No pasará - Sentencia, divertido, terminando de bajar, cerrando la trampilla tras de sí y caminando a paso rápido hasta encontrar a la multitud y perderse entre ella.

* * *

- ¿Dónde estabas? - No es fácil, nada fácil, contener la risa viendo los ojos de Richard, con el ceño fruncido y más preocupación de la que deja ver. Pero William no se ríe, porque el rubio le está tomando del brazo, fuerte y casi llega a lastimarle.

- ¿Qué te importa, rubiales? - Se suelta de un movimiento brusco, llegando a marearse un poco. El efecto sigue y se siente sensible, la música de fondo es algo demasiado seductor y tiene que esforzarse demasiado en hacer que no se note que continúa en el viaje y estará así un par de horas más.

- Tu padre quiso presentarte con el anfitrión, has hecho que quede bastante mal al no poder localizarte - Comienza Richard y a William las palabras le saben amargas, pero las ignora. Sabe que en el fondo Richard le envidia, con fuerza, con mucha fuerza y si no le odia, entonces le ama y demasiado.- Y ya tenemos que irnos.

- ¿Tan pronto? - Pregunta, divertido y el dolorcillo en su brazo, ahora que Richard vuelve a tomarle con fuerza, se vuelve un cosquilleo demasiado agradable.

- Con tirarte a una persona por fiesta debería bastarte, tampoco deberías meterte cosas extrañas - Y, oh, lo ha descubierto. ¿Qué ha sido? Se ha despeinado acaso o quizá su corbata no está bien puesta. Está un poco -bastante- colocado y quizá hasta se ha abotonado mal la camisa. - Te vi irte con Youji. No te conviene, su familia…

- No. Su familia y la tuya son las del problema. La Odergand es neutra. - reclama de inmediato, aunque realmente no esté muy enterado y Richard se calla, sin decir nada más, dirigiéndole de uno a otro pasillo, bajando escaleras, hasta la sala principal.

Rhett está ahí, sonriendo amablemente a la mujer del anfitrión y Keiro permanece sentado en uno de los sofás, definitivamente irritado y fulminándole con la mirada cuando le ve entrar. William no se inmuta, correspondiendo con una sonrisa limpia, clara y casi inocente que Rhett alcanza a ver, que su padre tacha de inmediato de falsa y que los demás invitados no logran observar.

- Nos vamos. - Habla Keiro, levantándose y comienza a avanzar hasta el anfitrión, para despedirse y Rhett le imita. Richard no lo hace, quedándose ahí, visiblemente incómodo, pero soportando con un gesto que aparenta tranquilidad. Estar en propiedad de Izumi debe incomodarle, piensa William, divertido, desviando la vista hacia las formas luminosas que se desprenden de los candelabros colgantes.

Su padre no tarda en llegar, tomarle del brazo sin demasiada fuerza y halarle hasta el auto. No se resiste, no resiente el firme gesto en el rostro de su progenitor que desprende decepción y hasta odio a momentos, porque William se pasa por el forro cada una de las palabras de su padre, siempre, desde hace más de cuatro años. Rhett, en el asiento delantero, le mira desaprobatoriamente -seguro lo sabe, eso de que está drogado y ha bebido y el aroma a cigarrillo no pasa desapercibido- y aunque a Will le duele un poco, lo olvida rápido, desviando la vista a las afueras, a través de la ventanilla.

- Son muy aburridas, estas ‘fiestas’ - Masculla, con un suspiro, entrecerrando los ojos y recargando un poco el cuerpo en Richard, sintiendo demasiado presentes la calidez y los sonidos de su cuerpo. Y sonríe, divertido, a sabiendas de que Richard está al tanto, que Rhett lo sospecha y que su padre prefiere ignorarlo. - Muy aburridas.

adv:drogas, f.o:desideratum, adv:nc-17, comunidad:drabbles_fics, adv:slash, pj:youj izumi, adv:pedofilia, pj:william odergand

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