Tema: 8# Lluvia
Pareja: Marshall Eysenck/Diana Glaswol
Rating: PG
Palabras: 1,000
Tabla:
EróticaNotas: Crack, básicamente. Marshall en sexto curso y Diana en quinto.
No contaba con eso cuando aquella mañana había atrapado a la joven Glaswol saliendo de una clase para secuestrarla y darse una escapada a Hogsmeade, como era usual cada vez que se le pegaba en gana. Había encontrado el día despejado, hermoso, una mañana un tanto fría de marzo.
Y ahora llueve, a cántaros, sobre sus cabezas, a mitad de camino entre Hogsmeade y Hogwarts y sin más refugio que uno o dos árboles cercanos, poco tupidos y que representarían poco o ningún albergue para los dos. La casa de los gritos había sido dejada atrás, demasiado como para volver.
Marshall nota repentinamente la ausencia de la pelirroja, girando el rostro para buscarla. Y antes de alcanzar a girar al otro lado, siente la mano sosteniendo la propia y de pronto halándole con fuerza y decisión.
- ¿uh?
- No me voy a quedar parada bajo la lluvia, Marshall, y tú tampoco - Aclara ella, el tono frío y sin embargo un deje de diversión oculto tras el pequeño surco en la comisura de sus labios.
- ¿Seguiremos caminando?
- Puede haber un lugar para refugiarnos mejor de la lluvia, adelante.
Marshall asiente, con la mano libre acomodándose el cabello, en voz baja lamentando lo desastroso que debe verse con el cabello revuelto, empapado, ensuciando sus zapatos con lodo y probablemente la parte baja de los pantalones. Pero, tiene la ventaja increíble de que la camisa se le pega al torso. Y eso es sexy, todo el mundo lo sabe. Marshall más camisa mojada igual a lo más hot.
Un par de chicas pasan corriendo, varios metros más adelante, refugiándose bajo un árbol que apenas logra cobijarlas a ambas. Dos bellezas, en su opinión y se place en contemplarlas.
- A la morena se le notan los pezones - Marshall traga saliva, fijándose en el detalle que Diana menciona - ¿ves? Pero es muy sexy. Demasiado.
Silencio, que se mantiene algunos minutos mientras continúan la marcha y pasan cerca del par, disimulando la mirada que ambos echan a las chicas.
- ¿Eres lesbiana?
- ¿Eres hetero? - Diana sonríe con un gesto excesivamente divertido y halando a Marshall un poco más rápido, señalando un árbol lo suficiente grande para cobijarles.
- ¿Alguna vez has besado a una mujer? - Marshall aprieta el paso, dejándose hacer y termina recargándose contra aquel tronco, separando la espalda de inmediato. Oh, Dios, mi camisa nueva. Diana se recarga en él, apenas un poco.
- Tú no, ya lo sé, pobrecillo - Y entonces la risa surge, contagiosa y Marshall tiene que hacer esfuerzos sobrehumanos por no ceder, terminando por darle un ligero golpe en el hombro para hacerla callar.
- He besado hombres y mujeres y también a un perro, si acaso cuenta.
- ¿Beso francés? ¿Con un perro? Qué pervertido. - Y dramatiza, la mano en la frente y hace como que se persigna y Marshall suelta la risa.
- Yukiy cuenta como un perro.
- Eso es incesto.
- Es zoofilia y no jodas.
Y terminan concluyendo que es las dos cosas y cuando Diana deja de chinchar con lo mismo unos minutos después, comienza a secarse el cabello, con una mano estrujando los rizos y alisando sus ropas. Se separa, se sienta, ahí, sobre el pasto húmedo y echa la cabeza hacía atrás.
- ¿No vas a sentarte? - Pregunta - Te vas a cansar.
- Me mojaré el pantalón.
Y ella pone los ojos en blanco, jalándole sin pudor justo del tiro del pantalón y Marshall debe obedecer y se sienta y “Marshall, tonto ojos de ciego, ya estás mojado”. Que vale, es cierto, pero ahora lo está más.
Diana es hermosa. Marshall apenas se da cuenta ahora que la mira. Con el cabello suelto y húmedo, la ropa pegándosele al cuerpo y mostrando las curvas que han surgido en el cuerpo juvenil. Y “Hey, ¿desde cuando te crecieron tanto los pechos?” Y Diana debe pedir paciencia al cielo y explica como le explicaría a un niño pequeño que las niñas se desarrollan y Marshall debe callarla con un “ya entendí, dios, qué amargada”.
Diana piensa que Marshall es único. Que eso sea bueno o malo ya no está segura, porque igual a veces lo ve encantador, otras como un completo idiota -que es mayoría, ni caso - y a veces parece un verdadero hombre. Sin ofender, claro está.
Marshall la abraza, despacio y pasando un brazo por sus hombros y ella se permite recargarse, entrecerrando los ojos y el silencio que se forma, interrumpido por el golpeteo constante de la lluvia, parece agradable. Son amigos. Amigos nada más y un año de conocerse y Diana se siente diferente. Libre.
Marshall la ha visto desde siempre, pero apenas la conoce. Se siente extrañamente comprendido y es algo que debería agradecerle.
De un movimiento impulsivo desliza una mano por el rostro pálido y acerca sus rostros. La besa. Cerrando los ojos y robándole el aliento, profundizando hasta que la siente temblar ligeramente. Cuando se separa, Diana tiene los ojos cerrados. Los abre despacio y sonríe.
- Me robaste un beso, patán. Ahora me lo devuelves.
- Qué cliché - Y el beso de ella le interrumpe, incapaz de hablar mucho más, dejando que ella tenga control y toque lo que quiera tocar y cuando los ánimos se calman, vuelve a recargarse en el árbol, cobijándola.
Son amigos. Se lo repiten de vez en cuando en sus mentes, como tratando de convencerse de algo que no es.
- … ¿sabes? Pudimos haber usado un impervius desde el principio - Señala de pronto Diana, pensativa y Marshall se ríe porque es cierto, demasiado cierto.
- Ve el lado bueno. Estoy mojado, me veo muy sexy. ¿No te pongo? - Y el capón que ella le da es un poco fuerte pero se ríe más y ella masculla “narcisista, ególatra” en voz no demasiado baja. Y sonríen.
Diana ama la sensación que le da estar con él y ama lo que es cuando está él. Marshall piensa que con ella podría alcanzar la felicidad. Posiblemente.